Tiempo
de Cuaresma, dos misas diferentes/RAÚL
DÍAZ RAÚL DÍAZ
Revista
Proceso # 1955, 19 de abril de 2014;
MÚSICA
La
tradición judeo-cristiana marca que en estos días la música a interpretar sea
de carácter solemne y hasta fúnebre, porque de lo que se trata es de recordar
la pasión y muerte de Jesucristo y, por lo tanto, las manifestaciones han de
ser de dolor y pena.
Sin
embargo, algunos compositores e intérpretes musicales, y también algunos
hombres de iglesia, afirman que las expresiones lúdicas, festivas e incluso de
manifiesta alegría deben ser las principales porque, al final de la jornada, lo
que queda es la Resurrección: la Vida Nueva que estará por los siglos de los
siglos exenta de pesares.
Como
quiera que sea, el hecho es que en nuestra América lo que se acostumbra son
composiciones tipo “Requiem” que, como se sabe, son misas de difuntos; las
“Pasiones”, o los igualmente muy conocidos “Stabat Mater” y similares, es
decir, obras de reconocimiento universal tal como los Requiems de Mozart y
Brahms, las Pasiones de Bach o Stabat Mater dolorosa de Pergolesi, todas de
gran belleza y por eso mismo gustadas y esperadas por estas fechas en las que
invariablemente están presentes.
De
aquí lo gratísimamente sorprendente de encontrarse con un concierto como el que
el pasado domingo (“de Ramos”, según la Iglesia) nos ofreció el Coro de
Madrigalistas de Bellas Artes, que en esta ocasión actuó bajo la dirección
huésped de Juan Felipe Gallegos, en el Centro Cultural Universitario
Tlatelolco. Siguiendo la tradición, el programa se integró por dos misas, ambas
totalmente alejadas de lo comúnmente conocido, aunque siguiendo la estructura
litúrgica e incluyendo partes como “Kyrie”, “Gloria”, “Credo” y/o “Agnus Dei”.
Las
obras escogidas fueron las estupendas y totalmente diferentes: Misa Criolla,
del compositor argentino Ariel Ramírez (1921-2010), y Misa Flamenca,
composición del propio maestro Gallegos y algunos otros de sus compañeros de
andanzas flamencas, quienes lograron con este experimento un resultado
verdaderamente formidable y distinto a lo tradicional y convencional, ya que,
entre otras cosas diversas a la misa común, la Flamenca incluye danza (lo cual
pudiera ser considerado “pecaminoso” y hasta “sacrílego” por la Santa Madre
Iglesia). No obstante, el baile ejecutado por dos bailaores con profundo
sentido del “jondo” y del “quejío” mostró justamente todo el dolor que la
tragedia cristiana reviste.
Como
su nombre indica, la Misa Criolla recoge y reúne la liturgia católica a la que,
confiriéndole una nueva dimensión, le suma elementos ancestrales del folclor
andino, ritmo e instrumentos como charango, guitarra y tambores que
auténticamente saben a lo nuestro latinoamericano. Escrita para tenor, coro
mixto, percusiones, instrumentos andinos y piano o clave, esta misa estrenada
en la Sala Mozart de Stuttgart, Alemania, hacia 1967, marca un hito en la
composición no sólo argentina o sureña, sino de América Latina entera. Misa
festiva, diríamos; el Coro de Madrigalistas la presentó hace 11 años teniendo
al piano al propio compositor y con la participación del mejor conjunto que en
materia folclórica hemos tenido: Los Folkloristas. Este domingo estuvo al piano
Héctor Cruz y, como solista, el tenor David Orlando Pineda.
En
la Misa Flamenca se contó con la participación del grupo especializado en esta
materia, La Debla (debla es uno de los “palos” del flamenco), integrado por dos
bailaores, una cantaora y un cantaor; un guitarrista y un “cajón” como
percusión.
Bastante
bien sonó el Coro de Madrigalistas. Gozoso, alegre, disfrutando grandemente de
lo que estaban haciendo y, lo mejor, trasmitiendo esa alegría por hacer lo que
estaban haciendo al público que, con entrada gratuita, como sucede cada domingo
en ese recinto ahora universitario, colmó el salón donde se presentaron. ¡Muy
bien por los Madrigalistas!
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