Las
ruinas que el presidente inaugurará/PATRICIA
DÁVILA, reportera.
Revista Proceso No. 1928, 12 de octubre de 2013
Son
230 kilómetros de espanto: 29 ejidos afectados, más de 50 túneles con
filtraciones, decenas de puentes cuarteados, centenas de hectáreas afectadas,
miles de metros de asfalto deslavado, aludes, fallas geológicas no previstas…
Bienvenidos a la carretera Durango-Mazatlán, “la más importante y emblemática
que se haya hecho en la historia de la ingeniería reciente de México” y que
será inaugurada dentro de unos días por el presidente Peña Nieto. No sólo
muestra baches y derrumbes, sino también la voracidad de quienes pueden
invertir 28 mil millones de pesos pero sólo ofrecen 60 centavos por metro
expropiado.
DURANGO/
MAZATLÁN.- Aún no se ha terminado y ya es considerada una de las más riesgosas
del país. La supercarretera Durango-Mazatlán (que el presidente Enrique Peña
Nieto debe inaugurar el 17 de octubre) ya presentaba “peligrosas” fallas geológicas
no previstas en el proyecto técnico, túneles tapados por aludes y tramos en
donde el terraplén con el pavimento va literalmente hacia el precipicio, desde
antes incluso de que la golpeara la cola del huracán Manuel.
A
causa de ese meteoro los daños se multiplicaron: hundimientos del asfalto por
la presión del agua, drenajes tapados o que no soportaron el caudal y
reventaron el asfalto, cunetas anegadas por la misma carga pluvial y pesadas
rocas que deshicieron túneles, sin contar con que más de 50 de los 64 pasajes
filtran agua. Una parte importante de los 57 puentes también presenta fallas de
diverso calibre.
La
carretera de 230 kilómetros fue anunciada como la más “importante y emblemática
que se haya hecho en la historia de la ingeniería reciente de México, tanto por
el reto que supuso su construcción como por la aplicación de la tecnología más
avanzada”. Hoy es una ruta de desolaciones. No sólo por los túneles y puentes
estropeados, sino también por los daños “colaterales” que causaron las constructoras
Tradeco, Aldesa y Omega en 29 ejidos y comunidades de la zona (Proceso 1823).
Esas
afectaciones también son cuantiosas: arroyos o grandes cauces de ríos –como El
Baluarte– completamente azolvados por el material que desparramaron las
constructoras más allá de su derecho de vía. Contaminaron zonas protegidas, en
las que crecen especies de pino endémicas, como la pseudotsuga. Destruyeron el
hábitat de la guacamaya, que está en peligro de extinción. Cerraron caminos que
servían para sacar los productos de las zonas madereras o de cultivo y quitaron
puentes de paso para ganado. En pueblos como Santa Lucía, Sinaloa, los
habitantes demandan la reparación de las cuarteaduras que las detonaciones
causaron en sus inmuebles. Y lo paradójico: se construyeron puentes que no
sirven a nadie.
A
ello se suma que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) pretende
pagar a 60 centavos el metro cuadrado de tierra expropiada. Sin acuerdo previo,
además, otorgó el permiso para que Grupo Carso, propiedad del empresario Carlos
Slim, instalara en forma paralela a la megaobra el cableado de fibra óptica.
La
lucha de los ejidatarios y comuneros se inició en noviembre de 2012. En febrero
de 2013, por iniciativa de Andrés Medrano Quiñonez –quien se inició con El Movimiento
por la justicia agraria–, siete ejidos y comunidades decidieron irse al amparo.
Del municipio de Pueblo Nuevo, entre otros, fueron Chavarría Nuevo, Chavarría
Viejo, San Antonio y Anexos; del municipio de Durango se sumaron La Victoria y
José María Morelos, sólo que estos dos últimos fueron “apaciguados” por el
actual senador suplente Óscar García Barrón, quien entonces era líder de la
Confederación Nacional Campesina (CNC) y presidente de asuntos agrarios de la
Cámara de Diputados federal, en la legislatura pasada, narra el abogado
defensor Enrique(Sic) Pérez Virgen.
