Las columnas políticas, hoy 1 de septiembre de 2016
DONALD TRUMP, candidato Republicano a la Presidencia de Estados Unidos, levantó en la clase política mexicana una ola de críticas y reproches. Dos presidenciables, Margarita Zavala por el PAN y Miguel Ángel Mancera por el PRD, rechazaron la visita de Trump en México y la actitud que consideraron inexplicable de parte de Enrique Peña Nieto de invitarlo a una plática a la residencia oficial de Los Pinos. Zavala consideró lamentable la visita del republicano y Mancera dijo que el estadounidense es una persona no grata en la ciudad de México. El tono diplomático y protocolario del gobierno federal chocó con pared con Zavala y Mancera quienes le cerraron la puerta a Trump por sus ofensas a los mexicanos.
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Bajo Reserva/El Universal
Hillary, la prioridad para Los Pinos
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EL PASO NECESARIO | Editorial El Universal
La relación bilateral más importante que tiene México es la que se da con Estados Unidos; lo que ocurra en esa nación tiene un impacto aquí, para bien o para mal. Por ese motivo, la invitación a visitar el país que se le hizo a Donald Trump era un paso necesario para tender puentes con una de las dos personas que pueden llegar a ocupar la presidencia estadounidense y que ha mostrado una mala imagen —equivocada— de México y de los mexicanos.
Aunque ha moderado su discurso, las expresiones antimexicanas con las que inició su carrera por la candidatura hacían urgente definir en una plática cara a cara la posición de México ante su punto de vista. El acercamiento de ayer buscaba demostrar que se pueden manifestar opiniones contrarias de manera civilizada y que se puede propiciar un diálogo con quien ha sido considerado “enemigo” del país.
Si bien la actitud que mostró el republicano se alejó de la estridencia que lo ha caracterizado, incluso llamó “amigo” al presidente Enrique Peña Nieto y expresó por primera vez la disposición a trabajar de manera conjunta con el país en la lucha contra el narcotráfico y para que ambos países resuelvan el problema de la inmigración ilegal, horas más tarde, en Arizona volvió a enfatizar sobre la construcción del muro y anunció la deportación inmediata de 2 millones de indocumentados de ganar la presidencia.
El efecto real de este encuentro sobre la relación bilateral no se verá hoy ni en los próximos días, sino únicamente si Trump resulta victorioso en las elecciones de noviembre, pero México no podía esperar al resultado para comenzar a rebatir las tesis que maneja el magnate neoyorquino.
Ante la ambigüedad de su discurso, el saldo está por conocerse. No basta con llamar amigo al presidente mexicano para asumir que hay una posición distinta.
La visita pudo haber causado malestar entre integrantes del lado demócrata —léase Hillary Clinton y muy probablemente Barack Obama—, por lo que toca ahora a la diplomacia mexicana la delicada tarea de tejer fino para restaurar los eventuales daños que haya dejado el encuentro con Trump. La invitación se extendió a los dos contendientes; si Trump utilizará la visita a México para elevar sus preferencias entre los electorales, una reunión entre Hillary y autoridades mexicanas debería causar el mismo efecto en su campaña.
Las críticas de grupos políticos, empresariales y civiles rodearon la recepción que se celebró en Los Pinos. Es cierto que los ataques al país no pueden quedar atrás por una hora de encuentro; sin embargo, peor hubiera sido no hacer nada ante lo que es visto como una amenaza para el país.
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TEMPLO MAYOR/Reforma
¡QUÉ DESASTRE! Por donde se le vea, al gobierno federal le falló la apuesta de invitar a Donald Trump a platicar con Enrique Peña Nieto.
Y LA CULPA no es del republicano, pues él sólo vino a hacer lo suyo: sacar raja electoral, tratando de acercarse al electorado latino al retratarse muy sonriente al lado de su amigou, el Presidente mexicano.
EN CAMBIO, para Los Pinos las cuentas de la visita nomás no cuadran. Tan es así, que unos a otros en el gabinete presidencial se echan la bolita sobre quién diablos es el responsable de este fiasco.
UNOS QUISIERON echarle la culpa al responsable de la política hacia Estados Unidos, el subsecretario Paulo Carreño, pero resulta que éste, en realidad, andaba en Milwaukee.
OTROS, por supuesto, se le fueron encima a la canciller Claudia Ruiz Massieu, aunque en la SRE insisten en que a ellos los tomó por sorpresa la visita de Trump. Y dicen que, más bien, hay que voltear hacia otro lado del gabinete.
TAL VEZ por eso CNN le atribuyó la autoría de la visita a Luis Videgaray. Aunque en Estados Unidos se afirma que los detalles fueron planchados por el jefe de la Oficina de la Presidencia, Francisco Guzmán, y el yerno de Trump, Jared Kushner.
TOTAL que nadie sabe quién es el responsable. Para variar, el que cargó con todo el bulto fue el Presidente. Y, al final, en su discurso en Arizona, Trump no se movió un ápice en su dureza migratoria.
POR CIERTO que su equipo dejó solo a Peña Nieto mientras las redes sociales le tundían por el encuentro con Trump.
LOS ÚNICOS que asomaron la cabeza en Twitter, pero ya a toro pasado, fueron Ruiz Massieu y el dirigente priista, Enrique Ochoa. En cambio las cuentas de Miguel Osorio Chong, Luis Videgaray, Aurelio Nuño y José Antonio Meade estuvieron calladitas en cuanto a ese tema.
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FRENTES POLÍTICOS/Excelsior
II.Diálogo. El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, respaldó la decisión presidencial. El mandatario mexicano, Enrique Peña Nieto, actuó como un hombre de Estado al recibir al candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. “Si bien puede haber diferentes opiniones, la vecindad, la amistad que tenemos, nuestra relación comercial, entre otras muchas razones, exigen que tengamos diálogo y que tengamos una forma de construir juntos”, aseguró. El que haya aceptado venir es un “hecho sin precedentes. México es muy importante para EU, y eso es muy alentador”, dijo. La diplomacia construye puentes; no los derrumba. ¿Tan difícil de entender?
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¿Será? /24 Horas
El interés tiene pies
Las encuestas no mienten: Donald Trump va en picada, y cada vez se aleja más de la demócrata Hillary Clinton. Esto, sin duda, fue lo que motivó que el republicano haya aceptado de inmediato la invitación para venir a México. Bajo ninguna circunstancia podría pensarse que Trump cambiaría su discurso migratorio. Tiene más que perder. Modificar su postura sobre el tan llevado y traído muro fronterizo lo desaparecería de la carrera presidencial en Estados Unidos. Sólo vino a hacerse publicidad. ¿Será?
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La relación bilateral más importante que tiene México es la que se da con Estados Unidos; lo que ocurra en esa nación tiene un impacto aquí, para bien o para mal. Por ese motivo, la invitación a visitar el país que se le hizo a Donald Trump era un paso necesario para tender puentes con una de las dos personas que pueden llegar a ocupar la presidencia estadounidense y que ha mostrado una mala imagen —equivocada— de México y de los mexicanos.
Aunque ha moderado su discurso, las expresiones antimexicanas con las que inició su carrera por la candidatura hacían urgente definir en una plática cara a cara la posición de México ante su punto de vista. El acercamiento de ayer buscaba demostrar que se pueden manifestar opiniones contrarias de manera civilizada y que se puede propiciar un diálogo con quien ha sido considerado “enemigo” del país.
Si bien la actitud que mostró el republicano se alejó de la estridencia que lo ha caracterizado, incluso llamó “amigo” al presidente Enrique Peña Nieto y expresó por primera vez la disposición a trabajar de manera conjunta con el país en la lucha contra el narcotráfico y para que ambos países resuelvan el problema de la inmigración ilegal, horas más tarde, en Arizona volvió a enfatizar sobre la construcción del muro y anunció la deportación inmediata de 2 millones de indocumentados de ganar la presidencia.
El efecto real de este encuentro sobre la relación bilateral no se verá hoy ni en los próximos días, sino únicamente si Trump resulta victorioso en las elecciones de noviembre, pero México no podía esperar al resultado para comenzar a rebatir las tesis que maneja el magnate neoyorquino.
Ante la ambigüedad de su discurso, el saldo está por conocerse. No basta con llamar amigo al presidente mexicano para asumir que hay una posición distinta.
La visita pudo haber causado malestar entre integrantes del lado demócrata —léase Hillary Clinton y muy probablemente Barack Obama—, por lo que toca ahora a la diplomacia mexicana la delicada tarea de tejer fino para restaurar los eventuales daños que haya dejado el encuentro con Trump. La invitación se extendió a los dos contendientes; si Trump utilizará la visita a México para elevar sus preferencias entre los electorales, una reunión entre Hillary y autoridades mexicanas debería causar el mismo efecto en su campaña.
Las críticas de grupos políticos, empresariales y civiles rodearon la recepción que se celebró en Los Pinos. Es cierto que los ataques al país no pueden quedar atrás por una hora de encuentro; sin embargo, peor hubiera sido no hacer nada ante lo que es visto como una amenaza para el país.
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TEMPLO MAYOR/Reforma
¡QUÉ DESASTRE! Por donde se le vea, al gobierno federal le falló la apuesta de invitar a Donald Trump a platicar con Enrique Peña Nieto.
Y LA CULPA no es del republicano, pues él sólo vino a hacer lo suyo: sacar raja electoral, tratando de acercarse al electorado latino al retratarse muy sonriente al lado de su amigou, el Presidente mexicano.
EN CAMBIO, para Los Pinos las cuentas de la visita nomás no cuadran. Tan es así, que unos a otros en el gabinete presidencial se echan la bolita sobre quién diablos es el responsable de este fiasco.
UNOS QUISIERON echarle la culpa al responsable de la política hacia Estados Unidos, el subsecretario Paulo Carreño, pero resulta que éste, en realidad, andaba en Milwaukee.
OTROS, por supuesto, se le fueron encima a la canciller Claudia Ruiz Massieu, aunque en la SRE insisten en que a ellos los tomó por sorpresa la visita de Trump. Y dicen que, más bien, hay que voltear hacia otro lado del gabinete.
TAL VEZ por eso CNN le atribuyó la autoría de la visita a Luis Videgaray. Aunque en Estados Unidos se afirma que los detalles fueron planchados por el jefe de la Oficina de la Presidencia, Francisco Guzmán, y el yerno de Trump, Jared Kushner.
TOTAL que nadie sabe quién es el responsable. Para variar, el que cargó con todo el bulto fue el Presidente. Y, al final, en su discurso en Arizona, Trump no se movió un ápice en su dureza migratoria.
POR CIERTO que su equipo dejó solo a Peña Nieto mientras las redes sociales le tundían por el encuentro con Trump.
