Columna TOLVANERA /Roberto Zamarripa,
La Montaña de Othón
Reforma, 8 diciembre 2008
Reforma, 8 diciembre 2008
Frente a la sierra guerrerense, en el corazón de la región de La Montaña, fue sepultado Othón Salazar Ramírez el pasado sábado, quien falleciera en una humilde casa en las afueras de Tlapa.
No acudieron a despedirlo los líderes de partidos que hoy se benefician de las siembras del Maestro Othón. Ni una palabra de Jesús Ortega, el líder del PRD, ni un reconocimiento de quienes hoy administran los presupuestos parlamentarios perredistas. Es muy chiquita esa "izquierda" para tamaña biografía.
Pero lo despidieron los suyos. Los amuzgos, los mixtecos, los tlapanecos. Los pobladores de su natal Alcozauca y de La Montaña que reconocieron siempre en Othón congruencia, lealtad a principios, limpieza en su trayectoria y honestidad a carta cabal.
Lo que debieran ser divisas de comportamiento humano se convierten en datos extraordinarios de una biografía. ¿Por qué no era un líder de maestros que viajara en Hummer? ¿Por qué no tenía casas en el extranjero, Coronado, California, por ejemplo?
Tras encabezar las movilizaciones por libertad sindical y mejoras económicas de los maestros en 1958, Othón no sólo fue encarcelado sino que le despojaron de su plaza magisterial que nunca pudo recuperar. La atrocidad política de la que fue objeto no fue reparada por ninguno de los gobiernos priistas ni panistas. Aunque a decir verdad, fue hasta la administración de Josefina Vázquez Mota, cuando Othón Salazar recibió un reconocimiento simbólico que acreditó su trayectoria como maestro adscrito a la Secretaría de Educación Pública.
Las aportaciones históricas de Othón, empero, no quedan en su batalla sindical. Pueden reconocérsele aportes para la construcción de una política que otorgó ciudadanía real a los indígenas, los empujó a dotarse de gobiernos propios, impulsó políticas de desarrollo sustentable cuando nadie hablaba de ellas, y proyectó la lucha contra la pobreza como uno de los ejes de acciones sociales de cualquier fuerza gobernante.
En 1979 cuando el Partido Comunista incursionaba en las lides electorales y asumía como fuerza principal de la izquierda partidista el respeto a la legalidad, Othón Salazar contendió como candidato a diputado federal por el Quinto Distrito electoral de Guerrero con cabecera en Tlapa y que concentraba los municipios de la región de La Montaña.
Mientras las movilizaciones ciudadanas por respeto al voto tenían eco en las grandes urbes y asentaban su fuerza en Sonora, Nuevo León o Chihuahua, con movilizaciones panistas, en La Montaña de Guerrero s urgió un impresionante movimiento indígena que si bien no logró el reconocimiento del triunfo electoral del candidato Othón, provocó la anulación de los comicios y la convocatoria a extraordinarios.
Othón Salazar siempre se comprometió con resistencias democráticas pacíficas y legales. Alguna vez contó que en los momentos más difíciles de la represión política, luego de las manifestaciones magisteriales de 1958 que le costaron la cárcel, Genaro Vázquez, un ex profesor rural que tomó el camino de las armas, le entregó un revólver. "Te hará falta", platicaba Othón sobre lo dicho por Genaro. Othón lo guardó atado a su cinto pero nunca lo usó. Lo suyo no era la violencia sino una encomiable perseverancia que no le soltó hasta su muerte.
Antes, mucho antes de que el subcomandante Marcos reivindicara los derechos indígenas, el Maestro Othón ya había movilizado, pacíficamente, a miles de indígenas dispuestos a conquistar sus gobiernos locales, a pugnar por la reorientación de presupuestos y a pelear por transformaciones profundas a sus condiciones de vida. Othón no tuvo que empuñar un arma para defender a los indígenas y menos los dejó solos. Iba y venía siempre con su gente. Y daba la cara por ellos. La suya era una manera afable, pedagógica, amable y tenaz de dirigir. Othón movió a La Montaña.
"...El maestro Othón Salazar, sin saberlo, se convirtió en el detonador de una nueva etapa de los temas ambientales nacionales, la cual derivó en muchas políticas que se concretaron desde la Semarnap", escribió Julia Carabias al recordar la etapa en la que un importante número de biólogos, economistas y sociólogos acudieron por convocatoria del profesor a proponer alternativas para el hambre, la deforestación y la destrucción ambiental en las zonas indígenas de La Montaña (Reforma, 13/11/2008).
Othón no fue el primer gobernante comunista como muchos suponen. Fue el tercero. El primero fue Abel Salazar Bazán, pariente de Othón, y quien instauró la rendición de cuentas pública del ejercicio de un presupuesto exiguo, posteriormente, en 1984, el otro alcalde socialista fue Antonio Suárez y en 1987, ya como militante del PSUM, llegó Othón Salazar a la alcaldía. Luego vino Javier Manzano y otros más que cambiaron el rostro de la digna Alcozauca de Guerrero.
La historia de México en los últimos 50 años tiene muchas páginas escritas por Othón Salazar. Por lo menos, debería recibir un homenaje en los patios de la SEP.
Othón movió a La Montaña y La Montaña fue a él. Ahí, en La Montaña, queda su huella: una enorme seña de congruencia.
Correo electrónico: tolvanera06@yahoo.com.mx
No acudieron a despedirlo los líderes de partidos que hoy se benefician de las siembras del Maestro Othón. Ni una palabra de Jesús Ortega, el líder del PRD, ni un reconocimiento de quienes hoy administran los presupuestos parlamentarios perredistas. Es muy chiquita esa "izquierda" para tamaña biografía.
Pero lo despidieron los suyos. Los amuzgos, los mixtecos, los tlapanecos. Los pobladores de su natal Alcozauca y de La Montaña que reconocieron siempre en Othón congruencia, lealtad a principios, limpieza en su trayectoria y honestidad a carta cabal.
Lo que debieran ser divisas de comportamiento humano se convierten en datos extraordinarios de una biografía. ¿Por qué no era un líder de maestros que viajara en Hummer? ¿Por qué no tenía casas en el extranjero, Coronado, California, por ejemplo?
Tras encabezar las movilizaciones por libertad sindical y mejoras económicas de los maestros en 1958, Othón no sólo fue encarcelado sino que le despojaron de su plaza magisterial que nunca pudo recuperar. La atrocidad política de la que fue objeto no fue reparada por ninguno de los gobiernos priistas ni panistas. Aunque a decir verdad, fue hasta la administración de Josefina Vázquez Mota, cuando Othón Salazar recibió un reconocimiento simbólico que acreditó su trayectoria como maestro adscrito a la Secretaría de Educación Pública.
Las aportaciones históricas de Othón, empero, no quedan en su batalla sindical. Pueden reconocérsele aportes para la construcción de una política que otorgó ciudadanía real a los indígenas, los empujó a dotarse de gobiernos propios, impulsó políticas de desarrollo sustentable cuando nadie hablaba de ellas, y proyectó la lucha contra la pobreza como uno de los ejes de acciones sociales de cualquier fuerza gobernante.
En 1979 cuando el Partido Comunista incursionaba en las lides electorales y asumía como fuerza principal de la izquierda partidista el respeto a la legalidad, Othón Salazar contendió como candidato a diputado federal por el Quinto Distrito electoral de Guerrero con cabecera en Tlapa y que concentraba los municipios de la región de La Montaña.
Mientras las movilizaciones ciudadanas por respeto al voto tenían eco en las grandes urbes y asentaban su fuerza en Sonora, Nuevo León o Chihuahua, con movilizaciones panistas, en La Montaña de Guerrero s urgió un impresionante movimiento indígena que si bien no logró el reconocimiento del triunfo electoral del candidato Othón, provocó la anulación de los comicios y la convocatoria a extraordinarios.
Othón Salazar siempre se comprometió con resistencias democráticas pacíficas y legales. Alguna vez contó que en los momentos más difíciles de la represión política, luego de las manifestaciones magisteriales de 1958 que le costaron la cárcel, Genaro Vázquez, un ex profesor rural que tomó el camino de las armas, le entregó un revólver. "Te hará falta", platicaba Othón sobre lo dicho por Genaro. Othón lo guardó atado a su cinto pero nunca lo usó. Lo suyo no era la violencia sino una encomiable perseverancia que no le soltó hasta su muerte.
Antes, mucho antes de que el subcomandante Marcos reivindicara los derechos indígenas, el Maestro Othón ya había movilizado, pacíficamente, a miles de indígenas dispuestos a conquistar sus gobiernos locales, a pugnar por la reorientación de presupuestos y a pelear por transformaciones profundas a sus condiciones de vida. Othón no tuvo que empuñar un arma para defender a los indígenas y menos los dejó solos. Iba y venía siempre con su gente. Y daba la cara por ellos. La suya era una manera afable, pedagógica, amable y tenaz de dirigir. Othón movió a La Montaña.
"...El maestro Othón Salazar, sin saberlo, se convirtió en el detonador de una nueva etapa de los temas ambientales nacionales, la cual derivó en muchas políticas que se concretaron desde la Semarnap", escribió Julia Carabias al recordar la etapa en la que un importante número de biólogos, economistas y sociólogos acudieron por convocatoria del profesor a proponer alternativas para el hambre, la deforestación y la destrucción ambiental en las zonas indígenas de La Montaña (Reforma, 13/11/2008).
Othón no fue el primer gobernante comunista como muchos suponen. Fue el tercero. El primero fue Abel Salazar Bazán, pariente de Othón, y quien instauró la rendición de cuentas pública del ejercicio de un presupuesto exiguo, posteriormente, en 1984, el otro alcalde socialista fue Antonio Suárez y en 1987, ya como militante del PSUM, llegó Othón Salazar a la alcaldía. Luego vino Javier Manzano y otros más que cambiaron el rostro de la digna Alcozauca de Guerrero.
La historia de México en los últimos 50 años tiene muchas páginas escritas por Othón Salazar. Por lo menos, debería recibir un homenaje en los patios de la SEP.
Othón movió a La Montaña y La Montaña fue a él. Ahí, en La Montaña, queda su huella: una enorme seña de congruencia.
Correo electrónico: tolvanera06@yahoo.com.mx
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Cajón de Sastre de la columna Plaza Pública de Migual Angel Granados Chapa,
Reforma, 8/12/2008;
Un dictum conservador asegura que quien a los 18 años no es comunista es que carece de corazón, pero quien sigue siéndolo a los 40 es que no tiene cabeza. El profesor Othón Salazar Ramírez, muerto el jueves pasado, fue comunista a los 18, a los 40 y al doble de esa edad, pues siguió siéndolo toda su vida, que terminó a sus 84 años. Lo fue con el corazón y la cabeza, y pagó los costos de su militancia en un régimen autoritario. Pionero de la libertad sindical en el sindicato de maestros, fundador del Movimiento revolucionario del magisterio, primera línea de oposición al cacicazgo oficialista que desde hace más de medio siglo domina esa poderosa agrupación, fue preso político y perdió su trabajo como profesor, pero no perdió la congruencia ni la dignidad.
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En memoria de Othón Salazar
El Correo Ilustrrado en La Jornada, 8/12/2008;
Ante todo, Othón Salazar fue un maestro orgulloso de su formación normalista y de su profesión. Pero además fue el líder más importante que haya producido el movimiento magisterial en México, quien supo encabezar en su primera etapa la lucha por las demandas básicas de los maestros: democracia y más salario. La pena por su muerte debe hacer más claro que el liderazgo no se inventa, sino que es resultado de la insatisfacción de amplios sectores sociales frente a las medidas autoritarias de los poderosos y su escandalosa corrupción. Ya quisiera Elba Esther Gordillo que su lugar como “presidenta vitalicia” del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación tuviera por un solo día la legitimidad, el reconocimiento de la base que Othón Salazar se ganó por su congruencia y sacrificio personal. Los dos ya están en las páginas de la historia de México, uno como representante real y la otra como traidora del magisterio.
Dra. María Eugenia Valdés Vega, profesora e investigadora del área de procesos políticos, Departamento de Sociología, UAM-Iztapalapa
Ante todo, Othón Salazar fue un maestro orgulloso de su formación normalista y de su profesión. Pero además fue el líder más importante que haya producido el movimiento magisterial en México, quien supo encabezar en su primera etapa la lucha por las demandas básicas de los maestros: democracia y más salario. La pena por su muerte debe hacer más claro que el liderazgo no se inventa, sino que es resultado de la insatisfacción de amplios sectores sociales frente a las medidas autoritarias de los poderosos y su escandalosa corrupción. Ya quisiera Elba Esther Gordillo que su lugar como “presidenta vitalicia” del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación tuviera por un solo día la legitimidad, el reconocimiento de la base que Othón Salazar se ganó por su congruencia y sacrificio personal. Los dos ya están en las páginas de la historia de México, uno como representante real y la otra como traidora del magisterio.
Dra. María Eugenia Valdés Vega, profesora e investigadora del área de procesos políticos, Departamento de Sociología, UAM-Iztapalapa
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