Revista
Proceso
# 2038, 21 de noviembre de 2015-
Gestiones
del clero para que el Papa visite Iguala/RODRIGO VERA
Familiares de desaparecidos del estado
de Guerrero, así como algunos miembros de la jerarquía católica en esa entidad
empiezan a realizar gestiones a fin de que el Papa Francisco visite la ciudad
de Iguala y ahí tenga un encuentro con estas víctimas de la violencia –entre
ellas los padres de los normalistas de Ayotzinapa– durante la visita del
pontífice a México programada para principios del año próximo.
Por sus altos índices de violencia,
consideran que Guerrero es el estado más representativo para que Bergoglio
lance desde ahí un mensaje de paz y reconciliación, tomando también en cuenta
que la “construcción de la paz” es una de las prioridades de la Conferencia del
Episcopado Mexicano (CEM).
El religioso franciscano Salvador
Rangel, obispo de Chilpancingo-Chilapa, diócesis a la que pertenece Ayotzinapa,
comenta esperanzado:
“Tengo
un deseo muy personal de que el Papa vaya a Iguala para darnos ahí un mensaje
de paz y reconciliación. Sería muy bueno para las víctimas de la violencia de
todo el país. La tierra de Guerrero –bronca y violenta– en estos momentos está
sufriendo mucho. Podría ser una visita muy breve, una especie de escala en sus
trayectos.
“Me
han dicho que el itinerario del Papa ya está marcado, pero de cualquier manera
yo voy a consultar y ver qué posibilidades hay de una visita a Guerrero. Hay que
realizar gestiones. Como obispo, daría de brincos porque el santo padre nos
visitara.”
–¿Usted ya se reunió con el Papa para
hablar sobre el tema?
–Sí, estuve con él el pasado 7 de
octubre. Fue un encuentro muy breve. Le recordé que él me acaba de enviar como
obispo a la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, donde apenas tengo tres meses. Y
él se sonrío. Lo que me dijo es estrictamente privado. Sólo puedo decir que
está bien consciente de lo que sucede en Guerrero.
–Resulta extraño que el Papa haya
cambiado al titular de la diócesis en una etapa tan conflictiva, ¿por qué lo
enviaría a usted a Guerrero?
–Estos cambios siempre son bien
pensados. Y posiblemente el Papa me escogió por mi trayectoria. Yo estuve
trabajando durante siete años en Israel, donde realicé mi labor pastoral entre
muertes, bombardeos, explosiones de minas personales, ataques aéreos y todas
las demás atrocidades que una guerra implica.
–¿Y qué me dice de Guerrero?
–Por lo pronto ya me he reunido con
algunos familiares de desaparecidos. Veo en ellos mucho dolor, mucha tristeza y
mucha pobreza. Pero también he percibido el miedo que se apoderó de la gente.
Miedo hasta de salir a la calle. Creo que el Papa, quien siempre ha estado a
favor de las causas imposibles, estaría dispuesto a tener un encuentro con esas
víctimas.
El obispo franciscano es entrevistado
en un jardín de la sede del episcopado mexicano, durante un receso de la
asamblea plenaria de obispos que ahí se efectuó del lunes 9 al viernes 13. Lo
acompaña el arzobispo de Acapulco, Carlos Garfias, quien igual abriga la
esperanza de una visita papal a Guerrero.
Comenta: “Sería muy significativa y de
mucha trascendencia una visita del Papa a Guerrero, sobre todo porque las
cuatro diócesis del estado –que conformamos la Provincia Eclesiástica de
Acapulco– realizamos una intensa labor para alcanzar la paz, justo cuando toda
la Iglesia en México le está dando prioridad a la construcción de la paz, un
tema central para el episcopado y que tal vez nosotros los obispos lo retomemos
en nuestra preparación para recibir al Papa”.
Petición a la diócesis
El llamado Grupo de Los Otros
Desaparecidos, de Iguala, ya solicitó formalmente una audiencia con el
pontífice a través de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa y de la nunciatura
apostólica en México, que son los conductos oficiales.
