JUAN ALBERTO CEDILLO
Revista Proceso « 2043, 26 de diciembre de 2015…
Testigo protegido en un juicio que se sigue en Estados Unidos a varios integrantes de Los Zetas, Héctor Moreno Villanueva, El Negro, era uno de los responsables de la introducción de toneladas de cocaína a ese país. Según los testimonios judiciales de este personaje, consultados por Proceso en las Cortes de Texas, el trasiego de droga se realizaba gracias a los sobornos pagados por la organización delictiva a funcionarios de la administración de Humberto Moreira en Coahuila, así como del gobierno federal y del Ejército.
SALTILLO, COAH.- Héctor Moreno Villanueva, El Negro –presunto responsable del trasiego de droga para Los Zetas–, confesó a las autoridades estadunidenses las tropelías que ese grupo criminal cometió en la frontera de Coahuila, su principal punto de operaciones, entre 2007 y 2011.
En abril de 2014, según el expediente obtenido por Proceso en las Cortes de Texas, El Negro expuso que la organización delictiva introdujo más de 5 toneladas de cocaína por año a Estados Unidos durante ese periodo, gracias a los sobornos a funcionarios de la administración de Humberto Moreira, del gobierno federal y del Ejército.
Las operaciones les redituaron a Los Zetas ganancias por alrededor de 730 millones de dólares en ese periodo, de acuerdo con El Negro, quien declaró en calidad de testigo protegido en el juicio contra el empresario veracruzano Francisco Colorado Cessa y los entrenadores de caballos Cuarto de Milla propiedad de los líderes zetas en la ciudad de Austin.
En la transcripción del testimonio que rindió bajo juramento ante el fiscal Douglas W. Garden, El Negro expuso:
–Soy Héctor Moreno y tengo 35 años… Trabajé con Alfonso Poncho Cuéllar desde 2007 hasta 2011.
–Y cuando usted dice “trabajé”, ¿qué actividad realizaba? –le increpó el fiscal.
–Tráfico de drogas en la ciudad de Piedras Negras, desde 2007 –respondió el testigo protegido.
Garden le pidió explicara al jurado cuánta droga movían él y Cuéllar hacia Estados Unidos.
–Gran cantidad de droga. Cuatro o cinco toneladas de cocaína al año, quizás más –respondió.
En una sesión previa, Cuéllar declaró que la organización –Los Zetas– pagaba sobornos a funcionarios de todos los niveles para proteger esas actividades.
“A la policía se le paga una cuota para que trabajen para Los Zetas, lo mismo al Ejército y altos funcionarios del gobierno”, precisó Cuéllar.
En el interrogatorio al Negro, el fiscal Garden insistió: “Usted dice que participaba cruzando la droga en la frontera. ¿Podría especificar qué hacía?”.
El Negro expuso que realizaba las llamadas telefónicas a los conductores de los camiones (que trasladaban la droga para entregarla) y a los clientes. Él, insistió, se comunicaba con los clientes de Cuéllar, así como con los hermanos Miguel Ángel y Omar Treviño Morales, Z-40 y Z-42, respectivamente.
“Al 40 y 42 los veía regularmente tres o cuatro veces por mes; en otras hasta dos veces por semana. Había periodos en que Z-40 y Z-42 desaparecían hasta por cuatro meses.”
La droga se cruzaba en tráileres y se escondía en casas de seguridad de la ciudad de Eagle Pass. Desde ahí se trasladaba por la carretera 35 a Dallas a un cliente del Negro llamado José Vázquez para que la revendiera a las pandillas locales, y éstas a su vez la distribuían por todo el territorio estadunidense, relató el testigo protegido.
Añadió que él y sus socios del cártel recibían unos 4 millones de dólares cada 10 días por 800 kilos de droga que introducían mensualmente al vecino país. El dinero, sostuvo, llegaba a México escondido en los tanques de combustible de vehículos en billetes de todas las denominaciones, aun cuando la instrucción era pagar al contador de Z-40 y Z-42 sólo con billetes de 20, 50 y 100 dólares.
–Señor Moreno, ¿cómo vino a Estados Unidos? –preguntó Garden.
–En marzo de 2011, ante la gran cantidad de problemas en Coahuila, solicité asilo al gobierno de Estados Unidos.
–Cuando usted dice que había problemas, ¿a qué se refiere? ¿Podría especificar?
–A un montón de muertes. Ellos (los hermanos Miguel Ángel y Omar Treviño) comenzaron a matar familias en Allende, en Piedras Negras, en Múzquiz, en Sabinas. Ellos también me querían matar.
El Negro contó al jurado que entre noviembre de 2010 y enero de 2011 agentes de la Drug Enforcement Administration (DEA) y del Immigration and Customs Enforcement (ICE) decomisaron droga que le provocaron a Los Zetas pérdidas de entre 5 y 8 millones de dólares.
–Z-40 y Z-42 creían que teníamos algo que ver con estas pérdidas –expuso Moreno.
–Usted había contactado al gobierno federal y acordaron traerlo a usted a Estados Unidos. ¿Puede explicar al jurado su parte en ese acuerdo? –insistió el fiscal Garden.
–Para dar toda la información que tengo sobre Los Zetas, sobre Z-40 y Z-42, así como sus operaciones tanto en Estados Unidos y en México.
La masacre de Allende
En un momento del juicio, Mike DeGeurin, abogado de los acusados, incluido el empresario Francisco Colorado Cessa, interrumpió la sesión para solicitarle al juez Sam Sparks hablar en privado con los fiscales y con él.
En la transcripción de la plática privada, DeGeurin señala que el interrogatorio del fiscal inducía al acusado a describir la masacre ocurrida en la región de Allende, Coahuila, en marzo de 2011. El abogado señaló que ese no era tema del juicio. El juez aceptó la moción y ordenó al fiscal Garden no tocar el asunto.
