Denise
Dresser, intimidada(ARTURO
RODRÍGUEZ GARCÍA, reportero.
Revista
Proceso # 1955, 19 de abril de 2014;
Denise
Dresser, una de las columnistas más reputadas del país, hizo una pregunta que
caló hondo en el priismo: ¿Por qué no se investiga a altos políticos acusados
de corrupción? Recordaba, entre otros, el caso de Manlio Fabio Beltrones,
mencionado en un reportaje de The New York Times como presunto protector del
Cártel de Juárez. El vocero del coordinador de los diputados priistas, Jesús
Anaya, le respondió a través de una carta que la periodista juzga intimidatoria
y llena de mentiras. Ella desnudó las falsedades rápidamente, pero teme por su
integridad.
Una
alerta emitida por la organización Artículo 19 la noche del lunes 14 advirtió
que la periodista Denise Dresser era objeto de intimidación. La causa: la
réplica que la oficina de Manlio Fabio Beltrones, coordinador del PRI en la
Cámara de Diputados, envió contra uno de sus artículos periodísticos, el
titulado “Cloaca abierta”.
En
ese texto, publicado en el diario Reforma el 31 de marzo, Dresser subrayó la
ausencia de investigaciones contra políticos eventualmente acusados de actos
delictivos, la sumisión de los procuradores al Poder Ejecutivo y la
indiferencia del periodismo ante la corrupción. Partió de la figura de
Beltrones y retomó un antiguo reportaje del periódico The New York Times (NYT)
publicado en 1997. En el rotativo estadunidense se expuso la presunta protección
que el entonces gobernador de Sonora brindaba al Cártel de Juárez, encabezado
por Amado Carrillo, El Señor de los Cielos.
Además
Dresser mencionó un reciente escándalo detonado por el diario AM de León,
Guanajuato. Ese medio publicó que diversos legisladores, entre ellos Beltrones,
presuntamente cobraban una “comisión” para liberar partidas presupuestales. En
su momento Beltrones rechazó ambas acusaciones.
Dos
días antes del artículo de Dresser, el bloguero Julio Roa había entrevistado a
Craig Pyes, quien junto con Sam Dillon, excorresponsal en México, escribió el
reportaje de 1997 en el NYT. Por ese trabajo los dos ganaron el premio
Pulitzer. En la charla con Roa, publicada el 29 de marzo en
www.enlapolitika.com, Pyes ratificaba lo publicado hace 17 años.
La
reacción de Beltrones, sin embargo, fue sólo contra Dresser y llegó el martes
1, cuando el coordinador de Comunicación Social del PRI en la Cámara de
Diputados, Jesús Anaya, envió una carta a Reforma en la cual atribuyó a la
articulista “animadversiones personales y amargura” como sustitutos de
inteligencia, argumentos y pruebas.
Anaya
asentó en su misiva que la publicación del NYT había sido una calumnia; que
había enviado personalmente a Dresser copia de una averiguación realizada por
la Procuraduría General de la República (PGR) en la cual Beltrones resultó
exonerado y sugirió que Pyes fue despedido del periódico estadunidense por
calumnia, difamación y falta de escrúpulos.
Además
sostuvo que no se demandó a aquel rotativo porque “el delito se había escrito
(sic) y cometido en el extranjero”.
Por
el tono de la carta, Dresser y Artículo 19 consideraron que se trataba de una
intimidación. La organización internacional especializada en defender la
libertad de prensa advirtió también que, en ese contexto, habían empezado a
circular en internet documentos judiciales acerca del divorcio de la
articulista, por lo que llamó a la Secretaría de Gobernación a activar el
mecanismo de protección a periodistas, lo cual no ocurrió.
Desmentidos
al “desmentido”
Para
Dresser la información difundida por el NYT en 1997 –que además de Beltrones
implicaba al entonces gobernador de Morelos, Jorge Carrillo Olea– jamás fue
investigada de manera satisfactoria.
Además
la periodista asienta que mediante una campaña de desinformación, se propaló en
México la versión de que el Times se había retractado y pedido una disculpa a
Beltrones, lo cual, asegura ella, es falso. En entrevista con Proceso Dresser
ofrece un ejemplo: En el programa radiofónico de Ciro Gómez Leyva, el 31 de
marzo, el conductor mencionó al bloguero Julio Roa que el NYT se había
disculpado con Beltrones.
También
columnista de este semanario, Dresser enfatiza que el propio Craig Pyes refutó
la carta de Jesús Anaya el miércoles 16. Luego de haber entrado en contacto con
ella, el estadunidense desmintió que el NYT lo hubiera despedido; recordó que
años después ganó otro Pulitzer y no fue sino hasta 12 años después de esa nota
cuando se retiró para convertirse en investigador privado. En 30 años de
ejercicio, escribió en un comunicado, jamás se retractó ni enfrentó juicios
civiles.
