Revista
Proceso # 2048, 30 de enero de 2016
Iztapalapa,
delegación abierta al crimen/
RAÚL
MONGE
La
violencia en Iztapalapa es proverbial y, ahora, los señalamientos llegan hasta
la propia delegada, Dione Anguiano. Algunos de los sitios donde la impunidad es
más notoria son los numerosos tianguis de la demarcación. En El Salado, Las
Torres, Santa Cruz Meyehualco y La Ford, por ejemplo, la ausencia del estado de
derecho es evidente: se ofertan armas a plena luz del día, ocurren extorsiones,
asesinatos, se venden protección y productos robados, e incluso se concreta la
trata de blancas sin que ninguna instancia gubernamental ponga orden.
El
5 de octubre último, cuatro días después de que Dione Anguiano asumiera las
riendas de la delegación Iztapalapa, la candidata derrotada de Movimiento de
Regeneración Nacional (Morena), Clara Brugada, encabezó una manifestación en la
que acusó al jefe de Gobierno de la capital del país, Miguel Ángel Mancera, de
entregar dicha demarcación al crimen organizado.
Ante
un nutrido grupo de simpatizantes, la actual secretaria de Bienestar del Comité
Ejecutivo Nacional de Morena responsabilizó a Mancera “de auspiciar a
personajes vinculados al crimen organizado y a la corrupción”, en referencia al
desmedido apoyo que el funcionario capitalino brindó a la perredista Anguiano
para ganar la elección intermedia de junio de 2015.
“Mancera
impuso en Iztapalapa a lo peor del PRD, a un gobierno que representa el atraso,
el primitivismo y, lo más preocupante, que llega al poder para hacer negocios,
vender protección”, recriminó Brugada, tras fracasar en su intento de gobernar
por segunda vez la delegación, una de las principales fábricas de votos de la
urbe, junto con la Gustavo A. Madero.
Luego
de desconocer a Anguiano como jefa delegacional, advirtió: “Ni crean que la
banda de El Hoyo se perpetuará en Iztapalapa. El Hoyo es un asentamiento
irregular de alta marginalidad, donde están las principales redes delictivas de
la demarcación y, al mismo tiempo, es uno de los principales bastiones
políticos de Anguiano y su camarilla, entre quienes figura su esposo, Alfredo
Hernández Raigoza, extitular de la Procuraduría Social”.
Este
último dejó el cargo en los comicios pasados “para no interferir”, aunque acaba
de ser rescatado por el operador político de Mancera, el exsecretario de
Gobierno y actual titular de la Secretaría de Movilidad, Héctor Serrano, quien
lo acomodó en la Subsecretaría de Movilidad.
Días
después del mitin de Brugada, la delegación Iztapalapa fue escenario de una
serie de hechos violentos, entre ellos el asesinato del chiapaneco Alfredo
Jiménez Pérez, de 29 años, cuyo cuerpo fue colgado del puente La Concordia el
19 de octubre.
Producto
de la irrefrenable migración rural-urbana, la pobreza, la descomposición
social, el desorden urbano y las arraigadas prácticas clientelares, Iztapalapa,
la delegación más extensa y la más poblada –tiene una superficie de 116.67
kilómetros cuadrados, 7.5% del área total de la Ciudad de México, y 2 millones
de habitantes–, está convertida en un territorio sin ley.
Al
amparo de las propias autoridades, en esa delegación del oriente de la urbe
–vista tradicionalmente como el traspatio de la capital– reina la anarquía:
asentamientos, edificaciones y comercios irregulares o sin registro en los
padrones oficiales, invasión tolerada de áreas de reserva, falta de servicios
básicos –agua potable y drenaje, principalmente– y venta y renta del espacio
público por parte de un puñado de líderes que, en contubernio con gobernantes y
partidos políticos, controlan a los vendedores ambulantes.
Ese
ambiente ha sido también caldo de cultivo para la expansión de redes criminales
que operan impunemente en ese bastión del PRD, y en las que, se ha acusado,
están involucrados familiares de la actual delegada.
