Grupos
de víctimas caen en el juego del gobierno/JOSÉ
GIL OLMOS
Revista Proceso No. 2043, 26 de diciembre de 2015..
La
unidad entre las víctimas de la delincuencia permite presionar y negociar con
el gobierno más eficazmente: da notoriedad a la lucha, la fortalece y crea
lazos útiles para enfrentar el poder y la corrupción del Estado. Consciente de
ello, la administración federal inhibe la organización de los afectados;
inventa, coopta y financia grupos, y privilegia ciertos casos en detrimento de
la mayoría. Algunas asociaciones cayeron en la trampa, y han decidido ver por
sus intereses particulares en vez de mantener un frente común. El protagonismo,
la desesperación y la multiplicación de agrupaciones deshonestas terminan de
explicar por qué, habiendo tantas víctimas, hay tan poca articulación entre
ellas.
Además
de ser víctimas de la violencia, los familiares de desaparecidos,
extorsionados, muertos o desplazados sufren otro agravio por parte de algunas
organizaciones y autoridades gubernamentales, que los utilizan para obtener
recursos o financiamientos públicos o privados, nacionales o extranjeros… pero
nadie resuelve las demandas de justicia.
Las
víctimas temen que si denuncian habrá represalias de quienes se ostentan como
sus representantes, y las organizaciones honestas callan ante el riesgo de que
se desaten confrontaciones y se dificulte la creación de un frente único de
familiares que presione al gobierno.
Brenda
Rangel, de Desaparecidos Justicia de Querétaro, advierte que entre los grupos
ciudadanos el problema de las desapariciones “se puso de moda”, y ahora
cualquiera se siente defensor de derechos humanos, activista, y quiere ser
puente con el gobierno federal.
“Se
cuelgan la medalla de que son representantes de las víctimas y piden recursos.
Hay defensores de derechos humanos que sí han trabajado y caminado con
nosotros, pero desde hace tiempo existe gente que se aprovecha de nosotros y
está lucrando con nuestro dolor”, asevera Brenda, cuyo hermano Héctor
desapareció en 2009.
Este
juego de intereses, abunda, provoca que muchos afectados dejen de luchar. Y
esto le conviene al gobierno, porque impide que las víctimas se organicen y
programen movilizaciones, paros o manifestaciones.
“Ya
estamos hartos de esta gente que se lleva dinero a sus bolsillos, que juega con
nosotros u obstaculiza nuestras demandas. Y si no entras dentro de su riel te
ponen el pie, porque tienen contactos con la PGR (Procuraduría General de la
República), la SEIDO (Subprocuraduría Especializada en la Investigación de
Delincuencia Organizada) y la Secretaría de Gobernación (Segob)”, manifiesta
Brenda, para quien Amnistía Internacional pidió medidas cautelares en 2013,
luego de que fuera acusada por policías de Querétaro de tener armas en su casa.
Javier
Sicilia, fundador del Movimiento de Paz con Justicia y Dignidad (MPJD),
confirma que algunas asociaciones se aprovechan de las familias afectadas,
entre ellas, Eslabones por los Derechos, Familiares en Búsqueda de
Desaparecidos y Red de Enlaces, las cuales tienen vínculos con la
administración federal.
Otras
organizaciones no gubernamentales (ONG), sostiene el escritor, “tienen sus
propias víctimas”, que usan para obtener financiamiento.
Explica
que este fenómeno también se da en las luchas ambientales. “Los grandes
capitales son los mismos que financian a las organizaciones no gubernamentales,
que por eso llegan divididas”.
–¿Hay
también un problema de protagonismo que haya dañado esta unificación? –se le
pregunta.
–Sí,
es la competencia de las ONG por un liderazgo que no entiendo. Creo que lo que
está de fondo es el financiamiento nacional y extranjero. Entonces se vuelve un
círculo vicioso, y se rompe con un momento político importante que significaría
unir a todos los agraviados para transformar las políticas públicas generadoras
de víctimas.
Según
el colaborador de este semanario, estas organizaciones son un respiro para el
gobierno, que puede negociar de manera aislada con cada una.
“Es
más fácil hablar con los 43 de Ayotzinapa por un lado, con Los Otros
Desaparecidos, por otro, y no con un movimiento político que unifique todas las
demandas.”
Por
eso fue tan importante, delinea, que el MPJD haya aglutinado a diferentes
organizaciones en 2011 y 2012, al grado de que obligó a sentarse a dialogar
públicamente al presidente Felipe Calderón y a los candidatos presidenciales.
–¿Qué
pasó con el MPJD?
–Le
apostaron a la ruptura desde el Estado, generaron divisiones entre las propias
víctimas y surgieron otras organizaciones gubernamentales como Eslabones,
Familiares en Búsqueda de Desaparecidos, Red de Enlaces y otras más planeadas
desde la propia Segob.
