Izquierda: a ver si con el cambio de imagen...
Rosalía Vergara y José
Gil OlmosRevista Proceso # 1849, 8 de abril de 2012
En muchas circunstancias difiere la campaña presidencial de 2012 respecto de aquella de 2006, sobre todo para López Obrador, que repite como candidato de la coalición por la izquierda. Los principales obstáculos: no arrastra los reflectores como cuando fue jefe del gobierno capitalino, el favorito tempranero de la “oposición” es del PRI, y tanto éste como la candidata oficialista cuentan con un presupuesto varias veces mayor que el del tabasqueño.
La pejemanía se quedó en 2006. En su segundo intento por gobernar al país, el candidato presidencial de la alianza Movimiento Progresista (PRD-PT y Movimiento Ciudadano), Andrés Manuel López Obrador, armó una estrategia similar a la anterior: dirigida por él mismo y a “ras de tierra”.
La diferencia es el cambio del equipo. Si bien hace seis años se habló de que estaba rodeado de “leales”, en esta ocasión ni Jesús Ortega, entonces coordinador de campaña; ni Federico Arreola, encargado de las finanzas de las Redes Ciudadanas; ni Manuel Camacho Solís, uno de los coordinadores de dichas redes, figuran en el equipo que pretende reconciliar al tabasqueño con quienes en 2006 lo consideraron “un peligro para México”.
Con mucho menos recursos para la campaña, un PRD deshilachado y un minúsculo equipo de campaña, poco conocido en los medios de comunicación y coordinado por el senador petista Ricardo Monreal, el dos veces candidato presidencial ahora le apuesta a cinco años de recorridos por los 2 mil 400 municipios del país y a una propuesta de reconciliación nacional planteada en los mítines. Así justifica su cambio de estrategia.
La transformación del país que pretende lograr como eventual presidente comenzó con el mismo AMLO como candidato. Un ejemplo son las conferencias de prensa diarias, a las siete de la mañana. De traje y con una sonrisa permanente, sus discursos no marcan la agenda política del momento. Más bien pretende dar a conocer sus propuestas de campaña porque se necesita tener presencia en la prensa para dar batalla al que considera su contrincante principal, el priista Enrique Peña Nieto, ante la desigualdad en la difusión de spots televisivos.
En entrevista con Proceso, Ricardo Monreal señala que mientras el PRI y el PAN pueden presentar tres mensajes, López Obrador sólo podrá difundir uno de la coalición entre el PRD, PT y Movimiento Progresista.
Encuestas y austeridad
En 2006 las perspectivas de López Obrador eran más que halagüeñas en el arranque de las campañas: estaba 17 puntos por arriba de Felipe Calderón y Roberto Madrazo. Por el contrario, hoy aparece en tercer lugar en casi todas las encuestas, alejado de Enrique Peña Nieto y de Josefina Vázquez Mota.
Según los datos de la encuestadora Consulta Mitofsky, en febrero de 2006 el 39% de los electores colocaba a López Obrador como el candidato preferido para ocupar la Presidencia de la República, pero en febrero de 2012 su intención de voto era de 22%.
Seis años y varios errores asumidos, principalmente el plantón de la avenida Reforma, pintan un panorama muy distinto para el perredista, ya que de noviembre de 2011 a febrero de 2012 ha promediado 17. 2% de la intención de voto, según las mediciones de Mitofsky.
Para revertir esta tendencia, dice Monreal, “ahora intentamos convencer a otros sectores, clase media, empresarios, jóvenes, mujeres, asociaciones religiosas”. Y admite que la disputa por las candidaturas en el PRD y los cinco años de distanciamiento del partido donde milita AMLO “han pesado en el arranque de campaña”, pero confía en la reconciliación entre los militantes de las izquierdas.
A decir de su coordinador, esta campaña de López Obrador es más de convicción, ya que sus simpatizantes prestan más su tiempo, autos y casas para las actividades proselitistas, que recursos financieros. A diferencia de las del PRI y el PAN, la del Movimiento Progresista “será una campaña austera, moderada, sobria, de mucha comunicación. Por ejemplo, no sólo por decisión política, Andrés Manuel ha decidido no usar helicópteros privados ni públicos”.
