Los
adultos mayores también deben vacunarse/Melvin Sanicas, a public health physician and vaccinologist, is Program Officer and Global Health Fellow at the Bill & Melinda Gates Foundation.
Traducción: Esteban Flamini
Project
Syndicate, Jueves, 25/Ago/2016
La
población mundial está creciendo en tamaño… y en edad. Las personas de más edad
están cada vez más cerca de superar en número a las de menos: en 2050, habrá
casi tres veces más personas mayores de 65 años que niños menores de cuatro.
Muchos temen que la carga sobre presupuestos públicos, sistemas médicos y
economías será insostenible. Pero hay algo que podemos hacer para aliviarla:
mejorar la salud de los mayores.
Al
envejecer, nuestros cuerpos experimentan complejos cambios que, entre otras
cosas, van debilitando la capacidad de responder a las infecciones y adquirir
inmunidad (es la llamada inmunosenescencia). Por eso las enfermedades en
personas mayores tienden a ser más graves y afectar más en términos de calidad
de vida, discapacidad y mortalidad que esas mismas enfermedades en pacientes
más jóvenes.
Para
decirlo en palabras simples: los sistemas inmunitarios de los pacientes mayores
necesitan apoyo. Es allí donde las vacunas pueden ayudar.
ePor
lo general, cuando se habla de vacunas se suele pensar en los niños pequeños, a
quienes se administra un calendario de vacunas contra enfermedades infantiles
como el sarampión y la poliomielitis. La vacunación infantil es uno de los
mayores triunfos de la medicina en el siglo XX, y esto se debe en buena medida
a la inmunización colectiva (cuando al vacunar a la mayor parte de una
comunidad, se protege indirectamente a todos, incluidos quienes por edad o
enfermedad no pueden vacunarse).
Nada
impide aplicar el mismo concepto a los adultos. De hecho, aquellos que se
vacunan obtienen grandes beneficios, que incluyen la protección de sus familias
y vecinos. Pero pocos lo hacen.
Es
necesario que los adultos entiendan que algunas de las infecciones más comunes
a las que están expuestos son vacunables. Por ejemplo el herpes zóster, una
dolencia que puede afectar a cualquiera que haya tenido varicela (es decir, el
95% de los adultos en todo el mundo). En Estados Unidos, aproximadamente una de
cada tres personas tendrá herpes zóster en algún momento de su vida.
El
herpes zóster puede ser benigno y relativamente tolerable para alguien en la
treintena, pero para los mayores de 50 años (los afectados más frecuentes)
puede ser extremadamente doloroso. Los adultos mayores con herpes zóster pueden
experimentar malestar crónico y complicaciones serias que les dificultan dormir,
salir de casa o realizar actividades cotidianas. Pero la vacunación puede
prevenir la aparición de esta enfermedad dolorosa y a veces incapacitante. En
Estados Unidos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades
recomiendan vacunarse a los 60 años.
La
gripe es otra enfermedad vacunable. Si bien el virus causante puede enfermar a
personas de todas las edades, los mayores (a partir de los 65 años) son los más
afectados en términos de mortalidad y hospitalización; y a mayor edad, mayor
riesgo.
El
problema es que las personas mayores son más propensas a otras enfermedades,
por ejemplo cardiopatía o diabetes, que las hacen más vulnerables a
complicaciones graves de la gripe. El análisis sistemático de poblaciones
mayores permitió determinar que la vacuna contra la gripe (que debe
administrarse todos los años, para responder a la aparición constante de cepas
nuevas) no sólo es una medida de protección eficaz, sino también muy económica.
La
lista no acaba aquí. La difteria es una enfermedad aguda mediada por las
toxinas de la bacteria aeróbica gram-positiva Corynebacterium diphtheria, que
puede manifestarse como una infección del tracto respiratorio superior o de la
piel. La mayoría de sus complicaciones, como la miocarditis (inflamación de la
capa media del corazón) y la neuritis (inflamación de nervios periféricos) son
atribuibles a los efectos de la toxina. La tasa de mortalidad general es entre
5 y 10%, y aumenta en personas de menos de cinco o más de 40 años de edad.
El
tétanos es una enfermedad infecciosa que afecta al sistema nervioso y causa una
dolorosa contracción de los músculos en todo el cuerpo. No provoca muchas
muertes de personas mayores, pero siendo una enfermedad prevenible, cualquier
número superior a cero es inaceptable.
Luego
está la tos convulsa. No conocemos exactamente su incidencia en personas
mayores, porque hay serias falencias de diagnóstico e información de casos en
todos los grupos etarios. Pero el Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización
calcula que la carga de la enfermedad es al menos cien veces superior a la
cantidad de casos informados.
La
vacuna Tdap (que protege a los adultos contra la difteria, el tétanos y la tos
convulsa) puede reducir esta carga considerablemente. Hay otra vacuna llamada
Td que protege contra el tétanos y la difteria, pero no la tos convulsa; de
esta hay que administrar un refuerzo cada diez años.
Por
último está la infección causada por la bacteria Streptococcus pneumoniae, que
puede provocar neumonía, meningitis o infección del torrente sanguíneo
(sepsis). Según sean las complicaciones, los síntomas pueden incluir tos,
fiebre súbita, dolor de pecho, escalofríos, dificultad para respirar, rigidez
del cuello, desorientación y sensibilidad a la luz.
La
infección por neumococo puede producir daño cerebral, sordera, daño a los
tejidos (que incluso puede obligar a amputar miembros) y la muerte. Sólo en
Estados Unidos, cada año mueren decenas de miles de personas por neumonía,
sepsis y meningitis provocadas por el neumococo, entre ellas 18 000 adultos de
65 o más años de edad. Hay dos grandes tipos de vacunas contra el neumococo,
aplicables a adultos mayores, que pueden paliar la situación: la vacuna
antineumocócica de polisacáridos contra 23 serotipos (PPV23) y la vacuna
antineumocócica conjugada (PCV13).
Gracias
a los programas de inmunización infantil, cada año mueren menos niños por causa
de enfermedades vacunables. Ahora necesitamos un esfuerzo similar y concentrado
que produzca beneficios análogos para los adultos, especialmente los mayores.
Viendo la vacunación como una prioridad para toda la vida podremos ayudar a las
personas a mantenerse activas y productivas el mayor tiempo posible, lo que las
beneficiará a ellas, a sus comunidades y al mundo entero.
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