LOS ÚNICOS que asomaron la cabeza en Twitter, pero ya a toro pasado, fueron Ruiz Massieu y el dirigente priista, Enrique Ochoa. En cambio las cuentas de Miguel Osorio Chong, Luis Videgaray, Aurelio Nuño y José Antonio Meade estuvieron calladitas en cuanto a ese tema.
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FRENTES POLÍTICOS/Excelsior
II.Diálogo. El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, respaldó la decisión presidencial. El mandatario mexicano, Enrique Peña Nieto, actuó como un hombre de Estado al recibir al candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump. “Si bien puede haber diferentes opiniones, la vecindad, la amistad que tenemos, nuestra relación comercial, entre otras muchas razones, exigen que tengamos diálogo y que tengamos una forma de construir juntos”, aseguró. El que haya aceptado venir es un “hecho sin precedentes. México es muy importante para EU, y eso es muy alentador”, dijo. La diplomacia construye puentes; no los derrumba. ¿Tan difícil de entender?
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¿Será? /24 Horas
El interés tiene pies
Las encuestas no mienten: Donald Trump va en picada, y cada vez se aleja más de la demócrata Hillary Clinton. Esto, sin duda, fue lo que motivó que el republicano haya aceptado de inmediato la invitación para venir a México. Bajo ninguna circunstancia podría pensarse que Trump cambiaría su discurso migratorio. Tiene más que perder. Modificar su postura sobre el tan llevado y traído muro fronterizo lo desaparecería de la carrera presidencial en Estados Unidos. Sólo vino a hacerse publicidad. ¿Será?
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TRASCENDIÓ/Milenio
Que ayer, durante la visita al presidente Enrique Peña Nieto en Los Pinos, Donald Trump estuvo acompañado por otras figuras políticas del Partido Republicano, entre ellas el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani y el senador Jeff Sessions, quienes siguieron de cerca el mensaje que se ofreció en la residencia oficial antes de volar a Arizona.
Que Donald Trump no es el único extranjero que estará en México en estos días. Está prácticamente confirmada la presencia del precandidato demócrata Berny Sanders a la toma de protesta del gobernador electo de Chihuahua, Javier Corral, quien extendió también invitación al ex presidente de Uruguay José Mujica.
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Trump quiso ser maestro de ceremonias
Confidencial/ El Financiero
Durante el mensaje que dieron en Los Pinos, el Presidente Peña y Donald Trump, ocurrió una improvisada ronda de preguntas y respuestas, y aunque algunos despistados dijeron que se había concedido sólo la palabra a medios estadounidenses, la verdad es que no fue así. Ese momento de alzar la voz no estaba contemplado en el plan del encuentro, pero el candidato estadounidense se tomó la libertad de decir a los presentes que se animaran a preguntar. Al final, el verdadero maestro de ceremonias tuvo que interrumpir la sesión.
Hillary: Trump mintió a electores
La candidata demócrata ha centrado su atención en México, al usar Twitter como medio para decir que Trump, quien prometió no mentirle a sus electores, vino a nuestro país a decir que construiría un muro en la frontera, pero que nunca habló de quién lo pagará. La demócrata recordó que el republicano ha repetido hasta el cansancio, que obligará a México a dar el dinero para su construcción, pero aquí calló y no aludió al rechazo explícito del Presidente Peña sobre el punto.
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Columna Razones/JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Excelsior
Trump tiene quien le diga
Decía Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.
Vamos a citar a un republicano de esos que Donald Trump no quiere, Henry Kissinger: “Para conseguir la paz (decía el entonces secretario de Estado de Richard Nixon, que recibió el Nobel de la Paz cuando negoció la salida de Estados Unidos de Vietnam) un primer paso importante es comprender qué hay realmente en el corazón y la mente del adversario, entender cómo piensa y cómo ve el mundo. Normalmente, refleja alguna aspiración y, entonces, uno debe decidir si las aspiraciones del adversario son, absolutamente, incompatibles con los principios de uno mismo”.
Yo no sé qué vio, qué encontró el presidente Peña Nieto en el corazón y la mente de Donald Trump cuando ayer se encontraron por primera vez. No creo que a Peña le haya gustado demasiado su invitado (ni al invitado el anfitrión), pero la tarea de Peña como Presidente, citando a Kissinger es decidir si las aspiraciones de ese adversario son, absolutamente, incompatibles con sus principios.
En lo personal, Trump me parece un personaje, absolutamente, detestable y más allá de eso, un verdadero peligro para el futuro de la sociedad contemporánea. Es verdad que lo que rige a Trump no son los principios ni la ideología, sino la ambición del poder sazonada por una ignorancia profunda sobre el mundo y sus problemas. Con todo, es un hombre que puede llegar a la Casa Blanca, a la Presidencia de Estados Unidos, más allá de que hoy, afortunadamente, la ventaja que lleva Hillary Clinton parece decisiva. Pero en unos comicios estadunidenses nunca los resultados están decididos hasta la hora del recuento.
La cita de Peña Nieto con Donald Trump desconcierta, pero se debe entender como parte de una tarea que debe hacerse. Alguien le tiene que decir a Trump que no somos violadores, que no llevamos droga cada vez que viajamos a Estados Unidos, que nadie obliga a los migrantes a viajar hacia el norte. Pero, también, alguien le tiene que mostrar la magnitud de la relación comercial bilateral, explicarle (y eso lo puede entender) que el comercio entre Estados Unidos y México es de un millón de dólares por minuto; que la frontera común es la más transitada del mundo; que un porcentaje altísimo del PIB estadunidense, y por ende de su economía y mano de obra, dependen del comercio con nuestro país; la riqueza (y buena parte del andamiaje social) de su país, se derrumbaría sin el aporte de todo tipo que realizan más de 30 millones de mexicanos o mexico-americanos en la Unión Americana.
Que tenemos graves problemas con el narcotráfico y la violencia, pero que los mismos devienen, en un alto grado, del consumo de drogas de la sociedad estadunidense, consumo que crece día con día, y que va de la mano con el doble discurso de legalizar las drogas, al mismo tiempo dice estar persiguiendo ese comercio. Pero, sobre todo, nuestra violencia está ligada al tráfico de armas que se realiza de Estados Unidos a México, desde que en el 2004 la administración Bush liberó, por completo la venta de armas de asalto, la violencia, alimentada por esas armas, se disparó en nuestro país. Y Trump es un ferviente partidario de que esa venta indiscriminada de armas se mantenga sin cambios.
El alimento de la violencia es el dinero: nadie sabe cuánto dinero del narcotráfico se queda en Estados Unidos, según la mayoría de los especialistas es un 90 por ciento de todo lo que genera esa “industria” que, conservadoramente, se estima en 60 mil millones de dólares. Alguien le tiene que explicar a Donald Trump que mientras Estados Unidos pone los consumidores de drogas y proporciona las armas y el dinero que hacen fuerte a los cárteles, México está poniendo los muertos, más de 20 mil cada año, durante la última década.
Ésa es la realidad que hay que mostrarle a Trump. No creo que le interese, creo que lo que busca es una foto en México que le permita reencauzar su muy desencaminada campaña presidencial. No va a abandonar ni el discurso racista y antiinmigrante (como se debe haber comprobado la misma noche del miércoles en Arizona) ni su defensa de las armas ni tampoco la retórica proteccionista, pero no podrá decir que no se le ha tendido una mano para buscar una convivencia civilizada desde este lado de la frontera. Si la rechaza, como estoy casi seguro que la rechazará ni el gobierno ni la sociedad mexicana tendrán nada qué reprocharse, pero sí mucho por hacer para evitar que ese personaje llegue a la Casa Blanca.
Decía, también, Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.
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La polémica reunión Peña-Trump/ Pablo Hiriart
Uso De Razón
El Financiero
Me hubiera gustado que el presidente le dijera en su cara a Trump que había ofendido a los mexicanos. Y lo hizo. Con la sutileza que demanda la diplomacia, pero lo dijo con todas sus letras.
Se dialogó con un estrafalario magnate que tiene una idea equivocada de México, pero que en unos meses puede llegar a ser presidente del país más poderoso de la tierra, nuestro vecino irremediable: Estados Unidos.
Se trata de un fanático antiinmigrante y es mejor que nos conozca a que no nos conozca.
Es un logro político que al final de la reunión en Los Pinos Donald Trump hablara de la necesidad de proteger los empleos en la región de América del Norte.
No habló de llevarse la Ford de regreso ni de dar por derogado el Tratado de Libre Comercio.
Por lo que oímos ayer, el discurso de Trump en materia comercial no es ni más ni menos proteccionista que el de Hillary Clinton: revisar el TLC porque ha sido ampliamente ventajoso para México.
(Aquí no deja de llamar la atención que los antiguos opositores mexicanos al TLC ahora se digan ofendidos porque Trump –y Hillary– lo quieren revisar).
Su léxico fue diferente al atrabancado y racista que empleó en sus incursiones iniciales en búsqueda de la candidatura presidencial.
Se refirió con respeto a los mexicanos de este lado de la frontera y de quienes viven en Estados Unidos. Fue respetuoso de México y de su presidente.
“Está en campaña”, se puede decir, y es cierto. Pero fue precisamente ese lenguaje grosero antimexicano el que le dio votos para encumbrarse hasta donde ahora está. Ayer fue distinto.
Peña Nieto le hizo ver la importancia de México para Estados Unidos, y viceversa.
También le expuso que como presidente defendía a los mexicanos y que él había tenido expresiones desafortunadas que agraviaron.
Hablaron ambos de una zona estratégica para la seguridad, las relaciones y el comercio: América del Norte.
La invitación para venir a México se le hizo a los dos candidatos. Trump vino primero y salió de la reunión en Los Pinos con una postura distinta a la que había venido esgrimiendo desde hace más de un año.
Ojalá que venga Hillary, toda vez que con la visita de Trump quedó de manifiesto que nuestro país es de crucial importancia para Estados Unidos.
Trump insistió en el muro, aunque ya no habló de hacerlo pagar a México (lo hizo en la noche, en Arizona). Y defendió los intereses de Estados Unidos, como corresponde, desde su particular punto de vista.
Peña defendió los intereses de México y estuvo en su papel.
Se puede discutir si era o no el momento adecuado para invitar a los candidatos presidenciales de Estados Unidos. Pero el hecho es que uno de ellos, el más radical y antimexicano, aceptó de inmediato y se fue con un discurso menos radical al que había sustentado.
Por si faltaban pruebas, comprobamos que Trump es un cínico en el que no se puede confiar (remember Munich).
