31 ene 2016

Sean Penn y una fuga en Santa Cruz/LUCÍA LUNA Y JEAN PAUL GUZMÁN

Revista Proceso  # 2048, 30 de enero de 2016’
Sean Penn y una fuga en Santa Cruz/LUCÍA LUNA Y JEAN PAUL GUZMÁN
La reunión de Sean Penn con El Chapo Guzmán ha causado un gran revuelo mediático en el mundo. Pero no es el único encuentro que el actor estadunidense ha sostenido con un prófugo de la justicia. Hace un par de años, aprovechando su “luna de miel” con el presidente boliviano Evo Morales, el estadunidense ayudó a fugarse a un judío preso en Santa Cruz
México/ La Paz.- El encuentro entre Sean Penn y Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, no es el único que el actor estadunidense ha tenido con un prófugo de la justicia. De hecho, contribuyó a que hubiera uno: en diciembre de 2013 ayudó a escapar de Bolivia a Jacob Ostreicher, empresario judío-estadunidense a quien las autoridades del país andino habían encarcelado por lavado de dinero y presuntos vínculos con el narcotráfico.
 En su momento el asunto generó mucho ruido mediático. Acabó con la “amistad” que Penn tenía con el mandatario boliviano, Evo Morales, y lo convirtió en “ofensor” y “enemigo de Bolivia”. Y tensó más las ya malas relaciones entre La Paz y Washington.

Además de actor, Penn es un activista político decantado por las posiciones de izquierda. Públicos han sido sus acercamientos con los dirigentes latinoamericanos de esta tendencia y, particularmente, con el enfermo líder cubano Fidel Castro y el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez. Fue Chávez precisamente quien lo presentó con Morales.
La relación prosperó. Al menos dos veces Morales recibió oficialmente a Penn. La primera en febrero de 2012, cuando el actor realizaba una gira para reunir fondos para Haití, devastado un año antes por un terremoto. El mandatario boliviano elogió su labor “humanitaria” y, en señal de acogida, le obsequió un tradicional poncho andino.
La segunda fue en octubre de ese mismo año y revistió un carácter más solemne. Recibido en el palacio de gobierno, Penn fue nombrado “embajador de buena voluntad” de tres causas bolivianas: la salida soberana al mar, el reconocimiento internacional del tradicional masticado de hoja de coca y la extradición de Estados Unidos del expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada. Sin embargo, poco habría de durar esta encomienda, ya que simultáneamente se desarrollaba en Bolivia una historia más oscura que habría de involucrar al actor. 
Cárcel y extorsión
 En 2008 el empresario inmobiliario neoyorquino Jacob Ostreicher decidió invertir alrededor de 25 millones de dólares para cultivar arroz y explotar ganado en la rica región agrícola de Santa Cruz. Nadie le dijo que los cientos de hectáreas que había adquirido pertenecían a los hermanos Ozzie y Maximiliano Dorado, acusados de narcotráfico, lavado de dinero y homicidio.
 Tres años después llegaron a Nueva York informes de que el negocio no marchaba bien y la administradora que había contratado lo estaba estafando. Ostreicher hizo maletas y se desplazó a Santa Cruz, donde comprobó que su empresa estaba en números rojos. Pero faltaba algo peor. El 3 de junio de 2011 fue aprehendido por las autoridades bolivianas bajo los cargos de presunto lavado de dinero y ganancias de procedencia ilícita, e internado en el penal de Palmasola.
 Sus tierras fueron incautadas, se suspendió la actividad productiva y decenas de trabajadores fueron despedidos. En unos cuantos meses, 20 mil toneladas de arroz, cientos de cabezas de ganado, maquinaria y vehículos habían desaparecido, sin que las autoridades encargadas de su custodia dieran explicación alguna. La millonaria inversión de Ostreicher se había evaporado.
