Revista
Proceso # 2048, 30 de enero de 2016
Una
Asamblea Constituyente bajo el yugo del PRI/
RAÚL
MONGE
Una
vieja demanda de los habitantes de la Ciudad de México se concretó: la
conversión de ésta en una entidad regida por su propia Constitución. Pero tan
anhelada mutación llega ahora corrompida, maniatada y sometida a los intereses
del PRI (partido que tendrá mayoría en la Asamblea Constituyente, pese a ser
minoría en la capital del país) y de Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno que
pretende convertir esta maniobra política en su plataforma en pos de la
Presidencia en 2018.
Con
la promulgación de la reforma política de la Ciudad de México el pasado viernes
29, el presidente Enrique Peña Nieto saldó una vieja deuda con el mandatario
capitalino, Miguel Ángel Mancera, por el abierto e incondicional respaldo que
éste brindó en su momento para la consumación y sobrevivencia del Pacto por
México y por la docilidad y colaboracionismo asumidos hasta ahora con su
administración.
Estas
opiniones son externadas por José Agustín Ortiz Pinchetti y Mario Delgado, dos
de los promotores originales de la iniciativa, quienes añaden: Incluso Mancera
proclamó que “la firma del Pacto por México permitirá resolver los principales
problemas de la capital”; lo hizo el 3 de diciembre de 2012, dos días antes de
tomar las riendas del gobierno de la ciudad.
También
señalan que pese a la tortuosa espera de poco más de dos años, y a la cerrazón
del PRI para permitir que la elección de la Asamblea Constituyente fuera
popular, soberana, no impuesta, como finalmente se aprobó, Mancera se dio por
bien servido al arrogarse el mérito de materializar finalmente una añeja lucha
de los capitalinos por lograr la restitución plena de sus derechos políticos,
conculcados en 1928 con la desaparición del régimen municipal en la capital del
país.
El
otro candado que impuso el PRI fue el de la deuda pública, rubro en el que la
federación seguirá manteniendo la tutela.
Intromisión
federal
“No
tengo la menor duda de que el PRI puso todas esas condicionantes para dejar
pasar la reforma. Necesitaba estar seguro de que no iba a ser avasallado por el
voto popular y por eso decidió urdir esos mecanismos de defensa”, dice José
Agustín Ortiz Pinchetti, pionero en la cruzada liberacionista de los
capitalinos y miembro del consejo consultivo de la comisión que se encargó de
elaborar el proyecto de reforma, bajo la coordinación de Porfirio Muñoz Ledo.
En
su opinión, los órganos federales no tienen derecho a intervenir en un asunto
estrictamente local. “En lugar de hacer un proceso enteramente transparente,
una elección del Constituyente popular, como se hace en los estados de la
República, la Federación va a mantener de alguna forma la tutela sobre la
Ciudad de México. Eso mancha todo el proceso”.
Ortiz
Pinchetti sabe de qué habla. Desde 1991 ha trabajado en diferentes proyectos
emancipadores, incluido uno que él mismo impulsó en 2001, cuando fue secretario
de Gobierno del Distrito Federal y que, recuerda, llegó hasta la última
instancia, pero de ahí no pasó.
El
siguiente intento fallido por darle autonomía a la capital del país, refiere,
se gestó en 2008 durante el gobierno de Marcelo Ebrard, con la presentación de
un proyecto de Constitución local impulsado por Alejandro Rojas Díaz Durán,
actual asesor “honorífico” del jefe delegacional en Cuauhtémoc, el zacatecano
Ricardo Monreal.
Con
la holgada victoria electoral obtenida en los comicios de 2012, Mancera retomó
el proyecto de reforma política y lo ofreció al gobierno de Peña como moneda de
cambio para convalidar el Pacto por México.
Como
primer paso instaló un Consejo Consultivo de expertos, con Porfirio Muñoz Ledo
a la cabeza y posteriormente, en julio de 2013, convocó a organizar foros sobre
la reforma política en las 16 delegaciones políticas. “Es un trabajo, una tarea
de todos, una tarea que no tiene dueño, que no tiene etiquetas. La reforma
política tampoco puede depender del Pacto por México”, dijo.
Muñoz
Ledo fue a lo seguro y, previa autorización de Mancera, le pidió a Ortiz
Pinchetti que se sumara a su equipo de trabajo junto con José Woldenberg,
Bernardo Bátiz, Alejandro Rojas y el constitucionalista Elisur Arteaga Nava,
entre otros.
Según
Ortiz Pinchetti, pese a las adversidades financieras y logísticas el grupo
comenzó a trabajar en firme, con los proyectos que se habían quedado en el
tintero o en la congeladora legislativa, y luego de unas ocho o 10 sesiones
concluyeron que no podían avanzar más hasta tener la certeza de que su
propuesta contaba con la aprobación de Mancera y de las distintas fuerzas
políticas.
“Tuvimos
señales positivas y eso nos permitió avanzar”, refiere.
En
la entrevista el exdiputado federal no le regatea méritos al trabajo
desarrollado por Muñoz Ledo, el artífice, dice, de la reforma de 1996 que
permitió a los capitalinos, un año después, dar un paso importante hacia su
autonomía al elegir por la vía del voto al jefe de gobierno y a los jefes
delegacionales. “Esa fue la gran reforma, no esta última”, subraya.
Versión
impuesta
Secretario
de Finanzas y de Educación en el sexenio de Marcelo Ebrard, y frustrado
aspirante a la jefatura de gobierno en 2012, el senador Mario Delgado vivió la
otra cara de la moneda en el proceso de gestación de la reforma política de la
Ciudad de México.
De
entrada asegura que la reforma promulgada por Peña Nieto el pasado viernes 29
fue elaborada por Rogelio Muñiz Toledo, un prestigiado consultor en materia
electoral y promotor de una Asamblea Constituyente elegida por voto popular,
contratado por Mancera, no la que hicieron Muñoz Ledo y su equipo.
Recuerda
que a mediados o finales de 2013, luego de las fallidas mesas de trabajo para
discutir la reforma –convocadas por Alejandra Barrales, la entonces senadora y
actual secretaria de Educación del gobierno capitalino–, por encargo de
Mancera, Miguel Barbosa convocó a los senadores perredistas a una reunión en
sus oficinas.
Eran,
dice, alrededor de las siete de la noche de un lunes. Una vez reunidos todos,
añade, Barbosa entró al salón de juntas acompañado por Rogelio Muñiz. “Palabras
más, palabras menos, dijo que el licenciado llevaba consigo la reforma política
que quería el jefe de gobierno, que al día siguiente la presentarían al pleno
como grupo parlamentario y que debían firmarla todos”.
Dicho
proyecto proponía elegir el Constituyente en la coyuntura política de 2015,
hecho que le pareció aberrante a Delgado y al extinto Manuel Camacho Solís.
“Era una locura, pretendía poner en la mesa de negociaciones objetivos de corto
y largo plazos”, dice.
Sin
embargo, cuenta que Barbosa estaba empeñado en que todos suscribieran el
proyecto, por lo que él y algunos de sus compañeros legisladores le pidieron
que por lo menos se dejara nebulosa la redacción del punto relacionado con el
Constituyente.
Ante
la negativa de su coordinador, Delgado se dio a la tarea de preparar una
iniciativa sobre la elección del Constituyente, la única que se presentó en el
Senado. La propuesta estaba orientada a abrir la elección a la participación
ciudadana y a que se sometiera a referéndum.
El
senador cuenta incluso que dicha iniciativa se la presentó personalmente a
Mancera. “Le hice ver que la iniciativa iba acorde a su eslogan de campaña de
‘Decidamos Juntos’, que lo ayudaría políticamente y lo colocaría en otro nivel
en la arena política. Me dijo que sí, pero al final no hizo nada”.
Delgado
aguantó el desaire del mandatario capitalino y siguió impulsando su iniciativa
en el Senado. A fuerza de insistir y con el argumento de que su proyecto no
podía procesarse como una ley cualquiera, que se trataba de un momento
fundacional para la ciudad, el 31 de diciembre de 2013 el entonces legislador
perredista logró sentar en la mesa a los coordinadores parlamentarios de PRI,
PAN y PRD.
