20 abr 2014

Gerald Martin el biografo de Gabo


Atrapado en un libro/LEONARDO BOIX
Revista Proceso # 1955, 19 de abril de 2014
En 2007 el académico inglés Gerald Martin culminó su biografía Gabriel García Márquez. Una vida, tras 17 años de hurgar en los papeles, la memoria y el entorno del escritor “número uno” de América Latina. Entrevistado por Proceso a raíz del fallecimiento del autor colombiano, Martin relata cómo fue cambiando su opinión sobre la figura pública de Gabo, analiza los motivos de sus posturas políticas y hace un balance de lo que aprendió en los lustros que trabajó tan cerca del Nobel de Literatura.
LONDRES.- Persiguió a Gabriel García Márquez durante casi dos décadas para escribir su biografía, que esperaba fuera la definitiva: una obra que lograra separar de una vez por todas al mito del hombre.
Entrevistó a cientos de personas en una decena de países y acumuló cerca de un mes de entrevistas y de convivencia con el propio Gabo, absorbiendo detalles de toda una vida para contarlos después con lucidez.
El británico Gerald Martin, profesor de las universidades de Portsmouth, Inglaterra, y Pittsburgh, Estados Unidos, por fin terminó su libro Gabriel García Márquez. Una vida en 2007, justó el año en que se le rindieron al escritor colombiano diversos homenajes por sus 80 años de edad, los 40 de su obra cumbre, Cien años de Soledad, y los 25 de haber obtenido el Premio Nobel de Literatura.

El viernes 17, al día siguiente de la muerte de García Márquez, el biógrafo inglés toma la llamada telefónica de Proceso en su casa del tranquilo condado de Wiltshire, en el suroeste de Inglaterra. Con franqueza explica sus motivos para escribir una biografía del Nobel colombiano y el reto que significó, rastrea los factores que llevaron al novelista a mantener su apoyo a Fidel Castro en el caso Padilla y a no criticar al régimen del PRI en México, uno de cuyos presidentes, Carlos Salinas, fue su amigo.

Y comenta que, pese a su enfermedad, García Márquez llegó a leer su biografía y le dijo que algunas partes lo hirieron y otras eran erróneas.

–¿Cómo surgió la idea de escribir la biografía de Gabriel García Márquez?

–La respuesta es un poco decepcionante: no fue mi idea.

Entonces relata que a finales de los ochenta escribió el libro Viajes en el laberinto (Verso, 1989), sobre la literatura latinoamericana del siglo XX. El texto impresionó a su editor, quien lo invitó a emprender una biografía de quien ya entonces era el “número uno”. “Me fui casi enseguida a La Habana a buscar a García Márquez para ver si lo podía convencer” de que facilitara el trabajo. No lo consiguió hasta diciembre de 1990.

“¿Por qué quieres escribir una biografía? Las biografías significan la muerte”, argumentó el autor colombiano cuando Martin le planteó su proyecto.

El académico inglés se sumergió en una actividad febril. Pero el reto era enorme: García Márquez era multifacético y seguía publicando libros. Además, lo describe como “un hombre con una vida complicadísima y detalladísima; con muchos amigos; totalmente inmerso no sólo en la historia de Colombia, sino la del continente americano; un hombre con conocimientos de cine, de periodismo, de historia y más”.

Por si fuera poco, “sobre él se escribían artículos todo el tiempo y en todo el mundo. Incluso, calculé que cada 15 minutos se publicaban ensayos académicos sobre él y su obra”, dice Martin. Ante un personaje de estas características “debía tomarse en serio el trabajo de hacer una biografía, porque de lo contrario hubiera sido un insulto”.

La investigación “se fue alargando”, así como la redacción. “Resultaba un privilegio enorme y tan fascinante; parecía más fácil seguir con la biografía que terminarla”, confiesa. El trabajo duró 17 años. “Mi pobre editor envejeció, se frustró y se enojó”. Al final la publicó otra editorial.

El resultado fue un texto de 2 mil 500 páginas, que se vio obligado a reducir a las 700 que se publicaron. Por problemas de espacio extirpó “miles de detalles fascinantes”: por ejemplo, “unas 200 páginas sobre García Márquez y el vallenato, que vale la pena publicar”.

A Martin se le pregunta cómo consiguió separar el mito de la persona real en García Márquez. ¿Cómo lo hizo después de hablar con tanta gente que le contó versiones distintas de la vida de Gabo?

“Fue muchísimo trabajo –admite–, pero como ocurre en muchas novelas, ese trabajo no se ve. Una biografía es como un iceberg. La punta es casi nada y todo el cuerpo está debajo. En una biografía casi todo el trabajo es invisible. Usted pone la décima parte de lo que sabe. Eso me divirtió mucho, pues había muchas invenciones de y sobre Gabo y muchas historias alrededor de su vida. Pero casi todas eran maravillosas y, de alguna manera, emanaban de la personalidad de García Márquez.”

Al iniciar la biografía compartía la extendida creencia de que el escritor “mentía mucho”, pero se dio cuenta de que no: en sus anécdotas podía haber exageraciones, pero “había una dosis de verdad, una verdad muy sutil, muy literaria”.

De modo que “la cuestión era cotejar todas las versiones y enhebrar la narración con base en todas ellas. Fue muy complicado, pero ese fue uno de los pocos logros de mi libro”.



Ante el priismo



En vista del contexto que le tocó vivir al autor de El amor en los tiempos del cólera desde que se afincó en México, el reportero le plantea a Martin una pregunta directa:

–¿Por qué García Márquez no hizo crítica alguna ni cuestionó al régimen del PRI, y en cambio mantuvo una estrecha relación con el presidente Carlos Salinas de Gortari?

–Los integrantes de la familia García Barcha no eran exactamente priistas –responde el investigador–. Desde un punto de vista el PRI era una cosa monstruosa, pero desde otro era una maravilla en cuanto a organización. Antes de la revolución, México era un país violentísimo. Con el PRI ganó en organización y control. García Márquez y su esposa Mercedes admiraban la organización y la buena administración de México, con todo y sus mordidas, enchufes y toda esa corrupción. Admiraban la manera en que México se manejaba y organizaba en comparación con lo que sucedía en ciertas repúblicas tropicales, como Venezuela o la propia Colombia. Asimismo, a Gabo siempre le impresionaban los países con una dosis importante de control gubernamental.

Martin señala dos razones más: “Una suerte de cortesía: García Márquez vivía en un país que no era el suyo. Si sus hijos, que son mexicanos, querían hablar en contra el gobierno de México, muy bien; pero él era un huésped, no podía hacerlo”.

La segunda era externa: “México fue siempre un aliado secreto de Cuba. No un aliado al cien por ciento, pero un aliado al fin en un continente donde el resto de los países estaba en contra del régimen de Fidel Castro”.

En su biografía, Martin describe la polémica que se desató entre los intelectuales latinoamericanos tras el encarcelamiento del poeta cubano Heberto Padilla, acusado por el gobierno de Castro de realizar “actividades subversivas”. A diferencia de otros escritores e intelectuales de la región, Gabo no condenó el encarcelamiento de Padilla.

“García Márquez hubiera preferido no tomar parte en la cuestión de Padilla, porque para él la única posibilidad era perder. Y de alguna manera todos perdieron. Fue una gran tragedia latinoamericana, probablemente inevitable. Hicieron mal los cubanos, hicieron mal sus enemigos, y algunos escritores también se equivocaron”, reflexiona Martin.

Recuerda que en realidad García Márquez estaba en esos momentos alejado de Cuba. Residía en México y había tenido una amarga experiencia al trabajar en Prensa Latina, la agencia cubana de noticias. Su amigo, el también periodista y escritor Plinio Apuleyo Mendoza, pidió que el nombre de García Márquez fuera incluido en una carta de condena a la detención de Padilla que suscribían decenas de intelectuales de varios países. Pero después García Márquez se deslindó de esa carta. “Creo que vio la oportunidad de acercarse otra vez al régimen de Fidel Castro”, comenta su biógrafo.

Para Martin ahí empezó la división: García Márquez por un lado, Mario Vargas Llosa por otro y Juan Goytisolo por otro. “Fue un hecho decisivo en el que García Márquez se tomó dos o tres días para pensar cuál debía ser su futuro y las opciones que debía tomar. A partir de ese momento supo cuál era su papel en el desarrollo de la política latinoamericana”, puntualiza.

Virtudes latinoamericanas



Cuando se le pide a Gerald Martin que defina a García Márquez y comparta lo que probablemente aprendió al trabajar con él, responde:

“Descubrí que lo que uno piensa casi nunca es la realidad. Antes de emprender la biografía tenía una visión bastante negativa de García Márquez. No en el sentido literario; la importancia de su obra era para mí evidente desde el comienzo, pero yo creía lo que decía la prensa: que era un vanidoso, un hipócrita, un socialista de caviar y mil cosas más.

“Me di cuenta de que, por el contrario, era un genio y que los genios pueden ser gente perfectamente normal en 90% de su personalidad, su carácter y su manera de vivir. Gabo era el hombre más normal que yo he conocido, con quien mantuve las conversaciones más relajadas de mi vida.

“Con él también descubrí que algunas personas están dispuestas a sacrificar su imagen por objetivos superiores. Descubrí que hay personas que son muy positivas y que nos demuestran que la vida vale la pena. Y creo que una lección que aprendí de García Márquez es que la vida es durísima, injusta y muchas veces cruel, pero estamos aquí y vale la pena disfrutar cada segundo de la vida. Lecciones de este tipo me parecen muy latinoamericanas y me parece que García Márquez, de una manera clásica, perfecta, tenía las virtudes latinoamericanas que siempre me han conmovido.”

–¿Cuándo fue la última vez que habló con García Márquez?

–Hablé con él hace tres años, justo un año y medio después de la publicación de mi libro. Él ya estaba enfermo y padecía pérdida de la memoria. En esas circunstancias no era bueno seguir molestándolo a él y a su familia.

Sin embargo, admite que para él la “enfermedad del Gabo fue una gran tragedia”, pues no llegó a la cercanía a la que aspiraba con él: “Era obvio que íbamos a ser grandes amigos una vez que terminara la biografía. Esa gran amistad era imposible antes de concluir el libro, ya que los amigos no deben escribir biografías”.

Además, antes de ser su biógrafo “no podía pedir esa amistad; yo no era nadie”. Después pudo hacerlo, cuando, “metafóricamente, los dos habíamos viajado juntos durante un largo trecho; los dos nos habíamos enfermado de lo mismo, los dos habíamos sufrido un poco y nos habíamos cuestionado mucho; los dos seguramente nos habíamos preguntado qué pensaba uno del otro y qué en realidad iba hacer el otro”.

–Pero usted terminó como su “biógrafo oficial”.

–Eso fue muy chistoso porque nunca me lo dijo a mí, sino a otras personas cuando se refería a mí. Yo sabía que estaba autorizado a escribir su biografía, pero ¿eso qué significa? Debo decirle que nunca trató de corromperme para que hiciera una biografía a modo. Siempre me permitió independencia y me otorgó libertad. Nunca me pidió ver el manuscrito final. Llegó a leer el libro a pesar de su enfermedad. Me dijo que había cosas que lo hirieron y otras que estaban equivocadas. Me dijo que un día me iba a explicar cuáles eran éstas. Lamentablemente, nunca llegó a hacerlo.

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