De cárteles y pandillas
Aunque se ha debatido intensamente sobre si el grupo delictivo de Tláhuac es un cártel, una célula o una pandilla fuertemente armada, hay una cosa que queda clara: muchos de los que descalifican las opiniones que argumentan no se trata de un cártel, más que solucionar o enfrentar un problema, tratan de obtener una ganancia política, y eso es lo que realmente hace daño a una sociedad: golpear al rival político más que tratar de enfrentar para resolver un problema. Y es que muchos de los que afirman que es un cártel, aun sin que se terminen las investigaciones, sólo tienen la finalidad de hacer que Miguel Ángel Mancera se tropiece con sus declaraciones y, al mismo tiempo, intentan quitar responsabilidad a la autoridad civil encargada, en este caso al jefe delegacional de Morena, Rigoberto Salgado, a quien, cuentan, no le tocan esos asuntos. En fin, como dicen por ahí, bienvenida la crítica, pero siempre y cuando busque construir y no sólo por ser oportunista. ¿Será?
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'El Cártel de Tláhuac'/ Raymundo Riva Palacio
Estrictamente Personal
El Financiero
Como todas las operaciones que involucran a los comandos especiales de la Marina, la que realizaron el jueves pasado en las calles de la delegación Tláhuac, en la Ciudad de México, fue quirúrgica. Se inició cerca del mediodía, cuando unidades de la Marina, con el apoyo táctico de los grupos especiales de la policía capitalina, llegaron a la delegación para catear un domicilio donde la información de inteligencia ubicaba a Felipe de Jesús Pérez Luna, apodado El Ojos, líder de una banda crecientemente poderosa dedicada al narcomenudeo. La investigación federal sobre este grupo llevaba siete meses, pero la decisión de acabar con ella se tomó hace unos dos meses, después de una plática entre el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, y el secretario de la Marina, almirante Vidal Soberón.
Los comandos de la Marina tomaron el control del perímetro central de la operación, en donde una de sus unidades fue directamente sobre Pérez Luna, y un equipo de apoyo aseguraba las esquinas que delimitaban la zona de acción, coordinados con la policía capitalina. Los halcones de la banda de Pérez Luna le advirtieron de su presencia, por lo que escapó de la casa que iban a catear y buscó huir. Los halcones, principalmente mototaxistas, intentaron de manera apresurada bloquear calles para permitirles el escape. Sin experiencia, como se aprecia en las fotografías, no pudieron bloquear ninguna vía. Los comandos los alcanzaron en una cocina económica y tratando de escabullirse en un vehículo. Los abatieron sin miramientos. Así es la Marina; no toma prisioneros. Unas cuatro horas después, la banda criminal había quedado descabezada.
La prensa rápidamente dio cuenta del operativo contra el que llamó Cártel de Tláhuac, tomando como referencia la calificación que utilizó El Universal para describir al grupo que controlaba el narcomenudeo en Ciudad Universitaria. La tipificación es errónea, sin embargo, y crea confusión sobre la escala del grupo. Un cártel de las drogas controla territorio; la banda de Pérez Luna no tenía ninguno bajo su dominio. Un cártel maneja la logística, organiza la producción, distribución y comercialización de sus drogas mediante esquemas empresariales que involucran a bandas, a las cuales suministran el producto, armas, les llegan incluso a asignar zonas de venta en calles y ciudades (como hacen Los Zetas) y les cobran por todo; el grupo de Tláhuac compraba el producto del cártel de los hermanos Beltrán Leyva y de la facción del Cártel del Pacífico que encabeza el llamado Mini Lic, Dámaso López.