Explica que harán contacto con la gente “en tierra” –es decir, en mítines, encuentros en auditorios y volanteo– y utilizarán todos los recursos para estar presentes en los medios sin gastar mucho.
“Es una estrategia de comunicación, porque frente a lo corto del plazo, que son 80 días, si no contamos con el acceso a medios de comunicación no se podría difundir la propuesta de Andrés Manuel. Frente a la austeridad nuestra, no se tendría posibilidad de llegar a todos los rincones del país.”
Por eso, resalta, la reconciliación difundida por el candidato incluye a los medios de comunicación, aún los más adversos al movimiento, “porque sin ellos no podríamos difundir nuestra propuesta. Llegaría tergiversada, manipulada, estaría mal formada respecto de nuestra intención”.
En los primeros cinco días de campaña se notó dicha austeridad. Mientras AMLO viaja en aviones comerciales y en clase turista, y su equipo más cercano calcula con los dedos de las manos para qué alcanzan los 690 millones de pesos de prerrogativas, en el PRI Enrique Peña Nieto despilfarra los mil 644 millones de pesos viajando en aviones y helicópteros privados, con una campaña mediática que satura paredes, espacios radiofónicos, sitios de internet y pantallas de televisión.
La oficialista Josefina Vázquez Mota lo sigue de cerca (al menos en gasto) con mil 299 millones, sin contar la previa avalancha promocional del gobierno de Felipe Calderón, con el que ha reivindicado su afinidad partidista.
El 30 de marzo fue el arranque formal de las campañas presidenciales y López Obrador inició con una conferencia de prensa. Delante de un enorme cuadro de Benito Juárez, se dijo confiado en que el pueblo le dará “una vez más” la victoria el próximo 1 de julio porque él representa la única opción de cambio real para la transformación del país.
Después fue a Macuspana, Tabasco, la cabecera distrital de su pueblo natal, Tepetitán. Ahí, en lo que llamó su “tierra”, su “agua” –citando al político poeta Carlos Pellicer, su amigo y mentor–, alrededor de 40 mil personas se concentraron para escucharlo, según los organizadores. Emocionado, soltó: “Me comprometo a entregar mi corazón ante el pueblo de México”.
Ese acto fue organizado por el equipo de campaña del candidato y contó con el apoyo de los partidos del Movimiento Progresista. Los siguientes fueron preparados por los comités regionales. Mientras el PT y Movimiento Ciudadano montaron actos proselitistas muy bien coordinados, los perredistas evidenciaron sus diferencias internas e incluso se negaron a que miembros del PT y MC estuvieran presentes en los templetes.
“La actitud en estos años de un sector del perredismo que se desmarcó de Andrés Manuel, ha pesado en el arranque de campaña”, reconoce Monreal. No obstante, se dice optimista porque el pueblo estará “a la altura de las circunstancias” y, por encima de diferencias partidistas, “decidirá si sigue más de lo mismo o entre todos hacemos valer un cambio verdadero”.
Afirma que, a diferencia de 2006, ahora están mejor organizados con la base del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), que actualmente cuenta con 53 mil comités seccionales, 2 millones 500 mil representantes y 3 millones 600 mil “protagonistas del cambio verdadero”.
“No espantar a la gente”
Después de la emoción del mitin en Macuspana, López Obrador terminó su primer día de gira en Coatzacoalcos, Veracruz, con un discurso en el estadio de beisbol Rafael Flores Ochoa, que lució apenas a 50% de su capacidad, lo que el equipo de campaña atribuyó a la falta de coordinación entre los comités estatales y municipales perredistas. Las mantas del PRD y del PT parecían competir entre sí. En Macuspana abundaron las petistas; en Coatzacoalcos, las perredistas.
El equipo de seguridad de López Obrador está bajo el mando del general Audomaro Martínez, al igual que en 2006. Como el candidato rechazó la escolta que le ofreció el gobierno federal, lo acompaña una decena de colaboradores que mantienen un perfil bajo para “no espantar” a la gente que se le acerca a AMLO, lo saluda, se toma fotos con él, le regala cosas y le hace peticiones. Sólo como punto de comparación, al priista Enrique Peña Nieto lo cuidan por lo menos 30 efectivos del Estado Mayor Presidencial (EMP) y militares.
