Revista
Proceso # 2048, 30 de enero de 2016’
Sean
Penn y una fuga en Santa Cruz/LUCÍA LUNA Y JEAN PAUL GUZMÁN
La
reunión de Sean Penn con El Chapo Guzmán ha causado un gran revuelo mediático
en el mundo. Pero no es el único encuentro que el actor estadunidense ha
sostenido con un prófugo de la justicia. Hace un par de años, aprovechando su
“luna de miel” con el presidente boliviano Evo Morales, el estadunidense ayudó
a fugarse a un judío preso en Santa Cruz
México/
La Paz.- El encuentro entre Sean Penn y Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, no es
el único que el actor estadunidense ha tenido con un prófugo de la justicia. De
hecho, contribuyó a que hubiera uno: en diciembre de 2013 ayudó a escapar de
Bolivia a Jacob Ostreicher, empresario judío-estadunidense a quien las
autoridades del país andino habían encarcelado por lavado de dinero y presuntos
vínculos con el narcotráfico.
En
su momento el asunto generó mucho ruido mediático. Acabó con la “amistad” que
Penn tenía con el mandatario boliviano, Evo Morales, y lo convirtió en
“ofensor” y “enemigo de Bolivia”. Y tensó más las ya malas relaciones entre La
Paz y Washington.
Además
de actor, Penn es un activista político decantado por las posiciones de
izquierda. Públicos han sido sus acercamientos con los dirigentes
latinoamericanos de esta tendencia y, particularmente, con el enfermo líder
cubano Fidel Castro y el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez. Fue
Chávez precisamente quien lo presentó con Morales.
La
relación prosperó. Al menos dos veces Morales recibió oficialmente a Penn. La
primera en febrero de 2012, cuando el actor realizaba una gira para reunir
fondos para Haití, devastado un año antes por un terremoto. El mandatario
boliviano elogió su labor “humanitaria” y, en señal de acogida, le obsequió un
tradicional poncho andino.
La
segunda fue en octubre de ese mismo año y revistió un carácter más solemne.
Recibido en el palacio de gobierno, Penn fue nombrado “embajador de buena
voluntad” de tres causas bolivianas: la salida soberana al mar, el
reconocimiento internacional del tradicional masticado de hoja de coca y la
extradición de Estados Unidos del expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada. Sin
embargo, poco habría de durar esta encomienda, ya que simultáneamente se
desarrollaba en Bolivia una historia más oscura que habría de involucrar al
actor.
Cárcel
y extorsión
En
2008 el empresario inmobiliario neoyorquino Jacob Ostreicher decidió invertir
alrededor de 25 millones de dólares para cultivar arroz y explotar ganado en la
rica región agrícola de Santa Cruz. Nadie le dijo que los cientos de hectáreas
que había adquirido pertenecían a los hermanos Ozzie y Maximiliano Dorado,
acusados de narcotráfico, lavado de dinero y homicidio.
Tres
años después llegaron a Nueva York informes de que el negocio no marchaba bien
y la administradora que había contratado lo estaba estafando. Ostreicher hizo
maletas y se desplazó a Santa Cruz, donde comprobó que su empresa estaba en
números rojos. Pero faltaba algo peor. El 3 de junio de 2011 fue aprehendido
por las autoridades bolivianas bajo los cargos de presunto lavado de dinero y
ganancias de procedencia ilícita, e internado en el penal de Palmasola.
Sus
tierras fueron incautadas, se suspendió la actividad productiva y decenas de
trabajadores fueron despedidos. En unos cuantos meses, 20 mil toneladas de
arroz, cientos de cabezas de ganado, maquinaria y vehículos habían
desaparecido, sin que las autoridades encargadas de su custodia dieran
explicación alguna. La millonaria inversión de Ostreicher se había evaporado.
La
fiscalía sin embargo nunca pudo probar las acusaciones ni formular cargos. El
detenido, por su parte, denunció que era extorsionado por autoridades
judiciales y gubernamentales, que le exigían 50 mil dólares para cerrar su caso
y dejarlo en libertad. Desesperado por la situación, Ostreicher emprendió una
huelga de hambre, que lo llevó a bajar de 87 a 44 kilos. Las autoridades
carcelarias no tuvieron más opción que trasladarlo a una clínica privada.
