El caso de los
perros ‘asesinos’ de personas deja incrédulo a México
México
DF trata de esclarecer la aparición de cinco cadáveres con mordeduras caninas
La
familia de una víctima y grupos en defensa de los animales dudan de la versión
oficial
Reportaje
de PABLO DE LLANO
Publicado
en El
País, 12 ENE 2013;
En
la parte baja del Cerro de la Estrella hay un cementerio, y a un lado del
cementerio, pasada una barranquilla maloliente donde desembocan aguas fecales,
hay un asentamiento ilegal de casas pobres. Uno de los vecinos explica a los
periodistas que cada fin de mes unos individuos suben al anochecer a la cima
del monte –donde están los restos de una pirámide, que ahora funcionan como un
mirador– y allá arriba sacrifican animales y tocan un tambor y hacen sonar un
cuerno. Con él está un chico que se come una manzana sin hablar demasiado y que
al final opina que lo de los muertos debe de ser cosa de “mariguanos”, como se
le llama en México a los que fuman hierba. En un país que desconfía por norma
de la versión oficial, la aparición de seres humanos devorados por perros es un
convite a la elucubración.
Esta
semana se ha sabido que entre el 17 de diciembre y el 4 de enero aparecieron
cinco cadáveres con mordeduras caninas en el Cerro de la Estrella de Iztapalapa,
la delegación más poblada y con más crímenes de la Ciudad de México. Las víctimas: una pareja de novios (ella
15 y él 16); una mujer de 26 y su niño de un año y ocho meses; y otra
adolescente de 15 años. La policía ha hecho una batida en la colina y ha capturado
a más de cincuenta perros de aspecto famélico. De acuerdo con las explicaciones
de la fiscalía de la capital, las muertes se deben a los ataques de una jauría
asilvestrada y en los cuerpos no hay ni rastro de la mano del hombre.
En
esta época del año el Cerro de la Estrella es una colina reseca y polvorienta.
En un camino de entrada al monte vive con su familia una mujer que pide que no
se la identifique por su nombre, pero que luego se deja grabar por una cámara.
Su casa es una chabola de madera. Dice que allí no hay perros salvajes y que
los que ha capturado la policía son domésticos, uno de ellos el suyo, de nombre
Chingordoño. “Es blanco y trae como mocha [mellada] una orejita”. Un poco más
arriba hay una explanada con un tenderete montado con planchas de metal en el
que, según un señor que guía a los reporteros, se venden droga y alcohol los
fines de semana. En el grupo que recorre el monte va Enrique Martínez, hermano
de uno de los muertos, Samuel Martínez, el chico de 16 años que apareció carcomido
junto a su novia. Enrique tiene 24 años y es enfermero. Avanza callado por los
caminos del Cerro de la Estrella llenándose de polvo sus zapatos de vestir.
Desde que se supo del caso él ha salido en los medios diciendo una y otra vez
que no se cree que a su hermano lo mataran unos perros. Dice que vio el cadáver
de su hermano y que en una oreja tenía un corte como de cuchillo. Dos o tres
horas más tarde Enrique Martínez lleva a los reporteros a casa de su familia.
Las mujeres de la casa les sirven refrescos: sprite y coca-cola en botellas de
dos litros. En una habitación otro hermano de la víctima dice delante de una
cámara de televisión que sabe de un superviviente de los ataques que le confesó
que los agresores no eran perros sino personas con machetes. En casa de la
familia Martínez son seis, y tienen tan poco espacio que han sustituido el sofá
para ver la tele por cinco sillas de cocina que ocupan menos.
En la prensa
mexicana no se duda de los datos que aportan las autoridades, pero se abren
ventanucos a la rumorología. “Usan cuevas para ritos, drogas y sexo:
vecinos”, informaba este viernes un diario de la capital, contextualizando con
toques de vicio y de brujería la información sobre el caso de los perros
asesinos. Otro diario da cuenta de un
sondeo en el que el 75% de los encuestados cree que las víctimas fueron primero
asesinadas por hombres y luego devoradas por los canes. A pesar de las
conclusiones provisionales de la fiscalía, basadas en estudios periciales, la
tesis de la jauría homicida no acaba de convencer al público. Dos asociaciones
en defensa de los animales están poniendo en duda la versión oficial y montando
protestas para pedir que se libere a los perros enclenques capturados por la
policía. “Yo no soy perito ni experta, pero mi experiencia y mi sentido común
me dicen que esos perros no son los culpables”, ha dicho Norma Huerta,
presidenta de uno de los grupos de presión, el colectivo Mundo Patitas. En las
redes sociales también ha surgido un movimiento a favor de los perros llamado #yosoycan26,
que en los últimos días en México se ha convertido en un tema central en
Twitter.
Hasta que
dentro de dos semanas se tengas los resultados de las pruebas de ADN no se
podrá determinar con certeza si alguno de los perros capturados con lazos en el
Cerro de la Estrella participaron en los supuestos ataques caninos, aunque en
los primeros análisis se han encontrado pelos y pieles humanas en las garras de
algunos de los perros, según la fiscalía. En los medios aparecen testimonios de
dueños que acuden al centro canino donde están encerrados los perros y exigen
que se los entreguen de vuelta. Se cita por ejemplo la historia de Fernando,
propietario de un perro llamado Canelo, dos años, color café, que según él es
incapaz de matar a una persona, como demuestra el hecho de que conviviese con
normalidad con gallinas y con pollos.
De momento las
autoridades han comprobado que 25 de los perros capturados no tuvieron nada que
ver con las muertes y
los entregarán a sus dueños o a asociaciones protectoras animales. Todavía
quedan 30 perros sin veredicto.
Cómo
'esterilizar' el problema
P.
LL. | MÉXICO
El
caso de los perros asesinos ha traído de vuelta un problema que ya se conocía
en la Ciudad de México, el descontrol de la población de perros callejeros y los
ataques de estos animales a ciudadanos, como
el de un señor búlgaro llamado Ángel Stoyanov que fue agredido en agosto por 15
perros en el Bosque de Chapultepec, el principal parque de la capital, en el
que se calcula que hay decenas de canes asilvestrados.
En la capital
hay 120.000 perros vagabundos, según los datos que ha ofrecido la Secretaría de
Salud de la capital al
hilo de la polémica de los muertos del Cerro de la Estrella. Esta semana el
Gobierno de México DF ha reaccionado aprisa ante le evidencia del problema
lanzando una campaña de esterilización de perros y gatos. La presidente del
grupo en defensa de los animales Mundo Patitas, Norma Huerta, dice que la
esterilización es una de las vías para reducir el número de perros callejeros,
pero hace hincapié en que los programas de castración tienen que contar con
profesionales que convenzan a los ciudadanos de que deben dar este paso: “Tiene
que haber un escuadrón que le explique al señor que su perro no se volverá
marica si se le esteriliza, y a la señora que su perra no tendrá cáncer si no
tiene una camada de perritos”.
Huerta
señala que otra medida efectiva sería regular con rigor la venta de perros, que
según dice se hace sin ningún tipo de control en los mercados populares de la
Ciudad de México. La ciudad, según ella, cuenta con una normativa moderna
contra el maltrato animal, asentada con reformas penales durante 2012, pero no
tiene un método sólido para evitar que la superpoblación de canes se convierta
en un problema de salud pública y de abandono animal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario