Los hechos lamentables de ayer Monterrey, Nuevo León.
Son acciones “de terror y de barbarie”…
Dice el Presidente Calderón: “...no nos confundamos ni nos equivoquemos. No estamos hablando en lo medular de un accidente, sino de un homicidio brutal e incalificable… (Se trata de) Homicidas incendiarios y verdaderos terroristas sobre quienes debe caer no sólo todo el peso de la ley…
“Es evidente que no estamos enfrentando a delincuentes comunes. Estamos enfrentando a verdaderos terroristas que han rebasado todos los límites, no sólo de la ley, sino del elemental sentido común y del respeto a la vida…”
Todo eso muy bien pero no se puede considerar como un acto terrorista, con las connotaciones que ello lleva.
El Mensaje íntegro del Presidente Felipe Calderón
26 ago. 2011 | Discurso
Señoras y señores de los medios de comunicación.
Mexicanas y mexicanos:
El día de ayer, el pueblo de México fue testigo de uno de los actos de barbarie más terribles de los que se tenga memoria.
Un grupo de criminales sin escrúpulos, sin respeto por la ley, por la vida, ni por la sociedad, atacó un casino en la Ciudad de Monterrey.
En este ataque, se ha confirmado el fallecimiento de más de 50 personas. Se trataba de mexicanas y mexicanos con nombre y apellido: esposos, madres, padres, hijos, hijas, hermanas y hermanos.
Son vidas que fueron segadas de manera absurda, injusta y violenta, por la ambición y la maldad de un puñado de criminales.
Hoy es un día de duelo para Monterrey y para todo México.
Lo que ayer vivimos representa un hecho profundamente doloroso, un acto inhumano que nos llena a todos los mexicanos de tristeza, de indignación y de coraje. Es un crimen imperdonable que toda la sociedad debe condenar y rechazar con energía.
Es un acto de terror y de barbarie que repudiamos, porque nuestro país y nuestra gente no merecen este sufrimiento.
A todos los familiares de las víctimas, quiero externarles mis más profundas condolencias por esta terrible e irreparable pérdida. No podemos siquiera dimensionar el profundo dolor que hoy están viviendo sus familias, ni hay palabras suficientes para ofrecer, en estos momentos, un poco de consuelo.
Precisamente, porque el país comparte su dolor, y porque todo México se solidariza con Nuevo León, he decidido declarar el Luto Nacional por tres días, a partir del 25 de agosto, fecha en que se cometieron estos hechos atroces.
Lo que sí puedo asegurarles es que pondremos todos los recursos legales, institucionales y económicos a nuestro alcance, para averiguar quiénes son los responsables de estos hechos y hacerlos pagar por su crimen.
Su dolor, es el dolor de todo México, y sabemos que, en particular, este delito no puede quedar impune. Ningún delito.
Como mexicano, como padre de familia y como Presidente de la República, estoy profundamente entristecido, consternado e indignado.
Como toda acción asesina, este ataque carece de razón y de justificación. Esta acción es más que eso, es el más grave atentado contra la población civil e inocente que haya visto el país en mucho tiempo.
Como toda acción asesina, esta tragedia reclama una respuesta contundente y unificada de todos los mexicanos.
He girado instrucciones a la Procuraduría General de la República para que en coadyuvancia con la Procuraduría de Justicia del Estado de Nuevo León, investigue y lleve a los tribunales a todos los responsables de estos actos.
Sabemos que hay muchos elementos que investigar y que esclarecer. Desde los actos jurídicos que permitieron la instalación, y la situación jurídica administrativa que prevalece en la operación de un establecimiento como éste, hasta la revisión del debido cumplimiento de las Normas de Protección Civil, que pudieran haber agravado las dimensiones de la tragedia y aumentado el número de víctimas. De todo ello informaremos, de manera transparente y oportuna, a la opinión pública.
Pero no nos confundamos ni nos equivoquemos. No estamos hablando en lo medular de un accidente, sino de un homicidio brutal e incalificable. Estamos hablando de criminales que, de manera artera, con premeditación, alevosía y ventaja llegaron al lugar, amagaron a las personas que ahí se encontraban y prendieron fuego sin más; a esas instalaciones.
Homicidas incendiarios y verdaderos terroristas sobre quienes debe caer no sólo todo el peso de la ley, sino el unánime repudio de la sociedad, de los poderes públicos, de los partidos políticos, de los líderes sociales y de los medios de comunicación.
A la gente de Monterrey, quiero decirles que no los vamos a dejar solos. En unos minutos más, saldré hacia esa ciudad para atender personalmente la situación y reunirme con el Gabinete de Seguridad Nacional, con el que me he reunido ya esta mañana, y me volveré a reunir allá, en Monterrey, y ha salido ya hacia aquella localidad.
Me reuniré también con el Gobernador Rodrigo Medina y con el Alcalde Fernando Larrazábal, a fin de que el Gobierno Federal y las autoridades de Nuevo León, coordinemos esfuerzos en una investigación que tiene como objetivo la captura de los delincuentes que provocaron esta tragedia.
Que quede claro: No vamos a dejar solos a los regiomontanos que están sufriendo por la violencia irracional de los delincuentes. Estaremos hombro con hombro con ustedes en esta hora aciaga.
Hemos concentrado una gran cantidad de recursos y de elementos de las Fuerzas Federales y, desde ahora mismo, en la reunión del Gabinete de Seguridad Nacional que acaba de concluir, he dado instrucciones de reforzar aún más la presencia de las Fuerzas Federales en la Zona Metropolitana de la Ciudad de Monterrey y en el Noreste del país.
No descansaremos hasta dar con los culpables y restituir a los nuevoleoneses la tranquilidad que en los últimos años se ha perdido.
A la ciudadanía de aquella entidad y del Noreste del país, a la ciudadanía de todo el país, le pido que denuncie, así sea de manera anónima, a los responsables de este crimen y a todos los criminales.
También he dado instrucciones para que la Procuraduría General de la República, en uso de sus atribuciones, ofrezca una sustancial recompensa económica a quien aporte información, que de manera cierta, nos lleve pronto a la captura de estos asesinos.
Quien quiera que sepa quiénes son los autores materiales o intelectuales de esta barbarie, debe informarlo a la justicia.
Es evidente que no estamos enfrentando a delincuentes comunes. Estamos enfrentando a verdaderos terroristas que han rebasado todos los límites, no sólo de la ley, sino del elemental sentido común y del respeto a la vida.
Ni el Gobierno, ni la sociedad podemos claudicar ante el desafío y la obligación de defender a los mexicanos de semejante delincuencia. Lo peor que nos pudiera pasar es renunciar a nuestro deber, y entregar nuestras comunidades y nuestras familias al capricho y arbitrio de las bandas delincuenciales.
Por el contrario. Tenemos que enfrentarlos con mayor contundencia, con mayor información e inteligencia, con mayor fuerza y eficacia. Ellos no son, ni pueden ser dueños de nuestras calles, de nuestras ciudades y de nuestro futuro. Tenemos que enfrentarlos y someterlos.
Ante tales circunstancias, todos debemos actuar. Al Congreso de la Unión le pido respetuosamente que dote a los Gobiernos estatal y Federal y, en particular, a las Fuerzas Federales, de la certidumbre jurídica en su actuar, y de las atribuciones legales indispensables para enfrentar con eficacia a semejante amenaza a la seguridad nacional. Este asunto debe resolverse ya.
A los gobiernos estatales y municipales, les pido acelerar el paso para cumplir con el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, y con las disposiciones que establece la Ley de Seguridad Pública y el marco normativo en la materia.
No cabe duda que el avance de los criminales se explica, también, poderosamente, por la enorme corrupción que prevalece en las instituciones de seguridad y de justicia en distintas regiones del país y en distintos órdenes de Gobierno, que ha penetrado estructuras de poder, y ha dejado, en muchos casos, a la sociedad indefensa, porque quienes están encargados de velar por la seguridad de los ciudadanos, no pocas veces están, más bien, al servicio de los criminales.
Debemos cortar ya, y entre todos, esa corrupción. Debemos depurar y fortalecer, cuanto antes, nuestros cuerpos policiacos y ministeriales.
Al Poder Judicial, tanto en el ámbito Federal como en el estatal, le pido, también, respetuosamente un esfuerzo por revisar sus propias estructuras y sus integrantes.
No me cabe duda de la honestidad de la mayoría de los jueces y magistrados. Pero también es cierto que la impunidad rampante que se vive en el país obedece, también, a que por una u otra razón, los criminales no obtienen el castigo que merecen a la hora de ser juzgados. Se dice que es por la impericia de los Ministerios Públicos. Es algo que debemos revisar y, desde luego, corregir.
Pero también es posible que el poder corruptor de la criminalidad haya penetrado las estructuras judiciales que no están exentas de ese riesgo y es obligado revisar esa posibilidad. Al mismo tiempo, le pido que revise sus propios criterios, a fin de encontrar la manera de cerrar la brecha, una brecha que se abre cada día más, entre la existencia de un hecho criminal y los criterios jurídicos que hacen posible su castigo.
La distancia entre la verdad real y lo que se conoce como la verdad legal. A final de cuentas, la verdad real, la que preocupa al pueblo, es que esos criminales están en las calles sin castigo y todos estamos obligados a revertir esa impunidad.
Finalmente, le pido específicamente que revise las resoluciones judiciales que se hayan emitido o que permiten la operación de muchos establecimientos de esta naturaleza o de giros negros donde opera la delincuencia en diversas partes del país.
Hay otro tema que no puedo dejar de señalar.
Dentro de los muchos factores asociados a estos hechos criminales están las exorbitantes rentas económicas que sus actividades ilícitas generan. Eso los lleva a tener una capacidad de fuego y destrucción que no sólo desafía a la autoridad, sino que aterra y somete a la población.
La ambición por ese mercado tan rentable lleva a los criminales a una lucha asesina y bestial entre bandas del crimen, con actos tan brutales e inhumanos, como puede ser el caso, probablemente, del día de ayer.
De esas ganancias económicas, las mayores rentas provienen de un factor: el trasiego y venta de droga a los Estados Unidos. Parte de la tragedia que vivimos los mexicanos tiene que ver con el hecho de que estamos al lado del mayor consumidor de drogas del mundo y, a la vez, del mayor vendedor de armas en el mundo que paga miles y miles de millones de dólares cada año a los criminales por proveerlos de estupefacientes.
Esas decenas de miles de millones de dólares, terminan armando y organizando a los criminales, y poniéndolos a su servicio y en contra de los ciudadanos.
Es por eso que es mi deber hacer, también, un llamado a la sociedad, al Congreso, y al Gobierno de los Estados Unidos. Les pido que reflexionen acerca de la tragedia que estamos viviendo México y muchos países latinoamericanos, a consecuencia, en gran parte, del consumo insaciable de drogas en el que participan millones y millones de norteamericanos.
El poder económico y de fuego de las organizaciones criminales que operan en México y en América Latina, tiene que ver con esta interminable demanda de drogas de los Estados Unidos.
México ya no puede ser la puerta de acceso, ni tampoco pagar las consecuencias que ese mercado genera y que se traduce, no sólo en cientos de miles de millones de dólares ilícitos, provenientes del mercado negro, sino, también, en miles de muertos, a consecuencia de la violencia que ejercen las bandas criminales abocadas a ese negocio.
Ese consumo de drogas debe reducirse drásticamente, y si eso no es posible, los Estados Unidos deben colaborar, también, cuando menos, para evitar que su trasiego, el de los dólares a México, genere esta violencia insufrible que no queremos los mexicanos.
Necesitamos, y agradecemos la cooperación que hemos tenido en materia de información e inteligencia, que nos ha permitido capturar a decenas de líderes del crimen organizado y golpear a las estructuras criminales.
Pero, también, es importante que el pueblo, el Congreso y el Gobierno de Estados Unidos encuentren una solución para arrebatarles las exorbitantes rentas económicas a los criminales que les genera el mercado negro de las drogas.
Si están decididos y resignados a consumir drogas, busquen, entonces, alternativas de mercado que cancelen las estratosféricas ganancias de los criminales, o establezcan puntos de acceso claros, distintos a la frontera con México. Pero esa situación ya no puede seguir igual.
Al mismo tiempo, les pido encarecidamente que cierren de una vez, la criminal venta de armas de alto poder y fusiles de asalto, a los delincuentes que operan en México, y que sólo obedece al lucro. Eso sí puede solucionarse como ya lo han hecho recientemente en el pasado. Cancelen la venta indiscriminada y sin control de armas de asalto.
No hay razón para que los cientos de miles de armas vendidas a los criminales apunten a los mexicanos y a sus autoridades. Somos vecinos, somos aliados, somos amigos, pero también, ustedes son responsables. Ese es mi mensaje.
Sé que en estos momentos mucha gente se pregunta qué pasará ahora y qué vamos a hacer. Qué sigue.
De parte del Gobierno Federal, la respuesta es clara: Lo que sigue es perseverar y redoblar el esfuerzo hasta alcanzar la paz y la justicia, porque no nos vamos a rendir. Al contrario, iremos adelante porque queremos un México en paz, y un México de libertades que han amenazado los criminales.
Lo que sigue es la acción legal, la acción legítima del Estado mexicano para castigar a estos asesinos y a sus cómplices. Precisamente, por ello, por las víctimas inocentes, por la cobardía de los asesinos, debemos y vamos a seguir actuando con toda determinación en contra de las bandas del crimen organizado que tienen asolado a Monterrey, y a muchas ciudades de México.
Los criminales deben saber que mientras más se metan con gente inocente, más contundentemente vamos a actuar contra ellos. Deben dejar en paz a la sociedad.
Sigue, también, el trabajo responsable, solidario con Monterrey, con Nuevo León, con el país entero, para librar a México de la barbarie criminal, para desarticular a la banda que perpetró este ataque, y a cualquier organización delictiva no importa el signo que ostente, y que pretenda atemorizar y someter a nuestra gente.
Señoras y señores:
A todos nos queda claro que los enemigos de México son los criminales. Ayer nos demostraron hasta donde son capaces de llegar en su violencia estúpida e irracional.
Hoy nosotros, los mexicanos de bien, tenemos que demostrar hasta donde somos capaces de llegar en defensa de México y en defensa de los nuestros. Tenemos que demostrar que somos un pueblo solidario que sabe unirse en las horas más oscuras, que ante el miedo y la zozobra que pretenden infundir, sabemos responder con firmeza, determinación, y al mismo tiempo, con serenidad.
Tenemos que demostrar que somos un pueblo que sabe hacer a un lado las diferencias para enfrentar y vencer a sus enemigos, sean quienes sean, y vengan de donde vengan. Tenemos que demostrar que somos capaces de convertir la indignación en fuerza para defender también nuestros valores: La honestidad, la legalidad, la solidaridad, el respeto a los demás, la esperanza en el porvenir, el amor a la familia y el amor a México.
Es momento de unirnos todas las fuerzas políticas, los Gobiernos municipales, estatales y Federal, el Congreso de la Unión, el Poder Judicial, las organizaciones civiles, los comunicadores y todos los mexicanos, que sabemos que nuestro país es mucho más fuerte que un puñado de criminales que quieren imponer el miedo por ambición.
Es momento que también asumamos sin regateos y sin mezquindades, sin dudas, la responsabilidad que nos corresponde para que los delincuentes dejen de lacerar al país.
Las fuerzas del orden, señaladamente las Fuerzas Federales, están defendiendo a los ciudadanos de los criminales. Déjennos hacer nuestro trabajo, dejen a un lado la mezquindad política y los intereses que buscan, precisamente, frenar la acción de las Fuerzas Federales simplemente por obtener, quizá, un lucro mediático o político.
Es momento de empujar, también, las transformaciones que tanto urgen, de aprobar las reformas y las leyes que van a fortalecer a fondo la seguridad de los mexicanos.
Es hora de entrarle a fondo, también, con todos sus riesgos y con sus costos, a la tarea de depurar los cuerpos policiacos para que los malos elementos, los que se coluden con los criminales, los que les abren el paso para perpetrar estas barbaries, dejen de lastimar a los mexicanos de bien.
Es momento, también, de sembrar en los hogares, en las escuelas, en los centros de trabajo, con los hijos, con los niños, con los jóvenes, los valores que afianzarán una cultura de la legalidad, de la honestidad, del respeto a sí mismos, del respeto a la vida, del respeto a los demás.
Hoy, todos y cada uno de los mexicanos tenemos una responsabilidad con la Patria. Hoy nadie puede quedar al margen de este esfuerzo, que es por México, por su seguridad, por la justicia, por la legalidad, por el México que queremos.
Hoy, México está agraviado y entristecido, y debemos transformar ese agravio y tristeza, en valor y coraje para enfrentar unidos, como un solo pueblo, a los delincuentes.
Convirtamos nuestro dolor en unidad para construir un México mejor.
Unidos hemos superado momentos amargos y difíciles, y unidos habremos de superar esta tragedia.
Muchas gracias.
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