A solicitud del
Imperio/HOMERO CAMPA
Revista
Proceso # 1962, 7 de junio de 2014
Washington
pidió expresamente al canciller mexicano Jorge Castañeda que el presidente
George Bush no coincidiera con Fidel Castro en la Cumbre de Monterrey, que se
realizó en marzo de 2002. El líder cubano –que había dado todas las señales de
que no asistiría– anunció de improviso su asistencia al evento. De manera
apresurada, Castañeda sugirió al presidente Fox hablar por teléfono con Castro
y elaboró para él un guion que éste siguió a medias… Los entretelones del
“comes y te vas” son contados por el periodista Homero Campa en el libro La
conexión México-La Habana-Washington. Una controvertida relación trilateral,
que, bajo el sello Temas de Hoy y Proceso empieza a circular esta semana.
¿Realmente
el gobierno de Estados Unidos pidió al de México que George Bush no se
encontrara con Fidel Castro en la Cumbre de Monterrey (marzo de 2002)?
El
entonces embajador de Estados Unidos en México, Jeffrey Davidow, recuerda que
durante 2001 el gobierno de Fox había cabildeado intensamente para que México
fuera sede de la Cumbre Internacional de Financiación para el Desarrollo, y
esperaba la asistencia de los mandatarios del mundo entero, entre ellos, por
supuesto, el de Estados Unidos. Sostiene que la presencia de Bush “atraería a
importantes jefes de Estado” a la cita.
“No
obstante –señala Davidow–, Washington se rehusó de inmediato a aceptar la
invitación. Bush estaba enfocado en la guerra contra el terrorismo, y la Casa
Blanca se preocupó de que esta fuera otra oportunidad para que los países
pobres atacaran a los ricos, particularmente a Estados Unidos, acusándolos de
otorgar financiamiento insuficiente.”
Según
Davidow, “no fue sino hasta finales de enero de 2002 cuando Washington verificó
que todos los documentos de la conferencia insistieran en que los países
debieran reconocer que reformar sus respectivas políticas económicas era la
clave para el desarrollo”.
Fue
así como la Casa Blanca “anunció la presencia del presidente Bush en la Cumbre
de Monterrey. El gobierno de México estaba encantado y, tal como se había
previsto, el número de jefes de Estado que confirmaron su asistencia aumentó notoriamente”.
Davidow
recuerda que “poco después, recibí una llamada del Consejo de Seguridad para
pedirme que hablara con el canciller Jorge Castañeda con respecto a Fidel
Castro”. Así lo hizo. A Castañeda “le dije que nuestro presidente asistiría,
con o sin la presencia de Castro, aunque comenté que la Casa Blanca no deseaba
que el presidente Bush se viera en la situación de encontrarse con el cubano.
Washington quería que la prensa se enfocara en la nueva iniciativa de apoyo
internacional presentada por Bush, y de ninguna manera aprobaba que las
noticias de la tarde presentaran un melodrama sobre Bush y el dictador
caribeño”.
Una
fuente del entonces gobierno mexicano comentó al autor de este trabajo que
Washington hizo tal solicitud a finales de 2001, durante una llamada telefónica
entre el secretario de Estado, Colin Powell, y el canciller Castañeda. Según
esa versión, Powell le anunció a Castañeda que Bush asistiría a la Cumbre de
Monterrey, pero le hizo saber que había otro inconveniente: a Bush se le
crearía un problema doméstico estar en el mismo lugar y en el mismo momento con
Castro. ¿Se podría buscar un mecanismo para que ambos no se puedan encontrar?,
habría solicitado Powell.
Señales
Según
Davidow, ese mecanismo se había analizado (…)
Señala que sugirió a Castañeda que “la discusión informal se dividiera
en grupos pequeños con el propósito de mantener a Castro y a Bush en salones
distintos, y comenté que éste no necesariamente tendría que asistir a la comida
si el primero se presentaba”.
Pero
recuerda que Castañeda lo interrumpió para decirle que no se preocupara, “ya
que los cubanos acababan de anunciar que Castro no asistiría a Monterrey, lo
cual eliminaba el problema”.
¿Era
cierto esto? ¿Cómo Castañeda sabía eso?
En
una entrevista con el autor de este libro, Castañeda afirma que durante la
visita que Fox realizó a Cuba en febrero de ese año el propio Fidel Castro
comentó que no asistiría a Monterrey.
“Nunca
le pedimos que no fuera a Monterrey, simplemente se le dijo: Viene la Cumbre,
ya está el consenso, ya está aprobado, todo mundo está de acuerdo. Y él dijo:
‘Pues yo no creo que vaya a poder ir’.”
