«Amoris
laetitia», una nueva «constitución» para las familias
Vatican Insider, 08/04/2016
ANDREA
TORNIELLI
Nueve
capítulos en un documento de 264 páginas, largo y complejo: «Amoris laetitia»,
la alegría del amor, es la exhortación con la que Papa Francisco cierra el
recorrido de dos Sínodos dedicados a la familia. El primer capítulo ofrece un
marco de citas bíblicas, el segundo traza una visión sobre la situación, el
tercero habla sobre la vocación de la familia. Dos capítulos, el cuarto y el
quinto, están dedicados específicamente al tema del amor conyugal. El sexto
habla de las perspectivas pastorales, el séptimo sobre la educación de los
hijos. En cambio, el octavo, que será seguramente el más discutido, contiene
las indicaciones para la integración de los divorciados que se han vuelto a
casar.
El
amor, símbolo de las realidades íntimas de Dios
En
el primer capítulo, el Papa recuerda que «la Biblia está poblada de familias,
de generaciones, de historias de amor y de crisis familiares». La «pareja que
ama y genera la vida es la verdadera «escultura» viviente —no aquella de piedra
u oro que el Decálogo prohíbe—, capaz de manifestar al Dios creador y salvador.
Por eso el amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades íntimas de
Dios».
Individualismo
y disminución demográfica
En
el segundo capitulo se afronta el tema de los «desafíos» de las familias.
Existe el peligro «que representa un individualismo exasperado» que hace que
prevalezca, «en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus
propios deseos asumidos con carácter absoluto». Francisco da la alarma sobre la
disminución demográfica, debido «a una mentalidad antinatalista y promovido por
las políticas mundiales de salud reproductiva», y recuerda que «la Iglesia
rechaza con todas sus fuerzas las intervenciones coercitivas del Estado en
favor de la anticoncepción, la esterilización e incluso del aborto». Todas
ellas medidas «inaceptables incluso en lugares con alta tasa de natalidad»,
pero animadas por los políticos incluso en los países en donde nacen pocos
niños.
La
casa
Francisco
escribe que «la falta de una vivienda digna o adecuada suele llevar a postergar
la formalización de una relación». Una «familia y un hogar son dos cosas que se
reclaman mutuamente». Por este motivo, «tenemos que insistir en los derechos de
la familia, y no sólo en los derechos individuales. La familia es un bien del
cual la sociedad no puede prescindir, pero necesita ser protegida».
Explotación
infantil
La
explotación sexual de los niños y niñas constituye «una de las realidades más
escandalosas y perversas de la sociedad actual». Hay niños «de la calle» en las
sociedades que sufren violencia, la guerra o la presencia del crimen
organizado. «El abuso sexual de los niños se torna todavía más escandaloso
—denuncia Francisco— cuando ocurre en los lugares donde deben ser protegidos,
particular- mente en las familias y en las escuelas y en las comunidades e
instituciones cristianas».
Miseria,
eutanasia y otras plagas
Entre
las «graves amenazas» para las familias en todo el mundo, el Papa cita la
eutanasia y el suicidio asistido. Y después reflexiona sobre la situación de
las «familias sumidas en la miseria, castigadas de tantas mane- ras, donde los
límites de la vida se viven de forma lacerante». También se refiere a la
«plaga» de la drogodependencia, «que hace sufrir a muchas familias, y no pocas
veces termina destruyéndolas. Algo semejante ocurre con el alcoholismo, el
juego y otras adicciones».
No
debilitar la familia
Debilitar
la familia no «favorece a la sociedad», sino que «perjudica la maduración de
las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de
las ciudades y de los pueblos». Francisco indica que «ya no se advierte con
claridad que sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer
cumple una función social plena». Mientras que «las uniones de hecho o entre
personas del mismo sexo, por ejemplo, no pueden equipararse sin más al
matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos
asegura el futuro de la sociedad».
Alquiler
de úteros, infibulación, violencia
En
el párrafo 54, el Papa habla sobre los derechos de las mujeres, e indica que es
inaceptable «la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres,
el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no constituyen una
muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación». La «violencia
verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos matrimonios
contradice la naturaleza misma de la unión conyugal». Francisco también se
refiere a la infibulación, la «grave mutilación genital de la mujer en algunas
culturas, pero también en la desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos
y a los lugares donde se toman las decisiones». Y recuerda la práctica del
«alquiler de vientres o la instrumentalización y mercantilización del cuerpo
femenino en la actual cultura mediática».
El
pensamiento único de la ideología «gender»
Unas
cuantas líneas del documento están dedicadas al «gender», ideología que «niega
la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer», presenta «una
sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la
familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas
que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente
desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer». Francisco dice
que es «inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden
responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como
un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños».