Mayra Vergara, integrante de este grupo
y encargada de las gestiones, relata: “Nosotros ya entregamos nuestra petición
formal y tuvimos contacto con el obispo de Chilpancingo-Chilapa, monseñor
Rangel, quien se mostró dispuesto a ayudarnos”.
–¿Cuál es el propósito de tener un
encuentro con el Papa?
–Nos daría mucho consuelo y aliento esa
reunión, pues muchos de los familiares de los desaparecidos somos católicos.
Además, una audiencia con el Papa nos ayudaría a visibilizar nuestro problema y
a que las autoridades mexicanas agilicen el trabajo de búsqueda de nuestros
desaparecidos.
“No pretendemos que el Papa nos reciba
sólo a nosotros, sino también a los familiares de los 43 normalistas de
Ayotzinapa y de los desaparecidos de todo el país. Quizá pueda formarse una
comisión por cada grupo, pues de otra manera seríamos miles y eso sería
imposible.”
Con un hermano desaparecido hace tres
años, Mayra Vergara señala que su agrupación intenta encontrar a más de 400
desaparecidos de los municipios guerrerenses de Iguala, Huitzuco, Teloloapan y
Taxco.
Agrega: “En el municipio de Iguala
hemos encontrado tres fosas clandestinas con 104 cadáveres, de los cuales solo
se han identificado a 10. Las autoridades tardan muchísimo tiempo en
identificar los cuerpos”.
–¿Reciben algún apoyo de la diócesis de
Chilpancingo-Chilapa?
–Sí. Nos abrió las puertas del templo
de San Gerardo, en Iguala. Ahí realizamos nuestras reuniones y recibimos
acompañamiento espiritual por parte de su párroco, Óscar Prudenciano, quien
incluso instaló un comedor parroquial para darnos mayor apoyo.
Por su lado, los padres de los
normalistas de Ayotzinapa señalan que harán gestiones directas en el Vaticano
para conseguir una audiencia con el Papa.
“Hay una compañera que está por salir a
Europa y allá gestionará todo. Al Papa le plantearemos nuestros problemas y le
pediremos que nos ayude”, adelanta Melitón Ortega, vocero del grupo.
Mientras que Emiliano Navarrete, quien
organizó a los familiares de Ayotzinapa que recientemente intentaron reunirse
con el Papa en Estados Unidos, comenta: “Ojalá y ahora sí podamos tener en
México un encuentro con el Papa. En Estados Unidos no lo logramos porque no
hicimos ningún trámite solicitando audiencia. Todo lo hicimos a la carrera y
con el tiempo encima, apoyados por compañeros que viven allá”.
En efecto, en septiembre pasado,
durante el viaje de Bergoglio a Estados Unidos, los familiares de Ayotzinapa
sólo pudieron manifestarse en las calles de Nueva York durante los recorridos
papales.
Por lo que respecta a Bergoglio, ha
externado su preocupación por el caso Ayotzinapa en dos actos públicos
realizados en el Vaticano a finales del año pasado.
El mensaje papal
El 19 de octubre, durante una audiencia
general celebrada en la Plaza de San Pedro, a la que asistieron unos 30 mil
fieles, el Papa les dijo: “Quisiera hoy elevar una oración y traer cerca de
nuestro corazón al pueblo mexicano que sufre por la desaparición de sus
estudiantes y por tantos problemas parecidos. Que nuestro corazón de hermanos
esté cerca de ellos”.
Después, el 12 de noviembre, en otra
audiencia general a la que asistieron sobre todo peregrinos de lengua española,
Bergoglio volvió a manifestar su dolor “por lo que legalmente es una
desaparición, pero saben que es el asesinato de los estudiantes”. Estas muertes
atroces –recalcó– “hacen visible la realidad criminal que existe detrás del
tráfico y comercio de las drogas”.