Dichos
grupos tienen una amplia cartera de actividades ilícitas: robo a
transportistas, secuestro, trata de personas, asaltos y desvalijamiento de
vehículos, venta de autopartes, enseres domésticos y artículos electrónicos
robados, y trasiego de armas, droga, alcohol y medicamentos caducos o
adulterados.
No
es casual que Iztapalapa sea la zona más insegura de la capital del país. Según
la Procuraduría General de Justicia local (PGJDF), en 2013 y 2014 ocupó el
primer lugar en incidencia delictiva, con 28 mil 389 y 28 mil 113
averiguaciones previas por delitos de alto y bajo impacto respectivamente.
En
el primer semestre de 2015, Iztapalapa dio lugar a 12 mil 634 averiguaciones,
sólo superada por la Cuauhtémoc, con 12 mil 809.
Sin
embargo, el porcentaje de delitos de alto impacto –homicidios dolosos,
violación, secuestro, robo con violencia y lesiones dolosas–, registrados en la
demarcación gobernada por el morenista Ricardo Monreal, fue de 13.9% por 27% de
los cometidos en Iztapalapa.
En
la recta final de 2015 la comisión de delitos registró un ligero descenso, en
parte por el reforzamiento de la vigilancia después de que apareciera el cuerpo
colgado de Jiménez Pérez, a quien la PGJDF vinculó con una banda criminal que
presuntamente se disputa el control de la droga en el Reclusorio Oriente.
Dicha
versión fue desmentida categóricamente por familiares de la víctima, quien era
originario de Chiapas. En declaraciones a la prensa, aseguraron que Alfredo
trabajaba en una tortillería, no tenía deudas y llevaba una vida tranquila y
ajena a actividades criminales.
Los
nichos: El Salado
Todos
los martes y viernes de las tres a las cuatro de la madrugada, en un tianguis
conocido como El Salado (en los límites con el Estado de México) desfilan tráileres,
camiones de redilas y camionetas que, en un abrir y cerrar de ojos, descargan
mercancía de todo tipo, en su mayoría de contrabando o robada en las horas
previas.
Cobijados
por la oscuridad, decenas de hombres y mujeres de todas las edades van y vienen
con sus diablitos portando la ilegal carga, que en ese momento se comercia al
mayoreo y al menudeo entre los propios tianguistas de éste y otros mercados
informales o, bien, entre particulares.
La
compraventa de cuanto artículo llega a ese lugar se hace incluso a la vista de
la policía que, a decir de algunos vendedores entrevistados, actúa como
protectora de las redes criminales dedicadas a asaltar a transportistas que
ingresan o salen por la carretera México-Puebla o en distintos puntos de la Ciudad
de México.
Nadie,
ni las propias autoridades, tienen idea de la cantidad de dinero que se mueve
en El Salado. Sólo atinan a decir que se trata de millones de pesos, parte de
los cuales, admiten, va a los bolsillos de servidores públicos de la delegación,
la PGJDF y la Secretaría de Seguridad Pública del DF (SSPDF).
En
entrevistas por separado, exfuncionarios de la demarcación y comerciantes del
tianguis coinciden en que en ese mercado negro participan elementos de la PGJDF
y la policía capitalina. “Nada se mueve ahí sin que la policía lo sepa. Hay
cámaras por todos lados”, dicen.
Incluso
refieren que el padre de la jefa delegacional, José Luis Anguiano, un extaxista
que llegó a vivir a la zona Ejército de Oriente proveniente del barrio de
Tepito, dirige una organización dedicada al robo a transportistas. “Es un
secreto a voces” asevera un informante.
Vendedores
inconformes con lo que ocurre aseguran que buena parte de los más de 10 mil
puestos ofrecen productos robados y prohibidos, como droga, alcohol adulterado
y armas. “Hay ratas que traen a vender de 10 a 15 teléfonos en un solo día”.
