- Fumar, pues mire usted, sí que mata/Trinidad Jiménez es secretaria de Política Social del PSOE y ex ministra de Sanidad. Andrés Perelló es eurodiputado.
Hace
más de dos años que aprobamos en España, con un amplio consenso, la Ley 42/2010
de medidas sanitarias frente al tabaquismo. En este tiempo transcurrido, hemos
de destacar su amplio cumplimiento y el elevado apoyo ciudadano, tanto de
fumadores como de no fumadores, a esta medida legislativa.
Son
muchos los beneficios en salud pública que aporta esta ley, principalmente el
descenso en el número de personas fumadoras. Según la Encuesta Nacional de
Salud, la prevalencia de fumadores ha pasado del 26,2% (2006), al 23,95%
(2012). Eso supone 950.000 adultos que dejan de fumar definitivamente o jóvenes
que no se incorporan, según datos de este mismo mes del Comité Nacional para la
Prevención del Tabaquismo.
Por
otro lado, según datos de la Comisión Europea, entre 2009 y 2012, la exposición
al tabaco entre clientes de bares y restaurantes descendió hasta un 70% en
España, más que la media europea. Además, existe evidencia científica que
muestra la reducción de partículas contaminantes del humo de tabaco en los
entornos cerrados de uso público y de los beneficios directos en salud de esta
nueva situación, como la reducción de la mortalidad por infarto de miocardio y
la reducción de ingresos por asma.
En
definitiva, la legislación española sobre tabaquismo está contribuyendo a
mejorar la salud de la población. Y, ante el amago del Gobierno de modificar la
normativa, es necesario reivindicar los efectos positivos de la ley, favorecer
su cumplimiento y, sobre todo, impedir pasos atrás para permitir fumar en
determinados espacios cerrados.
Este
balance positivo de la ley de 2010 tiene también sentido hacerlo ahora, cuando
el Parlamento Europeo debate la nueva Directiva Europea de Productos del
Tabaco, que pretende fundamentalmente prevenir el inicio del consumo por parte
de los jóvenes y proporcionar una información más precisa sobre las
consecuencias para la salud que se derivan del consumo de productos del tabaco.
Sin
embargo, la Directiva nació envuelta en una rumorología sin precedentes. Se
dijo que iba a prohibir las subvenciones al cultivo del tabaco —que nada tienen
que ver en esta norma— y que las máquinas expendedoras desaparecerían de
estancos y superficies. Tanto supuesto y tanta incertidumbre provocaron
razonables iniciativas en no pocos Parlamentos nacionales y regionales de toda
Europa, sin olvidar que, incluso, esta Directiva le costó el puesto al anterior
comisario de Sanidad.
Finalmente,
el texto presentado por la Comisión hace hincapié en las advertencias
sanitarias y en la iniciación al tabaquismo de los jóvenes con medidas que,
simplemente, quieren hacer que el tabaco, un producto para nada inocuo, sea
menos atractivo.
Por
ello, el nuevo articulado propuesto prohíbe los aditivos que nada tienen que
ver con el sabor intrínseco del tabaco (como el mentol, el chocolate o la
vainilla), no permite la venta de cigarrillos delgados o slim, aumenta el
tamaño de las advertencias sanitarias en la superficie del paquete e impide
envoltorios de forma engañosa, como pueden ser los paquetes de cigarrillos en
forma de pintalabios o de frasco de perfume comercializados hoy en la UE.
Por
contra, la Directiva exime de la mayoría de las disposiciones a productos del
tabaco como los puros o el tabaco para pipa, cuyo consumo no refiere tanto a
los jóvenes.
Aun
así, de nuevo, la industria tabacalera está presionando para relajar la
normativa, contraponiendo el argumento de los empleos frente al de salud
pública, es decir, los mismos argumentos utilizados durante la tramitación de
la ley en 2010. Cuando lo cierto es que ya existen numerosos estudios que
desmontan el temor al supuesto impacto económico negativo que tiene la
legislación que restringe el tabaco, y aseguran que este impacto puede llegar a
ser incluso positivo.
Parecería
que, estancados en la rumorología, muy pocos detractores de la nueva ley de la
Comisión Europea hayan leído la propuesta final, en la que ni se prohíbe ningún
tipo de cultivo, ni se coarta la libertad del consumidor, ni se deja a las
marcas a merced de un supuesto aumento de las falsificaciones y el contrabando
que pueda provocar una debacle de empleos.
El
31 de mayo celebramos el Día Mundial Sin Tabaco para resaltar los riesgos para
la salud asociados al consumo de tabaco y promover políticas eficaces para
reducir ese consumo. Vale la pena recordar que el tabaquismo es la causa más
importante de muerte prematura en la Unión Europea, responsable de casi 700.000
fallecimientos cada año y de un gasto sanitario superior a los 15.000 millones
de euros anuales en España (el 15% del total del presupuesto sanitario). Es
decir, el Estado recauda un euro en impuestos sobre el tabaco pero gasta dos en
costes sanitarios. Por ello es importante reivindicar los beneficios en salud
de la Ley 42/2010 de medidas sanitarias frente al tabaquismo y apoyar la
Directiva Europea para seguir avanzando y mejorar la salud de los ciudadanos.
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