Con
Greenwald, el depositario de los secretos
JACOBO
G. GARCÍA Y MARJOLEIN VAN DE WATER
Revista
Proceso
No. 1928, 12 de octubre de 2013;
El
espionaje de Washington a México no tiene que ver con terrorismo, drogas ni
armas, sino “con petróleo, energía e intereses económicos”, dice Glenn
Greenwald, el periodista de The Guardian que tiene en su poder los documentos
filtrados por el exanalista de inteligencia Edward Snowden, los cuales revelan
las intercepciones ilegales del gobierno estadunidense en todo el mundo. En
entrevista con Proceso, Greenwald señala que la reacción del presidente Peña
Nieto ante las revelaciones de espionaje “no tiene comparación” con la dura
respuesta de la mandataria brasileña Dilma Rousseff, pues México depende
“mucho” de Estados Unidos.
RÍO
DE JANEIRO.- Son la seis de la tarde del martes 1 y Glenn Greenwald se ve
relajado, sentado a una mesa del bar del hotel Royal Tulip de esta ciudad.
Calza chanclas y viste un pantalón corto y una playera. Parece un turista
dispuesto a disfrutar del Río tropical y no uno de los hombres más espiados y
acosados del planeta.
Entre
sus piernas aprieta una mochila en cuyo interior hay un disco duro. En éste hay
más de 20 mil documentos que han puesto en jaque la seguridad mundial, han
colocado en la mira a Facebook, Microsoft, Apple y Google y han tensado las
relaciones de Estados Unidos con varios países, entre ellos México.
El
pasado 2 de septiembre en el programa de televisión Fantástico, de la cadena brasileña
Globo, Greenwald reveló que la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos
(NSA, por sus siglas en inglés) espió a Enrique Peña Nieto cuando éste era
candidato a la Presidencia y supo antes que los mexicanos los nombres de los
miembros del gabinete de este personaje.
Durante
la entrevista con Proceso, Greenwald refiere que esta información la descubrió
por “accidente” cuando revisaba los documentos sobre el espionaje a Brasil y su
presidenta, Dilma Rousseff.
La
NSA no sólo espió a millones de brasileños y a la empresa estatal de petróleos,
Petrobras, sino también el teléfono y el correo electrónico personales de la
presidenta lo cual provocó un escándalo: Rousseff canceló una cena de Estado en
la Casa Blanca con Barack Obama. Fue una reacción muy diferente a la de Peña
Nieto quien –acosado por preguntas de periodistas– declaró que había solicitado
explicaciones al gobierno estadunidense y éste le prometió una investigación al
respecto.
–¿Cómo
valora la respuesta de México?
–No
se puede comparar –responde Greenwald.
Y
refiere que su residencia en Brasil –donde publica en el diario O Globo,
participa en programas de televisión y hasta ha acudido a sesiones del Senado–
ha ayudado a posicionar el tema en la agenda pública. Además, “México depende
mucho de Estados Unidos y aquí en Brasil se piensa distinto”, dice.
Comenta
luego un hecho digno de atención: el espionaje de Estados Unidos a México no
tiene que ver con terrorismo –argumento de Washington para justificar esa
práctica a escala mundial–, ni siquiera con drogas o armas sino “con petróleo,
energía y con intereses económicos”.
Explica
a grandes rasgos cómo funciona el espionaje sobre el país: “Ellos (los
estadunidenses) tienen la posibilidad de entrar en el sistema de telecomunicaciones
en México”. Por ejemplo “si tú estás en el DF y mandas un correo electrónico a
alguien en Guadalajara, eso pasa por un servidor de Estados Unidos. Y si es un
mensaje telefónico, va por canales de comunicación donde Estados Unidos está
entrando. Ellos utilizan empresas estadunidenses que acceden a estos canales y
por tanto tienen la capacidad para guardar y analizar todas las
comunicaciones”.
El
recurso del método
Greenwald
recuerda el día de mayo cuando recibió los primeros documentos que le envío el
exanalista de la NSA, Edward Snowden. “Abrí un archivo y quedé impresionado.
Cuando abrí el segundo me di cuenta de que estaba ante algo fuera de lo
normal”, comenta.
“Yo
había trabajado antes con documentos secretos pero esto era un escándalo global
porque estábamos hablando de empresas como Skype, Google, Facebook y Apple que
son utilizadas para la comunicación mundial.”