 La fiscalía sin embargo nunca pudo probar las acusaciones ni formular cargos. El detenido, por su parte, denunció que era extorsionado por autoridades judiciales y gubernamentales, que le exigían 50 mil dólares para cerrar su caso y dejarlo en libertad. Desesperado por la situación, Ostreicher emprendió una huelga de hambre, que lo llevó a bajar de 87 a 44 kilos. Las autoridades carcelarias no tuvieron más opción que trasladarlo a una clínica privada.
 Entonces el caso empezó a trascender el ámbito local. El Departamento de Estado, que sólo mantiene una relación a nivel de encargado de negocios con La Paz, pidió “un juicio justo, transparente y oportuno” para su ciudadano. Y, por ser judío ortodoxo, el Instituto Aleph de Florida, que ayuda a los judíos encarcelados en el mundo, empezó a interesarse por él.
 La presión mediática e internacional empezó a rendir frutos. El 28 de noviembre de 2012 el ministro de Gobierno, Carlos Romero, dio a conocer una red de corrupción de al menos 13 personas –entre administradores de justicia, custodios y empleados gubernamentales– encabezada nada menos que por el director jurídico del propio ministerio, Fernando Rivera. Los involucrados no sólo serían responsables de la extorsión, sino también de la desaparición de los multimillonarios bienes de Ostreicher.
 El “amigo Evo”
 Entretanto el Instituto Aleph ya se había movilizado y contactado al actor y productor Mark Wahlberg, quien a su vez buscó a Penn para que intercediera por Ostreicher ante “su amigo Evo”.
 El 12 de diciembre de 2012 Penn apareció en la clínica de Santa Cruz, donde el empresario todavía estaba internado, y en conferencia de prensa le pidió “al presidente Morales la inmediata liberación, exoneración y regreso seguro de Jacob a Estados Unidos”.
 No obtuvo ninguna respuesta directa del mandatario pero, seis días después, el juez Eneas Gentile conmutó la pena de cárcel por la de arresto domiciliario en un barrio de Santa Cruz. Tanto durante su estancia en la clínica como en sus meses de arraigo, Penn consiguió, gracias a sus contactos en Caracas, que Ostreicher fuera custodiado por guardias venezolanos, ante el temor de represalias por parte de los extorsionadores.
 Tres fueron las veces que el actor viajó a Bolivia para solicitar la liberación, pero las respuestas de Morales siempre fueron evasivas. El proceso contra Ostreicher se estancó. Según su defensor, Jimmy Montaño, había pedido el sobreseimiento de la causa por falta de pruebas, pero la fiscalía no se pronunció en ningún sentido.
 En mayo de 2013, durante una intervención ante el Subcomité de Derechos Humanos de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, junto al contratista Alan Gross, entonces preso en Cuba por cargos de espionaje, el actor se refirió al caso de Ostreicher y pidió a los representantes de su país “dar un gran giro diplomático” hacia países como Bolivia, Cuba y Venezuela.
 A continuación, sin embargo, Penn hizo a los miembros del Congreso una solicitud sorprendente: que pidieran a las empresas patrocinadoras del Rally de Dakar, que en su edición de 2014 pasaría por primera vez por Bolivia, que condicionaran su apoyo a la liberación de Ostreicher. “Esta presión internacional puede ser exactamente lo que necesita el presidente Morales para finalmente extirpar el cáncer maligno de la corrupción que está matando al sistema judicial boliviano y perjudicando a miles de inocentes como Jacob”, sostuvo.
 Evo no emitió un solo comentario, pero personeros de su gobierno reaccionarion airados. El ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, tildó de “típicamente arrogantes y absolutamente desconsideradas” las afirmaciones de Penn; y el de Culturas y Turismo, Pablo Groux, de “ofensivas e intervencionistas”. Además de descontextualizada, el ministro calificó la intervención del actor en el Congreso estadunidense como “la peor actuación de toda su trayectoria”.
 Por su parte, el diputado Galo Bonifaz tachó a Penn de “malagradecido”; y en la Asamblea Legislativa la bancada del Movimiento al Socialismo, de Morales, adelantó que pediría al Ejecutivo retirar al activista el título de “embajador de buena voluntad” de las causas bolivianas.
