Tijuana, el terror
José GIL OLMOS
Revista Proceso, 1675 (www.proceso.com.mx), 7/12/2008
Cada asesinato, secuestro y matanza demuestran que las autoridades -incluidas las militares- van perdiendo terreno ante el crimen organizado, de acuerdo con el crudo análisis de Alberto Capella, el recién destituido secretario de Seguridad Pública de Tijuana. Sólo por citar un ejemplo de la descomposición que existe en la ciudad fronteriza: la policía del municipio surte de personal a las bandas de sicarios y su nivel de corrupción es tal que algunos agentes venden "plazas de ladrón" y rentan sus patrullas y sus armas.
TIJUANA, B.C.- Pocos se atreven a salir a las calles de Tijuana cuando anochece. Son frecuentes las balaceras entre las bandas de los Arellano Félix y de El Chapo Guzmán, pero además hay cada día más asaltos y secuestros. La cifra extraoficial es de 360 muertos y 250 plagios en lo que va del año. Y desde septiembre, un promedio de seis ejecuciones diarias.
La avenida Revolución, tradicional atractivo de la ciudad por sus cantinas, discotecas y prostíbulos, se ve desolada. Los turistas estadunidenses escasean por el temor a los levantones o asaltos por parte de guardias en contubernio con carteristas. El año pasado el consulado de su país presentó hasta 12 quejas diarias por abusos policiacos.
Tijuana vive hoy una de sus peores crisis, que se traduce en miedo.
La guerra entre los cárteles de El Chapo Guzmán y los Arellano Félix arreció, y ahora se concentra en eliminar a los burreros y narcomenudistas -que según el gobierno estatal llegan a mil 500-, en los que en buena parte se sustenta su imperio. Pero los ataques de los narcos también se dirigen contra los policías comprados por el bando rival.
"El enemigo más fuerte está en casa", sostiene Alberto Capella, empresario que fue secretario de Seguridad Pública de Tijuana hasta el lunes 1, cuando fue destituido por el presidente municipal, el panista Jorge Ramos, quien designó en el puesto al teniente coronel Julián Leyzaola Pérez.
Este cambio contribuye a la militarización de la seguridad. El 11 de noviembre más de 500 soldados y marinos relevaron a igual número de policías municipales de Tijuana y patrullan la ciudad, principalmente las zonas más peligrosas. Pero eso no frena la violencia ni menoscaba el dominio de las bandas criminales, que a últimas fechas han incrementado la venta de "protección" a pequeños y medianos comerciantes.
Durante el año que Alberto Capella fue secretario de Seguridad Pública municipal corroboró lo que ya había denunciando en el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública de Baja California: la infiltración de las corporaciones policiacas por el crimen organizado.
De hecho, sospecha que fueron policías los que el 27 de noviembre de 2007 atacaron su casa con armas de alto poder. Debido a ese atentado, perpetrado días después de su nombramiento en la SSP municipal, la familia de Capella salió del país. Ahora el propio exfuncionario evalúa hacer lo mismo, pues teme por su vida. Hace unas semanas se publicó en la prensa local que los sicarios asesinan a una persona por sólo 300 dólares.
Entrevistado el miércoles 3 en la Ciudad de México, Capella explica que el resurgimiento de la violencia en Tijuana se debe a la guerra de bandas: "La de El Chapo Guzmán supuestamente se trajo a 100 sicarios de Sinaloa para pelearle la plaza a la gente de los Arellano".
Los dos grupos están dirigiendo sus golpes contra los vendedores de droga al menudeo, a fin de afectar económicamente al rival. Y lo hacen con el mayor sadismo para sembrar terror en el enemigo y en la sociedad.
"Se está capitalizando la sicosis porque van a ciertos sectores alejados del centro de la ciudad, a los comercios, y ya les están cobrando derecho de piso como en Nuevo Laredo o en Ciudad Juárez. Les dicen: no te vamos a matar si nos das una lana al mes. Eso es lo que están haciendo, fincando un negocio de terror", precisa Capella.
La depuración, un reto
Cuando Capella llegó a dirigirla, la SSP tijuanense contaba con 3 mil 420 elementos y muchos de ellos tenían arreglos con el crimen organizado. Ante el desprestigio de la institución, él tomó la iniciativa de expulsar a los policías señalados de participar en diversos delitos, incluidos los secuestros.
Encontró también mucha corrupción. Los policías que salían a la calle, aproximadamente mil 200, tenían que pagar a sus jefes cuotas de 20 a 50 dólares diarios, dependiendo de la zona. También rentaban las patrullas y el armamento, además de vender "plazas" a los delincuentes que roban tarjetas de crédito en la zona turística.