Además, el problema es que el gobierno de Peña Nieto tiene casi a 80 por ciento de la población en contra –por errores y omisiones que no quiere corregir– y dijera lo que dijera ayer ante Trump le iban a llover las críticas.
No se puede gobernar sin popularidad. Pero ese es otro tema del que ya nos hemos ocupado y seguiremos comentando.
Twitter: @PabloHiriart
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La inexplicable visita de Trump/ Raymundo Riva Palacio
Estrictamente Personal
El Financiero,
Habrá quien al leer el título de este texto responda que la razón por la que Donald Trump estuvo este miércoles con el presidente Enrique Peña Nieto, en Los Pinos, es porque aceptó la invitación formulada a él y a la candidata demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, el viernes pasado. Salvando ese punto, la visita es inexplicable. ¿Cuál fue la razón por la que se giró la invitación? ¿Quién le estaba pidiendo que lo hiciera? ¿Por qué en ese momento, cuando lo que vendría días después sería el Cuarto Informe de Gobierno, que al final quedó desdibujado? ¿O por qué en la semana donde Trump pronunciaría su discurso toral sobre su muy antimexicana política de inmigración?
Uno puede imaginarse que la posición de un gobierno es mantener abierta la posibilidad de hablar con los gobernantes de cualquier partido, ideología y posición, y la actitud del presidente Peña Nieto responde a lo que declaró hace unas semanas en Washington, al señalar que trabajaría por las relaciones bilaterales con quien ganara la presidencia. Lo que no queda claro es por qué, contra todo antecedente y prudencia política, hacer inicialmente una invitación a México en plena campaña electoral, por encima incluso de la recomendación de la cancillería mexicana en sentido contrario.
Si fue un acto demagogo y oportunista, como se han dado varias iniciativas presidenciales –la reforma fiscal y las propuestas de matrimonios igualitarios y la despenalización de la mariguana, vistas en su línea de tiempo, entran en esa racional–, quienes lo asesoraron no parecen haber contemplado la posibilidad de que Trump viera en la invitación una oportunidad para revigorizar su agonizante campaña y aceptar rápidamente la invitación. De acuerdo con funcionarios en Los Pinos, la racional fue sólida: es un escenario que Trump pudiera ganar la presidencia en noviembre, y Peña Nieto no podía permitir que, en ese caso, se mantuviera el mismo discurso sobre el comercio y la migración, sin buscar que el republicano matizara su posición. “Si Trump ganara –comentó un alto funcionario– sin haber tenido contacto con él, los mercados en México se colapsarían al día siguiente”.
¿Había realmente un sentido de urgencia? Tampoco está claro que el gobierno tuviera una posición consensuada. En Los Pinos, la respuesta filtrada el martes por la noche al periódico The Washington Post tomó por sorpresa a quienes no están en el círculo íntimo de Peña Nieto o no tienen acceso a lo que sucede en el despacho presidencial. La primera reacción oficial fue que se estaba en negociaciones para fijar la fecha, aunque minutos después, una vez que Trump confirmó por Twitter que viajaría a la Ciudad de México, la oficina de prensa de la presidencia tuvo que tragarse sus palabras y reconfirmar la visita. Esto lleva a un segundo nivel de preguntas. ¿Por qué cambiaron la agenda del presidente para acomodar una rápida visita de Trump? Peña Nieto es jefe de Estado y Trump es candidato a la presidencia.
Quien tenía urgencia por la fotografía era él y no Peña Nieto, que bien pudo haber manejado los tiempos políticos y abrirle un espacio en el futuro próximo. Según funcionarios en Los Pinos, no se subordinaron a los tiempos de Trump, sino se acomodaron a los del presidente, que no tenía otro espacio disponible en las próximas semanas. Peña Nieto sí tenía una urgencia, agregaron: explicarle la importancia de las relaciones bilaterales. Pero el equipo del presidente no ha sabido manejar los tiempos políticos. No hubo contacto con el equipo de Hillary Clinton, que quizás analice que lo que hizo Peña Nieto fue un favor a Trump, necesitado de mostrar ante los propios líderes y votantes republicanos que no lo han apoyado hasta ahora, que es un candidato viable donde no personaliza sus propuestas, sino que las enmarca como políticas públicas. Recibir a Trump, en ese sentido, fue tomar partido por el republicano.
Peña Nieto tampoco ha tenido la asesoría adecuada para evitar que sea arrasado por la comunicación política del estadounidense. La maquinaria de la campaña aplastó a la del gobierno. La mañana del miércoles fue un día de campo para el equipo de Trump. El compañero de fórmula del empresario, el candidato a la vicepresidencia, Mike Pence, declaró a la cadena Fox News que los dos hablarían sobre la logística para construir el muro en la frontera de Texas, que es un tema inaceptable para Peña Nieto, según lo ha declarado. ¿Cuál es el mensaje? Que más allá de las diferencias, el sólo mencionar que hablaron de la logística del muro, es una aceptación implícita de Peña Nieto a esa posibilidad.
El dardo se clavó horas antes incluso de que se reunieran, y casi 12 horas antes de que Trump delineara en Phoenix su plan de inmigración. Como remate, la directora de la campaña de Trump, Kelly Ann Conway, quien es el cerebro detrás de la política sobre migración, le confirmó a la misma televisora que la inmigración indocumentada, el comercio y el narcotráfico, los temas del candidato contra México, serían los temas en la reunión privada en Los Pinos. De esto no hubo detalles por la parte mexicana. El mensaje final de Peña Nieto fue débil y no impuso barreras a Trump, que elevara el costo de manipular el contenido del encuentro. Peña Nieto finalmente, no el republicano, será quien pague las consecuencias de todo este episodio inexplicable.
Twitter: @rivapa
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Columna ARSENAL/Francisco Garfias
Excelsior
Dime con quién andas…
En círculos oficiales vieron venir la cascada de críticas por la visita de Donald Trump. Intentaron hacer un control de daños. El rechazo era generalizado. Difundieron la versión que, al día de hoy, nadie tiene la certeza de que el republicano no pueda ser Presidente de Estados Unidos.
“Lo que hace (Peña) es adelantarse a ese eventual escenario para hacerle ver (a su invitado) la importancia de la relación bilateral”, argumentan.
Si en noviembre gana el republicano y sigue con la idea de levantar el muro, cancelar el TLC —en México habló de hacerle ajustes— y deportar a 11 millones de migrantes, se prevé un escenario grave de fuga de capitales. Luego van a preguntar ¿Por qué no hizo nada?, advierten.
Y aseguran: “Haberlo recibido en Los Pinos hace que México se adelante a un escenario adverso que sigue en el aire”.
La otra cara de la corta visita:
No hubo disculpa de Trump por sus insultos. Tampoco se retractó en sus intenciones de construir el muro. El republicano aseguró a la prensa que lo acompañó —los reporteros mexicanos no pudieron preguntar— que no habló con Peña sobre quién pagaría la construcción de la barda en la frontera entre los dos países. Mintió.
El presidente Peña fue prudente en exceso. Tuvo miramientos con el xenófobo republicano. Pudo haberlo desmentido en público. No lo hizo.
Más tarde, el Presidente mexicano hizo saber que sí se discutió quién pagaría la construcción al inicio del controvertido encuentro. “Dejé claro que México no pagaría por el muro”.
La agencia AP dice que el equipo del candidato republicano declinó comentar el desmentido del mandatario mexicano.
El rechazo a la visita fue generalizado. Jesús Silva Herzog, Jorge Castañeda, Soledad Loaeza, Enrique Krauze, reconocidos pensadores, coincidieron en que fue un error la invitación a Trump.
“Una vergüenza”, sintetizó Silva Herzog en su cuenta de Twitter. “Error histórico”, calificó Krauze. “Me siento ofendida”, confesó Loaeza.
Castañeda le dijo a Pepe Cárdenas, en Radio Fórmula, que nomás no entiende las razones del presidente Peña para lanzarse a esta aventura sin sentido. Los mexicanos están enojados con él. “Trump sí queda bien”, contrastó.
Miguel Mancera y Margarita Zavala se negaron a darle la bienvenida. López Obrador declaró que él no hubiese invitado ni a Hillary, ni a Trump. Legisladores del PRD pidieron que se le declarara persona non grata. La Asamblea Legislativa lo hizo. Los del PAN pidieron a gritos que se cancelara la visita. El exembajador Arturo Sarukhan estimó que la visita “legitima” a Trump.
En resumen: un desastre desde el punto de vista político, académico, mediático y popular.
Después de su reunión con Peña, el republicano voló a Phoenix, Arizona, estado con alta población latina, para pronunciar un discurso sobre migración. No se movió un milímetro de su postura en campaña. “Construiremos un gran muro a lo largo de la frontera sur. México pagará por ese muro”, aseguró.
¿De qué sirvió la reunión? Se preguntó Luis Carlos Ugalde.
Hillary Clinton había dicho que lo importante era lo que Trump diría en Arizona y no en la Ciudad de México, Acertó. Citó en su cuenta de Twitter el viejo proverbio mexicano para reprobar el viaje a nuestro país de su adversario : “Dime con quién andas y te diré quién eres. Sabemos quién es Trump…”.
Fue un mordaz comentario de la candidata demócrata a la Presidencia de Estados Unidos sobre la reunión del magnate con el presidente Peña, en la residencia oficial de Los Pinos.
Previamente, en un discurso durante la conferencia anual de la Legión de Honor en Cincinnati, Clinton ponderó el valor de la visita a una nación que Trump denostó para jalar los votos conservadores que lo convirtieron en el candidato republicano, contra todos los pronósticos.
“Un viaje de unas cuantas horas a un país vecino no compensa un año de insultos e insinuaciones”, subrayó Clinton.
A un paso de convertirse en la primera mujer que llega a la Casa Blanca como Presidenta —fue primera dama— Hillary subió a las redes sociales un video de 59 segundos que condensa las ofensivas frases de Donald Trump contra los migrantes mexicanos.
“Traen drogas, traen crimen, son violadores…”.
“Este es un país donde se habla inglés, no español”.
“Terminaré de inmediato las órdenes ilegales del presidente Obama sobre la inmigración”.
“Vamos a tener una fuerza de deportación”.
“Las familias permanecerán juntas, pero se tienen que ir…”.
“Vamos a construir un muro. Se construirá tan rápido que sus cabezas darán vueltas y dirán: él sí hace lo que dice”.
“Todo lo que digo que voy a hacer, lo hago”.
Después de tan amigable repertorio ¿Tiene dudas de quién nos conviene que llegue a la Casa Blanca?
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El Universal
Señor Donald Trump, agradezco su pronta respuesta a la convocatoria que a través de una carta le hice para sostener una reunión. Es tradición diplomática mexicana invitar a los candidatos presidenciales estadounidenses a entablar un diálogo franco sobre una relación que México entiende que es vital para ambas naciones; dos naciones que por su interacción estratégica no se pueden separar ni dividir.
