Un
pensador para el siglo XXI/Mario Vargas Llosa
El
País,y más |23 de marzo de 2014
La
obra de Jean-François Revel (1924-2006) no consiste solo en los veintiséis
libros que escribió y que, además de la política, abarcan muchos géneros de su
enciclopédica cultura: filosofía, arte, historia, literatura, información,
gastronomía. También en los centenares de artículos que publicó en revistas
como L’Express, Le Point y Commentaire y que, al igual que en los casos de un
George Orwell o un José Ortega y Gasset, son textos neurálgicos de su reflexión
intelectual. Porque Revel, aunque había tenido una formación académica de alto
nivel —Escuela Normal Superior, donde fue discípulo de Louis Althusser, y
agregación— renunció a la carrera universitaria después de haber enseñado en
México y en Italia, para dedicarse al periodismo, que alcanzó en Francia,
gracias a él, la brillantez que tuvo antes en Gran Bretaña y España gracias a
los autores de Cazando un elefante y La deshumanización del arte.
¿Por
qué lo hizo? Yo creo que para llegar a un público más amplio que el del ámbito
universitario y, acaso, sobre todo, para no verse arrastrado al oscurantismo
retórico, aquella forma de logomaquia vanidosa y mentirosa que zahirió con
tanta valentía como exactitud en algunos filósofos de su tiempo en el segundo
de sus libros, Pourquoi des philosophes? (1957) El periodismo que él practicó
significaba claridad y verdad, poner las ideas al alcance del lector profano,
pero sin trivializarlas, manteniendo el rigor a la vez que la elegancia y la
originalidad de los buenos textos literarios. Sin embargo, el periodismo
significa también dispersión y fugacidad; tal vez por ello, hasta ahora, salvo
esporádicos empeños como el de Pierre Boncenne (Pour Jean-François Revel, 2006)
nadie había intentado presentar de una manera sistemática y completa el
pensamiento político de Revel y lo que significa en el contexto de nuestra
época.
El
profesor Philippe Boulanger acaba de hacerlo, de manera soberbia, con un ensayo
que, gracias a una investigación exhaustiva de sus libros, sus artículos y su
correspondencia y archivos depositados en la Biblioteca Nacional de París,
presenta una visión de conjunto, coherente y minuciosa, del pensamiento
político de Revel con el telón de fondo de los grandes debates, crisis
nacionales e internacionales, conflictos ideológicos, la guerra fría y el
desplome del comunismo, ocurridos durante la vida del pensador francés:
Jean-François Revel. La démocratie libérale à l’épreuve du XXe siècle .
En
su intenso rastreo, Philippe Boulanger muestra, ante todo, que las ideas de
Revel sobre el quehacer político se forjaron siempre a partir de un cotejo
constante de pensamiento y realidad, confrontando sin descanso los hechos
comprobables de la historia vivida y las interpretaciones ideológicas,
adaptando éstas a aquella y no acomodando los hechos a ideas o esquemas
abstractos preconcebidos, como hacía el marxismo. Esto fue distanciando cada
vez más a Revel de un tipo de socialismo que, a su juicio, distorsionaba la
historia para que justificara una ideología que una lectura objetiva de la
realidad desmentía. Pero, y sobre esto Boulanger presenta pruebas
incontrovertibles, Revel sostuvo buena parte de su vida que el verdadero
socialismo era inseparable del liberalismo, y que el pecado capital del
socialismo francés era haberlo olvidado, sometiéndose al marxismo y sirviendo
de remolque al comunismo. De ahí, una de sus tesis más atrevidas: que el
comunismo era el obstáculo mayor que tenía el socialismo francés para reformar
profundamente a Francia y hacer de ella una sociedad más libre al mismo tiempo
que más justa. Y de ahí, también, su simpatía por el socialismo sueco y por la
socialdemocracia alemana que, a diferencia del socialismo francés, nunca
tuvieron complejos de inferioridad frente al comunismo a la hora de defender la
democracia “burguesa”.