Entonces
el caso empezó a trascender el ámbito local. El Departamento de Estado, que
sólo mantiene una relación a nivel de encargado de negocios con La Paz, pidió
“un juicio justo, transparente y oportuno” para su ciudadano. Y, por ser judío
ortodoxo, el Instituto Aleph de Florida, que ayuda a los judíos encarcelados en
el mundo, empezó a interesarse por él.
La
presión mediática e internacional empezó a rendir frutos. El 28 de noviembre de
2012 el ministro de Gobierno, Carlos Romero, dio a conocer una red de corrupción
de al menos 13 personas –entre administradores de justicia, custodios y
empleados gubernamentales– encabezada nada menos que por el director jurídico
del propio ministerio, Fernando Rivera. Los involucrados no sólo serían
responsables de la extorsión, sino también de la desaparición de los
multimillonarios bienes de Ostreicher.
El
“amigo Evo”
Entretanto
el Instituto Aleph ya se había movilizado y contactado al actor y productor
Mark Wahlberg, quien a su vez buscó a Penn para que intercediera por Ostreicher
ante “su amigo Evo”.
El
12 de diciembre de 2012 Penn apareció en la clínica de Santa Cruz, donde el
empresario todavía estaba internado, y en conferencia de prensa le pidió “al
presidente Morales la inmediata liberación, exoneración y regreso seguro de
Jacob a Estados Unidos”.
No
obtuvo ninguna respuesta directa del mandatario pero, seis días después, el
juez Eneas Gentile conmutó la pena de cárcel por la de arresto domiciliario en
un barrio de Santa Cruz. Tanto durante su estancia en la clínica como en sus
meses de arraigo, Penn consiguió, gracias a sus contactos en Caracas, que
Ostreicher fuera custodiado por guardias venezolanos, ante el temor de
represalias por parte de los extorsionadores.
Tres
fueron las veces que el actor viajó a Bolivia para solicitar la liberación, pero
las respuestas de Morales siempre fueron evasivas. El proceso contra Ostreicher
se estancó. Según su defensor, Jimmy Montaño, había pedido el sobreseimiento de
la causa por falta de pruebas, pero la fiscalía no se pronunció en ningún
sentido.
En
mayo de 2013, durante una intervención ante el Subcomité de Derechos Humanos de
la Cámara de Representantes de Estados Unidos, junto al contratista Alan Gross,
entonces preso en Cuba por cargos de espionaje, el actor se refirió al caso de
Ostreicher y pidió a los representantes de su país “dar un gran giro
diplomático” hacia países como Bolivia, Cuba y Venezuela.
A
continuación, sin embargo, Penn hizo a los miembros del Congreso una solicitud
sorprendente: que pidieran a las empresas patrocinadoras del Rally de Dakar,
que en su edición de 2014 pasaría por primera vez por Bolivia, que
condicionaran su apoyo a la liberación de Ostreicher. “Esta presión
internacional puede ser exactamente lo que necesita el presidente Morales para
finalmente extirpar el cáncer maligno de la corrupción que está matando al
sistema judicial boliviano y perjudicando a miles de inocentes como Jacob”,
sostuvo.
Evo
no emitió un solo comentario, pero personeros de su gobierno reaccionarion
airados. El ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, tildó de
“típicamente arrogantes y absolutamente desconsideradas” las afirmaciones de
Penn; y el de Culturas y Turismo, Pablo Groux, de “ofensivas e
intervencionistas”. Además de descontextualizada, el ministro calificó la
intervención del actor en el Congreso estadunidense como “la peor actuación de
toda su trayectoria”.
Por
su parte, el diputado Galo Bonifaz tachó a Penn de “malagradecido”; y en la
Asamblea Legislativa la bancada del Movimiento al Socialismo, de Morales,
adelantó que pediría al Ejecutivo retirar al activista el título de “embajador
de buena voluntad” de las causas bolivianas.
