18 feb 2011

Hijos de narcos: La generación Metroflog

Hijos de narcos: La generación Metroflog
Juan Veledíaz, premio nacional de periodismo.
En las redes sociales ser hijo de un capo o de un jefe de seguridad del narcotráfico es motivo de orgullo. Cuando se echa un vistazo a las páginas donde estos jóvenes comentan sus vicisitudes, amoríos, desventuras y andanzas de la vida, aparecen pistas de algunos de los tantos asesinatos que las autoridades en Sinaloa no investigan. Como el caso de Marcial Fernández, cuya muerte involucró autos de lujo, mujeres y disputas territoriales en Culiacán. O el extraño crimen de Yamileth Bonilla Pérez, una chica de 18 años que fue asesinada por un grupo de pistoleros mientras dormía en su recámara. 
Juan Veledíaz
Culiacán, Sinaloa.-Andaban todos enfierrados que daba miedo acercarse. Ya no ocultaban sus armas, esos fierros con los que se metían a todos lados; antes eran más discretos, no permitían ni siquiera que se les asomaran. Ahora ya no les importaba, mucha gente dejó de ir a ese bar porque con todos esos hombres armados alrededor, el ambiente se sentía muy pesado.
Mientras rememora lo que fue su trabajo de mesero, las manos de Héctor lucen firmes cuando sostiene un plato donde coloca unos camarones crudos bañados en jugo de limón, cebolla morada picada con pepinos y un toque de salsa roja, ingredientes del tradicional aguachile, uno de los platillos típicos sinaloenses que prepara y con los que ahora se gana la vida en su carreta ambulante de mariscos, ubicada en una colonia a las afueras de Culiacán. Al recordar su anterior empleo en un bar de la isla de Orabá, la zona comercial de mayor plusvalía inmobiliaria en la capital del estado, se detiene en aquel pasaje que inició el sábado 28 de agosto de 2010 y terminó horas después, en la madrugada del domingo. Dice que uno de esos muchachos —un plebe, pues— tomó su teléfono celular y leyó un mensaje de texto que había recibido. Algo pasó que salió del bar y dejó a los demás en la mesa.
Héctor no lo sabía, pero al paso de los días se conocería que ese plebe se llamaba Marcial Fernández, hijo de Marcial Fernández Valencia uno de los coroneles del narcotráfico que fungía como enlace entre las organizaciones de Sinaloa y Michoacán. Aquella noche, antes de salir estaba de buen ánimo, reía y hacía comentarios al oído con quien parecía ser uno de sus mejores amigos, recuerda. Al otro muchacho todo mundo lo veía con respeto, los gerentes del lugar siempre tenían reservada la mejor mesa para él en la zona VIP. Su nombre era Iván Archivaldo Guzmán.
En el estacionamiento, Marcial abordó un Ferrari blanco, horas después se sabría que éste no era su auto, el suyo era un Lamborghini del mismo color. Enfiló por la avenida Rafael Buelna en dirección a la vecina colonia de las Quintas, la añeja zona residencial de la capital sinaloense donde residieron en otro tiempo algunos de los primeros capos del narcotráfico. Una calle antes de llegar al Centro Cívico Constitución fue interceptado por dos camionetas de las que bajaron hombres armados. Comenzaron a dispararle y en pocos segundos Marcial quedó tendido sin vida en el interior del vehículo. Durante el ataque algunos de los disparos impactaron en el área inmediata, dañaron el acceso de un garage, reventaron el cristal trasero de un auto compacto que estaba por ahí estacionado y quedaron regados casquillos y cristales.
A unas cuadras estaba una caseta de la policía municipal, pero a esa hora, era más de la media noche, no había un solo agente de guardia. Un vecino de una calle contigua recuerda que todo era silencio, no se oían ladridos de perros ni rechinar de llantas de los autos que suelen correr los chicos de las familias pudientes de esta zona los fines de semana. Sólo se escucharon ráfagas en seco de armas de fuego, con pausas muy cortas. Después, nada.
Alguno de los vecinos dio aviso a la policía y en unos minutos llegaron al área. Cuando esperaban la llegada de los especialistas en servicios periciales, apareció un grupo de hombres armados a bordo de varias camionetas de lujo, descendieron y encañonaron a los policías, los amenazaron mientras otros se acercaron al vehículo para sacar el cuerpo. Huyeron con el cadáver y en el lugar quedó abandonado el Ferrari con huellas de sangre en el interior. Uno de los agentes relató que aquellos individuos volvieron enseguida y los encañonaron de nueva cuenta mientras se llevaban el auto. Por temor, nadie rindió informe alguno. De la muerte de Marcial Fernández, el paradero del Ferrari y la identidad de los atacantes, las autoridades ministeriales de Sinaloa argumentaron, días después, no tener conocimiento.
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“No hubo nota porque para cuando llegaron los polis ya no había nada en la calle, sólo vidrios rotos pero en el velorio del morro hasta gente del Ejército estaba afuera de la funeraria. La raza hasta se reía diciendo que cuánto cobran los guachos por dar ese servicio de protección”. El comentario apareció días después, firmado por Troll, en una de las redes sociales más frecuentadas por los jóvenes de Culiacán. Al paso de las semanas y en el cruce de imágenes y texto que alimentan estas páginas, comenzaron a surgir las piezas del rompecabezas en que se convirtió la muerte de Marcial.
El primer registro periodístico del suceso apareció a la semana siguiente en el semanario local Río Doce. La nota refería que después de que los hombres armados recogieron el cadáver, “ante la mirada atónita de los presentes”, amenazaron a los policías mientras “iban dejando huellas de sangre sobre el asfalto del joven asesinado”. “La desbandada inició y cuerpos policíacos y curiosos abandonaron la escena bajo la consigna de intimidación. Dos fotorreporteros llegaron cámara en riestre, pero los propios policías les dijeron que ‘aquí no ha pasado nada’”.
Al paso de los días comenzó a surgir la hipótesis, en medios periodísticos locales, de que el ataque iba dirigido contra Iván Archivaldo Guzmán, hijo de Joaquín “el Chapo” Guzmán, sólo que los pistoleros se “confundieron”, pues el conductor del Ferrari no era su propietario. Otra versión que tomó fuerza por los comentarios registrados en redes sociales como Facebook, involucró a una persona del sexo femenino. Se dijo que pudo ser la chica que envió el mensaje de texto que Marcial recibió antes de salir del bar. Sobre su identidad rondó un halo de misterio y dos sucesos posteriores —un secuestro express y un femenicidio— aumentaron las especulaciones sobre quién pudo estar detrás del suceso.
En aquellos primeros días de septiembre de 2010, Culiacán vivía una ola de violencia —más fuerte que años anteriores— que venía incrementándose desde meses atrás y que abarcaba comunidades cercanas a la vecina Navolato. Grupos armados de la organización de Vicente Carrillo Fuentes —jefe del denominado cártel de Juárez—, aliados con los hermanos Beltrán Leyva, signaban ataques armados y desapariciones súbitas de agentes de los cuerpos de seguridad municipal, quienes a los pocos días aparecían sin vida. Parecía una respuesta a la ofensiva de sus antiguos aliados, Ismael “Mayo” Zambada y Joaquín “Chapo” Guzmán, con cuyos testaferros protagonizaban enfrentamientos a tiros de forma casi simultánea en diferentes puntos de la ciudad.
Una fuente militar recordó que a principios del mes de octubre hubo tres ataques relacionados entre sí, en los que la comandancia de la novena zona  con sede en la capital del estado, recibió información de que en uno de ellos habían plagiado a un operador cercano de los hermanos Beltrán Leyva. En el primero un comando atacó una casona en el fraccionamiento Villas del Río, en el segundo ocurrió algo similar en una residencia en Privada la Estancia, ambas en la zona surponiente de la capital. Hubo un muerto y se presumió que tres pistoleros habían sido secuestrados. Horas más tarde durante la madrugada, un convoy de camionetas Suburban se apostó a las afueras del motel Paraíso, en la salida norte rumbo a Los Mochis. Hubo un conato de enfrentamiento con un grupo armado que ahí pernoctaba, no ocurrió nada ante la superioridad numérica del cerco.
Israel Rincón Martínez, el ‘Guacho’
En uno de estos tres sitios se encontraba Israel Rincón Martínez, identificado como jefe de un grupo de testaferros a las órdenes de Alfredo Beltrán Leyva, preso desde enero de 2008 en Almoloya. El lunes 4 de octubre comenzó a circular un video en Internet donde apareció este individuo, apodado “el Guacho”; en las imágenes se le veía esposado, con la playera ensangrentada y con huellas de golpes en el rostro. Frente a sus captores relató cómo se vivió entre los jefes intermedios la ruptura de la llamada Federación en aquellos meses de 2008, acelerada tras la captura de Alfredo, “el Mochomo”, Beltrán Leyva.
Narró que por esos días estaba en una reunión con otros de sus colegas, quienes le preguntaron con cuál bando se quedaría. Durante la reunión entró una llamada telefónica de Arturo Beltrán Leyva, quien lo cuestionó sobre su filiación. En el video se alcanza a escuchar lo que le dijo el fallecido capo, quien se refiere al “Chapo” Guzmán, con quien tenía vínculos familiares por parte de sus bisabuelos, como ‘la prima’.
“¿Y usted con quién está chavalón?— dice.
Pos yo estoy con su hermano— le digo— y con el señor…
No, no, aquí no va estar con “el Chapo”, con “la prima”, aquí no va a estar con “la prima”. Usted va a estar con mi hermano o no va a estar con nadie, a la verga…—me dijo.
Oiga, pero ¿qué está pasando?— le dije.
Así como le estoy diciendo, a la verga, —dijo—, o va a estar pa  acá con nosotros o si no diga de una vez…
Verga dije, me van a matar aquí.
Entonces ya fue cuando me mandaron para allá.
Aquí lo espero— dijo. Como a los tres días hicieron una junta allá en Cuernavaca y fuimos…”
Rincón Martínez quedó señalado desde noviembre de 2008 en varias “narcomantas” aparecidas en diferentes puntos de Culiacán, como uno de los pistoleros que “asesinaba gente inocente” junto a otros del clan de los Beltrán Leyva y los Carrillo Fuentes. Por esos días su nombre comenzó a aparecer en las redes sociales al ser relacionado con una chica de nombre Aislin Araujo, con quien se le vinculó sentimentalmente.
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El bar donde Héctor trabajó, cerró sus puertas en noviembre pasado. Sus dueños decidieron hacerlo antes de que una balacera o un muerto implicaran una clausura. Lo último que llegó a escuchar sobre el episodio del Ferrari y el Lamborghini, dice, fue que una joven, hija de uno de los capos más respetados en Sinaloa, desapareció días después. Regresó al poco tiempo como si nada hubiera pasado.
Se trataba de Aislin Araujo, hija de Gonzalo “el Chalo” Araujo Payán, operador durante muchos años del “Chapo” Guzmán y del “Mayo” Zambada, y quien murió en octubre del 2006 de un disparo en la cabeza en circunstancias poco claras en el interior de su domicilio en la colonia Humaya de Culiacán. Su hermano, Gonzalo Araujo, fue uno de los hombres que murió junto a Arturo Beltrán Leyva en el enfrentamiento con la Marina ocurrido en diciembre del 2009 en un fraccionamiento de Cuernavaca.
En un post firmado por Ethan aparecido por esos días en una de las redes sociales se leía: “Se dice que el ‘Guacho’ Israel Rincón Martínez, actual esposo de Aislin, fue el que mató a Marcial Fernández hijo del ‘Animal’, según por celos porque se hablaba mucho con la morra. Cuando lo mató el morro andada en un Ferrari blanco ahí en Culiacán, supuestamente de Iván Archivaldo. De ahí levantaron a Aislin, estuvo como tres días desaparecida pero la regresaron sana y salva”. A este comentario otro usuario que se identificó como Troll añadió: “Justo como dice Ethan, así fue el pedo, el Marcial andaba en un Ferrari supuestamente de Iván Archivaldo, y éste en un Lamborghino del Marcial. Cabe decir que la Aislin Araujo es hermana del ‘Chalito Araujo’, pos ambos hijos del legendario ‘Chalo’ Araujo Payan, del corrido de la Vida Mafiosa, toda una leyenda en Culiacán y en la mafia. Al Chalito lo chingaron junto con Arturo Beltrán Leyva, pos el ‘Guacho’ es mochomero, jeje, ta arremangadón el Guachón, saludos raza, se extrañan estos temas pues”.

Uno de los post de Metroflog.

En la red social Metroflog, una de las más recurridas por los jóvenes de Culiacán, una mujer que se identificó como amiga de Aislin posteó en los primeros días de septiembre que estaba de vuelta sin ningún contratiempo. Otra agregó: “Saludos. Qué bueno que volvió con su familia”. Una más preguntó: “Oigan, ¿y eso de que revisaron el celular de Marcial y que tenía mensajes y llamadas de Aislin ese día que se murió? ¿Que según el estaba a gusto bailando en un antro y la Aislin le estuvo marcando que se saliera para verlo y que el Guacho lo mató? El Guacho es el morro del corrido de sangre nueva que canta Calibre 50, ¿verdad?”.

Otro post aparecido en esta misma red el día 3 decía: “Para su información la Aislin ya está con su familia y muy bien repuesta por lo sucedido, no la golpearon ni nada, la trataron bien pero ojo, no la querían soltar y no es cierto que el Serafín (Zambada, hijo del “Mayo”) la rescató. Yo soy su amigo y ayer platiqué con él, el que habló por teléfono para que la soltaran fue el Víctor Antonio Zambada, hijo del rey Zambada (preso en la actualidad en Almoloya) primo del Serafín, así que no aleguen lo que no saben plebes, esa es la verdad”.
Semanas más tarde, en los primeros días de octubre, la muerte de una joven en la colonia las Quintas generó sospechas en las redes sociales sobre su posible vinculación con el asesinato de Marcial. Una nota aparecida el día 7 de octubre en el diario Noroeste de Culiacán, refería que tres individuos armados con el rostro cubierto ingresaron pasada la media noche a una casa localizada en la calle Isla de Lobos y privada Villa Dorada. En una de las habitaciones de la segunda planta dispararon contra Yamileth Bonilla Pérez, de 18 años de edad, quien dormía en su recamara. En las investigaciones de la procuraduría de justicia de Sinaloa, según una fuente de la dependencia, no se encontraron evidencias que la relacionaran en vida con Marcial. Pese a ello en la red Metroflog, donde la chica tenía un perfil, varios post refirieron que en el velorio estuvieron varias de sus amigas, entre ellas Aislin Araujo.
Por aquellos días, otro post que apareció en una página hecha en Culiacán que se  retroalimenta de lo que los usuarios escriben en otras redes sociales, decía: “Hoy los capos están en su 50s al menos, 40s los jóvenes, y sus hijos están muchos de ellos en el principio de sus 20s. Son la generación Metroflog, donde aparentemente ser hijo de un capo o jefe de seguridad es motivo de orgullo. Los Facebooks y Metroflogs abundan, hoy encuentras casos como los del Mini 6 (Raúl Meza Torres, hijo del fallecido capo Raúl Meza Ontiveros), Chalito Araujo, Joel Torres o el propio Edgar Guzmán (entre muchos, muchos más) que sus destinos se violentan trágicamente. Raúl, Chalo y Edgar ya no están. Joel la ha librado ya muchas veces…”.
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En los primeros días de noviembre, un grupo de hombres se hospedó en una docena de habitaciones del hotel Tres Ríos. “Eran gente muy tranquila, no hacían ruido que molestara a los huéspedes, y fueron muy discretos, nunca se vio que estuvieran armados”, dice un empleado del lugar sobre este grupo que encabezaba Marcial Fernández Valencia.
Al medio día del 7 de noviembre, el hotel fue rodeado por agentes de la Policía Federal, quienes llevaron a cabo un operativo para detenerlos. Hubo un intercambio de disparos que no llegó a mayores, llegaron refuerzos policiales para inhibir un probable intento de rescate cuando los detenidos fueron llevados al aeropuerto. Al día siguiente, Fernández Valencia, a quien las autoridades identificaron como “el Animal” o “la Puerca”, apareció esposado ante los medios de comunicación en el hangar de la Policía Federal. Iba enfundado en jeans oscuros, traía una camisa rosa de manga larga y lucía un moretón en el ojo izquierdo.
Frente a los medios, el vocero de la corporación, Ramón Pequeño García, informó que el líder de este grupo declaró que preparaba en Culiacán un envío de ocho toneladas de marihuana a los Estados Unidos para el mes de diciembre. Reconoció ser uno de los operadores del “Chapo” Guzmán, con quien fungió de enlace con los clanes de Michoacán. Reveló que al día siguiente de la muerte de su hijo Marcial, recibió una llamada del “Chapo”, quien le dio el pésame y le prometió que atraparían a los culpables. Días después Alfredo Guzmán, otro hijo del “Chapo”, le llamó para avisarle que ya tenían a Israel Rincón Martínez a quien identificaron como autor del atentado.
Un mes antes de la captura de Fernández Valencia fue hallado un cuerpo sin vida a orillas del camino que comunica Navolato con el poblado de Toboloto. La osamenta permaneció en calidad de desconocido desde el 10 de octubre en el forense de Culiacán hasta que el 21 de noviembre unas personas lo identificaron por el tatuaje que tenía de un billete de dólar en el tobillo y un rosario en la muñeca. Se trataba del cuerpo del “Guacho”,  quien cinco días antes de aparecer sin vida, dejó su último testimonio en aquel video de internet.

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