En los medios, algunos analistas mencionaron que el que la autoridad rechazara que era un cártel minimizaba el impacto del grupo criminal. Establecer la analogía por el sólo hecho de que venden droga, tienen personal armado y realizan actividades criminales, dicen los expertos, es una generalización equívoca. Paradójicamente, la violencia que generan los cárteles de las drogas es menor cuantitativamente que la que provocan las bandas de narcomenudistas. Los cárteles se habían repartido el país en territorios. Esta distribución tenía como premisa que debían arreglarse entre ellos para evitar una lucha entre cárteles que provocara la intervención del Estado. El presidente Felipe Calderón cambió la estrategia y en lugar de administrar el fenómeno, como había sido, atacando a uno o dos cárteles por sexenio, emprendió una guerra total. Esto motivó que ante la disyuntiva de ser aniquilados si no se fortalecían, los cárteles empezaron a pelear entre ellos modificando el mapa del narcotráfico y desatando la violencia en aquel sexenio, que se ha incrementado en el de Enrique Peña Nieto, desdoblándose con mayor crudeza también en las bandas de narcomenudistas.
La guerra entre las organizaciones criminales propiciada por Calderón, incentivó el crecimiento de las pandillas y su realineamiento con los cárteles en términos de salida para sus drogas en las calles de la Ciudad de México y como matones a sueldo. Una externalidad del narcotráfico es el narcomenudeo, que es lo que ha generado en los últimos 10 años que poco más de 92 por ciento de los delitos sean del fuero común. El narcomenudeo es la parte más salvaje y violenta del negocio del narcotráfico, que se asocia gradualmente con robo, extorsión y secuestro. Los narcomenudistas en el país no controlan territorios, pero amenazan a las comunidades, como sucedió en Tláhuac, donde la presencia del grupo de Pérez Luna hacía muy difícil la vida cotidiana.
Ese grupo criminal manejaba el narcomenudeo en Tláhuac y una zona de Chalco, pero este año se extendió a otras delegaciones cercanas, como Iztapalapa, Tlalpan y Coyoacán, y comenzaba a incursionar en Álvaro Obregón, y en el Estado de México y Puebla. En pocos meses amplió su mercado de las zonas marginales de la ciudad a las de clases medias y altas, obteniendo recursos para ampliar su negocio y comprar armas. Este crecimiento es lo que llevó a Mancera a plantear al gobierno federal le necesidad de destruirlo. La capacidad de fuego de la policía capitalina, frente al armamento que estaba adquiriendo el grupo de Pérez Luna, obligó la intervención federal, que es lo que se acordó hace un par de meses y se ejecutó el jueves.
El problema y la violencia no cesarán. Marinos y policías capitalinos están tras los lugartenientes de Pérez Luna para tratar de eliminar al grupo del escenario delictivo y buscar ser más rápidos en la aniquilación de sus cuadros versus que esta banda recicle y restituya a sus jefes. La lucha no ha acabado, tampoco la violencia. De eso hay que estar conscientes.
Twitter: @rivapa
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Cartel sin cartelJAQUE MATE / Sergio Sarmiento
Reforma
"Si ves la guerra contra las drogas desde un punto de vista puramente económico, el papel del gobierno es proteger al cartel de las drogas". Milton Friedman
El jefe de Gobierno de la Ciudad de México dice que es claro. La organización delictiva que encabezaba El Ojos de Tláhuac, Felipe de Jesús Pérez Luna, era "amplia, violenta, de cobertura que había rebasado la delegación Tláhuac", pero no tenía "toda la estructura de los que se denominan como cárteles". En todo caso, según Miguel Ángel Mancera, ésta "es una clasificación que sólo corresponde al gobierno federal, es una clasificación que quien la puede hacer es quien la Constitución determina que es el único competente para ello".
La Constitución, en realidad, no da al gobierno federal la facultad de definir un "cartel" (la Real Academia prefiere la forma aguda, aunque "cártel" es aceptable). El término significaba originalmente "un acuerdo entre empresas similares para evitar la mutua competencia y regular la producción, venta y precios en determinado campo industrial". Una organización como la OPEP, por ejemplo, es un cartel porque pretende mantener precios altos a través de restricciones artificiales a la oferta.
El término español procede del inglés, que a su vez lo tomó del alemán Kartell. El primer uso registrado es del parlamentario liberal alemán Eugen Richter, quien lo empleó en 1879 para denunciar un acuerdo monopólico entre productores metalúrgicos.