Al reanudar la sesión, el fiscal cuestionó a Moreno:
–En su acuerdo con el gobierno de Estados Unidos, ¿se le permitió traer algo de dinero con usted?
–Yo no traje nada de dinero porque 40 y 42 destruyeron casas para apoderarse de todo y debido a esto ellos mataron a 300 personas en Allende, Coahuila.
Eso fue todo lo que pudo decir Moreno sobre lo ocurrido en Piedras Negras y la región de Cinco Manantiales a partir de los primeros meses de 2011.
A más de cuatro años y medio de aquella ola de violencia, la Procuraduría General de la República (PGR) y las autoridades de Coahuila mantienen en secreto el lujoso rancho desde el cual operaba Z-42, ubicado en la región de Cinco Manantiales, en el kilómetro 13 de la carretera Villa Unión-Guerrero .
Desde esa propiedad –que perteneció a Heriberto Lazcano, El Lazca, líder de Los Zetas, y a partir de 2010 quedó en manos de Z-42– presuntamente se ordenaron las masacres de Piedras Negras y del norte del Coahuila a principios de 2011. Desde ahí los integrantes de esa organización trazaron las nuevas rutas del narcotráfico y diseñaron las estrategias de la guerra contra el Cártel del Golfo (CDG) y las huestes de Joaquín El Chapo Guzmán.
Fuentes de la Cuarta Región Militar confirmaron a Proceso que El Lazca operó en este sitio a partir de los primeros meses de 2010. El capo lo escogió por su estratégica ubicación, pues en las inmediaciones hay carreteras solitarias que conducen a la frontera con Texas, así como brechas para escapar a las regiones serranas. Las conexiones incluyen ciudades de Coahuila, Tamaulipas y Nuevo León.
En 2007, cuando Los Zetas aún eran el brazo armado del CDG, fueron la avanzada que conquistó las principales ciudades de Coahuila: Saltillo, la capital; la estratégica Piedras Negras; Ciudad Acuña; Monclova, y la zona metropolitana de Torreón, entre otras.
Orígenes de la “narcoguerra”
Para febrero de 2010, cuando Los Zetas se separaron del CDG –lo que dio origen a la “narcoguerra” entre ambas organizaciones–, la élite del grupo, encabezada por El Lazca, Z-40, y Enrique Rejón Aguilar, Mamito, abandonó Tamaulipas y se refugió en Coahuila. Ahí, Los Zetas se posicionaron durante la administración de Humberto Moreira.
Hicieron de la ciudad fronteriza de Piedras Negras su principal punto para cruzar su contrabando de drogas hacia Estados Unidos. Cuando tomaron esa región, reclutaron a tres capos que operaban el trasiego de narcóticos por su cuenta desde hacía tiempo: Alfonso Mario Cuéllar; Héctor Moreno Villanueva, El Negro, y José Luis Garza Gaytán, La Güichina. Los tres provenientes de familias adineradas de la región de Cinco Manantiales.
Sin embargo, un año después, el imperio zeta comenzó a derrumbarse cuando El Negro presuntamente traicionó a sus jefes Z-40 y Z-42, al filtrar a agentes del ICE algunas operaciones de transporte de drogas.
En venganza, los capos comenzaron la cacería de los tres capos y de sus familias a principios de 2011.
Sicarios de Z-40 arribaron primero a Piedras Negras, donde asesinaron a familias y gente de Cuéllar y destruyeron 27 lujosas residencias y departamentos del capo, quien logró escapar a Estados Unidos.
Semanas después, la tarde del 18 de marzo de 2011, una caravana de 40 camionetas llenas de hombres armados arribó a Allende y Nava y los sicarios comenzaron a levantar a los familiares del Negro y La Güichina. Los dos capos cruzaron la frontera con sus familiares más cercanos y se entregaron a las autoridades estadunidenses.
Los Zetas venían de Tamaulipas y fueron protegidos por los 40 efectivos de la Policía Municipal de Allende, que presuntamente estaban en la nómina de la organización.
Ese día, según los lugareños, se llevaron a unas 80 personas. Posteriormente regresaron y siguieron levantando gente, incluso a los albañiles que trabajaban en las residencias del Negro y de La Güichina. También destruyeron más de medio centenar de residencias y saquearon siete ranchos de los familiares de los dos capos.
Para desaparecer a los detenidos, entre ellos los sicarios que trabajaban para El Negro y La Güichina, se utilizaron al menos tres narcococinas: la del municipio de Guerrero, la del Cereso de Piedras Negras y la de un rancho ubicado en el kilómetro 7 de la carretera Allende-Villa Unión, propiedad de La Güichina.
La incineración de las decenas de cuerpos en ese rancho, en la que se utilizaron aceites, madera y diésel, duró varios días.
En enero de 2014, cuando las autoridades realizaron un operativo para buscar a los desparecidos, encontraron en esa propiedad un gran contenedor, así como trozos de madera y cubetas de lubricantes y aceites vacías. Ese material aún permanece en el rancho, pues las autoridades únicamente se llevaron el tonel con capacidad para 200 litros de combustible donde fueron introducidos los cadáveres.
Los vecinos de la zona refieren que la masacre fue ordenada desde el rancho donde se escondía Z-42, ubicado a 35 kilómetros de Allende y Nava. En esa época la gente comentaba que ahí se refugiaban los líderes zetas. Sin embargo, corporaciones policiacas estatales y municipales, oficiales del Ejército, así como funcionarios de la procuraduría estatal, nunca hicieron nada pues estaban cooptados por los hermanos Treviño Morales.
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