El
suicidio sexenal del PAN/DENISE
DRESSER
Revista Proceso # 1951, 22 de marzo de 2014
Como
si fuera personaje de una novela rusa, el PAN se avienta debajo de un tren.
Como Anna Karenina, procede a suicidarse. A armar la ceremonia del adiós. A participar en ese ritual que
entraña despedirse del mundo. Y al igual que las damas dramáticas de la
literatura universal, los panistas parecen haber tomado esta decisión ante la
pérdida del poder, el reconocimiento de los errores cometidos, al amor que el
PAN alguna vez obtuvo del electorado y que ahora ha sido arrebatado por el PRI.
Decisión tras decisión, iniciativa votada tras iniciativa votada, los líderes
de Acción Nacional demuestran que, en lugar de dar la batalla por retener el
poder y usarlo mejor, han optado por matarse a sí mismos.
El
proceso de cortarse las venas comienza con la reforma fiscal. Aunque es un
hecho indisputado que el Estado mexicano necesita mejorar la recaudación, es
claro que el presidente y su equipo no logran elegir o instrumentar la
estrategia adecuada para hacerlo. Al insistir en una reforma con un simple afán
recaudatorio, sin proponer un plan más ambicioso de remodelación fiscal o
racionalización del gasto, los panistas acaban en el peor de todos los mundos.
Al repetir los argumentos que el PRI usó durante la presentación y negociación
de la reforma fiscal, terminan en el mismo lugar: pagando todos los costos que
el PRI les coloca. Se vuelven responsables de una medida altamente impopular
mientras que el priismo cosecha sus beneficios. El PAN propone un incremento en
los impuestos, que el PRI ahora usará para financiar su regreso a Los Pinos.
De
allí el PAN pasa a vestirse de blanco, a cenar su alimento preferido, a
escribir un poema sobre la muerte y a elegir el instrumento afilado que se
enterrará. Continúa con la ceremonia del suicidio al pensar en Gustavo Madero
como garante de la continuidad, como –otra vez–
presidente del PAN. Lo hace, de nuevo, acompañando al PRI, que quiere un
candidato con el cual pueda pactar a conveniencia. Y aunque es comprensible que
ciertos sectores del panismo prefieran apoyar a Madero por inercia, lo que va
en contra de cualquier instinto de autopreservación o estrategia política es
que el PAN no lograra escoger o apoyar a alguien más. Alguien con credibilidad
vis a vis con la sociedad. Alguien que no fuera el delfín de Enrique Peña Nieto.
Alguien que no estuviera atado al Pacto por México, que ya llegó a sus límites.
Alguien capaz de empujar la remodelación institucional y la legislación
secundaria indispensable para que el PAN pueda convertirse en un verdadero
contrapeso. Ahora con el PRI en la Presidencia, y después de los acuerdos
logrados, al PAN le conviene ser una fuerza política independiente, combativa,
capaz de señalar los abusos del priismo y sancionarlos. Pero en lugar de crear
los contrapesos incómodos para su enemigo, decide contribuir con él mediante su
debilitamiento.
El
PAN se clava el cuchillo con aún mayor profundidad cuando después de haber
votado en favor de la reforma a la Ley Federal de Telecomunicaciones, no empuja
leyes secundarias que regulen y vigilen adecuadamente, que le den al Ifetel
dientes de verdad. Y parecería que no lo hace con tal de congraciarse con
quienes han sido declarados los actores “preponderantes” en el sector. Y aunque
los diputados y senadores invocan el argumento de la promoción de la inversión
y la competencia, no logran ocultar la postergación equívoca y peligrosa. En el
contexto actual, en el que se pide a la población pagar más, el PAN parece
erigirse en protector de privilegios. Los contribuyentes tendrán que apretarse
el cinturón, mientras el PAN lo ensancha para poderes fácticos que promueven
todos los días a Enrique Peña Nieto en la pantalla de televisión.
El
PAN persiste en apuntarse la pistola al corazón a la hora de aprobar el
Presupuesto de Egresos. En un hecho insólito, los panistas en la Cámara de
Diputados votan en favor del presupuesto tal y como fue planteado, aun cuando
el PRI ha logrado condonar el pago del ISR a estados y municipios y evitar la
fiscalización a los recursos destinados a los gobernadores. Gobernadores
mayoritariamente priistas que se dedicarán a construir libramientos carreteros
inútiles con su nombre o el de su esposa. Gobernadores que usarán la bolsa
millonaria de dinero que el PAN les dará, para después ganarle. Gobernadores
con la capacidad de desviar los recursos federales enviados a los estados a una
velocidad asombrosa, y sobre todo en periodos electorales. Logran hacerlo a
través de pagos indebidos a personal no localizable, pagos a personal dado de
baja o con licencia de goce de sueldo, erogaciones con fines distintos a los
autorizados por la ley, recursos destinados indebidamente, pagos en exceso,
compras innecesarias, obras y acciones que no atienden a la población en
pobreza extrema, obras terminadas que no se encuentran en operación, falta de
documentación probatoria, mala calidad de los materiales en la ejecución de las
obras, pagos anticipados a proveedores sin recibir cuentas o servicios, entre
tantas prácticas irregulares más, documentadas por la Auditoría Superior de la
Federación. Y el PAN acepta todo esto al no insistir en la creación de candados
sobre el gasto. No satisfecho con la primera bala, el panismo se pega de tiros
una y otra vez.
Todos
estos son actos suicidas. Actos encaminados a acabar con la posibilidad de que
el Partido Acción Nacional vuelva a acceder al poder. Actos con los cuales los
panistas van dándole armas a su enemigo para que gane las guerras por venir.
Actos de rendimiento y sometimiento y claudicación. Sólo explicables porque el
panismo cree en el suicidio para escapar del pasado o del futuro o lavar sus
culpas. Sólo comprensibles si el PAN piensa –como las heroínas literarias
deshonradas– que ha manchado su nombre con actos de traición o corrupción. Sólo
inteligibles si Gustavo Madero le ha pedido a su partido que se arrodille,
porque no le preocupa que el PRI se perpetúe en la Presidencia otros 71 años.
Así, el PAN se apresta a apresurar la muerte en lugar de seguir peleando para
que no ocurra. En el paso final del suicidio, quien lo ejecuta suele dejar una
nota. Y si todo sigue de la misma manera, Acción Nacional está escribiendo la
suya. Donde explica que se ha quitado la vida porque el PRI se lo pidió.
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