El
mundo necesita más liderazgo alemán/Ian Bremmer es presidente de Eurasia Group y autor del libro Every Nation for Itself: Winners and Losers in a G-Zero World [Cada país a lo suyo: quién gana y quién pierde en un mundo sin hegemonías].
@ianbremmer.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.
El
País |24 de marzo de 2014
Ahora
que las pasiones se desatan en Ucrania, Rusia, toda Europa y Washington, nunca
ha estado más claro que el mundo necesita que Alemania acepte más las
servidumbres y riesgos que comporta el liderazgo global. Mientras aparecen
amenazas por doquier, la canciller Merkel, famosa por su carácter cauto, está
mejor situada que ningún otro dirigente internacional para ayudar al impetuoso
presidente ruso y al frágil nuevo Gobierno ucranio a evitar una costosa
escalada de violencia que no será buena para nadie, de igual manera que ya hizo
su ministro de Asuntos Exteriores al unirse a sus homólogos polaco y francés
para promover un acuerdo entre el derrocado presidente Yanukóvich y los líderes
de la oposición ucrania. Merkel también podría ayudar a salvar los escollos que
separan a Rusia, los Gobiernos europeos y Washington.
Sin
embargo, la necesidad de que Alemania acepte un papel más destacado en el
escenario político internacional va más allá de la crisis en Ucrania, y hay
indicios de que el Gobierno germano está dispuesto a dar ese paso. Durante la
Conferencia de Seguridad celebrada en enero en Múnich, el presidente alemán
Joachim Gauck, describiendo lo lejos que estaba su país de la época en que los
nazis “llevaron guerra y sufrimiento al mundo”, proclamó que Alemania “se ha
transformado y que ha dejado de ser un beneficiario para convertirse en un
garante del orden y la seguridad internacionales” y que su país tiene más cosas
que ofrecer. Y tiene razón.
Pero
el presidente alemán no fija las políticas y Merkel apenas ha aludido a su
disposición a desplegar al Ejército germano en zonas de conflicto. Otros
dirigentes han reducido las esperanzas de un posible cambio de actitud de
Berlín respecto al despliegue de tropas. Pero los comentarios de Gauck van en
la misma dirección que lo que han dejado entrever los ministerios de Defensa y
Asuntos Exteriores; es decir, que a pesar de la conocida “cultura de
contención” alemana, esas cuestiones se están debatiendo a fondo en el Gobierno
de Merkel. En este sentido fue alentador que en febrero el Bundestag autorizara
el despliegue de más fuerzas alemanas en Malí.
Dicho
esto, hay que señalar que la capacidad militar es solo una vertiente del
asunto, porque Alemania tiene mucho que ofrecer en áreas ajenas a la presencia
de soldados o armas. Sería muy de agradecer que realizara una mayor inversión
en infraestructuras en el mundo en desarrollo, que se involucrara más en la
coordinación de proyectos destinados a desarrollar nuevas tecnologías que hagan
más seguras la alimentación, las comunicaciones y el medio ambiente; y también
que fuera mayor su contribución a las iniciativas diplomáticas destinadas a
resolver conflictos como los de Sudán, Somalia y la República Centroafricana.
La
insinuación de que Alemania podría tener más que ofrecer llega en un momento
crítico para las relaciones internacionales, porque, como ha vuelto a
evidenciar la reacción en sordina de Estados Unidos a los acontecimientos de
Ucrania, la opinión pública estadounidense y sus cargos electos, temerosos de
una guerra, rehúyen cada vez más la asunción de nuevas responsabilidades y quieren
que otros Gobiernos sobrelleven también las cargas más pesadas. Aunque a la
administración de Obama se le llena la boca con la ampliación del compromiso
con Extremo Oriente y con la decisión de llegar a un acuerdo nuclear con Irán,
su renuencia a involucrarse más en zonas conflictivas de Oriente Próximo como
Siria, Egipto y Libia, así como su obsesión por la política interna y su propio
año electoral, dejan claro que, en materia de política exterior, Estados Unidos
no busca nuevos desafíos.
Por
otra parte, tampoco otras grandes potencias se están precipitando a llenar el
vacío. La delicada labor que supone remodelar la eurozona y sus normas sin
mermar el apoyo a cambios dolorosos e impopulares dentro de cada uno de los
países miembros hace que los Gobiernos europeos estén muy entretenidos. Francia
ha sido la que más se ha empeñado en combatir a las milicias islámicas de Malí
y otros lugares, y el apoyo del Reino Unido en materia de seguridad es vital,
pero gran parte de los demás Gobiernos del continente carecen de medios para
echarse más cargas a la espalda.
No
cabe esperar que China asuma voluntariamente más responsabilidades
internacionales en un momento en que sus dirigentes están poniendo en marcha
uno de los programas de reforma económica más ambiciosos (y arriesgados) de la
historia. En la actualidad, India, Turquía y Brasil, además de otros países
emergentes, lidian con la contracción del crecimiento y con elecciones
inminentes. Por otro lado, la incapacidad de Rusia para diversificar su economía
y apartarla de su excesiva dependencia de las exportaciones de energía supone
una sangría para la fortaleza del país a largo plazo.
Todo
ello hace que escaseen los Gobiernos dispuestos y capaces de intervenir más en
la solución de los conflictos del mundo y de contribuir a las iniciativas
necesarias para crear un mercado mundial más seguro y predecible.
¿Qué
ayuda puede prestar Alemania? Puede asumir nuevas responsabilidades que sirvan
para alcanzar objetivos internacionales. Cuando Muamar el Gadafi anunció que
iba a masacrar a un gran número de sus levantiscos súbditos en 2011, el Reino
Unido y Francia dieron un paso adelante. Alemania, reacia al riesgo, lo dio
hacia atrás. No cabe duda de que Merkel tiene riesgos de los que ocuparse,
dentro de Alemania y en toda Europa. Hasta ahora, los ha gestionado con notable
eficacia y el peligro de derrumbe de la eurozona se ha evitado en gran medida
gracias a ella. Alemania también ha desempeñado un papel valioso en las
negociaciones internacionales centradas en el programa nuclear iraní.
Sin
embargo, como ha señalado Gauck, Alemania puede ya permitirse más acciones
consensuadas con otros Gobiernos para intentar resolver conflictos e invertir
en una economía mundial más predecible y próspera. Aunque sea a costa de que el
Ejército germano asuma también un papel más activo.
Finalmente,
hay que librarse de otro tabú de la posguerra: para tener una mayor influencia
internacional, Alemania debería colaborar con Japón siempre que fuera posible,
uno y otro aportando a un fondo común sus recursos para el bien común. Tanto el
Gobierno alemán como el japonés se toparan con una considerable resistencia
interna a esos cambios. Según sondeos recientes, en Alemania está claro que la
mayoría se opone a que el Ejército de su país asuma un papel internacional de
más peso. Igualmente, los votantes japoneses han dejado claro que les preocupa
mucho más la apuesta de Abe por revitalizar la economía nipona que su prestigio
internacional.
A
pesar de esa constante renuencia, ha llegado el momento de que Alemania y Japón
acepten responsabilidades internacionales de mayor calado, cargas acordes a su
tamaño y riqueza. No cabe duda de que a las potencias tradicionales del mundo
no les vendría mal su ayuda.
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