–También
ha habido personajes que han lucrado con esto…
–Todas
las ONG lucran con las víctimas, por eso son incapaces de juntar la agenda de
todas las agrupaciones, porque cada una pelea por sus víctimas, cada una dice
representar a un puñado de gente.
“Es
lo mismo que sucede con la izquierda en Europa, que está dividida porque hay un
montón de facciones que viven de eso y el gobierno negocia con cada una. Por
eso el populismo de derecha está creciendo, porque parece que es el único con
una forma de enfrentar el problema.”
Sicilia
percibe que algunas ONG creen generar procesos políticos con su lucha, pero al
dividirse –poniendo su interés particular por encima del de las víctimas–
actúan en sentido contrario.
“Le
facilitan el trabajo al gobierno, que está muy contento porque es más fácil
negociar con muchos grupos fragmentados que con un movimiento único”, insiste
Sicilia.
–Se
menciona que hay personajes que han buscado beneficiarse con las víctimas, como
Isabel Miranda de Wallace, que quiso ser candidata por el PAN en las elecciones
pasadas…
–Sí,
es el ejemplo, o la Comisión de Atención a Víctimas, que no ha ejercido el
presupuesto. Ahí ganan buenos salarios pero no están haciendo nada por los
afectados, sino por el propio gobierno y el statu quo.
–Es
un tema crítico porque los agraviados siguen sin conseguir justicia.
–Exactamente,
dicen que los atienden pero no es así. Los hacen ir y venir y seguimos en la
misma lógica de la época de (Felipe) Calderón, cuando los despreciaban. Es la
simulación.
Sicilia
pone énfasis en otro problema: el enfrentamiento y la división entre las
familias de las víctimas, que compiten por la atención de las autoridades. Esto
ocasiona el rompimiento de la precaria unidad.
Integrante
de una de las primeras asociaciones de parientes de desaparecidos (conocida
como Fundec: Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila), considera
que el impacto de la violencia no ha permitido generar las condiciones sociales
para unificar la lucha.
En
contraparte, arguye, la discusión de la Ley General de Desaparecidos generó un
espacio de organización en diferentes estados, que permitió el surgimiento del
MND.
“Aunque
muchas veces las agrupaciones coincidimos en espacios, eventos y nos
convocábamos, ésta es la primera experiencia de articulación nacional. Esto me
parece muy importante porque vamos poco a poco hacia la construcción de una
agenda más unitaria”, expresa Martínez.
–¿Qué
consecuencias tiene esta falta de un frente común? –se le inquiere.
–Favorece
la evasión de responsabilidad del Estado de acercar justicia y garantizar la no
repetición de los crímenes que hemos vividos estos años. Si el pueblo no
reclama, no demanda o no exige, se da un caldo de cultivo para que se
reproduzca la impunidad. En la medida que se organice y exija, se pone en jaque
al Estado y debe haber una respuesta. De otra manera todo se queda en la
invisibilidad y la pérdida de memoria.
Brenda
Rangel, de Desaparecidos Justicia A. C., considera que la desunión entre las
familias de víctimas también se genera por los protagonismos e individualidades
de algunos que sólo ven por su caso.
A
su juicio, el gobierno se aprovecha de eso para decir que está atendiendo el
caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa como si fuera el único o el más
importante.
“No
hay casos emblemáticos, tan importante es la desaparición de mi hermano como
las de Ayotzinapa. El gobierno concentra todo en los 43 y asignó a todos los
agentes del Ministerio Público federal, olvidando a más de 27 mil desaparecidos
que nadie los atiende. Y esas luchas no las podemos continuar aisladas, nos
tenemos que unir. Yo convoco a las familias de desaparecidos a no perder
nuestro objetivo, porque algunos han aceptado colaborar con el gobierno para
sacar un beneficio personal”, indica Brenda.
Concentrar
la atención en los estudiantes normalistas es parte de una estrategia perversa
del Estado, sostiene Blanca Martínez: “El gobierno ha querido presentarlo como
el único caso y hacer un manejo político internacional. Hacia el exterior se
muestran todas las instituciones concentradas en Ayotzinapa, pero el problemas
de las desapariciones es más grande. Además, invisibilizar al resto de
desaparecidos genera malestar en las otras familias, las cuales se han
controlado, se callan y no responden peleando junto a las familias de
Ayotzinapa”.
Sicilia
menciona la existencia del “síndrome de la víctima”, que consiste en que cada
familia piensa que su dolor es el más fuerte y su clamor de justicia, el más
importante.
“Trasladar
un drama personal al drama nacional no es fácil. El síndrome de la víctima es
que el dolor, el clamor de justicia es sólo de ella, no hay otro más
importante. Entonces se van agrupando en organizaciones separadas y el gobierno
es muy hábil para eso, porque es mejor negociar con unos o con otros a hacerlo
con un frente, porque se vuelve un movimiento político”, concluye.
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