La palabra empezó a usarse en los años ochenta para designar organizaciones del narcotráfico cuando éstas eran verdaderos acuerdos monopólicos. Tal fue el caso del cartel de Medellín del colombiano Pablo Escobar, quien llegó a acuerdos con rivales como Gonzalo Rodríguez Gacha, Carlos Lehder y Jorge Luis Ochoa hasta controlar un 80 por ciento del mercado mundial de cocaína. En México el cartel de Guadalajara era una asociación de Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo y Rafael Caro Quintero, entre otros, que tras un acuerdo con el cartel de Medellín logró dominar buena parte del tráfico de drogas que pasaba de México a Estados Unidos.
Esos carteles ya no existen. La guerra contra las drogas ha tenido éxito en su propósito de matar o detener a los líderes y desmembrar los monopolios. Al conseguirlo ha generado un mercado más abierto, dinámico y violento en el que decenas de organizaciones se disputan las ventas nacionales e internacionales de droga e incursionan en otras actividades como el secuestro. Quizá Mancera tiene razón al decir que el "cartel de Tláhuac" no es un cartel, pero tampoco lo son entonces los de Juárez, Tijuana, Sinaloa, los Beltrán Leyva, Los Rojos, Guerreros Unidos, La Familia o Los Zetas, ni las demás organizaciones que hoy se disputan un mercado competido y fragmentado.
Nadie duda de la relevancia del grupo de El Ojos. No sólo controlaba el gran mercado de drogas de Ciudad Universitaria, sino que tenía presencia en todo el oriente de la zona metropolitana. Al parecer manejaba también ventas de droga al mayoreo a Europa, lo que lo colocaría dentro de la definición de cartel que usa el jefe de Gobierno en contraste con narcomenudista.
Cartel o no, el éxito del operativo que mató a Pérez Luna terminará siendo una maldición para los ciudadanos. Cuando una banda con control sobre un territorio es descabezada, se genera violencia. Esta lección la hemos sufrido los ciudadanos una y otra vez. Desmembrar un cartel no hace que desaparezca la demanda, sino que detona guerras entre grupos que buscan ocupar su lugar.
· CÓMODA VENTAJA
Una encuesta de Reforma coloca a Morena adelante en las preferencias para 2018 con 28 por ciento, contra 23 del PAN y 17 del PRI. Es claro que, como en 2006, Andrés Manuel López Obrador está empezando el proceso con cómoda ventaja.
@SergioSarmiento
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EL CÁRTEL DE TLÁHUAC ESTÁ EN SIETE DELEGACIONES /Héctor De Mauleón
El Universal
Dos cuerpos envueltos en sábanas, y atados de pies y manos, fueron hallados por policías de la Secretaría de Seguridad Pública en un camino de terracería de la delegación Tláhuac.
A las víctimas las habían golpeado con saña. Finalmente las estrangularon. Colocaron junto a ellas una lona con un mensaje que decía que “esto le pasa a los traidores” y estaba firmado con la iniciales “C.T.”.
Cártel de Tláhuac.
Era el amanecer del 22 de diciembre de 2016. Se cumplían dos años de violencia sistemática en la demarcación. Desde mediados de 2014 grupos del crimen organizado (entre ellos, los de los líderes criminales Gastón Montealegre, El Gastón, y Ramón García Santoyo, El Negro Aguas), se disputaban el control del narcomenudeo, el secuestro y la extorsión. Luchaban por poner a renta los “giros negros”, el ambulantaje y la “piratería”.
La delegación se hallaba, sin embargo, en manos de una organización mucho más poderosa que las arriba citadas: la que se hace llamar el Cártel de Tláhuac, y dirigió hasta el jueves pasado Felipe de Jesús Pérez Luna, El Ojos.
Pérez Luna pertenecía al grupo criminal liderado por Óscar García Montoya, apodado La Mano con Ojos. En un video dado a conocer a fines del sexenio pasado, La Mano con Ojos admitió haber realizado con sus propias manos 300 ejecuciones.
Al ser detenido relató que había formado parte del Cártel de los Beltrán Leyva, quienes le “asignaron” el sur de la ciudad de México. Tras la muerte de Arturo Beltrán y las capturas de sus principales operadores, se quedó con una parte de la estructura e intentó apoderarse del Valle de México: estableció un corredor de drogas entre la capital del país y Cuernavaca.