Compartimos miles de kilómetros de frontera, compartimos miles de millones de dólares de comercio, compartimos un flujo migratorio legal de millones de personas. Nuestros países están íntimamente conectados.
A México le iría muy mal sin Estados Unidos, y a Estados Unidos le iría muy mal sin México. Voy más allá. A Estados Unidos le iría muy mal sin los mexicanos, y a México le iría muy mal sin los estadounidenses. Expulsar a todos los mexicanos de Estados Unidos, que trabajan dignamente en la construcción de la economía más poderosa del planeta, es tan autodestructivo como pensar en expropiar todas las empresas de capital estadounidense en México con el pretexto de que lo que aquí hay es solamente nuestro.
Hoy nos marca la globalización. Hoy la era digital derriba las fronteras. Y no hay país ni líder, por poderoso que sea, que pueda detener ese avance.
México no construirá ningún muro que lo separe de su amigo, de su socio fundamental. Y tampoco va a financiar que nadie más lo construya.
Reconocemos la soberanía de cada nación para determinar su modo de protegerse. Y como a nosotros nos preocupa igualmente que una frontera tan próspera pueda contaminarse, proponemos cambiar las piedras por computadoras y cámaras, los ladrillos por inteligencia, las varillas por cooperación. Hagamos una frontera segura, pero una del siglo XXI, no una de la era medieval.
Señor candidato, usted ha podido estar en México sin ningún contratiempo. En esta, como en visitas anteriores que haya realizado de manera privada a nuestro país, usted ha podido constatar que el pueblo mexicano es trabajador, leal y lleno de valores. Lo sabe también porque emplea a muchos mexicanos en sus empresas. Los mexicanos no somos violadores ni delincuentes. Estoy seguro de que a esa expresión desafortunada seguirá una disculpa pública que sólo enaltecerá a quien la emite. Para nosotros, se trata de un punto de partida indispensable para una relación que reconocemos valiosa e inquebrantable con un pueblo que es socio, que es aliado pero que sobre todo es amigo. Muchas gracias.
Pero no. Nada de esto se escuchó ayer. En cambio, el gobierno federal de México se puso a las órdenes de un candidato estadounidense que no ha hecho otra cosa que insultar a los mexicanos. Antenoche, en Los Pinos aguardaban en vilo la decisión de Trump sobre si venía o no. Él hizo lo que quiso, a la hora que quiso. Le abrieron la puerta, le dieron trato de presidente, le suavizaron el tono ante sus bravuconadas, asumieron los insultos, le armaron un acto de campaña, le organizaron una conferencia de prensa y hasta le dejaron comandarla: cuando Trump, en Los Pinos, decidió en qué momento darle la palabra al presidente de México, la radiografía quedó completa: todo estaba perdido.
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DIALOGAR CON UN NECIO | Salvador García Soto
El Universal,
Cuando los ingleses se percataron en 1940 que todos los pactos y negociaciones que hasta esa fecha habían hecho con Adolf Hitler no evitaron que el ejército nazi invadiera casi todo el continente y continuará su amenaza expansionista hacia la Gran Bretaña, entendieron, liderados por un valiente Churchill, que no podían dialogar más con un necio. Eso fue lo que ayer hizo en México el presidente Enrique Peña Nieto, que dedicó más de dos horas a “dialogar” con un hombre que durante todo un año ha insultado en todos los tonos posibles a México y los mexicanos; que llamó “gobierno completamente corrupto” a su administración y que amenaza con romper los acuerdos comerciales y con cerrar la frontera común con un muro, que además quiere que paguemos.
“Violadores, asesinos, corruptos, estafadores, ladrones de empleos, destructores de su economía gamberros, criminales”, eso y más nos ha llamado el candidato Donald Trump que ayer fue recibido, casi con trato de jefe de Estado, por el Presidente mexicano. ¿Qué le respondió a todas esas ofensas e insultos el presidente Enrique Peña Nieto? “Los mexicanos en Estados Unidos y en cualquier parte merecen respeto… (Le dije) que había habido mal interpretaciones o afirmaciones que lamentablemente habían lastimado y afectado a los mexicanos en la percepción que él viene haciendo de su candidatura, y de la cual soy absolutamente respetuoso… Que el pueblo de México se había sentido agraviado por comentarios que se habían formulado, pero que yo estaba seguro que su interés genuino es por construir una relación que nos lleve a darle a nuestras sociedades condiciones de mayor bienestar”.
¿Fue la respuesta y la defensa adecuada de un líder que sabe que, más que agraviados, sus compatriotas están enojados, enardecidos, molestos ante la agresión de un candidato racista que ha incitado al odio contra lo mexicano? En la lógica de la Presidencia de la República sí. “La reunión fue un éxito” y un gesto de audacia diplomática porque, decían ayer los voceros gubernamentales, el Presidente “le habló en tono fuerte y le dijo que no estábamos de acuerdo en pagar la construcción del muro”.
Pero en el sentir de los mexicanos que ayer recibieron con sorpresa e indignación la presencia sorpresiva de Trump en nuestro territorio, y en las reacciones de la oposición política, el presidente Peña Nieto se equivocó y cometió un error histórico y estratégico. No sólo al invitar y recibir a un personaje tan repudiado y a un candidato que va en picada en las encuestas, sino también en la forma en que lo trató y le habló, en un tono poco enérgico, excesivamente respetuoso y diplomático, como si se tratara de un jefe de Estado y no de un candidato.
En la Presidencia justifican la presencia de Trump “por el interés de dialogar con quién puede ser presidente de Estados Unidos”, y aclaran que mandaron al mismo tiempo las dos invitaciones, a él y a la candidata demócrata, Hillary Clinton, pero lo cierto es que al final el gobierno mexicano fue el que se ajustó a la agenda y la conveniencia del republicano, que fue el único en responder y que dijo que sólo podía venir este miércoles por un par de horas y justo antes de pronunciar un discurso sobre su propuesta migratoria en Arizona, con el que busca levantar su alicaída campaña. ¿No pudieron en Los Pinos proponerle otra fecha y dar tiempo a que la señora Hillary respondiera?
Porque ese será otro impacto negativo que podría tener la presencia de Trump ayer en Los Pinos; que del lado demócrata se sientan maltratados por haberle dado prioridad a su rival republicano y que incluso ya no quiera venir la señora Clinton como “plato de segunda mesa”. Y si se lastiman susceptibilidades demócratas, ¿de qué habrá servido la jugada diplomática ideada entre Los Pinos y la Cancillería y gestionada por el embajador mexicano Carlos Sada? Sólo para darle al indeseable datos, cifras y estadísticas de todo lo que les compramos los mexicanos a Estados Unidos y de lo mucho que depende nuestra economía de la suya, más lo que les aportamos en mano de obra calificada y barata. Toda esa información, que afanosa y detalladamente le dio Peña Nieto, la debe saber muy bien el candidato republicano, pero poco le importa en su nacionalismo a ultranza.
Trump debió bostezar cuando el Presidente mexicano —que en la reunión privada estuvo auxiliado por su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, como su traductor y acompañante— le repetía números, porcentajes y cifras sobre la relación comercial que debieron entrarle por una de sus enormes orejas y salirle por la otra.
Decía Sófocles que un hombre sensato no dialoga con un necio. Y ayer nuestro Presidente no sólo se vio insensato, sino ingenuo, si creyó que en dos horas y poniendo la otra mejilla iba a cambiar la visión torcida de un fascista y un necio.
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Columna ITINERARIO POLÍTICO/Ricardo Alemán
Milenio
Peña Nieto y Trump: ¡entre maniqueos y patrioteros!
Como saben, el término “maniqueo” significa “tendencia a reducir la realidad a una oposición radical entre lo bueno y lo malo”.
De igual manera, “patriotero” se vincula al “patriotismo exagerado, ostentoso y superficial, dicho con exageraciones grandilocuentes”.
Valen las definiciones porque desde el martes —cuando se dio a conocer el encuentro Peña-Trump— abundaron las expresiones de condena a una decisión de Estado, a partir de los principios básicos de la diplomacia.
Es decir, que la decisión de diálogo entre el Presidente y los candidatos presidenciales de Estados Unidos se hizo de manera simultánea a la demócrata Hillary Clinton y al republicano Donald Trump, respectivamente.
Y como está claro, el único que aceptó —de inmediato porque conviene a su interés— fue Donald Trump. También se sabe que en otros momentos Peña Nieto ha sostenido encuentros con la señora Hillary Clinton, la aventajada candidata demócrata al gobierno de Estados Unidos.
Lo curioso es que cuando la señora Clinton se entrevistó con Peña Nieto, nadie dijo que era un voto para la candidata demócrata, tampoco que se trataba de una señal de apoyo a su aspiración y menos un despropósito diplomático del presidente mexicano, a pesar de que a los paisanos que viven allende la frontera norte no les ha ido precisamente bien con presidentes demócratas.
¿Por qué, entonces, las exageradas expresiones de maniqueísmo entre el intelecto ilustrado, la prensa militante, los malquerientes de Peña Nieto, la nada pensante “legión de idiotas” de las redes y muchos otros ignorantes del tema?
¿Por qué el patrioterismo trasnochado que mediante el insulto soez le exigió a Peña Nieto no solo escupir la cara de Trump, sino regresar en su rostro las decenas de insulto y ofensas a los mexicanos? ¿Por qué casi le piden a Peña patear el trasero del republicano, en la casa presidencial, para lavar las afrentas del fascista Donald Trump?
La respuesta es elemental. Para nadie es nuevo que muchos mexicanos se dicen ofendidos, agraviados, insultados, denigrados, sobajados y relegados por la campaña del republicano Donald Trump, quien apoyó su discurso electoral en mensajes de odio y expresiones xenófobas contra los latinos, en general, y los mexicanos, en particular.
Y tienen razón todos los que se sienten o se creen ofendidos; todos ellos tienen derecho a manifestarse contra un locuaz y fascista como Trump; tienen el derecho a expresar su enojo, su repudio y censurar las expresiones ofensivas, los insultos y agravios de Donald Trump hacia México y los mexicanos.
Sin embargo, también es cierto que asistimos a uno de los fenómenos clásicos de linchamiento mediático —de la siempre ignorante dictadura de las redes—, y que Umberto Eco definió como “legión de idiotas”. Es decir, que los idiotas que antaño despotricaban en una cantina —sin saber lo que decían y sin dañar a nadie—, hoy lo hacen en redes sociales y convierten esa crítica en trending topic (tendencia de odio) que exalta los ánimos, incluso de aquellos que viven de la sensatez intelectual.