No
a la «fábrica» de niños
También
se expresa preocupación por la «posibilidad de manipular el acto generativo»,
independientemente de «la relación sexual entre hombre y mujer. De este modo,
la vida humana, así como la paternidad y la maternidad, se han convertido en
realidades componibles y descomponibles, sujetas principalmente a los deseos de
los individuos o de las parejas». «No caigamos —advierte el Papa— en el pecado
de pretender sustituir al Creador».
Educar
a los hijos, «derecho primario» de los padres
En
el tercer capítulo de la exhortación, Francisco recuerda el magisterio de sus
predecesores y explica que el sacramento del matrimonio «no es una convención
social», sino un «don para la santificación y la salvación de los esposos», una
verdadera «vocación». Por lo tanto, «la decisión de casarse y de crear una
familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional». El amor conyugal está
abierto a la fecundidad. Y «la educación integral de los hijos» es «obligación
gravísima, a la vez que derecho primario de los padres», y que «nadie debería
pretender quitarles».
Instrucciones
sobre el amor
En
el cuarto capitulo, uno de los más innovadores, el Papa propone una paráfrasis
del Himno a la caridad de San Pablo, sacando de él indicaciones concretas para
los esposos. Los invita a la «paciencia» recíproca, sin pretender que «las
relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas», y sin colocarse
siempre a uno mismo «en el centro». Los invita a ser benévolos y a «donarse
sobreabuntemente sin medir, sin reclamar pagos, por el solo gusto de dar y de
servir». Los invita a no ser envidiosos, a no enorgullecerse o «agrandarse»,
porque «quien ama, evita hablar demasiado de sí mismo», a no volverse
«arrogantes e insoportables», a ser humildes y a «volverse amables», a no destacar
«defectos y errores ajenos». Los invita a nunca acabar el día «sin hacer la paz
en familia», a personar sin rencores, a hablar bien recíprocamente, tratando de
«mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores», a
tener confianza en el otro sin controlarlo, dejando «espacios de autonomía». E
invita también a «contemplar» al cónyuge, recordando que «las alegrías más
intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás».
Mensaje
a los jóvenes
El
Papa dice a los jóvenes que debido a la «seriedad» del «compromiso público de
amor», el matrimonio «no puede ser una decisión apresurada», pero tampoco hay
que dejarla pasar «indefinidamente». Comprometerse con otra persona exclusiva y
definitivamente «siempre tiene una cuota de riesgo y de osada apuesta». Hay que
«darse tiempo» y saber escuchar al cónyuge, dejar que hable antes de «comenzar
a dar opiniones o consejos». «Muchas discusiones en la pareja no son por
cuestiones muy graves». A veces se trata de cosas pequeñas, «poco
trascendentes, pero lo que altera los ánimos es el modo de decirlas o la
actitud que se asume en el diálogo».
Sexualidad,
«regalo maravilloso»
Deseos,
sentimientos, emociones, «ocupan un lugar importante en el matrimonio».
Francisco, citando a Benedicto XVI, explica que la enseñanza oficial de la
Iglesia «no ha rechazado el eros como tal, sino que declaró guerra a su
desviación», que lo «deshumaniza». Dios mismo «creó la sexualidad, que es un
regalo maravilloso para sus criaturas». Juan Pablo II rechazó la idea de que la
enseñanza de la Iglesia implique «una negación del valor del sexo humano», o
que simplemente lo tolere «por la necesidad misma de la procreación». La
necesidad sexual de los esposos no es «objeto de desprecio». Pero, «no podemos
ignorar que muchas veces la sexualidad se despersonaliza y también se llena de
patologías», convirtiéndose «cada vez más ocasión e instrumento de afirmación
del propio yo y de satisfacción egoísta de los propios deseos e instintos». Por
ello, el Papa insiste en que «un acto conyugal impuesto al cónyuge sin
considerar su situación actual y sus legítimos deseos, no es un verdadero acto
de amor». Debe ser rechazada, por lo tanto, «toda forma de sometimiento
sexual».
Acoger
la vida
El
quinto capitulo recuerda que la familia es el ámbito «no sólo de la generación
sino de la acogida de la vida». El Papa escribe que «si un niño llega al mundo
en circunstancias no desea- das, los padres, u otros miembros de la familia,
deben hacer todo lo posible por aceptarlo como don de Dios». Las familias
numerosas «una alegría para la Iglesia», aunque esto no quiere decir olvidar
una «sana advertencia» de Juan Pablo II: «la paternidad responsable no es
procreación ilimitada». Francisco recuerda que es importante que «el niño se
sienta esperado». «Se ama a un hijo porque es hijo, no porque es hermoso o
porque es de una o de otra manera; no, ¡porque es hijo! No porque piensa como
yo o encarna mis deseos». El Papa se dirige a todas las mujeres embarazadas:
«Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones,
los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento
de Dios para traer una nueva vida al mundo».