Lo detuvieron en una casa de Tlalpan y los hombres más cercanos a él han recibido condenas de hasta 700 años.
De ese grupo surgió Felipe de Jesús Pérez Luna, El Ojos. A la caída de su jefe se refugió en Tláhuac y comenzó a mover droga en La Nopalera, la Agrícola Metropolitana, la Miguel Hidalgo y La Conchita, entre otras colonias de la demarcación.
Había tenido en La Mano con Ojos una escuela de violencia extrema. La replicó en Tláhuac. La investigación oficial debe mostrar de qué forma construyó su poder. En 2013 tenía ya una poderosa red de narcomenudeo. Para el año siguiente su presencia en la delegación era imposible de ocultar.
Vecinos de Tláhuac recuerdan que en esos meses se desataron relatos de secuestros entre los dueños de bares ubicados sobre la avenida Tláhuac. En esos meses aparecieron nuevas casas en donde antes solo había terrenos baldíos y comenzaron a verse en las avenidas autos de las marcas BMW y Ferrari: aparecieron camionetas de lujo y coches descapotables.
Vino la inundación de mototaxis (en Tláhuac todos sabían que eran propiedad de “Felipe”), y llegaron los tráileres que venían de Guerrero y descargaban productos misteriosos en misteriosas bodegas (una vez se realizó un operativo y la policía descubrió toneladas de droga en un camión que supuestamente transportaba cocos). Vinieron las ejecuciones y los asesinatos. Mataron a líderes de taxistas y líderes de ambulantes que no quisieron pagar “derecho de piso”.
En agosto de 2014 hombres encapuchados ingresaron al domicilio de Víctor Manuel Pérez, hermano de El Ojos, y lo cosieron a tiros.
Los tres años que siguieron fueron de verdadero horror: balaceras, ejecuciones, cuerpos en bolsas, mensajes intimidatorios. Y “cobro de piso” a la delegación entera.
El delegado de Morena, Rigoberto Salgado, dice que no se enteró de lo que le estaba ocurriendo a sus gobernados. Ni la procuraduría capitalina ni la Secretaría de Seguridad Pública lograron detener el crecimiento de la organización criminal más poderosa de la Ciudad de México (al lado de la Unión Tepito).
La Marina tuvo que realizar el operativo que conocemos para llegar a la madriguera de El Ojos sin que éste fuera alertado. Por primera vez en la historia de la ciudad, un operativo fue respondido con narcobloqueos y quema de vehículos.
Hoy, según reportes federales, la organización fundada por Pérez Luna tiene presencia en seis delegaciones además de Tláhuac: Coyoacán, Iztapalapa, Milpa Alta, Magdalena Contreras, Tlalpan y Xochimilco. Más de 80 ejecuciones se han registrado en dichas demarcaciones durante el último año.
La investigación oficial debe dar respuesta a muchas cosas.
@hdemauleon
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Tláhuac, ¿semántica o seguridad?
Razones/JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Excelsior
Luego del operativo de la Marina de México y el gobierno de la ciudad en que cayeron El Ojos y un fuerte grupo de sus operadores en Tláhuac, se ha desatado un debate tan absurdo como banal y que pone de manifiesto la ligereza con que la clase política y buena parte de quienes intentan formar opinión abordan los verdaderos temas de seguridad.
Llevamos días con tuits, bromas y declaraciones formales y aparentemente serias de personajes discutiendo si el de El Ojos en Tláhuac era un cártel o un grupo delincuencial, como si la calificación cambiara en algo el sentido de que se trata de una organización criminal que trafica droga, mata, extorsiona y secuestra. Es verdad que, como dice Miguel Ángel Mancera, un cártel es más que eso: produce la droga, la traslada, la coloca en diferentes mercados, etc. Pero también la comercializa, la trafica, la lleva al mercado local. Quizás técnicamente no sea el de Tláhuac un cártel, pero tiene mucho de él y si lo es o no, no debería ser tema de debate. Se debate la semántica porque no se quiere debatir la realidad.