¿Pero qué hay en el fondo? ¿Por qué la decisión de convocar a un diálogo diplomático con los potenciales presidentes de Estados Unidos? ¿Por qué la reacción delirante, desmedida y hasta locuaz de los mexicanos que se sienten agraviados?
En el primer caso, la convocatoria del gobierno de México a Clinton y Trump no es más que un instrumento diplomático para explorar las agendas bilaterales entre los representantes demócrata y republicano.
Y es que no es más que ignorancia, maniqueísmo y patrioterismo suponer que es pecado, traición a la patria o torpeza diplomática que un gobierno democrático responda con civilidad y diplomacia a un sátrapa de la política como Donald Trump.
Lo que no entienden los maniqueos y patrioteros es que en democracia, al enemigo se le combate con diplomacia, no con intolerancia e insultos.
Y quizá Trump es el peor enemigo de México, pero tratarlo como supone la “legión de idiotas”, como piden los exaltados patrioteros o los acalorados maniqueos, sería igual a colocar a México en el mismo nivel intolerante, racista y fascista que el señor Trump.
¡Curioso que muchos de los que piden escupir a Trump adoran al Trump mexicano!
Al tiempo.
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EL DIÁLOGO CON LA PARED | Rafael Cardona
La Crónica
Al principio, la noche del martes parecía una de esas bromas tan frecuentes en internet: Donald Trump vendría a México. Casi como cuando los aficionados al futbol se escandalizaron por la imaginaria contratación de Landon Donovan en el futbol mexicano.
Pero anoche ya no parecía una broma. Parecía una burla.
Los dogmas de la campaña antiinmigrante y antimexicana se repitieron en Arizona con la puntualidad de un cronómetro. Trump no cede, ni va a ceder. Dejaría de ser quien es y siendo así ha llegado a donde está: una deteriorada campaña cuya flotación necesitaba la visita a México. De cualquier forma, de nada le va a servir.
Trump extendió su campaña a México, el país al cual ha cubierto de insultos y denuestos. La nación de donde provienen los males, los ladrones, los asesinos, los violadores, los traficantes. Aquí vino a hacer campaña, nada más.
A pesar de ese aprovechamiento suyo, en un ánimo de buena voluntad y mejor fe (ambas inmerecidas), el Presidente de México extendió una invitación a ambos candidatos, la demócrata Hillary Clinton y el republicano (aunque nos pese) Donald Trump. La señora Clinton no aceptó, al menos no de inmediato, y externó en cambio su extrañeza por cómo se le abren las puertas a quien hace del insulto antimexicano una doctrina. Ánimo de diálogo, búsqueda de caminos. Pérdida de tiempo, dirán otros. Yo entre ellos.
Hablar con Trump es desperdiciar la hora y el minuto. No hay nada por decir con un hombre cuya cerrazón racista y xenófoba es impermeable a otras ideas, si así se pueden llamar sus obsesiones. Diálogo sin sentido, sin interlocutor. Más fácil lograr la comprensión del muro del tabique, del ladrillo. Trump no está sordo; es arrogante y terco.
—“Pero qué necesidad…”, habría dicho Juan Gabriel.
Pero el Presidente lo explica así. Quién sabe si el grado de los agravios permita explicaciones o haga nugatorio el recurso. Dialogar es intercambiar; no escuchar otras palabras.
Pero Peña Nieto lo explica así:
“… Mi prioridad como Presidente de México y la de mi Gobierno es proteger a los mexicanos donde quiera que se encuentren. Esa es mi responsabilidad y la seguiré cumpliendo con total entrega.
“La comunidad de origen mexicano en los Estados Unidos contribuye todos los días con su trabajo, talento y creatividad a la prosperidad y desarrollo de Estados Unidos y de México.
“Los mexicanos en Estados Unidos son gente honesta y trabajadora, son personas de bien, que respetan a la familia, que respetan la vida en comunidad y que respetan la ley.
“Como tal, los mexicanos merecen el respeto de todos.
“Sigamos trabajando para solidificar la relación entre México y Estados Unidos, con base en el respeto mutuo, la confianza y la atención conjunta de los desafíos que nos son comunes”.
Después, el Presidente haría saber su negativa a financiar el muro fronterizo, el imposible e inadmisible muro fronterizo con el cual Trump pretende dividir América del Norte. Y luego defendería la vigencia del TLC, con argumentos sin importancia para Trump.
“…En materia de comercio, compartí con el señor Trump mi convicción de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte le ha hecho mucho bien, tanto a Estados Unidos como a México.
“Las exportaciones de Estados Unidos hacia México son cercanas a los 200 mil millones de dólares al año, y de acuerdo con la Cámara de Comercio de Estados Unidos, más de seis millones de empleos estadunidenses dependen de las exportaciones a México.
“Nuestro país le compra más a Estados Unidos que a Alemania, España, Francia, Italia, Japón y Reino Unido juntos.
“Muchos empleos en la industria manufacturera de Estados Unidos no se desplazaron a otras regiones del mundo, precisamente porque juntos hemos desarrollado una competitiva plataforma manufacturera en la región de América del Norte.
“En promedio, 40 por ciento del contenido en las exportaciones mexicanas está hecho en Estados Unidos.
“Como socios debemos trabajar unidos para evitar que las fuentes de empleo se vayan de nuestra región”.
Todos esos son argumentos sensatos, propios de una relación civilizada. Pero ni uno solo de ellos moverá la línea de Trump. Y lo peor, ni uno solo de ellos podrá justificar en muchos mexicanos la sensación indignada de haber recibido a un hombre al cual todos consideramos no grato para México.
Por su parte, Trump se montó en el macho y desafiante dijo:
—“Tener una frontera segura es un derecho soberano y es mutuamente benéfico.
“Reconocemos y respetamos (¿Kemosabe?) el derecho de cualquiera de los dos países de construir una barrera física o un muro en cualquiera de sus fronteras para detener el movimiento ilegal de personas, drogas y armas.
“La cooperación para lograr este objetivo compartido, y será un objetivo compartido para la seguridad de todos los ciudadanos, es primordial, tanto para Estados Unidos como para México (¿?)”.
Lo dicho, hablar con Trump es perder el tiempo, así pudiera (lo dudo) llegar a la Presidencia en Washington.
rafael.cardona.sandoval@gmail.com
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PULSO POLÍTICO | Francisco Cárdenas Cruz
Polémica invitación de EPN a Trump
Le advierte: México no pagaría muro
Donald Trump
Ciertamente, Donald Trump, candidato del Partido Republicano a la Presidencia de los Estados Unidos no fue bienvenido a México por parte de diversos sectores, pero ayer estuvo en Los Pinos por la invitación que le fue hecha por el presidente Enrique Peña Nieto para reunirse y conocerse personalmente, lo que desató una polémica por las consecuencias que tendrá esa visita del hombre que, gane o no la elección de noviembre, tanto ha criticado y denostado al país y a sus connacionales.
Tras ese primer encuentro en la residencia oficial, que fue privado y del que dieron cuenta en una conferencia de prensa, ambos abordaron diversos temas de la agenda bilateral y hasta del muro que el magnate neoyorquino anunció que de llegar a la Casa Blanca, construirá en la frontera y “que México pagará” para evitar el paso de más migrantes, a lo que al inicio del encuentro, el mandatario mexicano le dejó claro que no será así.
Aun cuando en las intervenciones que ambos tuvieron ante los periodistas nacionales y extranjeros después del primer encuentro que sostuvieron en la residencia oficial, si bien dieron detalles de lo que abordaron, no hicieron referencia a la construcción del muro, pero a la pregunta de un reportero estadunidense al candidato presidencial sobre quién costearía la construcción, éste respondió que sí hablaron del tema pero no de quién lo pagaría.
Sin embargo, después de la reunión y a través de su cuenta de Twitter, el presidente Peña Nieto reveló que al inicio de la conversación con Trump “dejé claro que México no pagará” y que a partir de ahí, hablaron de otros temas de manera respetuosa e incluso en el caso del proceso electoral en Estados Unidos, dijo que él es respetuoso del mismo, lo que le motivó cuestionamientos de que si así es, no debió haber invitado a los candidatos republicano y demócrata a Los Pinos.
Hillary Clinton
El Ejecutivo Federal dijo que le expresó que “hubo malas interpretaciones o afirmaciones que lamentablemente han lastimado a los mexicanos en la percepción que él viene haciendo de su candidatura y de lo cual soy absolutamente respetuoso”, sin hacerle reproches ni demandarle que se disculpara por sus discursos antimigrantes y antiMéxico, que es lo que dirigentes y legisladores de la oposición le exigieron que debió demandarle a su llegada al país, conminándolo incluso a que cancelara la visita de quien por sus declaraciones de odio racista coincidieron panistas y perredistas en que no era bienvenido y que grupos de distintos partidos y agrupaciones ciudadanas y políticas se congregaran en las escalinatas y frente a la embajada de EU en Paseo de la Reforma para protestar por su inesperada visita al país.
Ante el súbito anuncio, anteayer por la tarde, de que Trump había aceptado la invitación que el presidente Peña Nieto le hiciera el viernes pasado tanto a él como a la señora Clinton, se desató una oleada de críticas. En respuesta, se dijo que aquel es candidato presidencial del Partido Republicano y que como tal, tiene la misma posibilidad que su adversaria demócrata de ganar la elección, por lo que es conveniente que ambos se reúnan con el mandatario mexicano para conversar sobre el futuro de las relaciones diplomáticas y comerciales de los dos países.
Por lo pronto, la breve visita del republicano fue severa, rudamente cuestionada por las andanadas que a diario lanza a México y los mexicanos que viven en EU descalificándolos de mil maneras, por lo que le recordó a su invitado que son gente honesta, trabajadora, que respeta a las familias y a la ley y que son personas de bien que ayudan al desarrollo de su país.
DE ESTO Y DE AQUELLO
LA invitación del presidente de México a Donald Trump, que también le fue hecha a ella, provocó una airada reacción de Hillary Clinton, quien declaró en una gira de campaña electoral por Ohio que no basta una visita de unas cuantas horas a “los países vecinos” para compensar un año de insultos”, como los que el magnate neoyorquino le ha endilgado a México y los migrantes llegados de nuestro país.
EN un acto en Cincinnati, la candidata presidencial del Partido Demócrata dijo que “toma mucho más tiempo compensar todo un año de insultos que visitar a nuestros vecinos por solo algunas horas y después regresar de nuevo a casa”, en lo que fue una expresión de malestar.
