Peter Seewal, firma hoy un artículo en el diario italiano Il Corriere della Sera: Il
Papa e le sue condizioni di salute «Sono la fine del vecchio e l'inizio del nuovo» donde
describe al papa; como un pensador y un creyente radical, que todavía en
la radicalidad de su fe no toma la espada, sino otro arma mucho más potente: la
fuerza de la humildad, de la simplicidad del amor.
Para
el periodista alemán, a pesar del cansancio, Benedicto XVI es un hombre de paradojas,
voluntad inquebrantable, lenguaje sencillo, voz fuerte, mansedumbre y rigor.
“Piensa
a lo grande, pero presta atención a los detalles. Encarna una nueva
inteligencia para reconocer y revelar los misterios de la fe. Es un teólogo,
pero defiende la fe del pueblo ante la religión de los profesores... Un
pensador que reza, y para el cual, los misterios de Cristo representan la
realidad determinante de la creación y de la historia del mundo”.
“Un
amante del hombre que, ante la pregunta de cuántas calles llevan a Dios, no
duda en responder: ‘Tantas como hombres hay’”.
Nadie
antes que el Papa ha dejado al pueblo de Dios una obra tan imponente sobre
Jesús –añade-. “Es el máximo teólogo alemán de todos los tiempo”.
Seewald
señala que la última entrevista que mantuvo con el Pontífice, fue hace diez
semanas en el Palacio Apostólico, con el propósito de proseguir la
reconstrucción de su biografía. En aquella ocasión hablaron, entre otras cosas,
sobre la relación de Benedicto XVI con sus padres; de cuando disertó del
ejército hitleriano; y de los discos que solía escuchar para aprender idiomas.
Durante
el encuentro, recuerda que notó al Santo Padre más cansado de lo habitual, “el
oído había disminuido, ya no veía del ojo izquierdo, y el cuerpo se estaba
adelgazando”, y “se volvió muy delicado, todavía más amable y humilde,
totalmente reservado. No parecía enfermo, pero el cansancio que se había
apoderado de su persona, cuerpo y alma, no podía ignorarse por más tiempo”,
añade.
La
primera entrevista que unió a ambos, fue en noviembre de 1992, en la sede de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, cuando el Papa todavía era el Cardenal
Ratzinger.
Seewald
explica que se percató desde el principio de su sensibilidad sobre el concepto
actual de progreso: “Se preguntaba sobre si realmente se podía medir la
felicidad del hombre en función del producto interno bruto”, escribe.
Cuatro
años después, tuvieron varias jornadas de trabajo para hablar sobre el proyecto
de un libro dedicado a la fe, la Iglesia, el celibato y el insomnio; y explica
que en su actitud, siempre demostró un rasgo de humildad.
“Mi
interlocutor no caminaba por la habitación dando vueltas como suelen hacer los
profesores. No había en él la más mínima traza de vanidad, ni de presunción”.
Además, el Papa “siempre ha llevado la vida modesta de un monje, el lujo le era
extraño y era completamente indiferente a un ambiente con un confort superior
al estrictamente necesario”, afirma.
“Me
impresionaba su superioridad, el pensamiento que no iba de acuerdo al paso del
tiempo y al mismo tiempo, me dejaba sorprendido de escuchar las respuestas
pertinentes a los problemas de nuestros tiempos que aparentemente no tenían
prácticamente solución, extraídos de gran tesoro de revelación, de la
inspiración de los padres de la Iglesia y de las reflexiones de ese guardián de
la fe que se sentaba ante mí”, relata.
Los
Vatileaks no fueron motivo de renuncia para el Papa
El
escritor explicó que también entrevistó al Papa el pasado agosto en su
residencia de verano de Castel Gandolgo, donde hablaron sobre la fuga de
documentos de carácter privado del Vaticano, más conocido como el caso
Vatileaks.
“Este
evento no hizo que el Papa perdiese la brújula, ni tampoco le hizo sentir el
cansancio de su cargo, ‘porque siempre puede suceder’. Lo importante para él
era que durante el caso en el Vaticano, se garantizase la independencia del
poder judicial, y que el monarca no pueda decir: ¡Ya me encargo yo de esto! '”,
escribe Seewald.
“No
me dejo llevar por una especie de desesperación o de dolor universal”,
“simplemente me parece incomprensible. Incluso teniendo en cuenta la persona
–Paolo Gabriele, ex mayordomo de Papa–, no entiendo lo que espera. No consigo
entender su psicología”, dijo Benedicto XVI en referencia a su ex mayordomo
Paolo Gabriele, procesado por el caso Vatileaks.
Ante
lo que se puede esperar de su pontificado, el Papa respondió a Seewald “¿De mí?
De mi no mucho. Soy un hombre anciano y las fuerzas me están abandonando. Creo
que basta lo que he hecho”, en referencia a un hipotético retiro, añadió
“depende de lo que me imponga mi energía física”.
Pequeños
detalles que encierran un profundo mensaje
El
escritor destaca también que el Papa es un hombre de pequeños detalles que
encierran un profundo mensaje. Como por ejemplo que su primer acto fuese una
carta dirigida a la comunidad judía; que quitase la tiara de su emblema,
símbolo del poder terrenal de la Iglesia; o que en los sínodos para los obispos
pidiese hablar también a los huéspedes de otras religiones.
“Por
primera vez un Papa visitó una sinagoga alemana, y por primera vez un Papa
visitó el monasterio de Martin Lutero, un acto histórico sin igual”, advierte.
Otro
mensaje es la supresión de besar la mano al Pontífice. En una ocasión, “un
exestudiante suyo se arrodilló para besarle el anillo, lo tomó del brazo y le
dijo: ‘comportémonos normalmente’, escribe asombrado.
Seewald
considera que Benedicto XVI es un hombre de tradición, se fía de aquello que
está consolidado, pero sabe distinguir entre lo que es verdaderamente eterno y
lo que es válido solo por la época en que salió a la luz.
“Y
si es necesario, como en el Caso de la Misa Tridentina, añade lo antiguo a lo
nuevo, para que unidos no se reduzca el espacio litúrgico, sino que más bien se
amplíe”, agrega.
Para
Seewald, el Papa fue presentado por la prensa internacional como un persecutor
cuando en realidad ha sido un perseguido, una especie de “chivo expiatorio al
que poner en duda ante cualquier injusticia”, señala.
“Sin
embargo, nadie nunca lo ha escuchado lamentarse. Nadie le ha escuchado decir
una mala palabra o un comentario negativo sobre otras personas”.
Benedicto XVI “se va, pero su legado permanece. El
sucesor de este humildísimo Papa de la era moderna seguirá sus huyas. Tendrá
otro carisma, su propio estilo, pero una misma misión… incentivar a aquellos
que unen el patrimonio de la fe, que permanecen valientes, anuncian un mensaje,
y dan testimonio auténtico”, concluye
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