Papa
Francisco: Divorciados, pero no de la Iglesia católica/Randy Boyagoda, profesor de Estudios Americanos en la Universidad de Ryerson en Toronto, es el autor del libro “Richard John Neuhaus: A Life in the Public Square”.
Con
su nueva exhortación apostólica “Amoris Laetitia” o “La alegría del amor”, el
Papa Francisco reafirma vidas y cura muchas heridas, aunque su enfoque
producirá confusión y conflicto.
Si
la gente cree que en este documento el papa podría darle una dirección clara a
los católicos divorciados que volvieron a casarse civilmente y buscan la
comunión, se sentirán decepcionados. En vez de eso le habla de forma honesta e
inesperada a un gran número de familias católicas que sienten que la iglesia se
ha vuelto irrelevante en sus vidas.
Él
es crítico con la iglesia por imponer muchas veces una visión rígida y poco
realista de la vida conyugal. “Nos corresponde una reacción de autocrítica
saludable”, dice, porque “hemos presentado un ideal teológico del matrimonio
demasiado abstracto, casi artificiosamente construido”, que es “lejano” del
mundo real y no ha hecho que “el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino
todo lo contrario”.
Francisco
también señala los obstáculos a la vitalidad y la felicidad de las familias y
parejas casadas que provienen de la desigualdad, el individualismo, el
materialismo y la tecnología.
Pero
lo que realmente llama la atención de “Amoris Laetitia” es el enfoque
recurrente del papa en las deficiencias de la iglesia al momento de hablarle a
millones y millones de católicos que no están en la iglesia.
Esta
ausencia se debe, en la mayoría de los casos, a la indiferencia más allá de la
preparación de un matrimonio idealizado o excesivamente técnico que termina
siendo una boda pintoresca. Pero otros se sienten a la deriva a causa de su
orientación sexual, o porque su divorcio les impide recibir el sacramento de la
comunión.
Con
esta exhortación, Francisco llama a la iglesia y a sus pastores a ser más
sensibles y misericordiosos al tratar de involucrar a estos miembros de su
rebaño.
Francisco
reafirma la oposición de la Iglesia al matrimonio entre personas del mismo
sexo, pero lo enmarca con un realismo mucho más sincero del que cabría esperar
de un documento papal: “Tenemos que reconocer la gran variedad de situaciones
familiares”.
En
el octavo capítulo de la exhortación, el papa no ofrece nuevas reglas que
permitan a los católicos divorciados que se han vuelto a casar recibir el
sacramento de la comunión.
En
vez de eso, desafía a los sacerdotes a discernir, a través de la oración
reflexiva y el diálogo, la mejor manera de recibir a los divorciados que buscan
ser incluidos de forma significativa en la vida universal de la iglesia. Sin
lugar a dudas, esto será interpretado por algunos como una apertura para que
los católicos divorciados reciban el sacramento de la comunión, pero eso no
necesariamente es así.
Francisco
no modifica las enseñanzas católicas ni exige que los párrocos simplemente
hagan cumplir las normas. De hecho, empodera a los católicos divorciados y a
sus sacerdotes para que tengan conversaciones serias y maduras sobre la
comunión. Él confía en que tomarán decisiones prudentes y responsables en lugar
de aceptar o ignorar un fallo de la autoridad.
Por
esta razón, el octavo capítulo de esta exhortación creará divisiones
intelectuales y teológicas en todo el mundo. Los bandos opuestos encontrarán
una amplia evidencia de sus posiciones. Pero no creo que eso le importe a
Francisco.
Creo
que está mucho más preocupado por fomentar que millones de católicos vuelvan a
pensar en lo que la Iglesia católica puede ofrecerles en su vida familiar, y
eso se inicia con una evaluación honesta de todo lo que la iglesia puede
mejorar.
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