Pyes
aseguró que la PGR difundió la versión de que él y Dillon habían calumniado a
Beltrones y a Carrillo Olea, pero jamás mostró la supuesta indagatoria que
exoneraba a los políticos.
Agregó
que la Procuraduría investigó a los periodistas aun cuando dicha dependencia no
tenía facultades ni motivos legítimos para hacerlo. Por esos años Pyes y Dillon
enfrentaron un juicio penal por calumnias, que a la postre se cerró sin ninguna
sanción. En su escrito Pyes recordó que los aludidos en el reportaje jamás
demandaron por la vía civil al Times, como podían haberlo hecho en un tribunal
estadunidense.
Según
Dresser, hay tres mentiras en la carta de Anaya a Reforma: primero, que le haya
enviado a ella la investigación; luego, que Pyes hubiera sido despedido y,
finalmente, que los datos usados sean de dudosa procedencia, pues el NYT –por
conducto de su vicepresidenta de Comunicación Corporativa, Eileen Murphy–
expresó al respecto: “Nos paramos detrás de la nota y siempre lo hemos hecho”.
Proceso
solicitó una entrevista con Beltrones para abordar el asunto. Fue Jesús Anaya
quien advirtió que el legislador no daría respuesta alguna y que sería él quien
fijaría una postura, pero no en entrevista sino en una carta. La misiva se
recibió el jueves 17 y en realidad es respuesta a una nota publicada en el
portal de Proceso la noche del lunes 14, que dio cuenta de la alerta de
Artículo 19.
Anaya
rechazó “rotundamente” haber intimidado a Dresser. “Creo, como algunos
legisladores, que en la democracia la crítica es fundamental y ni los críticos
pueden librarse de ella. Nadie puede sentirse ofendido cuando se ejerce el
derecho de réplica, y nadie está obligado a dar crédito a falsedades.
“Lo
único que hice fue refutar lo publicado por la periodista, pero lo hice con
argumentos y documentos duros, lo cual reitero en calidad de coordinador de
Comunicación Social del Grupo Parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados.
“Mi
trabajo de muchos años me ha enseñado a respetar a todos los medios de
comunicación, nacionales y extranjeros, como también he aprendido que no todo
lo que en ellos se escribe, debe verse como un acto de fe.”
Anaya
no respondió a la comunicación de Craig Pyes publicada en Reforma el miércoles
16.
Reedición
de la censura
Dresser,
quien en diferentes ocasiones se ha ocupado de la actuación de Beltrones,
apunta que este caso trasciende la información sobre ese priista. Se trata “de
por qué nunca hay investigaciones de políticos de alto nivel en el país” y
ratifica su rechazo al diseño institucional que mantiene a procuradores y
fiscales sin autonomía, dependientes de los titulares del Poder Ejecutivo en el
orden federal y estatal.
Enumera
“otras cloacas abiertas, como los casos de Arturo Montiel y Humberto Moreira,
por enriquecimiento inexplicable, y en el caso de Mario Marín, respecto del
caso de Lydia Cacho. Este caso no es Denise Dresser contra Beltrones. Es de
ciudadanos con derecho a saber y autoridades que no investigan. Personas que
escriben con base en información, ganan el Pulitzer y jamás fueron desmentidas,
y políticos que descalifican e intimidan al mensajero y al mensaje.
“El
Estado mexicano regresa a prácticas intimidatorias, de censura, que pensábamos
superadas. Así nació Proceso en los setenta, ante un acto de censura e
intimidación. El PRI que se supone renovado tiene una reedición del modus
operandi de los setenta.”
Esta
es la segunda vez que pretenden intimidar a Dresser por uno de sus artículos.
En 2006 y luego de que la periodista criticara el plantón de Reforma instalado
por Andrés Manuel López Obrador, mediante un correo electrónico la amenazaron
con “exilio o accidente automovilístico”. El mensaje estaba atribuido al
excandidato presidencial, pero tras la denuncia correspondiente resultó que el
mensaje fue enviado desde un café internet por una persona nunca identificada.
La
politóloga recuerda que en los noventa el gobierno estadunidense entregó una
lista de 19 o 20 políticos mexicanos que a su juicio no deberían estar en el
poder, entre ellos Beltrones. Sin embargo, en el momento del informe ese
político estaba fuera del servicio público y de los reflectores.