CON el mismo argumento de siempre, atribuyéndolo a lo que ocurre fuera del país, el Banco de México recortó de nueva cuenta su pronóstico para la economía en lo que resta del año de entre dos y tres por ciento a 1.7 y 2.5, ahora por “riesgos como la elección presidencial en Estados Unidos”, en noviembre próximo.
Confidencial/ El Financiero
Durante el mensaje que dieron en Los Pinos, el Presidente Peña y Donald Trump, ocurrió una improvisada ronda de preguntas y respuestas, y aunque algunos despistados dijeron que se había concedido sólo la palabra a medios estadounidenses, la verdad es que no fue así. Ese momento de alzar la voz no estaba contemplado en el plan del encuentro, pero el candidato estadounidense se tomó la libertad de decir a los presentes que se animaran a preguntar. Al final, el verdadero maestro de ceremonias tuvo que interrumpir la sesión.
Hillary: Trump mintió a electores
La candidata demócrata ha centrado su atención en México, al usar Twitter como medio para decir que Trump, quien prometió no mentirle a sus electores, vino a nuestro país a decir que construiría un muro en la frontera, pero que nunca habló de quién lo pagará. La demócrata recordó que el republicano ha repetido hasta el cansancio, que obligará a México a dar el dinero para su construcción, pero aquí calló y no aludió al rechazo explícito del Presidente Peña sobre el punto.
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Columna Razones/JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
Excelsior
Trump tiene quien le diga
Decía Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.
Vamos a citar a un republicano de esos que Donald Trump no quiere, Henry Kissinger: “Para conseguir la paz (decía el entonces secretario de Estado de Richard Nixon, que recibió el Nobel de la Paz cuando negoció la salida de Estados Unidos de Vietnam) un primer paso importante es comprender qué hay realmente en el corazón y la mente del adversario, entender cómo piensa y cómo ve el mundo. Normalmente, refleja alguna aspiración y, entonces, uno debe decidir si las aspiraciones del adversario son, absolutamente, incompatibles con los principios de uno mismo”.
Yo no sé qué vio, qué encontró el presidente Peña Nieto en el corazón y la mente de Donald Trump cuando ayer se encontraron por primera vez. No creo que a Peña le haya gustado demasiado su invitado (ni al invitado el anfitrión), pero la tarea de Peña como Presidente, citando a Kissinger es decidir si las aspiraciones de ese adversario son, absolutamente, incompatibles con sus principios.
En lo personal, Trump me parece un personaje, absolutamente, detestable y más allá de eso, un verdadero peligro para el futuro de la sociedad contemporánea. Es verdad que lo que rige a Trump no son los principios ni la ideología, sino la ambición del poder sazonada por una ignorancia profunda sobre el mundo y sus problemas. Con todo, es un hombre que puede llegar a la Casa Blanca, a la Presidencia de Estados Unidos, más allá de que hoy, afortunadamente, la ventaja que lleva Hillary Clinton parece decisiva. Pero en unos comicios estadunidenses nunca los resultados están decididos hasta la hora del recuento.
La cita de Peña Nieto con Donald Trump desconcierta, pero se debe entender como parte de una tarea que debe hacerse. Alguien le tiene que decir a Trump que no somos violadores, que no llevamos droga cada vez que viajamos a Estados Unidos, que nadie obliga a los migrantes a viajar hacia el norte. Pero, también, alguien le tiene que mostrar la magnitud de la relación comercial bilateral, explicarle (y eso lo puede entender) que el comercio entre Estados Unidos y México es de un millón de dólares por minuto; que la frontera común es la más transitada del mundo; que un porcentaje altísimo del PIB estadunidense, y por ende de su economía y mano de obra, dependen del comercio con nuestro país; la riqueza (y buena parte del andamiaje social) de su país, se derrumbaría sin el aporte de todo tipo que realizan más de 30 millones de mexicanos o mexico-americanos en la Unión Americana.
Que tenemos graves problemas con el narcotráfico y la violencia, pero que los mismos devienen, en un alto grado, del consumo de drogas de la sociedad estadunidense, consumo que crece día con día, y que va de la mano con el doble discurso de legalizar las drogas, al mismo tiempo dice estar persiguiendo ese comercio. Pero, sobre todo, nuestra violencia está ligada al tráfico de armas que se realiza de Estados Unidos a México, desde que en el 2004 la administración Bush liberó, por completo la venta de armas de asalto, la violencia, alimentada por esas armas, se disparó en nuestro país. Y Trump es un ferviente partidario de que esa venta indiscriminada de armas se mantenga sin cambios.
El alimento de la violencia es el dinero: nadie sabe cuánto dinero del narcotráfico se queda en Estados Unidos, según la mayoría de los especialistas es un 90 por ciento de todo lo que genera esa “industria” que, conservadoramente, se estima en 60 mil millones de dólares. Alguien le tiene que explicar a Donald Trump que mientras Estados Unidos pone los consumidores de drogas y proporciona las armas y el dinero que hacen fuerte a los cárteles, México está poniendo los muertos, más de 20 mil cada año, durante la última década.
Ésa es la realidad que hay que mostrarle a Trump. No creo que le interese, creo que lo que busca es una foto en México que le permita reencauzar su muy desencaminada campaña presidencial. No va a abandonar ni el discurso racista y antiinmigrante (como se debe haber comprobado la misma noche del miércoles en Arizona) ni su defensa de las armas ni tampoco la retórica proteccionista, pero no podrá decir que no se le ha tendido una mano para buscar una convivencia civilizada desde este lado de la frontera. Si la rechaza, como estoy casi seguro que la rechazará ni el gobierno ni la sociedad mexicana tendrán nada qué reprocharse, pero sí mucho por hacer para evitar que ese personaje llegue a la Casa Blanca.
Decía, también, Kissinger que “la tentación de América es creer que la política exterior es una subdivisión de la siquiatría”. En esa categoría se debe inscribir, también, al narcisista y arrogante candidato Trump.
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La polémica reunión Peña-Trump/ Pablo Hiriart
Uso De Razón
El Financiero
Me hubiera gustado que el presidente le dijera en su cara a Trump que había ofendido a los mexicanos. Y lo hizo. Con la sutileza que demanda la diplomacia, pero lo dijo con todas sus letras.
Se dialogó con un estrafalario magnate que tiene una idea equivocada de México, pero que en unos meses puede llegar a ser presidente del país más poderoso de la tierra, nuestro vecino irremediable: Estados Unidos.
Se trata de un fanático antiinmigrante y es mejor que nos conozca a que no nos conozca.
Es un logro político que al final de la reunión en Los Pinos Donald Trump hablara de la necesidad de proteger los empleos en la región de América del Norte.
No habló de llevarse la Ford de regreso ni de dar por derogado el Tratado de Libre Comercio.
Por lo que oímos ayer, el discurso de Trump en materia comercial no es ni más ni menos proteccionista que el de Hillary Clinton: revisar el TLC porque ha sido ampliamente ventajoso para México.
(Aquí no deja de llamar la atención que los antiguos opositores mexicanos al TLC ahora se digan ofendidos porque Trump –y Hillary– lo quieren revisar).
Su léxico fue diferente al atrabancado y racista que empleó en sus incursiones iniciales en búsqueda de la candidatura presidencial.
Se refirió con respeto a los mexicanos de este lado de la frontera y de quienes viven en Estados Unidos. Fue respetuoso de México y de su presidente.
“Está en campaña”, se puede decir, y es cierto. Pero fue precisamente ese lenguaje grosero antimexicano el que le dio votos para encumbrarse hasta donde ahora está. Ayer fue distinto.
Peña Nieto le hizo ver la importancia de México para Estados Unidos, y viceversa.
También le expuso que como presidente defendía a los mexicanos y que él había tenido expresiones desafortunadas que agraviaron.
Hablaron ambos de una zona estratégica para la seguridad, las relaciones y el comercio: América del Norte.
La invitación para venir a México se le hizo a los dos candidatos. Trump vino primero y salió de la reunión en Los Pinos con una postura distinta a la que había venido esgrimiendo desde hace más de un año.
Ojalá que venga Hillary, toda vez que con la visita de Trump quedó de manifiesto que nuestro país es de crucial importancia para Estados Unidos.
Trump insistió en el muro, aunque ya no habló de hacerlo pagar a México (lo hizo en la noche, en Arizona). Y defendió los intereses de Estados Unidos, como corresponde, desde su particular punto de vista.
Peña defendió los intereses de México y estuvo en su papel.
Se puede discutir si era o no el momento adecuado para invitar a los candidatos presidenciales de Estados Unidos. Pero el hecho es que uno de ellos, el más radical y antimexicano, aceptó de inmediato y se fue con un discurso menos radical al que había sustentado.
Por si faltaban pruebas, comprobamos que Trump es un cínico en el que no se puede confiar (remember Munich).
Además, el problema es que el gobierno de Peña Nieto tiene casi a 80 por ciento de la población en contra –por errores y omisiones que no quiere corregir– y dijera lo que dijera ayer ante Trump le iban a llover las críticas.
No se puede gobernar sin popularidad. Pero ese es otro tema del que ya nos hemos ocupado y seguiremos comentando.
Twitter: @PabloHiriart
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La inexplicable visita de Trump/ Raymundo Riva Palacio
Estrictamente Personal
El Financiero,
Habrá quien al leer el título de este texto responda que la razón por la que Donald Trump estuvo este miércoles con el presidente Enrique Peña Nieto, en Los Pinos, es porque aceptó la invitación formulada a él y a la candidata demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, el viernes pasado. Salvando ese punto, la visita es inexplicable. ¿Cuál fue la razón por la que se giró la invitación? ¿Quién le estaba pidiendo que lo hiciera? ¿Por qué en ese momento, cuando lo que vendría días después sería el Cuarto Informe de Gobierno, que al final quedó desdibujado? ¿O por qué en la semana donde Trump pronunciaría su discurso toral sobre su muy antimexicana política de inmigración?
Uno puede imaginarse que la posición de un gobierno es mantener abierta la posibilidad de hablar con los gobernantes de cualquier partido, ideología y posición, y la actitud del presidente Peña Nieto responde a lo que declaró hace unas semanas en Washington, al señalar que trabajaría por las relaciones bilaterales con quien ganara la presidencia. Lo que no queda claro es por qué, contra todo antecedente y prudencia política, hacer inicialmente una invitación a México en plena campaña electoral, por encima incluso de la recomendación de la cancillería mexicana en sentido contrario.
Si fue un acto demagogo y oportunista, como se han dado varias iniciativas presidenciales –la reforma fiscal y las propuestas de matrimonios igualitarios y la despenalización de la mariguana, vistas en su línea de tiempo, entran en esa racional–, quienes lo asesoraron no parecen haber contemplado la posibilidad de que Trump viera en la invitación una oportunidad para revigorizar su agonizante campaña y aceptar rápidamente la invitación. De acuerdo con funcionarios en Los Pinos, la racional fue sólida: es un escenario que Trump pudiera ganar la presidencia en noviembre, y Peña Nieto no podía permitir que, en ese caso, se mantuviera el mismo discurso sobre el comercio y la migración, sin buscar que el republicano matizara su posición. “Si Trump ganara –comentó un alto funcionario– sin haber tenido contacto con él, los mercados en México se colapsarían al día siguiente”.
¿Había realmente un sentido de urgencia? Tampoco está claro que el gobierno tuviera una posición consensuada. En Los Pinos, la respuesta filtrada el martes por la noche al periódico The Washington Post tomó por sorpresa a quienes no están en el círculo íntimo de Peña Nieto o no tienen acceso a lo que sucede en el despacho presidencial. La primera reacción oficial fue que se estaba en negociaciones para fijar la fecha, aunque minutos después, una vez que Trump confirmó por Twitter que viajaría a la Ciudad de México, la oficina de prensa de la presidencia tuvo que tragarse sus palabras y reconfirmar la visita. Esto lleva a un segundo nivel de preguntas. ¿Por qué cambiaron la agenda del presidente para acomodar una rápida visita de Trump? Peña Nieto es jefe de Estado y Trump es candidato a la presidencia.
Quien tenía urgencia por la fotografía era él y no Peña Nieto, que bien pudo haber manejado los tiempos políticos y abrirle un espacio en el futuro próximo. Según funcionarios en Los Pinos, no se subordinaron a los tiempos de Trump, sino se acomodaron a los del presidente, que no tenía otro espacio disponible en las próximas semanas. Peña Nieto sí tenía una urgencia, agregaron: explicarle la importancia de las relaciones bilaterales. Pero el equipo del presidente no ha sabido manejar los tiempos políticos. No hubo contacto con el equipo de Hillary Clinton, que quizás analice que lo que hizo Peña Nieto fue un favor a Trump, necesitado de mostrar ante los propios líderes y votantes republicanos que no lo han apoyado hasta ahora, que es un candidato viable donde no personaliza sus propuestas, sino que las enmarca como políticas públicas. Recibir a Trump, en ese sentido, fue tomar partido por el republicano.
Peña Nieto tampoco ha tenido la asesoría adecuada para evitar que sea arrasado por la comunicación política del estadounidense. La maquinaria de la campaña aplastó a la del gobierno. La mañana del miércoles fue un día de campo para el equipo de Trump. El compañero de fórmula del empresario, el candidato a la vicepresidencia, Mike Pence, declaró a la cadena Fox News que los dos hablarían sobre la logística para construir el muro en la frontera de Texas, que es un tema inaceptable para Peña Nieto, según lo ha declarado. ¿Cuál es el mensaje? Que más allá de las diferencias, el sólo mencionar que hablaron de la logística del muro, es una aceptación implícita de Peña Nieto a esa posibilidad.
El dardo se clavó horas antes incluso de que se reunieran, y casi 12 horas antes de que Trump delineara en Phoenix su plan de inmigración. Como remate, la directora de la campaña de Trump, Kelly Ann Conway, quien es el cerebro detrás de la política sobre migración, le confirmó a la misma televisora que la inmigración indocumentada, el comercio y el narcotráfico, los temas del candidato contra México, serían los temas en la reunión privada en Los Pinos. De esto no hubo detalles por la parte mexicana. El mensaje final de Peña Nieto fue débil y no impuso barreras a Trump, que elevara el costo de manipular el contenido del encuentro. Peña Nieto finalmente, no el republicano, será quien pague las consecuencias de todo este episodio inexplicable.
Twitter: @rivapa
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Columna ARSENAL/Francisco Garfias
Excelsior
Dime con quién andas…
En círculos oficiales vieron venir la cascada de críticas por la visita de Donald Trump. Intentaron hacer un control de daños. El rechazo era generalizado. Difundieron la versión que, al día de hoy, nadie tiene la certeza de que el republicano no pueda ser Presidente de Estados Unidos.
“Lo que hace (Peña) es adelantarse a ese eventual escenario para hacerle ver (a su invitado) la importancia de la relación bilateral”, argumentan.
Si en noviembre gana el republicano y sigue con la idea de levantar el muro, cancelar el TLC —en México habló de hacerle ajustes— y deportar a 11 millones de migrantes, se prevé un escenario grave de fuga de capitales. Luego van a preguntar ¿Por qué no hizo nada?, advierten.
Y aseguran: “Haberlo recibido en Los Pinos hace que México se adelante a un escenario adverso que sigue en el aire”.
La otra cara de la corta visita:
No hubo disculpa de Trump por sus insultos. Tampoco se retractó en sus intenciones de construir el muro. El republicano aseguró a la prensa que lo acompañó —los reporteros mexicanos no pudieron preguntar— que no habló con Peña sobre quién pagaría la construcción de la barda en la frontera entre los dos países. Mintió.
El presidente Peña fue prudente en exceso. Tuvo miramientos con el xenófobo republicano. Pudo haberlo desmentido en público. No lo hizo.
Más tarde, el Presidente mexicano hizo saber que sí se discutió quién pagaría la construcción al inicio del controvertido encuentro. “Dejé claro que México no pagaría por el muro”.
La agencia AP dice que el equipo del candidato republicano declinó comentar el desmentido del mandatario mexicano.
El rechazo a la visita fue generalizado. Jesús Silva Herzog, Jorge Castañeda, Soledad Loaeza, Enrique Krauze, reconocidos pensadores, coincidieron en que fue un error la invitación a Trump.
“Una vergüenza”, sintetizó Silva Herzog en su cuenta de Twitter. “Error histórico”, calificó Krauze. “Me siento ofendida”, confesó Loaeza.
Castañeda le dijo a Pepe Cárdenas, en Radio Fórmula, que nomás no entiende las razones del presidente Peña para lanzarse a esta aventura sin sentido. Los mexicanos están enojados con él. “Trump sí queda bien”, contrastó.
Miguel Mancera y Margarita Zavala se negaron a darle la bienvenida. López Obrador declaró que él no hubiese invitado ni a Hillary, ni a Trump. Legisladores del PRD pidieron que se le declarara persona non grata. La Asamblea Legislativa lo hizo. Los del PAN pidieron a gritos que se cancelara la visita. El exembajador Arturo Sarukhan estimó que la visita “legitima” a Trump.
En resumen: un desastre desde el punto de vista político, académico, mediático y popular.
Después de su reunión con Peña, el republicano voló a Phoenix, Arizona, estado con alta población latina, para pronunciar un discurso sobre migración. No se movió un milímetro de su postura en campaña. “Construiremos un gran muro a lo largo de la frontera sur. México pagará por ese muro”, aseguró.
¿De qué sirvió la reunión? Se preguntó Luis Carlos Ugalde.
Hillary Clinton había dicho que lo importante era lo que Trump diría en Arizona y no en la Ciudad de México, Acertó. Citó en su cuenta de Twitter el viejo proverbio mexicano para reprobar el viaje a nuestro país de su adversario : “Dime con quién andas y te diré quién eres. Sabemos quién es Trump…”.
Fue un mordaz comentario de la candidata demócrata a la Presidencia de Estados Unidos sobre la reunión del magnate con el presidente Peña, en la residencia oficial de Los Pinos.
Previamente, en un discurso durante la conferencia anual de la Legión de Honor en Cincinnati, Clinton ponderó el valor de la visita a una nación que Trump denostó para jalar los votos conservadores que lo convirtieron en el candidato republicano, contra todos los pronósticos.
“Un viaje de unas cuantas horas a un país vecino no compensa un año de insultos e insinuaciones”, subrayó Clinton.
A un paso de convertirse en la primera mujer que llega a la Casa Blanca como Presidenta —fue primera dama— Hillary subió a las redes sociales un video de 59 segundos que condensa las ofensivas frases de Donald Trump contra los migrantes mexicanos.
“Traen drogas, traen crimen, son violadores…”.
“Este es un país donde se habla inglés, no español”.
“Terminaré de inmediato las órdenes ilegales del presidente Obama sobre la inmigración”.
“Vamos a tener una fuerza de deportación”.
“Las familias permanecerán juntas, pero se tienen que ir…”.
“Vamos a construir un muro. Se construirá tan rápido que sus cabezas darán vueltas y dirán: él sí hace lo que dice”.
“Todo lo que digo que voy a hacer, lo hago”.
Después de tan amigable repertorio ¿Tiene dudas de quién nos conviene que llegue a la Casa Blanca?
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LO QUE EL PRESIDENTE NO QUISO DECIR | Carlos Loret de MolaEl Universal
Señor Donald Trump, agradezco su pronta respuesta a la convocatoria que a través de una carta le hice para sostener una reunión. Es tradición diplomática mexicana invitar a los candidatos presidenciales estadounidenses a entablar un diálogo franco sobre una relación que México entiende que es vital para ambas naciones; dos naciones que por su interacción estratégica no se pueden separar ni dividir.
Compartimos miles de kilómetros de frontera, compartimos miles de millones de dólares de comercio, compartimos un flujo migratorio legal de millones de personas. Nuestros países están íntimamente conectados.
A México le iría muy mal sin Estados Unidos, y a Estados Unidos le iría muy mal sin México. Voy más allá. A Estados Unidos le iría muy mal sin los mexicanos, y a México le iría muy mal sin los estadounidenses. Expulsar a todos los mexicanos de Estados Unidos, que trabajan dignamente en la construcción de la economía más poderosa del planeta, es tan autodestructivo como pensar en expropiar todas las empresas de capital estadounidense en México con el pretexto de que lo que aquí hay es solamente nuestro.
Hoy nos marca la globalización. Hoy la era digital derriba las fronteras. Y no hay país ni líder, por poderoso que sea, que pueda detener ese avance.
México no construirá ningún muro que lo separe de su amigo, de su socio fundamental. Y tampoco va a financiar que nadie más lo construya.
Reconocemos la soberanía de cada nación para determinar su modo de protegerse. Y como a nosotros nos preocupa igualmente que una frontera tan próspera pueda contaminarse, proponemos cambiar las piedras por computadoras y cámaras, los ladrillos por inteligencia, las varillas por cooperación. Hagamos una frontera segura, pero una del siglo XXI, no una de la era medieval.
Señor candidato, usted ha podido estar en México sin ningún contratiempo. En esta, como en visitas anteriores que haya realizado de manera privada a nuestro país, usted ha podido constatar que el pueblo mexicano es trabajador, leal y lleno de valores. Lo sabe también porque emplea a muchos mexicanos en sus empresas. Los mexicanos no somos violadores ni delincuentes. Estoy seguro de que a esa expresión desafortunada seguirá una disculpa pública que sólo enaltecerá a quien la emite. Para nosotros, se trata de un punto de partida indispensable para una relación que reconocemos valiosa e inquebrantable con un pueblo que es socio, que es aliado pero que sobre todo es amigo. Muchas gracias.