Lo ocurrido en Tláhuac tiene orígenes añejos. Se hizo público con él linchamientos de los policías federales en 2004, cuando López Obrador era jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, secretario de Seguridad Pública local, y Fátima Mena, delegada. El jefe de la policía local era Rigoberto Salgado, el ahora delegado de Morena en Tláhuac. Salgado, cuando los policías federales fueron linchados y quemados vivos por una turba, no hizo nada, ordenó no intervenir, no movilizó un solo elemento. Los policías federales fueron secuestrados por un grupo de pobladores azuzados por elementos del EPR y narcomenudistas locales: unos pensaban que los policías los estaban investigando, los otros que iban contra ellos porque no eran de sus policías “conocidos”. A dos los mataron, los quemaron vivos, el otro quedó gravemente herido. Si el ahora delegado no hizo absolutamente nada para impedirlo, la delegada Fátima Mena llegó al lugar, acompañada por los policías de Salgado, y decidió que lo que ocurría era incontrolable y se retiró. Ebrard vio todo por televisión y no hizo absolutamente nada (y por eso perdió la Secretaría de Seguridad Pública local, aunque AMLO lo recompensó con creces: le dio la Secretaría de Desarrollo Social y luego la candidatura al gobierno de la ciudad). Para López Obrador los linchamientos como los de Tláhuac, que se sucedían en distintos lugares de la ciudad, eran “usos y costumbres de los pueblos indígenas”. Fue la época más insegura en la vida de la Ciudad de México, que ocasionó aquella famosa marcha de blanco que el jefe de gobierno López Obrador calificó como una marcha de pirruris.
Desde aquellos hechos de Tláhuac de 2004, la delegación, controlada políticamente por los cuatro hermanos Salgado que desde el PRD saltaron a Morena, se convirtió en una suerte de zona liberada. El grupo de El Ojos sobrevivió a la caída de quienes fueron primero aliados y luego rivales: la banda llamada La mano con ojos, que operaba en el otro extremo de la ciudad. Si La mano tenía relaciones con grupos que provenían del Estado de México y Michoacán, El Ojos tenía relación con quienes los aprovisionaban desde Morelos y Guerrero. La mano fue desarticulada, pero ha tenido sucesores. El Ojos se fortaleció notablemente y comenzó a crecer en narcomenudeo en distintas zonas de la ciudad, y lo hizo a sangre y fuego, sea en Ciudad Universitaria o en la colonia Condesa, en las colonias populares de Álvaro Obregón o Coyoacán. Pudo hacerlo porque tenía una fuerte base de apoyo y operación en la delegación Tláhuac (la más lejana y olvidada de la ciudad) y porque los cuatro hermanos Salgado jamás los molestaron.
Fue el crecimiento del grupo hacia otras regiones de la ciudad lo que comenzó a llamar la atención. También los métodos de control de territorios, apelando a la misma violencia de los grandes cárteles, con los que inevitablemente tiene que estar asociado para la venta de drogas. Todo indica que serían brazos del Cártel Jalisco Nueva Generación, que además tiene fuerte interés en el aeropuerto capitalino, uno de los principales centros de operación de drogas y otros productos ilícitos, simplemente por el enorme tráfico y movilidad existente en él.
No es verdad que la administración Mancera haya ignorado a los grupos criminales en la capital. Creo que ha tenido, en ese sentido, una política inteligente. Hizo lo que recomiendan las autoridades de las grandes ciudades ante el consumo de droga: controlarlo, administrarlo. No se puede acabar con las drogas dentro de una gran ciudad cuando hay millones de consumidores, pero lo que sí hay que hacer es evitar que crezcan grupos poderosos, que tengan control territorial y que puedan ir creciendo en otros delitos como secuestro y extorsión. Eso hizo El Ojos, porque la autoridad de Tláhuac se lo permitió y protegió, en una visión que muestra perfectamente cómo piensa lidiar Morena con los temas de seguridad, para los que no tiene una sola propuesta.
Por cierto, ¿sabe quién está elaborando temas de seguridad para López Obrador?, su amigo, después enemigo y ahora nuevo amigo, Joel Ortega, aquel que tuvo que abandonar la SSP de la ciudad por el caso News Divine, que se peleó con Ebrard, regresó como director del Metro y dejó a medias la investigación de la Línea 12, y que ahora, en un giro espectacular, vuelve con López Obrador… y Ebrard.