Luego,
rememora, el sonorense regresó a la escena política en el año 2000 y “fue
subiendo en los escalafones del poder hasta donde está hoy, en la Cámara de
Diputados, con más visibilidad, y no quiere que nadie vaya a escudriñar en esa
cloaca (la destapada por la investigación del NYT en 1997).
“Si
hubiera información contundente que desmintiera el reportaje del NYT no
existiría esta mención recurrente con Dillon, Pyes y ahora conmigo. Si el
diputado Beltrones no quiere responder al trabajo del NYT de 1997, que responda
entonces a las preguntas que he planteado sobre su trabajo legislativo.”
Para
Dresser el viejo estilo del PRI es intimidar, desprestigiar, matar al
mensajero, literal y metafóricamente, antes que aclarar o transparentar. “El
PRI responde a mi columna con una carta con mentiras evidentes. Y creen que con
eso basta, sin observar que hay blogueros independientes, nuevas tecnologías,
nuevas formas de comunicación en las cuales el escrutinio es mayor… Cualquiera
puede contactar al NYT y verificar”.
La
presión
Dresser
relata una anécdota: El 29 de enero de 2009, en el foro “México ante la
crisis”, ella pronunció un discurso ante diputados, senadores, otros servidores
públicos y empresarios. Las palabras de la académica le valieron una ovación de
pie, aun cuando criticaba el desempeño de todos los presentes. Sólo Manlio
Fabio Beltrones se mantuvo sentado, inmóvil.
“Creo
que en todo caso, la animadversión no es mía sino de él hacia mí. Al señor
Beltrones no lo conozco, y hablar sobre su desempeño en la vida política no
tienen en mí una motivación personal”, alega.
La
reacción de Beltrones al artículo “Cloaca abierta” motivó a Dresser a realizar
un ejercicio en Twitter (donde tiene 750 mil seguidores). Preguntó a quienes la
siguen cómo percibían la carta. La medición arrojó que 87% de los participantes
la veía intimidatoria y como un instrumento que pretendía presionarla para que
no escribiera sobre el tema. A otra pregunta sobre credibilidad institucional,
97% dijo confiar más en la oficina antidrogas de Estados Unidos (DEA) que en la
PGR.
Dresser
cuenta que por esos días un investigador del ITAM la alertó sobre un “tuitero”
que colocaba vínculos hacia una encuesta sobre ella y hacia reseñas críticas de
sus textos. Hasta ahí, expresa, no tenía mayor problema, pero de pronto esa
cuenta colocó un enlace a un sitio donde están documentos de su juicio de
divorcio, esto es una invasión ilegal a su privacidad con un asunto familiar.
Dresser
califica a quienes perpetraron esa indignidad con una palabra: miserables.
“Esos documentos sólo pudieron obtenerse con la complicidad del juzgado. La
situación me trasciende: es un microcosmos de los problemas pendientes que
enfrentamos como periodistas, ciudadanos y políticos. Si alguien puede
conseguir mis expedientes privados en un juzgado, eso habla de la justicia del
país”.
La
cuenta desde donde se cometió la agresión estaba inactiva desde hacía meses y
sólo se reactivó para utilizarla en su contra. Los seguidores de ese “tuitero”
eran en realidad bots, cuentas falsas que retuiteaban todos los mensajes contra
la politóloga.
Ante
la filtración de los papeles sobre su juicio, Dresser pidió a la subsecretaria
de Gobernación, Lía Limón, mediante Twitter, que echara a andar el mecanismo de
protección a periodistas, pero no obtuvo respuesta. Tampoco ocurrió cuando
Artículo 19 lo solicitó de manera pública y formal. “Aprovecho para expresar
que repruebo el Mecanismo de Protección a Periodistas, pues consiste en que te
den un número, una escolta y se debe informar al gobierno de todas las
actividades”, indica la doctora en ciencias políticas por la Universidad de Princeton.
En
el pasado, recuerda, la censura y autoritarismo se manifestó en casos como el
del “golpe al Excélsior” que dirigía Julio Scherer García, o en el asesinato de
Manuel Buendía. Luego siguieron cientos de periodistas ejecutados,
secuestrados, torturados, y la difusión de datos pertenecientes a la vida
privada.
Para
Dresser el tema evidencia por qué México es uno de los países más peligrosos
para ser periodista. Se refiere a los cientos de reporteros y editores inermes
ante el crimen y el poder.
“No
sólo se trata de la autonomía de la PGR y los fiscales, ni de las
investigaciones a la clase política por las redes de corrupción y complicidad.
Esta denuncia, insisto, me trasciende y trata también de cómo vamos a proteger
a periodistas, columnistas, a quienes tratan de colocar el reflector sobre
tantas cloacas abiertas que sigue habiendo en el país.”
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