Ven sumisión ante 'terrorismo' de Trump
REFORMA/Redacción
Cd. de México (26 febrero 2017).-
La Arquidiócesis de México (semanario Desde la fe) criticó la tibieza de las autoridades del País ante las políticas migratorias de Estados Unidos, que calificó de terroristas.
"Nuestros hermanos indocumentados tienen miedo, sus hijos sufren una verdadera sicosis, mientras las autoridades mexicanas no aciertan a actuar, no hacen más que declaraciones y promesas; son tibias sus reacciones, muestran también miedo, y peor aún, sumisión", se lee en el editorial de este domingo del semanario Desde la Fe.
"Nuestro Gobierno continúa explicando lo del gasolinazo mientras el País arde en la violencia, la inestabilidad económica y la obscena corrupción".
En el texto, titulado "Terrorismo migratorio" menciona directamente al Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y las órdenes ejecutivas que ha firmado en materia migratoria.
"Lo que hace el señor Trump, no es sólo la aplicación de un legalismo inhumano, sino un verdadero acto de terror", sentencia.
"¿Qué otro nombre se puede dar a las órdenes ejecutivas del Presidente norteamericano, que autoriza realizar redadas de indocumentados, dando autoridad a todo policía local para actuar como agente migratorio?"
El editorial también critica que se destinen miles de millones de pesos a partidos políticos y altos funcionarios, así como a publicidad, mientras los recursos no llegan a los Consulados para atender la situación de los connacionales en Estados Unidos.
"La cobardía no es prudencia, ni la estridencia es virtud; sin embargo, no vemos firmeza en la defensa de nuestra soberanía; no vemos dignidad en el trato con nuestro vecino del norte", advierte la Arquidiócesis.
"No vemos estrategias eficaces para ayudar a nuestros connacionales; no vemos altura ni inteligencia en los responsables de atender esta crisis humanitaria".
La Iglesia católica asegura también que las conferencias episcopales de ambos países hacen esfuerzos para aprender el tema, aunque pide más apoyo internacional.
Hora de publicación: 14:03 hrs.
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Editorial: Terrorismo migratorio/Desde la fe
Domingo, 26 de febrero de 2017,
Donald Trump amenazó como candidato, y ahora lo cumple como Presidente de los Estados Unidos: los mexicanos indocumentados, todos, sin excepción, serán deportados. Pero no sólo aquéllos que tienen algún antecedente penal –lo cual podría ser comprensible–, sino cualquiera que haya ingresado sin papeles, no importa si es un trabajador ejemplar, si paga sus impuestos y es parte del desarrollo de ese país. Todo mexicano indocumentado será deportado sin miramiento alguno, sin ningún respeto a su dignidad humana, sin tomar en cuenta sus derechos fundamentales, sin importar en qué situación quede su familia. Todos serán tratados como criminales y enviados a México; pero no sólo eso, también serán devueltos a nuestro país los inmigrantes no mexicanos que hayan cruzado por nuestro territorio.
Lo que hace el señor Trump, no es sólo la aplicación de un legalismo inhumano, sino un verdadero acto de terror. ¿Qué otro nombre se puede dar a las órdenes ejecutivas del presidente norteamericano, que autoriza realizar redadas de indocumentados, dando autoridad a todo policía local para actuar como agente migratorio?
Nuestros hermanos indocumentados tienen miedo, sus hijos sufren una verdadera sicosis, mientras las autoridades mexicanas no aciertan a actuar, no hacen más que declaraciones y promesas; son tibias sus reacciones, muestran también miedo, y peor aún, sumisión. Siguen esperando a que el mandatario norteamericano entre en razón, cuando ha demostrado, desde que era candidato, que lo suyo, su método, es justamente la sinrazón.
Nuestro gobierno continúa explicando lo del gasolinazo mientras el país arde en la violencia, la inestabilidad económica y la obscena corrupción; mientras nuestros hermanos inmigrantes no tienen quién los defienda ni a quién acudir; están huérfanos y no saben qué hacer, pues no confían en un gobierno que es el causante de su exilio; es más, se han dado cuenta que a la clase política no le interesa su suerte.
Mientras los partidos políticos y los altos funcionarios reciben inmoralmente miles de millones de pesos, y el gobierno gasta de forma irresponsable millonadas en su fallida publicidad, apenas se dan, sin hacer llegar los recursos a los consulados, unas migajas –mil millones de pesos– para atender esta emergencia humanitaria. Eso es lo que valen para el gobierno todos los mexicanos que anualmente envían casi 30 mil millones de dólares para aliviar la miseria de incontables de familias a las que nuestra clase política no ha sido capaz de brindar un desarrollo digno.