Y al mes siguiente, el 22 de diciembre,
el representante papal en México, el nuncio Christophe Pierre, fue hasta la
Normal de Ayotzinapa para dar ahí una misa con motivo de la Navidad. Con él
concelebraron el arzobispo Garfias y el entonces obispo de
Chilpancingo-Chilapa, Alejo Zavala.
En esa misa –donde había 43 sillas
vacías, con las fotos de cada uno de los estudiantes– el nuncio les comunicó a
los familiares que Francisco está muy al tanto de lo que sucede en Ayotzinapa y
Guerrero.
Al terminar la celebración se reunió
con los padres de familia, quienes le entregaron varias cartas para que se las
hiciera llegar al Papa. La petición más constante fue que éste interviniera
para que el gobierno mexicano agilice las investigaciones.
Estos antecedentes animan a monseñor
Salvador Rangel en su empeño para que el Papa vaya a Iguala. Aunque sostiene
que, de concretarse la visita, lo ideal sería un encuentro con familiares de
desaparecidos de todo el país.
“La idea es que se ponga énfasis en el
grave problema de todos los desaparecidos, no sólo los de Ayotzinapa. Así
podrían asistir también familiares de las cuatro diócesis de Guerrero:
Chilpancingo-Chilapa, Acapulco, Tlapa y Ciudad Altamirano”, comenta el fraile
franciscano.
A nivel nacional se calculan alrededor
de 26 mil personas desaparecidas, por lo que ya hay intentos de la sociedad
civil de aglutinar a sus familiares a través del Movimiento Nacional por
Nuestros Desaparecidos en México, conformado por 35 colectivos.
Pero Guerrero, por el trágico caso
Ayotzinapa, sigue siendo el estado más representativo de esa problemática.
Incluso el episcopado mexicano escogió a la entidad para implementar un amplio
proyecto piloto de atención a víctimas de la violencia.
Concretamente en la arquidiócesis de
Acapulco –encabezada por Garfias– empezaron a abrirse los llamados Centros de
Escucha, donde se les da atención espiritual, psicológica y jurídica a las
víctimas, a través de equipos de sacerdotes, psicólogos, abogados y laicos que
hacen esa labor social (Proceso 1951).
Garfias explica: “Estos Centros de
Escucha son una primera instancia de acompañamiento y atención a víctimas.
Ahora ya estamos dando el segundo paso; la apertura de las Escuelas del Perdón,
donde empezamos a trabajar precisamente el tema del perdón, paso previo para la
reconciliación”.
Refiere que están siguiendo la
experiencia implementada por el episcopado de Colombia, donde en estos momentos
la Iglesia ya está reuniendo a las víctimas con sus victimarios para que
lleguen a la reconciliación. “Allá en Colombia hasta se dio el caso de una
víctima que contrajo matrimonio con su victimario”, dice Garfias, esperanzado
en que este trabajo pastoral en Guerrero sea un motivo más para que el Papa se
anime a visitar la entidad.
Sin embargo, Garfias y Rangel también
sopesan los “riesgos” de una visita del Papa a una región tan convulsionada. “La
visita podría ser utilizada políticamente por grupos que nada tienen que ver
con los familiares de los desaparecidos. Los ánimos están muy exaltados. Podría
provocar violentas manifestaciones de protesta que a nosotros como obispos nos
llenarían de vergüenza”, comentan.
A principios de noviembre vino a México
el encargado de organizar los viajes del Papa, Alberto Gasbarri, quien recogió
propuestas sobre los distintos lugares que el Papa podría visitar probablemente
para febrero próximo. Se mencionaron sobre todo el Distrito Federal, Chiapas,
Chihuahua y Michoacán. El estado de Guerrero no figuró en la lista.
Sin embargo, el jueves 12, en el marco
de su asamblea plenaria, el episcopado mexicano pidió no barajar nombres de
lugares para no crear “falsas expectativas”. Ningún sitio está asegurado
–advirtió tajante– y será el propio Papa quien finalmente decida.
Así, la moneda está en el aire. l
No hay comentarios.:
Publicar un comentario