Todos
esos documentos están ahora en la mochila que resguarda entre las piernas
mientras come frutos secos. “Siempre la llevo conmigo, aunque tengo varias
copias”, dice. “La información está cifrada, así que si un ladrón me la roba no
tendrá nada”.
Hasta
junio pasado Greenwald apenas era conocido en Estados Unidos como experto en
leyes y autor de libros y columnas sobre derechos civiles y privacidad en las
comunicaciones. Pero saltó a la palestra internacional cuando Snowden robó
decenas de miles de documentos secretos de la NSA y lo contactó, antes de
ponerse a salvo en Hong Kong, para difundir esa información.
Pero
Snowden no sólo buscó al periodista por su trayectoria sino también por su
método. Una forma de trabajar tan lenta como rigurosa que le impide dar más
detalles sobre México: “No puedo hablar de documentos antes de hacer la
investigación periodística. Antes de publicar nada yo pregunto al gobierno de
Estados Unidos por qué no debo sacar esos papeles. Entonces escucho sus
argumentos y tomo mi decisión. Debo asegurarme de entender lo que estoy
revelando y no sólo entregarlos así no más. Por eso no puedo decir más sobre
México”, afirma y corta de forma tajante la conversación sobre este tema.
Costos
personales
Greenwald
trabaja desde junio pasado con la documentalista estadunidense afincada en
Alemania Laura Poitras y gota a gota han ido publicando el material que
recibieron de Snowden. Estados Unidos podría arrestar a Greenwald en cualquier
momento si pone un pie en su país y Gran Bretaña lo sentenció el miércoles 9 al
decir que sus revelaciones “han sido un regalo para los terroristas”.
–¿Ustedes
son vistos como traidores?
–Sí,
claro y eso es inevitable porque en Estados Unidos cuando tú publicas algo que
el gobierno no quiere te llaman terrorista y más después del 11 de septiembre
de 2001. Pero no ha sido muy eficaz. Todo el mundo sabe que estamos contando
cómo personas inocentes, gente normal, está siendo espiada; por eso no ha sido
muy eficaz la campaña de decirnos traidores.
Greenwald
dice que mantiene contacto casi a diario con Snowden. En los últimos meses la
vida del exanalista de la NSA parece sacada de una novela de Tom Clancy. En
mayo se fugó de Estados Unidos y se escondió en Hong Kong. Un mes después huyó
a Rusia para no ser extraditado y, después de tres semanas de permanecer en el
aeropuerto de Moscú, finalmente se quedó en esa ciudad con el estatus de
refugiado.
“Snowden
guardó todos los documentos y los archivó extremadamente bien. Había 15 carpetas,
dentro de cada una de ellas había otras 25 y en cada una de ellas otras 10.
Todo ordenado por temas. Sabía exactamente lo que había y su importancia, pero
nos dio libertad absoluta para elegir lo que publicamos”, comenta Greenwald.
–¿Y
por qué no usar Wikileaks?
–Snowden
podía haber subido todo a internet o ir a Wikileaks, pero vio lo ocurrido con
Bradley Manning y pensó que la mejor estrategia era hacer las publicaciones en
medios convencionales. No quería que pensaran en nosotros como terroristas o
irresponsables y nada más dejar la información en internet. Quería recurrir a
los periódicos tradicionales porque son medios en los cuales los estadunidenses
confían. Quiere que se publiquen bajo criterios periodísticos.
Durante
más de una hora de entrevista Greenwald habla con el tono de quien intuye las
preguntas que le van a hacer. No en balde ha pasado varios meses ofreciendo
explicaciones al mundo. Sin embargo, su voz se apasiona a medida que detalla
los abusos de Estados Unidos.
“Barack
Obama dijo que Estados Unidos recopilaba toda esa información (de la compañías
telefónicas y servidores de internet) para luchar contra el terrorismo, pero la
gente se ha dado cuenta de que están mintiendo a todo el mundo y detrás del
espionaje hay intereses políticos y económicos. Ahora hay conciencia sobre el
peligro de conceder a Estados Unidos una posición dominante en el mundo”, dice.
Pero
tanta pasión se quebró el pasado 18 de agosto. Ese día David Miranda, novio de
Greenwald, fue detenido en el aeropuerto de Heathrow, Londres. Miranda viajaba
a Río después de reunirse con Poitras. Las autoridades británicas le aplicaron
la Ley Antiterrorista, confiscaron su computadora portátil y su teléfono
celular y lo retuvieron nueve horas.