“Operación
encubierta”
Cortada
la comunicación entre Penn y las autoridades bolivianas, no se volvió a saber
nada de Ostreicher hasta el 17 de diciembre de 2013, cuando el gobierno de La
Paz confirmó que dos días antes el reo se había fugado por alguno de los 17
puntos fronterizos con Perú, desde donde había tomado un avión de LAN Chile
para regresar a Estados Unidos.
Según
recogió el 18 de diciembre el diario paceño Página Siete, la ministra de
Justicia, Cecilia Ayllón, admitió que de alguna manera Ostreicher había logrado
burlar los controles de la frontera y que “por ello el reporte migratorio no
registra que haya salido de Bolivia, pero el registro aéreo de Perú sí da
cuenta de que partió del aeropuerto de Lima rumbo a Estados Unidos”.
Interrogada
sobre los responsables de la huída, la ministra se negó a especular pero
anunció que se abriría una investigación y adelantó que la Fiscalía del Estado
activaría la alerta roja para que el prófugo pudiera ser detenido por la
Interpol y posteriormente extraditado a Bolivia.
El
que sí especuló fue el ministro Romero, quien consideró que la salida ilegal de
Ostreicher de Bolivia sólo pudo realizarse mediante un grupo de élite y con el
pleno apoyo del gobierno de Estados Unidos. Según el diario El Deber, de Santa
Cruz, “el plan de fuga fue elaborado durante meses, estuvo a cargo de
profesionales y era del conocimiento del Departamento de Estado”.
The
New York Times reforzó esta versión, al publicar que Ostreicher fue sacado de
Bolivia “en una operación encubierta”, realizada “por profesionales que saben
cómo hacerlo”. Las autoridades de Washington negaron cualquier participación
en la fuga, aunque fuentes diplomáticas admitieron que los servicios consulares
prestaron “algún tipo de ayuda” al estadunidense a su paso por Lima.
En
las primeras declaraciones públicas que hizo el 21 de mayo de 2014, Ostreicher
confió al diario digital JPUpdates que su hermano mayor, Aaron, había
financiado la fuga, y agradeció al rabino Zvi Boyarski, del Instituto Aleph; al
congresista republicano por Nueva Jersey, Chris Smith; a abogados y
organizaciones de derechos humanos, y hasta al gobierno de Venezuela, “por
haber trabajado por mi libertad y sin cuya valiosa ayuda yo hoy no estaría
aquí”.
Pero
sobre todo agradeció a Penn, quien ese día recibió uno de los premios de la red
de Campeones de los Valores Internacionales Judíos. “¿Quién creen que fue la
primera persona que vi, cuando bajé del avión en suelo estadunidense? No era
otro que el mismísimo Sean Penn, acompañado por un grupo de agentes de
migración”.
Fotografías
del actor empujando por los pasillos del aeropuerto de Los Ángeles una silla de
ruedas en la que iba Ostreicher, dieron fe de su afirmación.
Penn
no quiso abundar al respecto. Pero fue él quien, tras calificar el rescate de
Ostreicher como una “operación humanitaria”, envió a través de su
representante, Mara Buxbaum, un correo a la agencia Associated Press, en el que
informaba que el empresario ya estaba en Estados Unidos “bien, seguro y
recibiendo atención médica”.
En
una larga entrevista concedida a esa misma agencia en enero de 2015, el
empresario judío contó cómo Sean Penn lo albergó semanas en su casa, lo
alimentó, lo vistió, lo consoló y lo reunió finalmente con su hija y con sus
nietos, ante quienes Jacob presentó a Sean como “un héroe”.
A
pesar de ello, el antes próspero empresario inmobiliario no ha logrado
recuperarse de su odisea boliviana. Rompió con su esposa, se quedó sin un
centavo y se volvió “casi loco”. Ahora vive solo en Los Ángeles, pero sigue
dependiendo de Penn y otras figuras de Hollywood, como Robert Downey Jr., así
como de organizaciones filantrópicas judías.
También
sigue activa su ficha de búsqueda de la Interpol, pero, como reconoció uno de
sus agentes, “su detención es imposible en tanto no abandone territorio estadunidense”.
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