Las
Torres
Este
esquema de venta se repite en el resto de los mercados informales de Iztapalapa
–gobernada por el PRD desde hace 18 años.
Es
el caso del tianguis Las Torres, que tiene su asiento en Eje 6 y Periférico,
justo entre las torres de alta tensión. Opera martes, jueves y sábado, y de
acuerdo con vendedores, no menos de 90% de la mercancía que se oferta es
ilegal. Otra parte de los bienes es de segunda mano o proviene de la pepena.
“Aquí
cae de todo. Carteristas, farderos, personas de la tercera edad que se dedican
a asaltar en el Metro y el Metrobús vienen a vender”, refiere el propietario de
un puesto, quien revela también que en los últimos meses se han multiplicado
los extorsionadores que se identifican como integrantes del crimen organizado,
particularmente de La Familia Michoacana.
Según
el informante, una tercera parte de los vendedores –chachareros y ratas,
primordialmente– son representados por el exdirigente priista en el Distrito
Federal Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, y el resto eran controlados por
Felipe Serralde hasta antes de su fallecimiento, en octubre pasado.
Aporta
otro dato: “Aquí, entre los propios comerciantes, hay familias enteras que se
dedican al robo de transporte, al secuestro, al contrabando, a la venta de
autopartes robadas, droga y alcohol”.
Santa
Cruz Meyehualco
En
este tianguis, la venta abierta de productos “derechos” y “calientes” se da los
martes y viernes.
El
ajetreo empieza en ese lugar desde las seis de la mañana. La mayoría de los
marchantes sólo tiende un plástico y acomoda sus productos.
Cada
milímetro de la vía pública tiene un precio. Según el informante, el espacio va
de los tres a los 15 mil pesos, sin contar la cuota del día, que oscila entre
15 y 30 pesos. Ni un centavo de ese dinero ingresa a las arcas de la
delegación; por el contrario, va a parar a manos de un puñado de líderes que
controla el mercado. Pocos vendedores conocen físicamente a sus dirigentes; por
lo regular se entienden con los delegados.
“Pásele,
damita, aquí está lo robado del día”, grita un joven que vende productos de
belleza, aparentemente en sus estuches originales.
A
pesar del frío invernal, cientos de personas, la mayoría de extracción humilde,
recorren las hileras de puestos.
En
este tianguis laberíntico cualquier rinconcito es altamente codiciado. Incluso,
los vendedores, en su mayoría pepenadores, ocupan ya el traspatio de un
deportivo. La mayoría de los objetos ofertados están sucios, incompletos y en
mal estado. Entre las chácharas a la venta salta a la vista un cuadro con la
fotografía oficial del expresidente Felipe Calderón, de ésas que en su sexenio
ocuparon un espacio privilegiado en las oficinas públicas.
Son
casi las nueve de la mañana y el olor a mariguana inunda parte del tianguis,
donde a finales de diciembre se cometió un asesinato a plena luz del día y a la
vista de todo mundo. La víctima era un extorsionador que iba a cobrar la cuota
del día. Cansado de pagar por su seguridad, el vendedor de teléfonos puso fin a
su martirio y mató al cobrador. El crimen no trascendió.
Entre
el mar de comerciantes y visitantes, el reportero descubre a una joven bien
maquillada y de buen vestir que, libreta en mano, recorre cada puesto para
recaudar la cuota del día. La mujer no va sola. La acompaña un tipo mal
encarado y de aspecto rudo.
El
mercado de Santa Cruz Meyehualco ocupa alrededor de cinco manzanas. Ahí laboran
no menos de 5 mil personas y se distribuye de todo, desde una cajetilla de
cerillos y frascos de lociones vacías hasta muebles, ropa, juguetes y aparatos
electrodomésticos rescatados de los tiraderos de basura.
En
julio del año pasado, las autoridades delegacionales decomisaron ahí 300 kilos
de medicinas caducas o apócrifas. Curiosamente no hubo detenidos.