La cobardía no es prudencia, ni la estridencia es virtud; sin embargo, no vemos firmeza en la defensa de nuestra soberanía; no vemos dignidad en el trato con nuestro vecino del norte; no vemos estrategias eficaces para ayudar a nuestros connacionales; no vemos altura ni inteligencia en los responsables de atender esta crisis humanitaria. Se necesita pericia, experiencia, no aprendices donde hace falta verdaderos maestros del arte de la diplomacia, y sensibilidad humana y política.
Las comisiones episcopales de México y Estados Unidos hacen un gran esfuerzo por atender esta crisis. El Papa Francisco ha hecho varios pronunciamientos, manifestando su preocupación, y ha unido a estas dos iglesias para que trabajen juntas en favor de los indocumentados, pero hace falta mucho más, y se echa de menos no sólo la solidaridad nacional, sino también la solidaridad internacional para poner un freno al racismo, al odio y al terrorismo del indigno presidente norteamericano.
Domingo, 26 de febrero de 2017,
Donald Trump amenazó como candidato, y ahora lo cumple como Presidente de los Estados Unidos: los mexicanos indocumentados, todos, sin excepción, serán deportados. Pero no sólo aquéllos que tienen algún antecedente penal –lo cual podría ser comprensible–, sino cualquiera que haya ingresado sin papeles, no importa si es un trabajador ejemplar, si paga sus impuestos y es parte del desarrollo de ese país. Todo mexicano indocumentado será deportado sin miramiento alguno, sin ningún respeto a su dignidad humana, sin tomar en cuenta sus derechos fundamentales, sin importar en qué situación quede su familia. Todos serán tratados como criminales y enviados a México; pero no sólo eso, también serán devueltos a nuestro país los inmigrantes no mexicanos que hayan cruzado por nuestro territorio.
Lo que hace el señor Trump, no es sólo la aplicación de un legalismo inhumano, sino un verdadero acto de terror. ¿Qué otro nombre se puede dar a las órdenes ejecutivas del presidente norteamericano, que autoriza realizar redadas de indocumentados, dando autoridad a todo policía local para actuar como agente migratorio?
Nuestros hermanos indocumentados tienen miedo, sus hijos sufren una verdadera sicosis, mientras las autoridades mexicanas no aciertan a actuar, no hacen más que declaraciones y promesas; son tibias sus reacciones, muestran también miedo, y peor aún, sumisión. Siguen esperando a que el mandatario norteamericano entre en razón, cuando ha demostrado, desde que era candidato, que lo suyo, su método, es justamente la sinrazón.
Nuestro gobierno continúa explicando lo del gasolinazo mientras el país arde en la violencia, la inestabilidad económica y la obscena corrupción; mientras nuestros hermanos inmigrantes no tienen quién los defienda ni a quién acudir; están huérfanos y no saben qué hacer, pues no confían en un gobierno que es el causante de su exilio; es más, se han dado cuenta que a la clase política no le interesa su suerte.
Mientras los partidos políticos y los altos funcionarios reciben inmoralmente miles de millones de pesos, y el gobierno gasta de forma irresponsable millonadas en su fallida publicidad, apenas se dan, sin hacer llegar los recursos a los consulados, unas migajas –mil millones de pesos– para atender esta emergencia humanitaria. Eso es lo que valen para el gobierno todos los mexicanos que anualmente envían casi 30 mil millones de dólares para aliviar la miseria de incontables de familias a las que nuestra clase política no ha sido capaz de brindar un desarrollo digno.
La cobardía no es prudencia, ni la estridencia es virtud; sin embargo, no vemos firmeza en la defensa de nuestra soberanía; no vemos dignidad en el trato con nuestro vecino del norte; no vemos estrategias eficaces para ayudar a nuestros connacionales; no vemos altura ni inteligencia en los responsables de atender esta crisis humanitaria. Se necesita pericia, experiencia, no aprendices donde hace falta verdaderos maestros del arte de la diplomacia, y sensibilidad humana y política.
Las comisiones episcopales de México y Estados Unidos hacen un gran esfuerzo por atender esta crisis. El Papa Francisco ha hecho varios pronunciamientos, manifestando su preocupación, y ha unido a estas dos iglesias para que trabajen juntas en favor de los indocumentados, pero hace falta mucho más, y se echa de menos no sólo la solidaridad nacional, sino también la solidaridad internacional para poner un freno al racismo, al odio y al terrorismo del indigno presidente norteamericano.
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