Según
Castañeda, Castro dijo eso en dos ocasiones: durante una reunión al medio día
del 3 de febrero de 2002, en la que él participó como miembro de la comitiva
mexicana que acompañó a Fox a La Habana, y durante el encuentro privado que
sostuvieron por la noche de ese día Fox y Castro. “Esta reunión estuvo dedicada
casi por completo al tema del encuentro que Fox tendría al día siguiente con los
disidentes, por lo que el tema de Monterrey se tocó marginalmente, pero, según
Fox, cuando ello se abordó, Fidel dijo: ‘no creo que vaya a ir’”.
A
pesar de esto, señaló Castañeda, al gobierno estadunidense le preocupaba la
asistencia de Castro a la Cumbre de Monterrey. Recuerda que, más que Powell,
fue Condoleezza Rice, consejera de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, quien
en varias ocasiones le preguntó si Fidel Castro asistiría a ese evento. Pedía
que el gobierno mexicano se cerciorara que ambos mandatarios no se encontraran.
Castañeda dice que le contestaba a Rice: “Hasta donde sabemos, no viene Castro,
pero con él nunca se sabe. Puede cambiar de opinión en el último minuto”.
Castañeda
narró que el 16 o 17 de marzo –en vísperas del inicio de la cumbre– Rice lo
llamó por teléfono para insistir en su pregunta: “¿Finalmente se sabe si Castro
asistirá?”.
No,
aún no se sabía. Pero a esas alturas ya estaba armado el programa del evento y
éste evitaba que ambos ofrecieran sus respectivos discursos el mismo día. Sólo
había una posibilidad de que se encontraran: cuando ambos asistieran a la
comida de El Retiro, que el gobierno de México ofrecía a todos los jefes de
Estado y de gobierno.
“Bueno,
si Castro viene simplemente buscamos cómo evitar que coincidan en El Retiro”,
ofreció Castañeda a Rice. E incluso le comentó que se podría hablar con Fidel
para que éste no fuera a esa comida, pero le advirtió que si se rehusaba,
entonces el gobierno de México entendería que Bush no asistiera al evento.
“El
gobierno de México no puede impedir el ingreso de Castro a alguna de las
actividades de la cumbre. Está en su derecho debido a que es un evento de
Naciones Unidas. Si por ese motivo ustedes (los estadunidenses) no quieren
estar ahí, será una lástima, pero ni modo: lo entenderemos muy bien”, afirma
Castañeda que le dijo a Rice.
–¿Y
qué dijo ella?.
–Dijo:
“Ok, está bien”. Y quedamos en seguirlo platicando en cuanto se supiera si
venía Castro.
La
invitación
Fox,
como anfitrión de la Cumbre de Monterrey, había cursado una invitación formal a
Castro en una carta fechada el 28 de enero de 2002. Previamente, el 21 de
diciembre de 2001, los embajadores Shamshad Ahmad y Ruth Jacoby, copresidentes
del Comité Preparatorio de Naciones Unidas para dicho evento, también le habían
enviado una invitación al presidente cubano.
Una
fuente del gobierno mexicano señaló que Cuba nunca respondió a la invitación
que se le había cursado y enviaba todas las señales de que no asistiría. Ante
la prensa, la respuesta de funcionarios cubanos era siempre la misma: por
razones de seguridad del comandante en jefe no podían confirmar si éste
viajaría o no a México.
Pero
el 19 de marzo Castró envió una carta a Fox para decirle que siempre sí
asistiría a la cumbre. Lo hizo cuando ésta ya había iniciado (fue formalmente
inaugurada un día antes, el 18 de marzo) y 24 horas antes de arribar a
Monterrey.
“La
enorme cantidad de trabajo que he tenido en las últimas semanas no me permitía
tener la seguridad de participar en dicha Conferencia, lo cual realmente me
apenaba mucho con México, sede de ese importante evento, y con las Naciones
Unidas, que tanto interés ha puesto en el mismo. Es por ello que he tomado la
decisión de realizar un esfuerzo extra y participar en esa reunión, aunque sea
por el mínimo de tiempo posible, lo que tengo la satisfacción de comunicarle,
en primer lugar, a Usted”, decía el texto de la misiva de Fidel a Fox.
Castro
dijo posteriormente que envió la carta a través del embajador de Cuba en
México, Jorge Bolaños, y le dio instrucciones de que la entregara a las seis de
la tarde en Los Pinos (…)
Castañeda
aseguró que la notificación de Castro llegó por fax directamente a Los Pinos en
el trascurso de la tarde. Contó que en virtud de ello fue convocado como a las
cuatro de la tarde a las oficinas de la casa presidencial. Acudió en compañía
de Gustavo Iruegas, subsecretario para América Latina, y de Miguel Marín Bosch,
subsecretario para África, Asia-Pacífico, Europa y Naciones Unidas de la
Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
Se
reunieron con Fox. En dicha reunión participaron también la esposa del
presidente, Martha Sahagún, y Rodolfo Elizondo, en ese entonces coordinador
general de Coordinación Social y vocero de la Oficina de la Presidencia.