En
el recorrido, el reportero fue testigo de cómo algunos vendedores, los más
atrevidos, ponen a la vista de los potenciales compradores armas de diferentes
calibres.
El
Nuevo Tepito
Los
mercados sobre ruedas en Iztapalapa también son utilizados como fachada para
otras actividades ilegales, como trata de personas y extorsión.
Era
el caso del tianguis conocido como El Nuevo Tepito, que se instalaba hasta hace
poco en una de las principales avenidas de la colonia Santa Martha Acatitla. De
hecho, servía de tapadera a giros negros.
En
octubre del año pasado, la PGJDF detuvo a Wendy Chávez Pérez, Jonathan Ávalos
Sánchez, Francisco Javier Cedillo Alcántara, Carlos Miguel Sánchez Frías,
Adrián Bautista Peralta, Bryan González Hernández, Ulises Estanislao Campos
Galiote y José Edgardo Enríquez Argueta por extorsionar a comerciantes del
tianguis de Santa Cruz Meyehualco.
Según
el denunciante, esas personas se identificaban como parte de La Familia
Michoacana y exigían a comerciantes una cuota de 500 a mil pesos por semana a
cambio de darles “protección” a ellos y a sus parientes.
Temeroso
de sufrir represalias, una de las víctimas realizó un primer pago, pero antes
de entregar el segundo pidió el apoyo de la policía y fue así como se logró la
detención de la banda que era comandada por Hernández Galiote, según confesaron
a la policía los inculpados.
La
Ford
Otro
nicho de la delincuencia se encuentra en el resurgido tianguis de La Ford,
donde se venden autopartes, la mayoría de ellas robadas.
En
marzo de 2007, el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo
Ebrard, expropió 247 bodegas y locales de ese mercado de la colonia Reforma
Política, considerado “el punto emblemático de comercialización de autopartes
robadas de todo el país”.
Según
el decreto expropiatorio publicado en la Gaceta Oficial del GDF, el área
enajenada fue 36 mil metros cuadrados –unas seis manzanas–, que se destinarían
a un parque púbico, áreas verdes, centro de servicio comunitario e instalaciones
recreativas. A ocho años, el proyecto sólo se concretó parcialmente.
La
expropiación tampoco frenó la venta de autopartes robadas. El puñado de
familias que controla ese mercado sólo cambió de lugar y ahora opera en Ermita
Alta, entre las estaciones del Metro Aculco e Iztapalapa.
Según
un exfuncionario de la delegación, 20% de las personas que se dedican a esa
actividad son dueños y el resto son empleados. Se trata de un negocio netamente
familiar, abunda. “Hay quien se dedica a robar las unidades, a desvalijarlas y
a colocarlas en el mercado negro”, dice.
Incluso,
revela que en las zonas altas de la delegación, de laberínticas y oscuras
calles, hay bodegas que se utilizan para desvalijar los vehículos robados. “De
todo esto sabe la policía, pero no hace nada por evitarlo, lo cual habla de que
hay una complicidad entendida”.
Complicidad
oficial
En
septiembre último, apenas unos días después de que Dione Anguiano tomara
posesión como jefa delegacional, se filtró a la prensa que el general retirado
Alfredo Álvarez Valenzuela se haría cargo de la coordinación de Seguridad
Pública en Iztapalapa.
El
turbulento pasado de Álvarez Valenzuela en Guerrero –fue miembro de la
legendaria cofradía policiaca denominada La Hermandad y secretario de Seguridad
en el puerto de Acapulco, y participó en un desalojo violento de normalistas de
Ayotzinapa, que dejó un saldo de dos estudiantes asesinados el 12 de diciembre
de 2011– provocó un escándalo, al punto de forzar a Anguiano a dar marcha atrás
al nombramiento.
Sin
embargo, el reportero logró saber que dicho personaje labora en el Centro de
Estudios de Riesgos Geológicos, desde donde desempeña tareas de Inteligencia
para Anguiano. l
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