Reivindicar
el liberalismo en Francia, en la época que lo hicieron Jean-François Revel o
Raymond Aron, no sólo era ir contra la corriente, sino querellarse al mismo
tiempo con la izquierda y una derecha conservadora, populista y autoritaria
representada por la Quinta República y el Gobierno del general De Gaulle. Pero
esa orfandad no intimidó nunca a Revel, polemista y panfletario a lo Voltaire,
que, a lo largo de toda su vida, opuso a los estereotipos en que querían encasillarlo,
lapidarias respuestas que, de un lado, desvelaban la naturaleza caudillista y
anti democrática del régimen impuesto por De Gaulle, y, de otro, denunciaban la
dependencia del comunismo francés de la Unión Soviética y la ceguera o cobardía
de sus “compañeros de viaje” socialistas y progresistas que se negaban a
reconocer la existencia del Gulag pese a los abrumadores testimonios que
llegaban a Occidente de los disidentes y el fracaso calamitoso de la economía
dirigida y estatizada de la Unión Soviética y China Popular para elevar los
niveles de vida de la población y la desaparición de todas las libertades que
implicaba la llamada dictadura del proletariado y la abolición de la propiedad
privada.
El
libro de Boulanger muestra, también, que el liberalismo de Revel no incurría en
la perversión economicista de ciertos economistas supuestamente liberales,
malos aprendices de Hayek, logaritmos vivientes, para quienes el libre mercado
es la panacea que resuelve todos los problemas sociales. Revel fue, en esto,
contundente: para un liberal la libertad política y la libertad económica son
indivisibles, la una garantiza la coexistencia pacífica y los derechos humanos,
y la otra trae desarrollo económico, crea empleo y respeta la soberanía
individual. Al mismo tiempo, una sociedad no alcanza nunca la plena libertad
sin una rica vida cultural, en la que se puedan manifestar sin presiones ni
dirigismos oficiales la creatividad artística e intelectual y el espíritu
crítico. Para ello es indispensable una educación de alto nivel, privada y
pública, pues ella crea la igualdad de oportunidades, esencial para que una
sociedad libre sea también una sociedad equitativa, digna y genuinamente
democrática.
Revel
fue siempre un enemigo declarado de toda forma de nacionalismo, un promotor de
un gobierno supranacional, un defensor de una Europa unida y abierta al resto
del mundo, un defensor de la lenta disolución de las fronteras a través de los
intercambios comerciales y culturales, y alguien a quien su espíritu curioso
llevó a interesarse por otras culturas, otras lenguas —dominaba cinco— y uno de
los mejores conocedores de la realidad de América Latina, sobre la que escribió
iluminadores ensayos, refutando a sus ingenuos compatriotas que se empeñaban en
ver, como un modelo de revolución democrática, el castrismo y las fantasías
guevaristas de erupcionar el mundo creando “dos, tres, Vietnam”.
Aunque
la política le apasionaba, estaba convencido de que ella no debía absorber toda
una vida. En todo caso, ella no agotaba su inquietud múltiple, su pasión por
conocer, lo que hacía de él un heredero directo de la gran tradición humanista
occidental. Escribió una historia de la filosofía, sobre todo centrada en los
pensadores griegos y latinos, y en los renacentistas, para lectores profanos,
que se lee con el interés de un libro de aventuras, y ensayos sutiles y
polémicos sobre Proust, sobre Descartes, y, sobre gastronomía, Un festin en
paroles, en el que mostró, sin embarazo alguno, además de su ironía y buen
humor, su pasión por la buena mesa y las buenas bebidas.
Tenemos
que agradecerle a Philippe Boulanger el enorme trabajo que debe haber
significado para él escribir esta formidable biografía intelectual y política
de Jean-François Revel. Ha sido un acto de justicia con uno de los pensadores
más agudos y actuales, uno de los mejores continuadores de Tocqueville, y, a la
vez, uno de los más injustamente marginados en un país en el que, pese a todas
las frustraciones y fracasos que le ha significado aferrarse a la tradición
anacrónica del Estado fuerte, grande e intervencionista, que han compartido
tanto la izquierda como la derecha, la lección de Revel ha sido desoída y
negada. Ya no será posible seguirlo desconociendo después de este admirable
reconocimiento de Philippe Boulanger, que ha demostrado la riqueza, profundidad
y actualidad de sus ideas.
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