"Cada calle tenía un dueño y eso era una lana para la policía -reitera-; había también una corrupción impresionante en los talleres municipales. Aprendí a conocer al monstruo dentro de sus entrañas, por eso sostengo que el enemigo está en casa y el reto más grande es la depuración".
Sin embargo, reconoce que esta depuración también tiene desventajas, pues muchos de los policías despedidos de las corporaciones de seguridad fueron contratados por el crimen organizado. Por ejemplo, dice, de los nueve decapitados que aparecieron la semana anterior en la ciudad, tres eran policías.
"Me voy dejando una corporación de 2 mil 200 elementos. Corrimos a 100, 64 más renunciaron porque no aguantaron la presión de la nueva política, se acabaron las cuotas, el Consulado (de Estados Unidos) ya no presentó quejas. No ganamos la guerra completa, pero íbamos ganando la confianza de la sociedad, por eso me siento tranquilo", sostiene el entrevistado.
Todo ese año, dice, trabajó en un ambiente "lleno de mezquindad, de perversión, de egos y de paradigmas encontrados, de mentiras y deseos de que falles, de que fracases".
Y reconoce que fue acusado de protagonismo por encabezar los operativos, pero argumenta que deseaba recuperar la confianza de la ciudadanía y vigilar directamente a los efectivos de la SSP.
-En todo el país hay una grave desconfianza hacia la policía, pero en Tijuana es aún mayor.
-Es difícil trabajar en esto, hice lo que pude. Yo trataba de evaluar en cada uno de los actos a quién íbamos a mandar, de tener una rendición de cuentas, pero es muy complicado.
"El enemigo vive en casa, está de servicio, conoce a todos, tiene las frecuencias de radio, sabe cómo se mueve la corporación. Eso es doblemente peligroso. Creo que se puede avanzar en la depuración, pero si no se avanza en ese proceso en los próximos meses, se depura de 100 o 200 elementos más, eso significará que algo malo está pasando."
Autoridades rezagadas
Capella advierte que las instituciones de seguridad pública y de gobierno han sido rebasadas desde hace tiempo, y a pesar de ello se pretende remontar esta crisis con la fuerza militar.
"Desde el momento en que no estamos en el lugar público donde hay una ejecución, (la delincuencia) ya nos rebasó. En el momento que pones al Ejército en ciertas zonas de Tijuana, pero (sólo) con una capacidad de reacción, en ese momento ya está rebasado. Siempre lo he dicho."
-¿Es correcto poner a militares al frente de las corporaciones policiales?
-No, porque tiene que haber equilibrios; eso sólo genera otro tipo de desequilibrios. Esta guerra no se va a ganar sin la empatía, sin el apoyo de la ciudadanía, y lamentablemente, al margen de la buena opinión que tiene la ciudadanía de los militares, se requiere de un trabajo conjunto. Pero el Ejército trabaja solo, tiene sus paradigmas y son seres humanos también, muchos de ellos ávidos de un reconocimiento, de que se satisfaga su ego.
Capella opina que el Ejército debe aportar su capacidad de combate frontal, pues los policías locales reciben amenazas directas de los sicarios y temen por sus familias.
"El Ejército no se anda con vaciladas, responde de inmediato cuando lo atacan. Yo tenía policías que son tijuanenses, que tienen familia y se preocupan por ellos. El Ejército tiene elementos que no son de aquí, viven encuartelados y no son conocidos por las bandas criminales. Eso les permite un nivel de movilidad y de enfrentamiento más certero. Lo que pasó con mi gente es que en las noches iban y los amedrentaban, y como estaban desarmados les daba miedo. El Ejército es clave para el combate (contra las bandas), pero tiene que haber equilibrios."
De igual forma, sostiene que hace falta más investigación, labores de inteligencia, indagar en el ámbito financiero y a las propias autoridades.
"El crimen organizado agarró mal parados a los gobiernos desde hace muchos años y hace lo que quiere. Hace unos días agarramos un carro de bomberos con armas, pero era un vehículo 'clonado'. Hay ambulancias y carros de la policía también 'clonados'. El crimen organizado se ha ido sofisticando y las autoridades no, van un paso atrás, y así nunca les van a ganar la carrera".
Él percibe que las instituciones están convulsionadas porque fueron infiltradas. "Aquí es cuando uno se pregunta: ¿hasta dónde están esos grupos dentro de las instituciones? Yo creo que tenemos que ir avanzando poco a poco, tener una visión muy clara de ese monstruo".