“La
primera demanda la presentamos en el Tribunal Unitario Agrario (TUA) de la
ciudad de Durango, por el pago justo y la reparación de daños. Tenemos avalúos
de la tierra y de bienes diferentes a la tierra que entregamos en las oficinas
centrales de la SCT, así como en los estados. Estamos hablando de alrededor de
633 mil pesos por hectárea para Pueblo Nuevo, mientras que para San Antonio y
Anexos, que está más conurbado, se cotiza arriba del millón de pesos”, señala
Andrés Medrano, mientras entrega a Proceso copia de los avalúos de cada uno de
los ejidos.
–¿En
cuánto se los quieren pagar?
–¡Es
vergonzoso! Nos ofrecen los precios que da Indavin (Instituto de Administración
y Avalúos de Bienes Nacionales): la gran cantidad de 60 centavos el metro
cuadrado, o sea, 6 mil pesos la hectárea, menos de 10% de su valor.
Interviene
el abogado Pérez Virgen: “Resulta más grave cuando los 60 centavos los comparas
con los 28 mil millones de pesos que aplicó el gobierno federal en la
construcción de la supervía. Es triste que a los dueños de la tierra no les
hayan pagado nada por entrar a sus propiedades. Los constructores se valen de
los documentos de ocupación previa de la tierra. Una cosa es que tengan el
permiso para entrar y otra que regalen la tierra”.
El
14 de enero de 2013, en una reunión, la diputada Catalina Mercado fue a
convencerlos de que no demandaran. Ahí, Arturo Hernández Hernández,
representante agrario del gobierno del estado de Durango, dijo que en el
sexenio del exgobernador Ismael Hernández Deras se pagó a 23 mil pesos la
hectárea en el municipio de Durango. No lograron convencer a los de Pueblo
Nuevo.
Pueblo
Nuevo es el segundo ejido más grande del país. Tiene mil 503 ejidatarios y una
superficie que supera las 230 mil hectáreas –que incluyen 80 mil hectáreas de
bosque para explotación–. En todo Durango, en total, son mil 800 ejidatarios
afectados y arriba de 800 hectáreas dañadas. En Sinaloa son 800 campesinos de
los municipios de Concordia, Mazatlán y Escuinapa.
“El
día último de mayo hicimos valer el amparo que nos otorgó el juez segundo de lo
penal, el cual dice que las cosas deben conservarse como están. Permanecimos 12
días en las colindancias de Pueblo Nuevo con los demás ejidos, pero fue
personal del gobierno del estado para flexibilizarnos, y aceptamos para evitar
represalias”, explica Pérez Virgen.
“En
esta lucha social, jurídica y agrarista de los ejidos afectados de Durango,
Nayarit y Sinaloa lo que se ha puesto al descubierto, entre otras cosas, es que
Carlos Slim colocó fibra óptica en las autopistas. El debate es quién autorizó
al señor Slim a instalarla en terrenos ejidales porque, suponiendo que los
ejidos acordaron con la SCT el derecho de vía para construir la autopista, fue
sólo para eso, no para que se instalara la fibra óptica ni para que se
concesionaran al capital privado las autopistas, cuando la tierra de los
campesinos aún no se ha pagado.”
Para
él, ahí está el lucro, no en las casetas: “El negocio está en la fibra óptica
que corre paralelamente en las autopistas. Esto jurídicamente implica que la
SCT concesionó, de manera irregular e ilegal, un servicio sin que el Estado
mexicano fuera propietario de la tierra. El delito lo comete la SCT: Le apuesta
a la enorme fuerza de Estado, al gran músculo jurídico que tiene, al control de
jueces, magistrados y actuarios, y al bolsillo roto de los campesinos para que
no sostengan un juicio demasiado largo, técnico y profesional”.
Los
campesinos saben que su tierra genera plusvalía, por eso reclaman el pago a
valor de mercado, como dice la Ley de Expropiación, el Reglamento de Propiedad
Rural y la Ley de Bienes Nacionales.
–¿El
hecho de que pase la fibra óptica eleva el costo de la tierra?
–Sí,
porque genera plusvalía con las obras de informática. Carlos Slim entregó casi
6 mil 900 millones de pesos para construir la autopista Tepic-Mazatlán y el
libramiento Tres en Mazatlán. De éstos, 30% lo destinó para adquirir la
concesión administrativa de estas dos obras. Hay un indicador muy importante:
en este 30% es muy probable que hubiera ido el dinero para el pago de la
tierra, el pago de los daños y el pago de los perjuicios; es decir que la SCT
agarró cerca de 2 mil millones de pesos y no les pagó a los campesinos sus derechos,
su tierra, ni les construyó obras complementarias, como puentes, caminos
laterales y saca cosechas. La pregunta es: ¿por qué la SCT con Vicente Fox y
(Felipe) Calderón no le pagó a los campesinos?
Por
otra parte, los campesinos se niegan a que se concesione la operación de la
autopista Durango-Mazatlán: “El Estado mexicano ha invertido cerca de 28 mil
millones de pesos, por eso no nos parece justo ni legal ni legítimo que se le
concesione a Guillermo Ortiz, de Banorte, o a Carlos Slim, de Grupo Carso.
Además, la ganancia que pueda producir la autopista debe destinarse a educación
y salud en los gobiernos locales”.
Aseguran
que actualmente los conflictos son superficiales, pero cuando la supercarretera
entre en funcionamiento se agudizarán: cuando los pueblos estén realmente
incomunicados, cuando no puedan sacar sus cosechas, sus mangos, su maíz, su
madera, y en las comunidades empiece a profundizarse la pobreza. Así sucedió en
Sinaloa y Nayarit, por donde pasa la autopista Tepic-Mazatlán. El abogado menciona
los 25 ejidos ganaderos a los que les cerraron el paso en el municipio Rosa
Morada, a la altura de Las Pilas, en donde existía un camino natural para 10 o
15 mil cabezas de ganado, que desapareció.
En
Pueblo Nuevo, 20% de la madera que tiene autorización de cortar está quedando
sin extraer. Están dejando incomunicado gran cantidad de terreno considerado en
el programa de manejo forestal. Por ello exigen el pago de daños y la
construcción de los caminos saca cosecha, afirma don Andrés Medrano, quien junto
con el abogado fue entrevistado en la ciudad de Durango.
“Hicieron
el proyecto como los proyectistas de la SCT creyeron que era, no a la necesidad
de los habitantes. Tenemos una Dirección Técnica Forestal que sabe en dónde hay
necesidad de caminos, y un comisariado que envía a sus jefes de monte porque
conocen las necesidades para la extracción forestal, pero nunca los
consultaron”, afirma el señor José Luis Coria, quien guio a los reporteros por
un tramo de la supercarretera hasta el puente El Baluarte-Bicentenario, límite
con el estado de Sinaloa.
“Avance
lento, no se pare, sólo lento…”, pide un empleado de la autopista en el ejido
La Victoria, kilómetro 102+600. Ahí se están reparando enormes baches y tramos
de carpeta asfáltica hasta de 100 metros de largo, sumamente dañados.
Rumbo
a Mazatlán, en el ejido La Victoria (municipio de Durango), el centro turístico
Arroyo del Agua resultó afectado. Al riachuelo del mismo nombre lo azolvaron
con la megaobra. Ya desde antes de llegar a este punto los derrumbes de piedra
sobre la carretera son recurrentes.
En
el puente Lambederos, en Chavarría Viejo (municipio de Pueblo Nuevo), el
cascajo también se derramó hacia la corriente del arroyo, en un área natural
protegida. Ahí es el hábitat de la pseudotsuga, una conífera verde-amarilla. Al
fondo del cañón también hay cupresos, un tipo de cedro. Ambas especies son
endémicas. El túnel –del mismo nombre que el puente– está lleno de fisuras. Más
adelante, el asfalto está completamente fracturado, es un trecho de aproximadamente
600 metros.