En
el encuentro, en las oficinas de la Coordinación Política, dice, Emilio Gamboa,
Roberto Gil Zuarth y Barbosa convinieron en ir juntos por una Asamblea
Constituyente abierta a la ciudadanía.
Sin
embargo, prosigue, algo pasó. Gamboa rectificó lo dicho minutos antes, pidió un
momento para hacer una llamada telefónica y se metió a su oficina. Casual o no,
destaca, la ausencia de Gamboa coincidió con el retiro de la bancada priista
del pleno.
De
acuerdo con Delgado, cuando Gamboa regresó les dijo que sus compañeros
senadores ya querían irse, que sus familias los estaban esperando, que era
diciembre.
El
exsecretario de Finanzas y de Educación en el gobierno de Ebrard cuenta que
después supieron que Gamboa había hablado con Mancera y éste le había pedido
que reventara la sesión, porque no quería que se tocara el punto del
Constituyente.
En
2014, añade, el PRD volvió a sacar el tema de la reforma política del Distrito
Federal, pero el PRI cerró cualquier posibilidad de llevarla al pleno.
Cansado
de los desaires, Delgado decidió separarse del PRD en enero de 2015 e
incorporase a las filas de Morena.
En
marzo de ese año, refiere, se retomaron las negociaciones sobre la reforma
política, en particular sobre la formación del Constituyente, pero como el
escenario político se había modificado en la capital, con el resquebrajamiento
del PRD –por la renuncia de algunos de sus cuadros más importantes y el ascenso
de Morena en las encuestas–, el PRI metió reversa y decidió no ir a una
elección abierta.
Fue
así, subraya el entrevistado, como el PRI metió en las negociaciones el candado
para asegurarse una sobrerrepresentación artificial.
En
la reforma aprobada por el Congreso se establece que de los 100 integrantes de
la Asamblea Constituyente que creará la Carta Magna local, 60 serán electos y
podrán ser independientes o propuestos por los partidos y los 40 restantes
serán elegidos de la siguiente manera: 14 por los diputados, 14 por los
senadores, seis por el Ejecutivo federal y seis por el local.
Con
esta composición, el PRI tendrá el control del Constituyente y, por ende, el
poder de veto, afirma Delgado.
–¿Cómo
se explica que Mancera haya estado de acuerdo con eso? –pregunta el reportero.
Responde
sin titubear:
–Peña
y Mancera son lo mismo. Mancera prefiere aliarse con Los Pinos que con sus
gobernados. Está claro que se siente más cómodo pactando con el PRI.
Delgado
dice que Mancera va a aprovechar la reforma como plataforma de lanzamiento de
su candidatura presidencial. “Peña quiere a Mancera como candidato, es el más
confiable para el PRI, lo van a levantar para quitarle votos a López Obrador”,
sostiene.
El
candado financiero
En
su análisis de la reforma política de la Ciudad de México, Delgado encuentra
otro candado impuesto por el PRI, no menos importante que el del Constituyente:
que el Congreso de la Unión seguirá fijando el techo de endeudamiento de la
capital.
“Controlar
el financiamiento de la ciudad es lo que determina el desarrollo de la
infraestructura de la capital del país. Ni más ni menos. El jefe de gobierno va
a tener que ir año con año al Congreso a rogar por la deuda”, dice.
Por
último, afirma que si Mancera fuera realmente progresista, debería haberse
opuesto a la formación del Constituyente y peleado por una real –y no parcial–
autonomía de la ciudad. “Pero, bueno, Peña ya tiene sus reformas y Mancera las
suyas, todas emanadas del Pacto por México”.
Pero
quien mejor resume lo que sucedió con la reforma es el presidente nacional del
PRD, Agustín Basave. El pasado 10 de diciembre dijo que la reforma aprobada “no
es la deseable, pero es la que se pudo sacar”. l
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