El Ojos y su banda se alimentaron de la impunidad que demostraron los hechos de Tláhuac en 2004, desde allí se fueron haciendo fuertes y creciendo, controlando territorio y ampliándose a otros, teniendo como objetivo toda la ciudad. Discutir la semántica, si es cártel o grupo delictivo es una tontería, tendría que alegrarnos de que ese grupo criminal haya sufrido golpes casi definitivos y comenzar a trabajar para deshacernos de sus tentáculos, comprendiendo cuáles fueron las políticas y personajes que dejaron que crecieran y existieran personajes como El Ojos.
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El Ojos”: la operación política, la operación armada/ Carlos Loret de Mola
El Universal
Miguel Ángel Mancera se había mostrado reacio a pedir el apoyo de fuerzas federales para combatir la inseguridad en la Ciudad de México que gobierna. Había operativos en la capital, pero por líneas de investigación que seguían de manera autónoma Ejército, Marina, Policía Federal y PGR, no a solicitud de la Jefatura de Gobierno.
Todo cambió hace unos meses. Mancera solicitó a la Marina que le ayudara con “El Ojos”. Felipe de Jesús Pérez Luna se había convertido en una cabeza criminal de la más alta peligrosidad en la zona metropolitana del Valle de México: controlaba el narcomenudeo en Tláhuac, Milpa Alta, Xochimilco, Iztapalapa, Nezahualcóyotl y Chalco. Según fuentes oficiales, el Cártel del Pacífico —que se disputan hijos y ahijado de Joaquín “El Chapo” Guzmán— era el principal proveedor de droga de “El Ojos”, quien además vendía protección, extorsionaba, invadía predios, secuestraba y ejecutaba. Era el mandón.
El 1 de febrero de este año, según fuentes confiables, la Marina inició el seguimiento. Tras “El Ojos” fue el mismo equipo de operaciones especiales que capturó dos veces a “El Chapo” Guzmán. La dupla Marina-GDF contó en distintas etapas con la colaboración de la PGR y la Policía Federal.
En tres meses capturaron a su hijo en Acapulco. Fue el 18 de mayo. El 26 de junio agarraron a su presunto operador financiero José Alberto García Valencia, alias “El Cholo”.
Según fuentes oficiales, el 7 de julio empezó el acoso directo contra “El Ojos”. Las labores de inteligencia les habían permitido contar con la ubicación de un domicilio donde pensaban que estaba el objetivo.
Así que ese día se hizo el primer operativo que buscaba capturarlo. Pero no lo encontraron. El 10 de julio lo intentaron por segunda vez. Tampoco. La tercera, el 12 de julio, no fue la vencida. Pero la cuarta, sí. El 20 de julio llegaron a un domicilio en Tláhuac, sobre la calle Simón Álvarez, en la colonia La Conchita Zapotitlán. Ahí estaba “El Ojos”.
Felipe Pérez Luna se metió a un vehículo para apertrecharse y repeler el fuego. El líder del Cártel de Tláhuac sostuvo entre 10 y 15 minutos de balacera contra la Marina, según narran testigos. Perdió. Y perdió la vida. Murieron él y siete de sus presuntos sicarios.
SACIAMORBOS. ¿El cártel de Los R? Las autoridades federales no van a soltar la investigación contra el delegado en Tláhuac, Rigoberto Salgado Vázquez, figura del partido Morena. Les ha llegado información de que dinero de “El Ojos” entró a su campaña. No han presentado una prueba sobre ello y el delegado lo niega enfáticamente.
El asunto se volvió más caliente porque en los narcobloqueos con los que respondió el Cártel de Tláhuac al abatimiento de su líder, participaron decenas de mototaxistas, un gremio controlado por el hermano del delegado, Ricardo Salgado. La autoridad local incautó decenas de estas unidades y detuvo a varios de sus choferes. Hay dos hermanos más: Raúl, operador de Morena en Ixtapaluca, y Rosendo, a quien le quitaron los derechos partidistas en Morena-Durango cuando se le comprobó un caso de acoso sexual.
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