 “Operación encubierta”
 Cortada la comunicación entre Penn y las autoridades bolivianas, no se volvió a saber nada de Ostreicher hasta el 17 de diciembre de 2013, cuando el gobierno de La Paz confirmó que dos días antes el reo se había fugado por alguno de los 17 puntos fronterizos con Perú, desde donde había tomado un avión de LAN Chile para regresar a Estados Unidos.
 Según recogió el 18 de diciembre el diario paceño Página Siete, la ministra de Justicia, Cecilia Ayllón, admitió que de alguna manera Ostreicher había logrado burlar los controles de la frontera y que “por ello el reporte migratorio no registra que haya salido de Bolivia, pero el registro aéreo de Perú sí da cuenta de que partió del aeropuerto de Lima rumbo a Estados Unidos”.
 Interrogada sobre los responsables de la huída, la ministra se negó a especular pero anunció que se abriría una investigación y adelantó que la Fiscalía del Estado activaría la alerta roja para que el prófugo pudiera ser detenido por la Interpol y posteriormente extraditado a Bolivia.
 El que sí especuló fue el ministro Romero, quien consideró que la salida ilegal de Ostreicher de Bolivia sólo pudo realizarse mediante un grupo de élite y con el pleno apoyo del gobierno de Estados Unidos. Según el diario El Deber, de Santa Cruz, “el plan de fuga fue elaborado durante meses, estuvo a cargo de profesionales y era del conocimiento del Departamento de Estado”.
 The New York Times reforzó esta versión, al publicar que Ostreicher fue sacado de Bolivia “en una operación encubierta”, realizada “por profesionales que saben cómo hacerlo”. Las autoridades de Wa­shington negaron cualquier participación en la fuga, aunque fuentes diplomáticas admitieron que los servicios consulares prestaron “algún tipo de ayuda” al estadunidense a su paso por Lima.
 En las primeras declaraciones públicas que hizo el 21 de mayo de 2014, Ostreicher confió al diario digital JPUpdates que su hermano mayor, Aaron, había financiado la fuga, y agradeció al rabino Zvi Boyarski, del Instituto Aleph; al congresista republicano por Nueva Jersey, Chris Smith; a abogados y organizaciones de derechos humanos, y hasta al gobierno de Venezuela, “por haber trabajado por mi libertad y sin cuya valiosa ayuda yo hoy no estaría aquí”.
 Pero sobre todo agradeció a Penn, quien ese día recibió uno de los premios de la red de Campeones de los Valores Internacionales Judíos. “¿Quién creen que fue la primera persona que vi, cuando bajé del avión en suelo estadunidense? No era otro que el mismísimo Sean Penn, acompañado por un grupo de agentes de migración”.
 Fotografías del actor empujando por los pasillos del aeropuerto de Los Ángeles una silla de ruedas en la que iba Ostreicher, dieron fe de su afirmación.
 Penn no quiso abundar al respecto. Pero fue él quien, tras calificar el rescate de Ostreicher como una “operación humanitaria”, envió a través de su representante, Mara Buxbaum, un correo a la agencia Associated Press, en el que informaba que el empresario ya estaba en Estados Unidos “bien, seguro y recibiendo atención médica”.
 En una larga entrevista concedida a esa misma agencia en enero de 2015, el empresario judío contó cómo Sean Penn lo albergó semanas en su casa, lo alimentó, lo vistió, lo consoló y lo reunió finalmente con su hija y con sus nietos, ante quienes Jacob presentó a Sean como “un héroe”.
 A pesar de ello, el antes próspero empresario inmobiliario no ha logrado recuperarse de su odisea boliviana. Rompió con su esposa, se quedó sin un centavo y se volvió “casi loco”. Ahora vive solo en Los Ángeles, pero sigue dependiendo de Penn y otras figuras de Hollywood, como Robert Downey Jr., así como de organizaciones filantrópicas judías.
 También sigue activa su ficha de búsqueda de la Interpol, pero, como reconoció uno de sus agentes, “su detención es imposible en tanto no abandone territorio estadunidense”. l


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