Oración
por la belleza de una muchacha
Tú
le diste esa ardiente simetría
de
los labios, con brasa de tu hondura,
y
en dos enormes cauces de negrura,
simas
de infinitud, luz de tu día;
esos
bultos de nieve, que bullía
al
soliviar del lino la tersura,
y,
prodigios de exacta arquitectura,
dos
columnas que cantan tu armonía.
Ay,
tú, Señor, le diste esa ladera
que
en un álabe dulce se derrama,
miel
secreta en el humo entredorado.
¿A
qué tu poderosa mano espera?
Mortal
belleza eternidad reclama.
¡Dale
la eternidad que le has negado!
Dámaso Alonso..
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