-¿Pero si el enemigo está en casa, qué van a hacer?
-Ha estado desde hace mucho tiempo, por eso ahora el proceso que tiene que implantarse es una depuración. Lo que sí es claro es que, a diferencia del pasado, el gobierno federal ha realizado acciones espectaculares, se reconoce la descomposición y se han trazado algunas rutas. Antes sólo se decía que hay corrupción, que estaba todo mal, pero no se hacía nada.
-¿Comparte la idea de crear una policía nacional?
-Yo sí veo a una policía nacional, una estructura bien coordinada y contrapesos de dignificación policiaca. En México los policías son ciudadanos de tercera categoría y aun así queremos que se partan el alma por nosotros. Por un lado reciben críticas y por el otro un sueldo muy bajo para la responsabilidad que tienen. Por eso digo que el problema tiene que ver con los recursos humanos. Hay que empezar desde las cabezas, que sean honestas, y trabajar mucho en la depuración, pero eso va a durar años.
Al salir de la SSP de Tijuana, Capella tiene la disyuntiva de ingresar en el gobierno federal o salir del país por temor al crimen organizado y a los policías que destituyó. En todo caso, manifiesta su deseo de que su sucesor, el teniente coronel Leyzaola Pérez, complete la depuración de la Policía Municipal.
"Estoy convencido de que Tijuana va a salir adelante porque tiene sociedad, pero también hay que reconocer que tiene un problema: ha sido cómplice de todo lo que pasa. Se requiere un nivel de compromiso muy fuerte de quienes encabezan las instituciones, aceptar que se puede perder la vida y aliarse con gente que quiera entrarle. No es una misión imposible, aunque hay que reconocer que hay un registro desfavorable, pero se puede remontar."
Amante del beisbol, Capella asegura que "este partido no se acaba hasta que se acaba". Mientras tanto, en el marcador los gobiernos estatal y de Tijuana van perdiendo ante el crimen organizado: se registra una muerte violenta al día, medio millar de empresarios han emigrado a Estados Unidos y otros están en camino, existe una población de 150 mil adictos, los secuestros no disminuyen y la extorsión a comerciantes sigue aumentando.
José GIL OLMOS
Revista Proceso, 1675 (www.proceso.com.mx), 7/12/2008
Cada asesinato, secuestro y matanza demuestran que las autoridades -incluidas las militares- van perdiendo terreno ante el crimen organizado, de acuerdo con el crudo análisis de Alberto Capella, el recién destituido secretario de Seguridad Pública de Tijuana. Sólo por citar un ejemplo de la descomposición que existe en la ciudad fronteriza: la policía del municipio surte de personal a las bandas de sicarios y su nivel de corrupción es tal que algunos agentes venden "plazas de ladrón" y rentan sus patrullas y sus armas.
TIJUANA, B.C.- Pocos se atreven a salir a las calles de Tijuana cuando anochece. Son frecuentes las balaceras entre las bandas de los Arellano Félix y de El Chapo Guzmán, pero además hay cada día más asaltos y secuestros. La cifra extraoficial es de 360 muertos y 250 plagios en lo que va del año. Y desde septiembre, un promedio de seis ejecuciones diarias.
La avenida Revolución, tradicional atractivo de la ciudad por sus cantinas, discotecas y prostíbulos, se ve desolada. Los turistas estadunidenses escasean por el temor a los levantones o asaltos por parte de guardias en contubernio con carteristas. El año pasado el consulado de su país presentó hasta 12 quejas diarias por abusos policiacos.
Tijuana vive hoy una de sus peores crisis, que se traduce en miedo.
La guerra entre los cárteles de El Chapo Guzmán y los Arellano Félix arreció, y ahora se concentra en eliminar a los burreros y narcomenudistas -que según el gobierno estatal llegan a mil 500-, en los que en buena parte se sustenta su imperio. Pero los ataques de los narcos también se dirigen contra los policías comprados por el bando rival.
"El enemigo más fuerte está en casa", sostiene Alberto Capella, empresario que fue secretario de Seguridad Pública de Tijuana hasta el lunes 1, cuando fue destituido por el presidente municipal, el panista Jorge Ramos, quien designó en el puesto al teniente coronel Julián Leyzaola Pérez.