En entrevista con Proceso en San Juan del Río, Querétaro, el general en retiro Audomaro Martínez, quien conoce a su paisano AMLO desde 1980, cuando éste fue director del Instituto Indigenista de Tabasco, informa que la protección del candidato está basada en tres puntos:
“Que le permita tener contacto con la gente; que la gente lo cuida; y en tercer lugar, tomando otras medidas que no se pueden decir por obvias razones, pero sí traemos un grupo con militares en retiro, policías en retiro y personal que fue civil pero tiene especialidades en el control de personas, aunque, como siempre, la seguridad no se tiene al ciento por ciento, eso es seguro”.
–¿Hay coordinación con la Secretaría de la Defensa Nacional para evitar algún problema? –se le plantea.
–Sí, efectivamente. Nosotros estamos en contacto con Gobernación y sinceramente agradecemos a esa secretaría, a gobiernos estatales y municipales, que estén preocupados por la seguridad de los candidatos, no sólo de uno. En el transcurso de los viajes vemos que la policía está más activa, al personal militar lo vemos con frecuencia en los puestos de control; a los policías municipales dando seguridad exterior en los mítines… Vemos que sí están preocupadas las autoridades por la seguridad, y eso lo agradecemos mucho.
Coalición con fisuras
El 31 de marzo la gira se realizó en Tlajomulco, Jalisco, y en Irapuato, Guanajuato. Ahí, una vez más se mostraron las diferencias entre el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano, pues en esas entidades la coalición Movimiento Progresista está rota. Consultados al respecto, miembros del equipo de campaña explican que ahí donde casi no tienen posibilidades de triunfo irá cada partido con su propio candidato para obtener las prerrogativas del Instituto Federal Electoral y utilizarlas para su propia campaña o para la presidencial.
Horas después, en San Juan del Río, Querétaro, y Actopan, Hidalgo, López Obrador advirtió que nada lo detendrá para denunciar los excesivos gastos de campaña de su contrincante priista, Enrique Peña Nieto, quien en tres días había gastado 20 millones de pesos.
También denunció la falta de equidad de algunos medios de comunicación, principalmente televisoras que evitan difundir sus actividades proselitistas. Por eso advirtió: “Si no sale en la televisión que Peña Nieto llega en helicóptero a sus eventos, yo lo diré porque no permitiré a este medio de comunicación masiva imponer al próximo presidente de México”.
En esa lógica, AMLO pidió a sus seguidores que mediante las redes sociales informen sobre el desarrollo de la campaña de todos los candidatos presidenciales.
El cuarto día de campaña sólo tuvo un evento en Jiutepec, Morelos, donde comenzó con el discurso de la reconciliación, pues el aspirante a gobernador del estado es el perredista Graco Ramírez, con quien limó asperezas y le levantó la mano en señal de triunfo.
En Morelos, AMLO señaló que su pretensión más grande en la vida es ser un buen presidente, como Benito Juárez o Francisco I. Madero, o bien “un ejemplo de luchador social” como Emiliano Zapata.
Y explicó: “Son momentos fundamentales, decisivos, por encima de diferencias de grupo o partido. Estamos todos llamados a la unidad para lograr la transformación de México. Ese es el objetivo superior”.
Cuando preguntó a los asistentes al mitin si aceptaban transitar por el camino y la concordia, una señora gritó: “¡Pero con la izquierda que no se vende!”.
Resaltó: “Queremos lograr el renacimiento de México, es el objetivo de Morena, y sólo hay dos caminos y se tiene que informar: hay tres candidatos hombres y una mujer”. La gente coreó: “Una gallina”. El candidato sonrió y aclaró: “No, son tres hombres y una mujer. Hay que ser respetuosos”.
Para finalizar la primera semana de campaña, AMLO visitó San Cristóbal de las Casas, Chiapas, donde a 18 años del levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) prometió que si gana la elección presidencial cumplirá los acuerdos de San Andrés Larráinzar, firmados el 16 de febrero de 1996 para modificar la Constitución y otorgar derechos y autonomía a los pueblos indígenas.
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