La
presencia de una madre…
En
el documento se dice que es «plenamente legítimo» y «deseable» que las mujeres
estudien, trabajen, desarrollen las propias capacidades y los propios
objetivos. Pero, al mismo tiempo, «no podemos ignorar la necesidad que tienen
los niños de la presencia materna, especialmente en los primeros meses de
vida». La disminución de la presencia materna, «con sus cualidades femeninas es
un riesgo grave para nuestra tierra». «Valoro el feminismo —comenta Bergoglio—
cuando no pretende la uniformidad ni la negación de la maternidad».
…
y los padres ausentes
El
problema de nuestros días parece ser la «ausencia» de los padres. A veces el
padre está «tan concentrado en sí mismo y en su trabajo, y a veces en sus
propias realizaciones individuales, que olvida incluso a la familia. Y deja
solos a los pequeños y a los jóvenes». La presencia paterna «se ve afectada
también por el tiempo cada vez mayor que se dedica a los medios de comunicación
y a la tecnología de la distracción». Pero pedir que el padre esté presente «no
es lo mismo que decir controlador. Porque los padres demasiado controladores
anulan a los hijos».
Sí
a las adopciones
La
adopción «es un camino para realizar la maternidad y la paternidad de una
manera muy generosa». El Papa escribe: «es importante insistir en que la
legislación pueda facilitar los trámites de adopción». La familia «no debe
pensar en sí misma como un recinto llamado a protegerse de la sociedad», ni
concebirse como asilada de todo lo demás. «Dios ha confiado a la familia el
proyecto de hacer ‘doméstico’ el mundo, para que todos lleguen a sentir a cada
ser humano como un hermano». Y esto implica también el compromiso hacia los
pobres y quienes sufren. El pequeño núcleo familiar «no debería aislarse de la
familia ampliada, donde están los padres, los tíos, los primos, e incluso los
vecinos. En esa familia grande puede haber algunos necesitados de ayuda, o al
menos de compañía y de gestos de afecto, o puede haber grandes sufrimientos que
necesitan un consuelo».
Hacer
que los ancianos se sientan en casa
«Debemos
despertar el sentido colectivo de gratitud, de aprecio, de hospitalidad, que
hagan sentir al anciano parte viva de su comunidad». Francisco observó que «la
atención a los ancianos «habla de la calidad de una civilización». El documento
contiene también una invitación a no considerar como «competidores» o
«invasores» a los suegros, a las suegras ni a los demás parientes del cónyuge.
Familias
«sujetos activos» de la pastoral
El
sexto capítulo de la exhortación está dedicado a las perspectivas pastorales.
Francisco pide «un esfuerzo evangelizador y catequístico dirigido a la
familia», además de una «conversión misionera» de toda la Iglesia, para que no
se quede «en un anuncio meramente teórico y desvinculado de los problemas
reales de las personas». La pastoral familiar «debe hacer experimentar que el
Evangelio de la familia responde a las expectativas más profundas de la persona
humana». Se insiste también en la necesidad de una mayor formación
interdisciplinaria y no solo doctrinal de los seminaristas, para ocuparse de
los complejos problemas de las familias de hoy.
La
preparación para el matrimonio
El
Papa insiste mucho en la exigencia de preparar mejor a los novios para el
matrimonio, con una mayor participación de toda la comunidad. Cada Iglesia
local debe elegir cómo hacerlo. «Se trata de una suerte de «iniciación» al
sacramento del matrimonio que les aporte los elementos necesarios para poder
recibirlo con las mejores disposiciones y comenzar con cierta solidez la vida
familiar». Pero no hay que olvidar «los valiosos recursos de la pastoral
popular», como, por ejemplo, el día de San Valentín, que «que en algunos países
es mejor aprovechado por los comerciantes que por la creatividad de los
pastores». El recorrido de preparación también debe dar la posibilidad de
«reconocer incompatibilidades o riesgos. De este modo se puede llegar a
advertir que no es razonable apostar por esa relación, para no exponerse a un
fracaso previsible que tendrá consecuencias muy dolorosas».
«Demasiado
concentrados en los preparativos»
«La
preparación La preparación próxima al matrimonio tiende a concentrarse en las
invitaciones, los vestidos, la fiesta y los innumerables detalles que consumen
tanto el presupuesto como las energías y la alegría. Los novios llegan
agobiados y agotados al matrimonio». «Queridos novios: «Tengan la valentía de
ser diferentes, no se dejen devorar por la sociedad del consumo y de la
apariencia». Además, el matrimonio debe ser asumido como «un camino de
maduración», sin tener expectativas demasiado elevadas sobre la vida conyugal.