De
acuerdo con Castañeda, en ese momento no les preocupaba la reacción
estadunidense. “A esas alturas era obvio que Bush no iba a cancelar por el
hecho de que acudiera Castro, lo cual sí hubiera sido grave. Lo que nos
preocupaba era lo que iba a hacer Fidel en Monterrey porque de eso sí teníamos
bastante información”.
Y
es que, según Castañeda, Fidel planeaba una serie de actividades alternas a la
cumbre: recibir un doctorado honoris causa por parte de la Universidad Autónoma
de Nuevo León; participar en un mitin
multitudinario organizado por el Partido del Trabajo, reunirse con los
globalifóbicos en la Macroplaza de Monterrey, a la que se unirían “los
macheteros” de San Salvador Atenco, que ya iban en camino…
Ya
para entonces los servicios de inteligencia mexicanos habían detectado que el
gobierno de Cuba había alquilado 20 habitaciones del hotel Holiday Inn Express,
ubicado cerca del aeropuerto de Monterrey, incluida la master suite 3001,
reservada para Castro.
El
excanciller mencionó que en la reunión en Los Pinos se partió de un hecho: “No
podemos impedir que Castro venga. Él va a decir –y con razón– que tiene derecho
en virtud de que es presidente de un Estado miembro de las Naciones Unidas. Ok,
entonces, bienvenido, Fidel. Pero sí podemos pedirle que limite sus actividades
estrictamente a la cumbre, nada más, pero nada menos”.
Castañeda
evocó un antecedente que tensó la relación bilateral: en diciembre de 2001
Fidel asistió a la toma de posesión de Fox como presidente de México. En ese
marco, el mandatario cubano planeó una serie de actividades públicas paralelas:
recibir las llaves de la Ciudad de México y un doctorado honoris causa por
parte de la Universidad de Zacatecas, una visita a Tuxpan, de donde partió el
yate Granma, así como dar discursos y ofrecer entrevistas y conferencias. “En
esa ocasión le tuve que decir a (Felipe) Pérez Roque (el canciller cubano):
‘Esta es la fiesta de Fox, no la fiesta de Fidel. Nosotros lo invitamos, pero
no vemos razón alguna para que actúe distinto a los demás jefes de Estado que
van a asistir’”.
En
marzo de 2002, la preocupación era mayor. La razón: que al participar en esos
actos públicos Castro podría abordar el tema de la Comisión de Derechos Humanos
de Naciones Unidas, cuyas sesiones iniciarían unas semanas después en Ginebra,
y que azuzara a los partidos de oposición –PRI, PRD y PT– y a la opinión
pública para que México votara en contra de cualquier resolución sobre Cuba en
dicha comisión. En los hechos, que utilizara el marco de la cumbre para influir
en la política del país.
Castañeda
confesó: “El verdadero temor que teníamos era que Fidel empezara a dar
entrevistas y a hacer declaraciones sobre Ginebra. Ese era el tema”.
El
guión
Según
Castañeda, él mismo sugirió a Fox llamar a Castro por teléfono para plantearle
esa solicitud: que su participación se circunscribiera a la cumbre.
Según
el excanciller, una vez acordado eso, se
analizó la idea de pedir a Castro que no asistiera a la comida de El Retiro.
Castañeda
afirmó que él mismo elaboró un guion con los puntos que Fox debería abordar con
Castro y le pidió a Iruegas y a Marín Bosh que lo revisaran y lo pulieran.
El
guion quedó de la siguiente manera:
Fidel:
Primero que nada quisiera que esta conversación fuera totalmente privada.
¿Estás de acuerdo?
1.
Te pido que me ayudes como amigo y que no asistas a la Conferencia, porque a mí
también me exigirías un esfuerzo muy grande de seguridad.
La
invitación te llegó efectivamente hace dos meses, habrías podido avisarnos
antes.
2.
Si te resulta imposible ayudarnos e indispensable asistir a la Conferencia, te
quiero pedir un favor:
Que
vengas el jueves (21 de marzo) en la mañana y hables al final de la sesión de
esa mañana, cuando estaba previsto el orador cubano. Yo estaré presidiendo.
