Presunto
culpable”: efecto congeladora/DENISE
DRESSER
Proceso # 1915, 14 de julio de 2013
Una
injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia en todas partes,
decía Martin Luther King. Y en México –en el ámbito judicial– estamos
presenciando una injusticia monumental. Una injusticia sorprendente. Una
injusticia que no debería ocurrir en estos días y en estos tiempos
supuestamente democráticos. El linchamiento de Roberto Hernández y Layda
Negrete, los abogados detrás de ese retrato doloroso pero fidedigno de nuestro
sistema judicial que fue el documental Presunto culpable. El maltrato judicial
que han recibido de los tribunales en el contexto de las demandas civiles que
enfrentan por “daño moral” interpuestas por el policía judicial, el testigo y
la familia del muerto. La mala fe demostrada por los jueces involucrados en el
caso, que se sintieron exhibidos en el documental y ahora buscan la revancha.
Retratando
nuevamente a un Poder Judicial que en lugar de aceptar sus errores, los niega.
Un Poder Judicial que en vez de componer lo que está descompuesto, alega que no
es así. Un Poder Judicial que en lugar de reconocer las fallas de su conducta,
continúa cometiéndolas. Con jueces que –una y otra vez– demuestran parcialidad
en contra de los acusados y los critican por haber producido el documental.
Jueces que no permiten la introducción de cámaras en las audiencias por temor a
la supervisión y a la rendición de cuentas que ello entrañaría. Jueces que le
dicen a Roberto Hernández y a Layda Negrete que “fueron demasiado lejos”.
Impartidores de injusticia reproduciendo las prácticas y las formas de pensar
que precisamente Presunto culpable trató de erradicar.
En
el contexto legal hay un término para lo que está ocurriendo en los tribunales
mexicanos vis a vis las demandas al documental y a sus productores. Se llama el
chilling effect, el “efecto congeladora”, y significa la inhibición del
ejercicio legítimo de derechos naturales y legales a través de la amenaza de
una sanción legal. Y el derecho que con más frecuencia se ve acorralado por esa
amenaza es el derecho a la libre expresión. Libre expresión que Presunto
culpable ejerció al exponer la mendacidad de los jueces, la falibilidad de los
testigos, la falta de profesionalismo de los policías, la podredumbre del
sistema judicial. Y ahora se intenta sancionar no sólo a Roberto Hernández y a
Layda Negrete, sino a cualquiera que intente seguir sus pasos. Investigar.
Comprobar. Evidenciar. Usar el cine como un catalizador para el cambio social.
Ahora se busca, con demandas que exceden 3 mil millones de pesos, el efecto
opuesto. Asegurar el silencio y la complicidad. Promover el ocultamiento y la
opacidad. Permitir que el sistema judicial siga operando como siempre lo ha
hecho: fabricando culpables, encarcelando inocentes, abusando de su autoridad y
rehusándose a rendir cuentas ante la sociedad, de la cual rutinariamente abusa.
Basta
con examinar lo que está ocurriendo en los juicios relacionados con Presunto
culpable. Como ha argumentado Roberto Hernández, la juez 17 Civil ha hecho
comentarios que prejuzgan el conflicto que se litiga frente a ella. Pero no
queda registro de esa falta de imparcialidad porque se ha prohibido el uso de
cámaras en las audiencias, cosa que debería ser un derecho reclamable y
reclamado por cualquier mexicano juzgado. Miembros del tribunal han dicho que
el caso de Toño Zúñiga –narrado por Presunto culpable– es un evento “aislado”,
como si no ocurriera cotidianamente en las cárceles del Distrito Federal; como
si no hubiera miles de personas inocentes injustamente encarceladas; como si en
las penitenciarías no hubiera más de 40 mil reos que nunca vieron al juez que
los encarceló. Como si en el ranking del World Justice Project –presentado en
La Haya en estos días– la justicia penal en México no estuviera en el lugar 90
de 97, un sitio peor que el de muchos sistemas africanos. Como si esa no fuera
la realidad de un país donde quienes dicen la verdad son perseguidos en lugar
de ser escuchados.
Hace
unos días Roberto Hernández y Layda Negrete pidieron permiso para grabar las
audiencias en las que participan, para tener un registro fidedigno de lo que
está ocurriendo allí. El permiso les fue negado. Hace unos días diversos medios
de comunicación pidieron permiso para entrar a las audiencias, con tan sólo una
libreta. El permiso les fue negado. Y de allí las preguntas insoslayables: ¿Qué
es lo que los jueces están intentando ocultar? ¿Qué es lo que el tribunal está
tratando de tapar? ¿Por qué tenemos que aceptar un sistema judicial que trabaja
en secreto, lejos del escrutinio de los ciudadanos? ¿Por qué tenemos que
permitir un tribunal que apunta en los expedientes sólo lo que le conviene y no
lo que realmente ocurre en las audiencias? ¿Por qué tenemos que confiar en un
tribunal que se pronuncia sobre la culpabilidad de los acusados antes del
juicio y de la sentencia?
Para
evitar esos abusos hacen falta audiencias que cuenten con un registro
fidedigno. Hacen falta autorizaciones que permitan a las partes grabar sus
propias declaraciones. Hacen falta cambios que permitan que las audiencias sean
públicas. Hacen falta reglas que prohíban a jueces tomar casos sobre los cuales
han hecho declaraciones negativas, demostrando con ello un conflicto de
interés. Hacen falta reformas para que el interrogatorio en material civil sea
directo. Eso y mucho más. Como el documental Presunto culpable exhibió, y como
sus secuelas subrayan, estamos lejos de tener una justicia confiable. Una
justicia vigilada. Una justicia imparcial. Una justicia transparente. Una
justicia que en lugar de acorralar y asfixiar a sus ciudadanos, promueva y
proteja sus derechos. La injusticia que padecemos hoy no resguarda esos
derechos. Más bien los mete en la congeladora.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario