Palabras
del señor José Mujica Cordano, Presidente de la República Oriental del Uruguay,
durante la Imposición de la Condecoración de la Orden Mexicana del Águila
Azteca
28 de enero de 2014;
Señor
Presidente:
Me
va a perdonar, yo ni siquiera uso corbata. Estoy medio cohibido con esto.
Don
Enrique:
Estamos
por una para salir. Cuando empiezan estas cosas es porque te falta poco.
Yo
le tengo que agradecer a México.
Me
tocó ser muchacho en aquellos tiempos cuando cantaba Jorge Negrete y llegaban
aquellas matinés interminables y el cine mexicano llegaba al Río de La Plata,
con su color, con su fuerza.
Después,
empezábamos a despertar y sabíamos de los dolores de la República española y lo
que significó México.
Después,
andando y andando en la historia de nuestra América, cuántos latinoamericanos
perseguidos, recalaron bajo el pabellón mexicano.
Cuánta
gente del mundo, exiliados, recogió México.
Y
fuimos construyendo una imagen, una historia, de ese país peculiar que nos
había llegado por Jorge Negrete y por Cantinflas, ese fenómeno de la
comunicación de nuestra juventud.
Hoy,
sabemos que pertenecemos a una nación que no ha podido construir todavía, y que
yo no veré, y que se asoma tarde en sus estertores a un mundo que se está aglutinando
en grandes unidades, en el marco de una civilización que le da al hombre medios
inconmensurables como jamás ha tenido en la historia de la tierra.
Nunca
el hombre ha tenido tanto, nunca han sido tantas las posibilidades de erradicar
la pobreza, la miseria, de prolongar la vida, de defender a la naturaleza.
Nunca
el hombre acumuló tanto conocimiento, pero el hombre no puede gobernarse a sí
mismo, todavía.
Sigue
pensando en letra chica, y los gobiernos, nosotros, cada cual preocupado en su
presupuesto, en su aventura, en sus desafíos y todos son válidos, pero hay una
agenda estridente de problemas mundiales, que ningún país puede arreglar sólo,
ni ningún estadista, y que está determinando cada día que pasa, la vida, muy
lejos de la voluntad real que pueden ejercer los gobiernos.
El
mundo se aprieta, las fuerzas de la producción se han multiplicado.
Estamos
en el marco de una civilización de carácter avasallante, que ha traído y ha
despertado todos estos formidables poderes, pero tienen la capacidad de
autodestruirnos.
Tal
vez nunca los hombres han tenido tanto; tal vez nunca ha habido tanta gente infeliz
en la soledad multitudinaria de nuestras grandes megalópolis; con una falta de
cariño elemental, con una enorme soledad en el medio de la multitud.
Lo
bueno no viene sólo con lo bueno. Lo bueno viene entreverado con otros
desafíos.
Le
está llegando a la humanidad esta hora, no puede dejar de pensar en espacios
chicos, en país, en localidad, porque esas son las fronteras humanas del
hombre.
Pero
a gritos necesitamos pensar en especie, cuál es el destino de la especie humana
arriba de la Tierra; a dónde vamos, hacia dónde convergemos; cuál es el papel
de este animalito arriba de la Tierra.
Como
decía, creo que Franklin, animal constructor de herramienta, que por construir
herramienta supo multiplicar la fuerza de trabajo y acumular el trabajo de
otro.
Pero
en la misma manera que multiplicaba herramientas, multiplicó armas, y al
multiplicar armas pudo someter a hombres, y pudo inventar la esclavitud y las
otras formas; y siguió creciendo, y siguió colonizando, y ha venido colonizando
todo este planeta.
Y
a dónde vamos.
A
dónde va nuestra humanidad dentro de 200, 300 años cuando se tenga que
preocupar del Helio 3 y cosas por el estilo, porque todo es posible para el
talento humano, siempre y cuando tenga capacidad de autogobernarse como
especie.
Por
eso, yo le agradezco, le agradezco de corazón este homenaje y esta medalla que
en realidad es un regalo a mi pueblo.
No
puedo ser otra cosa que hijo de la peripecia de mi pueblo. Nacido en una
esquina del sur, pequeña, coqueta, penillanura.
Nada
es exagerado, ni siquiera la maternidad. Y por eso somos pocos, exquisitamente
pocos.
Por
eso, gracias señor Presidente.
Me
siento un amigo de corazón de México. Por razones culturales, por los
compatriotas en el exilio recalaron allí, algunos compañeros de mi alma, otros
compatriotas todos.
Sé
lo que ha significado el pan, el albergue, el cariño y el respeto que sembró
México por todas partes.
El
mundo se está apretando y tendremos que andar cada vez más cerca,
inequívocamente.
Los
latinoamericanos llegamos tarde a la hora de esta civilización occidental no
muy cristiana; formidablemente agresiva, la que vuelvo a repetir casi abandonó
el colonialismo y lo sustituyó con el bolso de compra y el (inaudible) como
modo universal.
Para
qué colonialismo si estamos recontra colonizados en nuestra manera y afán de
comprar y morimos mirando la vidriera y consagrados por las tarjetas.
Para
qué.
Si
nos sujetamos solos, salvo que seamos capaces de construir cultura, libertad y
fraternidad frente al egoísmo.
Un
abrazo a todos, a todos los que están acá, a los cubanos, a los mexicanos, a
mis compatriotas.
A
todos mis compatriotas en el sentido amplio.
Gracias.
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