Que
me acompañes al almuerzo que ofrece el gobernador Canales a todos los jefes de
Estado (y te sientes a mi lado), y después de la comida te regreses a Cuba,
como lo sugieres en tu carta, evitando de esa manera un encuentro con Bush que
llega el jueves por la tarde.
3.-
Si aceptaras hacerme este favor te pediría que me echaras una mano con los
siguientes asuntos:
Que
en cualquier declaración que hicieras a la prensa te ciñeras a los temas de la
Conferencia y no abordes temas vinculados a la relación México-Cuba.
Que
no hicieras ningún ataque al presidente Bush ni a los Estados Unidos. Solicitud
que también estoy haciéndole al presidente Bush con respecto a ti.
Que
no te reúnas con ningún grupo extranjero o mexicano, ni con globalifóbicos ni
con partidos políticos mexicanos de ninguna orientación política, sino que te
apegues al comportamiento de los demás Jefes de Estado.
Del
guion elaborado por Castañeda se colige que había la intención expresa de pedir
a Castro que no asistiera a la Cumbre y que, en caso de que este no aceptara,
pedirle entonces que se retirara antes para evitar su encuentro con Bush, tal
como señalaron posteriormente (los funcionarios cubanos) Ricardo Alarcón,
Felipe Pérez Roque y el propio Fidel. La petición de que Castro se
circunscribiera a los temas de la Cumbre quedó, de hecho, en el último punto.
Llamada
telefónica
Esa
noche, Fox tenía programada en Los Pinos una cena con Kofi Annan, secretario
general de la ONU, quien había venido a México justamente para copresidir la
Cumbre de Monterrey.
Según
Castañeda, durante la cena –en la que se encontraban ocho personas, entre ellas
Elizondo, Martha Sahagún y Adolfo Aguilar Zinser, representante de México ante
la ONU, y el propio Castañeda– los funcionarios mexicanos abordaron con Annan
la asistencia de último momento de Castro y le comentaron lo que planeaban
hacer: que Fox hablara por teléfono con él. De hecho, le leyeron en inglés el
guion que Castañeda había preparado. Según este último, a Annan todo le pareció
“muy bien” e incluso sugirió a Fox: “presidente, empiece preguntando (a Castro)
si está de acuerdo en que la conversación sea de carácter privado”. Fue así que
esa solicitud de privacidad se agregó al guion como primer punto.
Alrededor
de las 10 de la noche se hizo una primera llamada de Los Pinos al despacho de
Castro en el Palacio de la Revolución. Pero el mandatario cubano no se
encontraba. Se le dejó un mensaje: al presidente Fox le urge hablar con él.
A
las 10:20 ocurrió la segunda llamada. Castro ya había regresado al Palacio de
la Revolución, pero se encontraba en una reunión en una sala cercana a su
despacho. “La llamada a esa hora me dio mala espina. Qué raro, si el presidente
(Fox) se acuesta temprano. El tono era de urgencia. Ya no tuve dudas. Me
levanté de la mesa, fui a mi despacho y pedí que me comunicaran con el
presidente Fox”, contó después Fidel.
Cuando
la llamada de Castro entró a Los Pinos, Fox se encontraba cenando con Annan y
con sus colaboradores. Salió del salón hacia una pequeña sala contigua. Según
Castañeda, Fox se ciñó al guion. En realidad –como después se verá–, lo hizo a
medias.
Los
funcionarios mexicanos no tuvieron la precaución de grabar la llamada, lo cual
fue después importante: nadie, ni el propio Fox, sabía con certeza exactamente
qué se había dicho, según comentó una fuente diplomática. Castañeda comenta que
Iruegas –quien estaba a lado del presidente durante la conversación– tomó
algunas notas.
Cuando
Fox colgó, regresó al salón y dijo a Annan y a sus colaboradores que no se
preocuparan. Castro se había portado amable –aunque “un poco tieso”, hablándole
de “usted” a Fox, lo cual no era habitual– y había aceptado marcharse del
evento antes de que Bush llegara. Había dado su “palabra de caballero”, comentó
Fox.
“Estábamos
muy contentos porque Castro había aceptado lo esencial para nosotros: llegar
tarde, decir su discurso, ir a la comida que ofrecía el gobernador de Nuevo
León y luego retirarse; accedió a no salirse de los lineamientos de la cumbre
y, sin que se lo pidiéramos, irse antes de que se realizara la comida en el El
Retiro del día siguiente”, afirmó Castañeda.
De
esta manera, sostuvo, el problema que habían planteado los estadunidenses –la
posibilidad de un encuentro entre Bush y Castro– se desactivó casi de
inmediato. Incluso, afirma que fue todo tan rápido que no le dio tiempo de
hablarlo con Rice o Powell….
No hay comentarios.:
Publicar un comentario