“Por
primera vez me sentí impotente ante lo que le estaban haciendo a la persona que
más quiero en el mundo. En ese momento me di cuenta de que se trata de una
consecuencia lógica de mi trabajo. Hemos desafiado e irritado a grandes líderes
del mundo y hemos publicado sus documentos secretos”, comenta.
“La
situación es de mucho estrés y tensión”, dice. “Todos los días debo tomar
decisiones difíciles, decidir muy cuidadosamente qué cosas publicar y cómo van
a involucrar a la gente. Creo en lo que estoy haciendo y eso es lo positivo;
tengo el respaldo de una plataforma global de medios y lo que estoy revelando
está teniendo un impacto grande en el mundo. El balance general es: estoy
contento, pero sí, tiene muchos costos desde el punto de vista personal”.
–¿Ha
sufrido amenazas o ha sido acosado?
–Hubo
un incidente en Hong Kong. Snowden me había dicho lo importante que era tener
otra copia de los documentos en manos de alguien de confianza. Entonces hablé
con David por Skype para decirle que le mandaría una copia encriptada de los
documentos. Finalmente nunca lo hice porque no sabía bien cómo hacerlo y 48
horas después le robaron su laptop de la casa.
El
valor de la privacidad
Greenwald
afirma que gracias a su trabajo “se ha logrado mucho”.
Explica:
“Hay un cambio radical en la forma en la cual los estadunidenses piensan de la
vigilancia y la privacidad. Desde los ataques del 11 de septiembre 2001, 80% de
los estadunidenses estaban más preocupados por la amenaza del terrorismo que
por los recortes del gobierno a las libertades individuales. Este año bajó a
40%, y eso es resultado directo de nuestro trabajo. Paralelamente hay varias
iniciativas del Congreso para reducir los fondos a la NSA gracias a que
conservadores y liberales, quienes nunca están de acuerdo en nada, casi lo
logran”.
Además,
dice, “nuestras revelaciones han conseguido, por ejemplo, que en Alemania la
gente deje de usar Facebook o empiece a utilizar sólo servidores alemanes”.
También
refiere lo que su trabajo ha provocado en Brasil. “Un mes antes de publicar
sobre el espionaje a Rousseff, yo fui a O Globo y publiqué tres artículos sobre
cómo la NSA espió la comunicación de millones de brasileños”. Comenta que luego
“fue satisfactorio ver cómo Rousseff ocupó 15 minutos en la ONU hablando mal
de Obama, criticando el espionaje de Estados Unidos y en defensa de la libertad
en internet”.
“Y
todo eso fue posible gracias al periodismo que estamos haciendo”, sostiene.
Según
su información, Greenwald divide a los países en tres grupos: Uno integrado por
naciones que colaboran con el gobierno de Estados Unidos, pero éste no espía a
sus ciudadanos. Es el caso de Canadá, Gran Bretaña, Nueva Zelanda o Australia.
Otro en el cual Estados Unidos no trabaja con los gobiernos, pero sí los espía:
Venezuela, Irán, Corea del Norte o China. Y un tercero en el cual se encuentra
la mayoría de los países. En este grupo, Brasil, por ejemplo, coopera aunque
sea poco; en cambio, Francia, España o India colaboran con Washington en
diferentes niveles.
Durante
la entrevista, Greenwald sólo deja de hablar cuando el mesero se acerca para
rellenar las copas. Se nota que ni él ni los reporteros saben de espionaje
profesional. Ni siquiera son capaces de cambiar de tema con rapidez y un
silencio espeso se apodera de la mesa mientras el mesero llena las copas. Pero
en cuanto éste se aleja, Greenwald ataca de nuevo:
“Tengo
los instrumentos en mis manos para que la gente vea qué está pasando. Pero
después de la indignación del momento, la gente volverá a su vida anterior. Lo
peor sería que las personas aceptaran que internet no es libre y accedan a ser
espiados todo el tiempo”, expresa.
–Pero
hay mucha gente a la cual no le importa que la espíen porque dice no tener nada
que esconder.
–No
es cierto y la prueba de ello es que todo mundo tiene una clave secreta
(password) para acceder a su correo o a Facebook y también pone cerrojos en
sus puertas. La gente entiende el valor de tener privacidad y una sociedad que
acepta el espionaje respira conformidad.
“La
vigilancia mata el alma de la gente”, afirma. Y añade una cita de Rosa de
Luxemburgo: “El que no se mueve no se da cuenta de las cadenas que arrastra”.
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