Sí
a la «Humanae vitae»
Francisco
pide volver a descubrir la encíclica de Pablo VI y la «Familiaris consortio» de
Papa Wojtyla, «para contrarrestar una mentalidad a menudo hostil a la vida».
Consejos
a los jóvenes esposos
El
Papa sugiere algunos «rituales cotidianos». «Es bueno darse siempre un beso por
la mañana, bendecirse to- das las noches, esperar al otro y recibirlo cuando
llega, tener alguna salida juntos, compartir tareas domésticas». Y es un bien
interrumpir «la rutina con la esta, no perder la capacidad de celebrar en
familia, de alegrarse y de festejar las experiencias lindas».
Las
crisis se arreglan
Con
la «ayuda adecuada y con la acción de reconciliación de la gracia, un gran
porcentaje de crisis matrimoniales se superan de manera satisfactoria». «Saber
perdonar y sentirse perdonados es una experiencia fundamental en la vida
familiar». Y por ello es necesaria «la generosa colaboración de familiares y
amigos, y a veces incluso de ayuda externa y profesional».
Nunca
usar a los hijos como «rehenes»
Francisco
pide a los padres separados «¡nunca, nunca, nunca tomar al hijo como rehén!».
Si se separaron «por muchas dificultades y motivos, la vida les ha dado esta
prueba, pero que no sean los hijos quienes carguen el peso de esta separación,
que no sean usados como rehenes contra el otro cónyuge». Los hijos deben crecer
«escuchando que la mamá habla bien del papá, aunque no estén juntos, y que el
papá habla bien de la mamá». El Papa afirma que el divorcio es «un mal», y
define «alarmante» el aumento de los divorcios.
La
homosexualidad en familia
La
experiencia de tener en su seno personas con tendencias homosexuales es una
experiencia «nada fácil ni para los padres ni para sus hijos». El Papa insiste
en que «toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser
respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar todo signo de
discriminación injusta». Por ello, se trata de «asegurar un respetuoso
acompañamiento, con el n de que aquellos que manifiestan una tendencia
homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar
plenamente la voluntad de Dios en su vida». Y vuelve a insistir en que no se
pueden comparar las uniones entre homosexuales con los matrimonios.
El
«aguijón» de la muerte
El
Papa recuerda la importancia de acompañar a las familias afectadas por un luto,
afirmando que «hay que ayudar a descubrir que quienes hemos perdido un ser
querido todavía tenemos una misión que cumplir, y que no nos hace bien querer
prolongar el sufrimiento».
¿Quién
guía a nuestros hijos?
En
el séptimo capítulo se habla sobre la educación de los hijos. Francisco invita
a preguntarse «quiénes se ocupan de darles diversión», quiénes «entran en sus
habitaciones a través de las pantallas», a quiénes los confiamos «en su tiempo
libre». Siempre hay que vigilar. Los padres deben prepararlos para afrontar
«riesgos, por ejemplo, de agresiones, de abuso o de drogadicción». Pero, si un
padre «está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus
movimientos, sólo buscará dominar su espacio», no lo educará ni lo «preparará
para afrontar los desafíos». Por el contrario, hay que poner en marcha
«procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento
integral, de cultivo de la auténtica autonomía».
¿Cómo
educar?
La
formación moral debería llevarse a cabo «intuitivamente», para que el «hijo
pueda llegar a descubrir por sí mismo la importancia de determinados valores,
principios y normas, en lugar de imponérselos como verdades irrefutables». En
el mundo de hoy, «en el que reinan la ansiedad y la prisa tecnológica, una
tarea importantísima de las familias es educar para la capacidad de esperar. No
se trata de prohibir a los chicos que jueguen con los dispositivos
electrónicos, sino de encontrar la forma de generar en ellos la capacidad de
diferenciar las diversas lógicas y de no aplicar la velocidad digital a todos
los ámbitos de la vida».
El
peligro del «autismo tecnológico»
Los
medios electrónicos a veces «alejan en lugar de acercar, como cuando en la hora
de la comida cada uno está concentrado en su teléfono móvil, o como cuando uno
de los cónyuges se queda dormido esperando al otro, que pasa horas entretenido
con algún dispositivo electrónico». No hay que ignorar «los riesgos de las
nuevas formas de comunicación para los niños y adolescentes, que a veces los
convierten en abúlicos, desconectados del mundo real. Este ‘autismo
tecnológico’ los expone más fácilmente a los manejos de quienes buscan entrar
en su intimidad con intereses egoístas». La exhortación dice sí a la educación
sexual, que tenga «un sano pudor», y también a una educación que acostumbre a
los niños a comprender que también los hombres pueden (y deben) hacer las
tareas domésticas. Para concluir, es indispensable que «los hijos vean de una
manera concreta que para sus padres la oración es realmente importante».
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