Se
supone que una de las atracciones de la supercarretera es la belleza del
panorama. Sin embargo, los defectos ocasionados por las constructoras son los
protagonistas. Es el kilómetro 17+400. Se llama Las Bobedas. En esta zona hicieron
bancos de escombro que nunca fueron señalados, afectando el derecho de vía. Por
entre los pinos se alcanzan a ver los montículos de cascotes. Desde el puente
La Noria se ve un bajío en el que depositaron las rocas de concreto sobrantes,
lo que afecta a la corriente del arroyo Chavarría. El siguiente paso, llamado
El Indio, está igual de afectado.
Por
uno y otro lado de la supercarretera se ve el tendido de los cables de fibra
óptica que aún no terminan de instalar.
–¿Cómo
califican esta autopista en cuanto a seguridad?
–No
la tenemos. Está mal trabajada, los derrumbes que se han registrado lo
demuestran. Pensamos que aquí sólo vinieron a llevarse el dinero. Ya
invirtieron 28 mil millones de pesos, la obra está en mal estado y nuestras
tierras están afectadas.
Y
tiene razón: A lo largo de la supercarretera, de Durango a Mazatlán, hay
afectaciones graves. En el ejido Chavarría, rumbo a Pueblo Nuevo, se acabaron
agostaderos, ojos de agua, terrenos forestales y ríos, como El Baluarte y sus
afluentes Yerbabuena, Chavarría Nuevo, Las Golondrias y El Magueyal, que se
juntan en zonas donde anida la guacamaya. Esas partes fueron completamente
azolvadas por los contratistas.
El
Coscomate quedó sepultado por los bancos de materiales. Ahora es conocido como “El
Pueblo Enterrado”, porque desde la autopista no se ve. Sólo se distinguen cinco
enormes tiraderos que sobrepasan la altura del techo de las casas.
Yazmín
Padilla Pastrana, encargada del centro turístico La Joya de la Sierra, cuenta
que la construcción les quitó el agua. Secó un pequeño lago artificial
atractivo para los visitantes. Cuando estaban construyendo “los turistas no
venían porque los caminos eran un desastre, del poblado Puerto del Jarro para
acá era un lodazal. Las personas se regresaban, en ocasiones los puentes se
caían por la maquinaria tan pesada. Y cuando hacían las detonaciones las
piedras caían cerca de las cabañas. Los peces murieron por la falta de agua.
Las cuevas de Heraclio Bernal, en donde el revolucionario se refugiaba, ahora están
abandonadas.
Aquí
se construye la tercera caseta de cobro de Durango a Mazatlán. Será inaugurada
por Peña Nieto, o al menos los trabajadores se preparan para recibirlo. En esta
zona la constructora se salió 15 metros más allá del derecho de vía. Es tal la
destrucción que los pobladores exigen que se pavimente el camino de El Jarro a
Pino Gordo como retribución por los daños.
Adelante,
en El Coscomatito, uno de los habitantes del ejido Chavarría Viejo sale al
paso: “Aquí nos hicieron una barda que no sirvió. Ya le habíamos comentado a
SCT. Los españoles de la empresa Aldesa dijeron que si se caía, que la SCT se
las pagara y la volvían a hacer. Y se les cayó por la mala calidad del
trabajo”, dice.
En
el túnel Chavarría Nuevo II, con las lluvias de Manuel, la obra de drenaje se
tapó y reventó el pavimento. Para evitar que se repita se reencauzó el arroyo
Chavarría. Ahora el problema es que se queda sin agua al poblado del mismo
nombre.
José
Luis Coria Quiñones se estaciona en el kilómetro 153. Hay que detenerse ante
tamaña afectación: Se está yendo el terraplén con el pavimento, la lluvia
lesionó la fibra óptica y hay fisuras en los túneles Leoneras I y II, que
también tienen hundimientos. Además se levantó la capa de asfalto por la
presión del agua, ya que la obra de drenaje no soportó la carga; las cunetas se
desbarataron por el volumen pluvial.
