Más
preguntas que respuestas/ Francisco Mora Teruel, profesor de Fisilogía Humana
Publicado en La
Vanguardia | 13 de enero de 2013
Hay
una voz de alarma en las sociedades occidentales acerca de internet. De hecho
es ahora cuando muchos padres están comenzando a darse cuenta, a ser de verdad
conscientes, del tiempo que sus hijos, pequeños y adolescentes, pasan delante
de una pantalla de ordenador navegando en busca de información, contactando con
amigos a través de Facebook o Twitter, o simplemente bajando juegos de la red.
Ese
tiempo son muchas horas, que en muchos casos pueden oscilar entres tres y siete
horas al día. ¿Y las personas adultas? ¿Acaso los estudiantes universitarios no
navegan también en casa y entre
clase y clase, aclarando dudas o conceptos con
los que discutir después con sus profesores? ¿Acaso no comenzamos a
comunicarnos, incluso con personas en el trabajo que tienen los despachos casi
juntos, a través de internet? ¿Está todo esto haciendo un bien o un daño al
cerebro?
Lo
cierto es que hay voces que se alzan en foros prestigiosos internacionales
señalando que estas nuevas tecnologías bien pudieran producir un daño en el
cerebro de los niños, pues es bien cierto que navegar en internet requiere de
un foco de atención muy corto y siempre cambiante, e ir en detrimento del
desarrollo de la atención sostenida, ejecutiva, que es la que se requiere para
el estudio. De hecho, se está comenzando a hablar de una nueva forma de atención
producida por internet. Y esto no es baladí, pues conocemos que hay muchos y
varios tipos de atención con circuitos neuronales específicos y que el
entrenamiento excesivo de unos pudiera ir en detrimento del funcionamiento de
los otros y de los procesos de aprendizaje y memoria. Es más, se ha sugerido
que todo ello pudiera reducir el espacio que queda para dedicar al pensamiento
reposado, lento, profundo y verdaderamente creativo.
También
se ha relacionado internet, al menos en parte, con el aumento del número de
niños que padecen el síndrome de hiperactividad y falta de atención en el
colegio. Y también con un daño en las conductas fundamentales de relación
emocional y personal como es la empatía. Y finalmente, ya en el lado más
patológico, como causa del síndrome de adicción a internet, del que ya más de
25 millones de niños han sido diagnosticados en China, con el consiguiente
desarrollo, como en toda adicción, de conductas antisociales.
Frente
a todo esto, hay otras voces que claman en sentido contrario o bien señalando
que internet no produce ningún daño o bien que incluso pudiera ser beneficioso
para el cerebro en su adaptación a los nuevos tiempos. Dicen algunos: “El mundo
cambia y todo aquel que no cambie con él se quedará simplemente atrás y ahí sí
comenzarán las patologías”.
Por
los pocos estudios cerebrales con resonancia magnética realizados hasta ahora
en personas de mediana edad y mayores que ya han tenido bastante experiencia en
internet, se ha visto que navegar por internet activa regiones cerebrales que
no se activan en personas sólo iniciadas en estas tareas. En personas
entrenadas y mientras se navega, se produce una alta actividad en regiones como
la corteza prefrontal (toma de decisiones, planificación futura, actividad
mental y razonamientos complejos), la corteza cingulada (atención y
convergencia de percepciones y emociones en la toma de decisiones) o el
hipocampo (aprendizaje y memoria) y algunas otras áreas del cerebro límbico,
como el núcleo accumbens (emoción, placer y recompensa).
No
se sabe si esta actividad persistente y sostenida a lo largo de mucho tiempo
puede llegar a producir cambios permanentes y, por tanto, tener consecuencias
para la conducta social de los individuos. Lo cierto es que en estas mismas
áreas cerebrales, junto a otras, es donde se han encontrado los cambios en el
cerebro de los adolescentes adictos a internet, como por ejemplo disminuciones
del volumen de la sustancia gris (posiblemente disminución de los contactos
neuronales –sinapsis–) o su anormal mielinización y la correspondiente
alteración en los circuitos neuronales que codifican para sus funciones
específicas.
Estos
hallazgos que acabo de señalar ¿podrían proveer de una indicación de cambios
futuros permanentes el cerebro de las personas normales, no adictas, pero que
utilizan internet durante muchas horas al día? ¿En niños?, ¿adolescentes?,
¿adultos? Con estos cambios del cerebro, ¿podría internet iniciar una
revolución cognitiva como ha venido preconizándose desde ciertos foros? ¿Podría
internet, con su casi instantánea accesibilidad al conocimiento, producir un
recableado cerebral que nos lleve a una nueva manera de manejar nuestras
memorias, pensamientos y emociones? ¿Una nueva sociedad producida por ese mundo
virtual que llamamos internet? Sin duda más preguntas que respuestas.
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