¿Debe
irse Alfredo Castillo?/Roberto Rock L.
INFORME
CONFIDENCIAL
Quizá no
haya funcionario más controvertido en la administración Peña Nieto que Alfredo
Castillo, titular de la Conade, quien esta mañana a primera hora convocó a sus
principales colaboradores para una evaluación de lo ocurrido durante los 12
días de los Juegos Olímpicos de Brasil.
El
sentido común y la corrección política dictarían que en ese encuentro Castillo
anuncie su renuncia al cargo, no por los bajos resultados de la delegación
mexicana en la justa olímpica –lo que podría estar a discusión-, sino por los
escándalos en cuyo centro decidió colocarse desde meses antes de que el primer
competidor tomara su avión hacia Río de Janeiro.
Pugnas
con las principales federaciones deportivas del país, choque con las
autoridades olímpicas nacionales e internacionales, presencia de su pareja
dentro de las zonas de competencia, expulsión de funcionarios de Conade
indebidamente acreditados, quejas de atletas por falta de apoyo, son apenas
algunas de las páginas de una historia de desastres en la imagen pública del
deporte mexicano en el mundo.
Por su
cercanía con el primer círculo presidencial desde la época en la que Peña Nieto
despachaba en la gubernatura del Estado de México; por su pertenencia al clan político que encabeza su primo Humberto
Castillejos, el poderoso consejero jurídico de Los Pinos, es poco probable que
Alfredo Castillo sea colocado en la picota política con un cese sumario, que
sería del agrado de un amplio sector de la opinión publica que en días
recientes urgió la remoción del funcionario.
Este
mismo lunes estaría agendada una segunda reunión del responsable de la Conade
con su jefe formal, el secretario de Educación Aurelio Nuño, ubicado en el
epicentro del huracán de las protestas magisteriales y, ciertamente, nada urgido
de echarse a la espalda la responsabilidad sobre los temas que parecen quemar
las manos de Castillo, y que harán lo mismo con aquel que salga en su auxilio.
El manto
de protección que se ha extendido sobre la trayectoria de Castillo lo ha
mantenido a salvo hasta ahora en los cuatro puestos ejercidos en la actual
administración: subprocurador en la PGR, de donde salió para ser procurador
federal del Consumidor, luego personero -una especie de virrey para coordinar
los programas federales hacia Michoacán.
Y por último, su actual puesto, al que aspiró sinceramente por años,
convencido de que su pasión por los deportes, en particular el futbol, le
otorgaba credenciales para manejar el deporte nacional y en particular el
olímpico.
De todos
esos puestos “cayó hacia arriba”, su nuevo cargo siempre fue presentado como
una promoción por los méritos acumulados en la encomienda previa.
Es por
tanto probable que en las próximas horas se dé cuenta a la sociedad que el
titular de la Conade ha recibido una claridosa instrucción, generada en lo más
alto del cuerpo político, para que rinda cuentas de lo ocurrido con los más de
120 deportistas que acudieron a Brasil para representar a México en una
veintena de disciplinas.
Ese
informe ya se halla en proceso, y sus autores tendrán cuidado en asegurar que
por el número de medallas logradas –en el promedio histórico- y avances en
ciertas ubicaciones, el resultado obtenido es aceptable.
Poco se
dirá en ese reporte que México queda cada vez más por debajo de países de la
región latinoamericana, como fue en este caso, cuando Jamaica, Brasil,
Cuba y Colombia lograron más preseas que
los connacionales participantes.
Como ha ocurrido
en otros temas más delicados, los estrategas gubernamentales calcularán que
tras los primeros días de furor ciudadano por nuestra mediocridad deportiva, el
anuncio del reporte de balance hará que el tema se enfríe, y que en pocas
semanas quede en el olvido. Castillo se quedaría en Conade en espera de una
nueva tarea digna de sus talentos indudables, a la vista de sus jefes y
protectores.
Es
posible que la dimensión del problema ya no le permita al gobierno decantarse
por la apuesta en favor de un olvido
que, como se ha visto, tarda en llegar mucho más tiempo que en otras épocas.
A
diferencia de lo que ocurrió en casos de consumo interno, la sobrevivencia de
Castillo provocará una ola de desprestigio que se ensañará contra este
personaje, pero manchará dentro y fuera
del país la imagen del gobierno y del propio presidente Peña Nieto.
Este
escenario tendría un final diferente si Castillo abandona el puesto en medio de
este acoso social. Y entonces sí, los
balances tendrán sabor a corregir el rumbo, lo que tanta falta hace hoy a
tantos.
rockroberto@gmail.com
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