Este cambio contribuye a la militarización de la seguridad. El 11 de noviembre más de 500 soldados y marinos relevaron a igual número de policías municipales de Tijuana y patrullan la ciudad, principalmente las zonas más peligrosas. Pero eso no frena la violencia ni menoscaba el dominio de las bandas criminales, que a últimas fechas han incrementado la venta de "protección" a pequeños y medianos comerciantes.
Durante el año que Alberto Capella fue secretario de Seguridad Pública municipal corroboró lo que ya había denunciando en el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública de Baja California: la infiltración de las corporaciones policiacas por el crimen organizado.
De hecho, sospecha que fueron policías los que el 27 de noviembre de 2007 atacaron su casa con armas de alto poder. Debido a ese atentado, perpetrado días después de su nombramiento en la SSP municipal, la familia de Capella salió del país. Ahora el propio exfuncionario evalúa hacer lo mismo, pues teme por su vida. Hace unas semanas se publicó en la prensa local que los sicarios asesinan a una persona por sólo 300 dólares.
Entrevistado el miércoles 3 en la Ciudad de México, Capella explica que el resurgimiento de la violencia en Tijuana se debe a la guerra de bandas: "La de El Chapo Guzmán supuestamente se trajo a 100 sicarios de Sinaloa para pelearle la plaza a la gente de los Arellano".
Los dos grupos están dirigiendo sus golpes contra los vendedores de droga al menudeo, a fin de afectar económicamente al rival. Y lo hacen con el mayor sadismo para sembrar terror en el enemigo y en la sociedad.
"Se está capitalizando la sicosis porque van a ciertos sectores alejados del centro de la ciudad, a los comercios, y ya les están cobrando derecho de piso como en Nuevo Laredo o en Ciudad Juárez. Les dicen: no te vamos a matar si nos das una lana al mes. Eso es lo que están haciendo, fincando un negocio de terror", precisa Capella.
La depuración, un reto
Cuando Capella llegó a dirigirla, la SSP tijuanense contaba con 3 mil 420 elementos y muchos de ellos tenían arreglos con el crimen organizado. Ante el desprestigio de la institución, él tomó la iniciativa de expulsar a los policías señalados de participar en diversos delitos, incluidos los secuestros.
Encontró también mucha corrupción. Los policías que salían a la calle, aproximadamente mil 200, tenían que pagar a sus jefes cuotas de 20 a 50 dólares diarios, dependiendo de la zona. También rentaban las patrullas y el armamento, además de vender "plazas" a los delincuentes que roban tarjetas de crédito en la zona turística.
"Cada calle tenía un dueño y eso era una lana para la policía -reitera-; había también una corrupción impresionante en los talleres municipales. Aprendí a conocer al monstruo dentro de sus entrañas, por eso sostengo que el enemigo está en casa y el reto más grande es la depuración".
Sin embargo, reconoce que esta depuración también tiene desventajas, pues muchos de los policías despedidos de las corporaciones de seguridad fueron contratados por el crimen organizado. Por ejemplo, dice, de los nueve decapitados que aparecieron la semana anterior en la ciudad, tres eran policías.
"Me voy dejando una corporación de 2 mil 200 elementos. Corrimos a 100, 64 más renunciaron porque no aguantaron la presión de la nueva política, se acabaron las cuotas, el Consulado (de Estados Unidos) ya no presentó quejas. No ganamos la guerra completa, pero íbamos ganando la confianza de la sociedad, por eso me siento tranquilo", sostiene el entrevistado.
Todo ese año, dice, trabajó en un ambiente "lleno de mezquindad, de perversión, de egos y de paradigmas encontrados, de mentiras y deseos de que falles, de que fracases".
Y reconoce que fue acusado de protagonismo por encabezar los operativos, pero argumenta que deseaba recuperar la confianza de la ciudadanía y vigilar directamente a los efectivos de la SSP.
-En todo el país hay una grave desconfianza hacia la policía, pero en Tijuana es aún mayor.
-Es difícil trabajar en esto, hice lo que pude. Yo trataba de evaluar en cada uno de los actos a quién íbamos a mandar, de tener una rendición de cuentas, pero es muy complicado.
"El enemigo vive en casa, está de servicio, conoce a todos, tiene las frecuencias de radio, sabe cómo se mueve la corporación. Eso es doblemente peligroso. Creo que se puede avanzar en la depuración, pero si no se avanza en ese proceso en los próximos meses, se depura de 100 o 200 elementos más, eso significará que algo malo está pasando."
Autoridades rezagadas
Capella advierte que las instituciones de seguridad pública y de gobierno han sido rebasadas desde hace tiempo, y a pesar de ello se pretende remontar esta crisis con la fuerza militar.
