- En Mea maxima culpa se habla del padre Gerald Fitzgerald, quien fundó los Siervos del Paráclito en 1947, para incluir en sus programas a sacerdotes pedófilos.
- El primer centro de tratamiento se abrió en Jemez Springs, Nuevo México.
Mea maxima
culpa”, la protección del Vaticano a pederastas/
COLUMBA
VÉRTIZ DE LA FUENTE
El
estadunidense Alex Gibney sorprende con su película testimonial para HBO Mea
maxima culpa. Silencio en la casa de Dios. El documental pone al descubierto
las mañas que emplea el Vaticano para proteger a curas pedófilos (“depredadores
compulsivos”, los llama) como Marcial Maciel y otros, partiendo del escándalo
del padre Murphy, quien abusó de 200 infantes en un colegio para niños sordos
de Wisconsin.
Alex
Gibney (ganador del Óscar en 2008 por Taxi al lado oscuro como mejor
documental) indaga, cámara en mano, el abuso sexual a niños por sacerdotes y
demuestra todo lo que ha hecho la Iglesia católica para ocultarlo.
La
exploración de Gibney está concretada en su documental Mea Maxima Culpa.
Silence in the House of God, de 107 minutos, que se proyecta en cines del
Distrito Federal y recorrerá el resto del país.
“Queremos
darle voz a los ofendidos. Realicé este documental buscando justicia”, señala
el también realizador de Enron: los tipos que estafaron a América.
El
cineasta revela a Proceso, sorprendido, que a pesar de los casos documentados
por libros y películas, la Iglesia católica se empeña en encubrir a decenas de
sacerdotes (“depredadores compulsivos”) que actúan bajo el cobijo del poder del
Vaticano.
“Es
terrible que una institución religiosa tan ‘consagrada’ a la caridad y al amor
dedique gran parte de su tiempo a proteger pedófilos. Se trata de personas como
Marcial Maciel, que tenía un poder descomunal de convencimiento para hacer
creer a sus víctimas que hacían el bien al dejarse.”
Nacido
el 23 de octubre de 1953 en Estados Unidos, Gibney se está convirtiendo en el
documentalista más importante de nuestro tiempo, según algunos críticos de cine
en su país. Actualmente edita un proyecto sobre WikiLeaks y Julian Assange para
Universal Pictures, aún sin título.
La
producción de HBO Mea maxima culpa muestra la primera protesta pública en
Estados Unidos sobre el tema, en la cual las víctimas acusan al sacerdote
Lawrence C. Murphy de abuso sexual infantil.
El
cura Murphy violentó a más de 200 niños sordos en su escuela St. John’s School
for Deaf, de Milwaukee, Wisconsin, que dirigió entre 1950 y 1974. La cinta
destaca que el escándalo desencadenó una investigación en el Vaticano. Y todo,
dice, comenzó por una carta.
Estimado
cardenal Angelo Sodano:
Le
escribo esta misiva porque estoy furioso con el sacerdote Lawrence Murphy y
quisiera saber si el Papa Juan Pablo II lo va a excomulgar de la Iglesia
Católica. Estoy seguro de que el Papa sabe sobre los sacerdotes que han abusado
de los niños en Estados Unidos, pero quiero que usted le cuente mi historia.
Los sacerdotes han abusado también de los niños sordos. Y yo soy uno de ellos…
Cuatro
varones discapacitados exponen lo que les ocurrió con Murphy. Son Terry Kohut,
Gary Smith, Pat Kuehn y Arthur Budzinski, a través de las voces de los actores
Jamey Sheridan, Chris Cooper, Ethan Hawke y John Slattery en el filme de
Gibney, quien intenta impedir que se sigan permitiendo abusos sexuales a
menores y la impunidad de curas con tendencias pedófilas.
La
investigación emprendida por aquellos sordomudos ayudó a descubrir documentos
de los Archivos Secretos del Vaticano “que muestran al Papa tan responsable
como desvalido ante la cara del mal”.
En
Mea maxima culpa Pat Kuehn narra a cuadro que el sacerdote Murphy era muy
carismático, pues “tenía la habilidad, como El flautista de Hamelín, de hacer que
las ratas lo siguieran e hicieran lo que él quisiera”.
Los
denunciantes subrayan que sabía el lenguaje de señas y podía comunicarse con
los niños; pero escogía a los que tenían padres que lo desconocían, así sus
hijos no podrían comunicarles nada. Iba al dormitorio de los infantes y abusaba
de ellos, o dentro del confesionario. Sus delatores se preguntan dónde se
hallaban las monjas que supuestamente debían cuidarlos.
Terry
Kohut lo denunció al Vaticano, como John Doe 16. Su caso fue sobreseído; pero él
lo prosigue en las cortes de Wisconsin.
Hacia
1963, el cura Murphy se ausentó de la escuela, quedando en su cargo su homólogo
David Walsh, a quien una de las víctimas le confesó todo. Walsh se había
enterado del problema desde 1958, cuando redactó un informe al arzobispo Meyer,
así como al delegado apostólico del Vaticano en Washington.
A
su regreso, Murphy fue encarado por Walsh. Nada sucedió. A los niños que lo
acusaron ante la policía tampoco se les creyó.
Ya
en mayo de 1973 el arzobispo William Edward de Cousins se había enterado del
caso Murphy por una misiva. Para mayo de 1974, con los abogados de su despacho
legal Arlene Quandt and John Conway, víctimas como Budzinski y Smith se
reunieron con el arzobispo De Cousins, miembros de la comunidad y el padre
Murphy.
Murphy
fue removido, aunque permaneció como fundador y director del alumnado. Pero
Arlene Quandt escribió a la Delegación Apostólica del Vaticano acerca de los
cargos contra Murphy en nombre de los estudiantes del St. John’s; Budzinski, Smith
y Robert Bolger cuentan que en septiembre del mismo año colocaron un volante en
el escritorio del juez del condado de distrito en Milwaukee, Michael McCann.
Hacia 1975, Gary Smith interpuso una demanda civil contra la Arquidiócesis de
Milwaukee y el cura, pero fue persuadido para firmar una disculpa y se
retractó.
Hasta
diciembre de 1993, el padre fue evaluado por la terapista Kathy Walter, quien
suscribe en la cinta que Murphy admitió el abuso a 19 niños. La película
destaca el enfrentamiento de Budzinski, Smith y Bolger con su victimario, en su
casa de Boulder Junction, por julio de 1996. Lawrence Murphy sólo dice:
“¡Déjenme en paz!”.
Murió
en 1998.
“El
diablo con disfraz”
Entrevistado
por Gibney, el terapeuta clerical Richard Sipe afirma:
“Yo
era un monje muy devoto, el sexo y el celibato se convirtieron en parte central
de mi investigación y mis conocimientos, con el propósito de ayudar en la
formación de sacerdotes. Los datos mostraban que más de 50% de los curas
católicos de Estados Unidos practicaba el celibato, y entre más investigaba,
más desalentado me sentí. La Iglesia católica defiende, cultiva y produce
abusadores sexuales.”
Patrick
J. Wall, exbenedictino, también revela que recorrió Estados Unidos, de costa a
costa, sofocando escándalos de la Iglesia:
“Autorizaban
hasta 250 mil dólares para cerrar un caso. En 1995 teníamos un presupuesto de 7
millones de dólares para manejar los problemas de abuso sexual de menores.”
Incluso
le surgió la idea de comprar una isla en el Caribe: Carriacou, cerca de Costa
Rica, para aislar ahí a los sacerdotes que abusaban sexualmente de los niños.
La Iglesia dio un anticipo de 50 mil dólares para adquirirla, pero después el
proyecto fue desechado. Wall colgó los hábitos al ver que se les permitía seguir
en impunidad a los pederastas.
En
Mea maxima culpa se habla del padre Gerald Fitzgerald, quien fundó los Siervos
del Paráclito en 1947, para incluir en sus programas a sacerdotes pedófilos. El
primer centro de tratamiento se abrió en Jemez Springs, Nuevo México.
El
cineasta evidencia que Benedicto XVI, Joseph A. Ratzinger, durante 25 años
dirigió la oficina que llevaba los casos más serios de abuso sexual cometidos
por vicarios de Dios, llamada La Congregación para la Doctrina de la Fe,
fundada en el siglo XVI, mejor conocida como La Santa Inquisición.
Se
ve una escena en la que un periodista le pregunta a Benedicto XVI de los abusos
sexuales a niños por padres, pero el Papa lo esquiva:
“No
estoy enterado. No es conveniente que me pregunte eso ahora.”
–Se
dice que usted ocultó…
Pero
lo interrumpe Benedicto XVI, con un “no es el momento”.
Mea
maxima culpa exhibe al cura Tony Walsh, de Limerick, Irlanda, imitador de Elvis
Presley. En 1978 fue acusado de abuso, justo al año de su ordenamiento. Pero una
investigación del gobierno en 2010 descubre que cometió otros 200 actos
similares. Walsh ingresó al centro para tratamiento de padres ofensores
Paraclete, en Stroud, Inglaterra. Por febrero de 1995, en Irlanda se le
consignó por abuso sexual.
Pero
también el documentalista aborda en pantalla el caso del padre Marcial Maciel.
Gibney lo llama El diablo con disfraz.
“Angelo
Sodano impidió una investigación, pero se subraya que en marzo de 2005, cuando
el Papa Juan Pablo II agonizaba, el entonces cardenal Ratzinger arrancó la
indagación de los crímenes canónicos realizados por Maciel, mandando a su
predecesor, Charles Siciuna, a coleccionar evidencias en Nueva York y en la
Ciudad de México.”
El
Vaticano terminó la averiguación de Maciel y le ordenó vivir una vida de
penitencia y oración, removiéndolo del ministerio. A pesar de la evidencia de
múltiples casos de abuso, el Vaticano eliminó todos los planes de juicio
canónico al cura mexicano, quien murió en una mansión sacerdotal en
Jacksonville, Florida.
Finalmente,
Alex Gibney clama:
“Hay
que dejar de dar diezmo todos los domingos. Debemos exigir a nuestros
presidentes que traten al Papa sólo como a un jefe de Estado. Es lamentable que
el jerarca de la Iglesia católica declare: ‘Está bien, hemos cometido un grave
error…’, y luego siga como si nada, permitiendo más abusos.”
1 comentario:
Es un documental sumamente impactante, tuve la oportunidad de verlo en hbo go online y me ha dejado sin palabras, presentan muchísimas pruebas, cifras, datos, testimonios y sin embargo nadie hace nada.
Publicar un comentario