Los
túneles Morelos II, Los Alacranes, Chavarría Nuevo III y Chavarría tienen
filtraciones de agua. En el kilómetro 133+420 se encuentra Los Gavilanes,
puente que, según don José Luis, no tiene ninguna utilidad.
Un
kilómetro antes de llegar al túnel El Magueyal, SCT anuncia la primera falla
geológica en dirección Mazatlán-Durango. No soportó el peso mismo de la tierra.
Es el reblandecimiento del terreno: Aldesa tiene como 50 metros de cerro
cercenados. Van a tener que desgajarlo para poder estabilizar.
Esto
fue falta de visión de los proyectistas, denuncian. El estudio que hicieron no
fue el adecuado porque hay detalles que se les fueron y que se irán haciendo cada
vez más notorios.
Saliendo
del túnel Mesitas, 100 metros de asfalto están fracturados. Los empleados
abrieron zanjas de cuatro metros de profundidad para levantar un muro de
contención.
–¿Es
más peligrosa esta autopista que la de El Sol?
–¡Claro!
Aquella es puro tepetate, es lodoso, y aquí hay mucha roca. Lo recomendable es
que no se circule, y menos a 110 kilómetros por hora. En la zona de Sinaloa, en
el túnel La Piedra, cayó una piedra de 12 toneladas que lo perforó –responde
José Luis Coria.
El
camino sigue. En el paso El Fresno, kilómetro 139+100, hay una fisura sobre el
pavimento. Pero lo que llama la atención es que moverán de lugar un cerro. La
gente de Aldesa solicitó la autorización de cambio de uso de suelo para
arrastrarlo y ponerlo como contención. El comisariado ya lo autorizó y sólo
falta el permiso de la Secretaría de Medio Ambiente. El monte tiene una
hectárea de superficie y un volumen de 25 mil metros cúbicos.
Ahora
están recubriendo la carpeta asfáltica. Muestra un tramo de la carretera que
está completamente en declive. El señor Coria señala las lámparas que corren el
riesgo de irse hacia el precipicio. Al pisar, el zapato se hunde, la zona está
cubierta con plástico negro para evitar que quienes circulan por el lugar
perciban el material reblandecido, que bajó alrededor de 30 centímetros.
En
Copala (Concordia, Sinaloa), Roberto Torres Orrante muestra lo peligroso que es
circular por la supercarretera, del kilómetro 184 al 191. Señala que la falta
de cerco por toda la orilla ocasiona que el ganado no tenga control y ande
libremente en la carretera, ocasionando accidentes. Torres es el presidente del
comisariado de bienes comunales y exige la construcción de un paso ganadero en
un lugar conocido como Piedra del Rayo, que comunicará a los habitantes que la
obra dejó aislados.
También
es necesario el cambio de la tubería, que fue oprimida por la nueva carretera.
Es el único suministro de agua a la comunidad de Copala. Además tienen que
destaparse los pozos para el ganado. Camsa, constructora a cargo de ese tramo,
se comprometió a realizar algunos de estos trabajos pero nunca cumplió, afirma.
En
la comunidad de San Miguel del Carrizal, perteneciente a Santa Lucía, los
habitantes muestran montañitas de oficios dirigidos a diferentes dependencias
de los tres niveles de gobierno. Uno de ellos señala: “Solicitamos que se
realice un análisis minucioso de toda la problemática que surgió a raíz de la
construcción de la autopista Durango-Mazatlán, como la contaminación del agua,
casas cuarteadas por las detonaciones, caminos saca cosechas sin acceso, y
todos los daños colaterales”.
El
presidente de la comunidad, José Ramón Ochoa Sarabia, entrega una lista de las
personas a las que se les dañó su vivienda. A muchos, la SCT y las
constructoras se niegan a indemnizarlos, como el “Salón del Reino” de los
Testigos de Jehová.
“Por
ello exigimos el pago de nuestras tierras a precio comercial y el pago de daños
colaterales. Mientras la tierra no se nos pague, ésta es nuestra lucha”, afirma
don Andrés Medrano, el promotor del movimiento a lo largo y ancho de la
supervía.
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