"Desde el momento en que no estamos en el lugar público donde hay una ejecución, (la delincuencia) ya nos rebasó. En el momento que pones al Ejército en ciertas zonas de Tijuana, pero (sólo) con una capacidad de reacción, en ese momento ya está rebasado. Siempre lo he dicho."
-¿Es correcto poner a militares al frente de las corporaciones policiales?
-No, porque tiene que haber equilibrios; eso sólo genera otro tipo de desequilibrios. Esta guerra no se va a ganar sin la empatía, sin el apoyo de la ciudadanía, y lamentablemente, al margen de la buena opinión que tiene la ciudadanía de los militares, se requiere de un trabajo conjunto. Pero el Ejército trabaja solo, tiene sus paradigmas y son seres humanos también, muchos de ellos ávidos de un reconocimiento, de que se satisfaga su ego.
Capella opina que el Ejército debe aportar su capacidad de combate frontal, pues los policías locales reciben amenazas directas de los sicarios y temen por sus familias.
"El Ejército no se anda con vaciladas, responde de inmediato cuando lo atacan. Yo tenía policías que son tijuanenses, que tienen familia y se preocupan por ellos. El Ejército tiene elementos que no son de aquí, viven encuartelados y no son conocidos por las bandas criminales. Eso les permite un nivel de movilidad y de enfrentamiento más certero. Lo que pasó con mi gente es que en las noches iban y los amedrentaban, y como estaban desarmados les daba miedo. El Ejército es clave para el combate (contra las bandas), pero tiene que haber equilibrios."
De igual forma, sostiene que hace falta más investigación, labores de inteligencia, indagar en el ámbito financiero y a las propias autoridades.
"El crimen organizado agarró mal parados a los gobiernos desde hace muchos años y hace lo que quiere. Hace unos días agarramos un carro de bomberos con armas, pero era un vehículo 'clonado'. Hay ambulancias y carros de la policía también 'clonados'. El crimen organizado se ha ido sofisticando y las autoridades no, van un paso atrás, y así nunca les van a ganar la carrera".
Él percibe que las instituciones están convulsionadas porque fueron infiltradas. "Aquí es cuando uno se pregunta: ¿hasta dónde están esos grupos dentro de las instituciones? Yo creo que tenemos que ir avanzando poco a poco, tener una visión muy clara de ese monstruo".
-¿Pero si el enemigo está en casa, qué van a hacer?
-Ha estado desde hace mucho tiempo, por eso ahora el proceso que tiene que implantarse es una depuración. Lo que sí es claro es que, a diferencia del pasado, el gobierno federal ha realizado acciones espectaculares, se reconoce la descomposición y se han trazado algunas rutas. Antes sólo se decía que hay corrupción, que estaba todo mal, pero no se hacía nada.
-¿Comparte la idea de crear una policía nacional?
-Yo sí veo a una policía nacional, una estructura bien coordinada y contrapesos de dignificación policiaca. En México los policías son ciudadanos de tercera categoría y aun así queremos que se partan el alma por nosotros. Por un lado reciben críticas y por el otro un sueldo muy bajo para la responsabilidad que tienen. Por eso digo que el problema tiene que ver con los recursos humanos. Hay que empezar desde las cabezas, que sean honestas, y trabajar mucho en la depuración, pero eso va a durar años.
Al salir de la SSP de Tijuana, Capella tiene la disyuntiva de ingresar en el gobierno federal o salir del país por temor al crimen organizado y a los policías que destituyó. En todo caso, manifiesta su deseo de que su sucesor, el teniente coronel Leyzaola Pérez, complete la depuración de la Policía Municipal.
"Estoy convencido de que Tijuana va a salir adelante porque tiene sociedad, pero también hay que reconocer que tiene un problema: ha sido cómplice de todo lo que pasa. Se requiere un nivel de compromiso muy fuerte de quienes encabezan las instituciones, aceptar que se puede perder la vida y aliarse con gente que quiera entrarle. No es una misión imposible, aunque hay que reconocer que hay un registro desfavorable, pero se puede remontar."
Amante del beisbol, Capella asegura que "este partido no se acaba hasta que se acaba". Mientras tanto, en el marcador los gobiernos estatal y de Tijuana van perdiendo ante el crimen organizado: se registra una muerte violenta al día, medio millar de empresarios han emigrado a Estados Unidos y otros están en camino, existe una población de 150 mil adictos, los secuestros no disminuyen y la extorsión a comerciantes sigue aumentando.
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