Hoy domingo, 27 de diciembre de 2015.., 4l papa Francisco presidió en la Basílica de San
Pedro la Misa por el Jubileo de las Familias con ocasión de la fiesta de la
Sagrada Familia en el marco del Año Santo de la Misericordia.
Qué
importante es para nuestras familias peregrinar juntos, caminar juntos para
alcanzar una misma meta. Sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer;
un camino donde nos encontramos con dificultades, pero también con momentos de
alegría y de consuelo. En esta peregrinación de la vida compartimos también el
tiempo de oración. ¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre que
bendecir a sus hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye? Hacer en su
frente la señal de la cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más
sencilla de los padres para con sus hijos?
Bendecirlos,
es decir, encomendarles al Señor, como hicieron, Elcaná y Ana, José y María,
para que sea él su protección y su apoyo en los distintos momentos del día. Qué
importante es para la familia encontrarse también en un breve momento de
oración antes de comer juntos, para dar las gracias al Señor por estos dones, y
para aprender a compartir lo que hemos recibido con quien más lo necesita. Son
todos pequeños gestos que, sin embargo, expresan el gran papel formativo que la
familia desempeña en el peregrinaje de todos los días.
Al
final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus
padres (cf. Lc 2,51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para
nuestras familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado
a la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de
cada día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia
vivida. Sabemos lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con
los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a
María y José, que no lo encontraban. Por su «aventura», probablemente también
Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo
que lo podemos suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto
reproche, mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al
regresar a casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su
afecto y obediencia. Hacen parte del peregrinaje de la familia, también estos
momentos que, con el Señor, se transforman en oportunidad de crecimiento, en
ocasión para pedir perdón y recibirlo, demostrar el amor y la obediencia.
Que
en este Año de la Misericordia, toda familia cristiana pueda ser un lugar
privilegiado de este peregrinaje en el que se experimenta la alegría del
perdón. El perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner
remedio. Pobre de nosotros, si Dios no nos perdonase. En el seno de la familia
es donde se nos educa al perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos
y apoyados no obstante los errores que se puedan cometer.
No
perdamos la confianza en la familia. Es hermoso abrir siempre el corazón unos a
otros, sin ocultar nada. Donde hay amor, allí hay también comprensión y perdón.
Encomiendo a ustedes, queridas familias, este peregrinaje doméstico de todos
los días, esta misión tan importante, de la que el mundo y la Iglesia tienen
más necesidad que nunca.
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