Pero no. Nada de esto se escuchó ayer. En cambio, el gobierno federal de México se puso a las órdenes de un candidato estadounidense que no ha hecho otra cosa que insultar a los mexicanos. Antenoche, en Los Pinos aguardaban en vilo la decisión de Trump sobre si venía o no. Él hizo lo que quiso, a la hora que quiso. Le abrieron la puerta, le dieron trato de presidente, le suavizaron el tono ante sus bravuconadas, asumieron los insultos, le armaron un acto de campaña, le organizaron una conferencia de prensa y hasta le dejaron comandarla: cuando Trump, en Los Pinos, decidió en qué momento darle la palabra al presidente de México, la radiografía quedó completa: todo estaba perdido.
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DIALOGAR CON UN NECIO | Salvador García Soto
El Universal,
Cuando los ingleses se percataron en 1940 que todos los pactos y negociaciones que hasta esa fecha habían hecho con Adolf Hitler no evitaron que el ejército nazi invadiera casi todo el continente y continuará su amenaza expansionista hacia la Gran Bretaña, entendieron, liderados por un valiente Churchill, que no podían dialogar más con un necio. Eso fue lo que ayer hizo en México el presidente Enrique Peña Nieto, que dedicó más de dos horas a “dialogar” con un hombre que durante todo un año ha insultado en todos los tonos posibles a México y los mexicanos; que llamó “gobierno completamente corrupto” a su administración y que amenaza con romper los acuerdos comerciales y con cerrar la frontera común con un muro, que además quiere que paguemos.
“Violadores, asesinos, corruptos, estafadores, ladrones de empleos, destructores de su economía gamberros, criminales”, eso y más nos ha llamado el candidato Donald Trump que ayer fue recibido, casi con trato de jefe de Estado, por el Presidente mexicano. ¿Qué le respondió a todas esas ofensas e insultos el presidente Enrique Peña Nieto? “Los mexicanos en Estados Unidos y en cualquier parte merecen respeto… (Le dije) que había habido mal interpretaciones o afirmaciones que lamentablemente habían lastimado y afectado a los mexicanos en la percepción que él viene haciendo de su candidatura, y de la cual soy absolutamente respetuoso… Que el pueblo de México se había sentido agraviado por comentarios que se habían formulado, pero que yo estaba seguro que su interés genuino es por construir una relación que nos lleve a darle a nuestras sociedades condiciones de mayor bienestar”.
¿Fue la respuesta y la defensa adecuada de un líder que sabe que, más que agraviados, sus compatriotas están enojados, enardecidos, molestos ante la agresión de un candidato racista que ha incitado al odio contra lo mexicano? En la lógica de la Presidencia de la República sí. “La reunión fue un éxito” y un gesto de audacia diplomática porque, decían ayer los voceros gubernamentales, el Presidente “le habló en tono fuerte y le dijo que no estábamos de acuerdo en pagar la construcción del muro”.
Pero en el sentir de los mexicanos que ayer recibieron con sorpresa e indignación la presencia sorpresiva de Trump en nuestro territorio, y en las reacciones de la oposición política, el presidente Peña Nieto se equivocó y cometió un error histórico y estratégico. No sólo al invitar y recibir a un personaje tan repudiado y a un candidato que va en picada en las encuestas, sino también en la forma en que lo trató y le habló, en un tono poco enérgico, excesivamente respetuoso y diplomático, como si se tratara de un jefe de Estado y no de un candidato.
En la Presidencia justifican la presencia de Trump “por el interés de dialogar con quién puede ser presidente de Estados Unidos”, y aclaran que mandaron al mismo tiempo las dos invitaciones, a él y a la candidata demócrata, Hillary Clinton, pero lo cierto es que al final el gobierno mexicano fue el que se ajustó a la agenda y la conveniencia del republicano, que fue el único en responder y que dijo que sólo podía venir este miércoles por un par de horas y justo antes de pronunciar un discurso sobre su propuesta migratoria en Arizona, con el que busca levantar su alicaída campaña. ¿No pudieron en Los Pinos proponerle otra fecha y dar tiempo a que la señora Hillary respondiera?
Porque ese será otro impacto negativo que podría tener la presencia de Trump ayer en Los Pinos; que del lado demócrata se sientan maltratados por haberle dado prioridad a su rival republicano y que incluso ya no quiera venir la señora Clinton como “plato de segunda mesa”. Y si se lastiman susceptibilidades demócratas, ¿de qué habrá servido la jugada diplomática ideada entre Los Pinos y la Cancillería y gestionada por el embajador mexicano Carlos Sada? Sólo para darle al indeseable datos, cifras y estadísticas de todo lo que les compramos los mexicanos a Estados Unidos y de lo mucho que depende nuestra economía de la suya, más lo que les aportamos en mano de obra calificada y barata. Toda esa información, que afanosa y detalladamente le dio Peña Nieto, la debe saber muy bien el candidato republicano, pero poco le importa en su nacionalismo a ultranza.
Trump debió bostezar cuando el Presidente mexicano —que en la reunión privada estuvo auxiliado por su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, como su traductor y acompañante— le repetía números, porcentajes y cifras sobre la relación comercial que debieron entrarle por una de sus enormes orejas y salirle por la otra.
Decía Sófocles que un hombre sensato no dialoga con un necio. Y ayer nuestro Presidente no sólo se vio insensato, sino ingenuo, si creyó que en dos horas y poniendo la otra mejilla iba a cambiar la visión torcida de un fascista y un necio.
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Columna ITINERARIO POLÍTICO/Ricardo Alemán
Milenio
Peña Nieto y Trump: ¡entre maniqueos y patrioteros!
Como saben, el término “maniqueo” significa “tendencia a reducir la realidad a una oposición radical entre lo bueno y lo malo”.
De igual manera, “patriotero” se vincula al “patriotismo exagerado, ostentoso y superficial, dicho con exageraciones grandilocuentes”.
Valen las definiciones porque desde el martes —cuando se dio a conocer el encuentro Peña-Trump— abundaron las expresiones de condena a una decisión de Estado, a partir de los principios básicos de la diplomacia.
Es decir, que la decisión de diálogo entre el Presidente y los candidatos presidenciales de Estados Unidos se hizo de manera simultánea a la demócrata Hillary Clinton y al republicano Donald Trump, respectivamente.
Y como está claro, el único que aceptó —de inmediato porque conviene a su interés— fue Donald Trump. También se sabe que en otros momentos Peña Nieto ha sostenido encuentros con la señora Hillary Clinton, la aventajada candidata demócrata al gobierno de Estados Unidos.
Lo curioso es que cuando la señora Clinton se entrevistó con Peña Nieto, nadie dijo que era un voto para la candidata demócrata, tampoco que se trataba de una señal de apoyo a su aspiración y menos un despropósito diplomático del presidente mexicano, a pesar de que a los paisanos que viven allende la frontera norte no les ha ido precisamente bien con presidentes demócratas.
¿Por qué, entonces, las exageradas expresiones de maniqueísmo entre el intelecto ilustrado, la prensa militante, los malquerientes de Peña Nieto, la nada pensante “legión de idiotas” de las redes y muchos otros ignorantes del tema?
¿Por qué el patrioterismo trasnochado que mediante el insulto soez le exigió a Peña Nieto no solo escupir la cara de Trump, sino regresar en su rostro las decenas de insulto y ofensas a los mexicanos? ¿Por qué casi le piden a Peña patear el trasero del republicano, en la casa presidencial, para lavar las afrentas del fascista Donald Trump?
La respuesta es elemental. Para nadie es nuevo que muchos mexicanos se dicen ofendidos, agraviados, insultados, denigrados, sobajados y relegados por la campaña del republicano Donald Trump, quien apoyó su discurso electoral en mensajes de odio y expresiones xenófobas contra los latinos, en general, y los mexicanos, en particular.
Y tienen razón todos los que se sienten o se creen ofendidos; todos ellos tienen derecho a manifestarse contra un locuaz y fascista como Trump; tienen el derecho a expresar su enojo, su repudio y censurar las expresiones ofensivas, los insultos y agravios de Donald Trump hacia México y los mexicanos.
Sin embargo, también es cierto que asistimos a uno de los fenómenos clásicos de linchamiento mediático —de la siempre ignorante dictadura de las redes—, y que Umberto Eco definió como “legión de idiotas”. Es decir, que los idiotas que antaño despotricaban en una cantina —sin saber lo que decían y sin dañar a nadie—, hoy lo hacen en redes sociales y convierten esa crítica en trending topic (tendencia de odio) que exalta los ánimos, incluso de aquellos que viven de la sensatez intelectual.
¿Pero qué hay en el fondo? ¿Por qué la decisión de convocar a un diálogo diplomático con los potenciales presidentes de Estados Unidos? ¿Por qué la reacción delirante, desmedida y hasta locuaz de los mexicanos que se sienten agraviados?
En el primer caso, la convocatoria del gobierno de México a Clinton y Trump no es más que un instrumento diplomático para explorar las agendas bilaterales entre los representantes demócrata y republicano.
Y es que no es más que ignorancia, maniqueísmo y patrioterismo suponer que es pecado, traición a la patria o torpeza diplomática que un gobierno democrático responda con civilidad y diplomacia a un sátrapa de la política como Donald Trump.
Lo que no entienden los maniqueos y patrioteros es que en democracia, al enemigo se le combate con diplomacia, no con intolerancia e insultos.
Y quizá Trump es el peor enemigo de México, pero tratarlo como supone la “legión de idiotas”, como piden los exaltados patrioteros o los acalorados maniqueos, sería igual a colocar a México en el mismo nivel intolerante, racista y fascista que el señor Trump.
¡Curioso que muchos de los que piden escupir a Trump adoran al Trump mexicano!
Al tiempo.
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EL DIÁLOGO CON LA PARED | Rafael Cardona
La Crónica
Al principio, la noche del martes parecía una de esas bromas tan frecuentes en internet: Donald Trump vendría a México. Casi como cuando los aficionados al futbol se escandalizaron por la imaginaria contratación de Landon Donovan en el futbol mexicano.
Pero anoche ya no parecía una broma. Parecía una burla.
Los dogmas de la campaña antiinmigrante y antimexicana se repitieron en Arizona con la puntualidad de un cronómetro. Trump no cede, ni va a ceder. Dejaría de ser quien es y siendo así ha llegado a donde está: una deteriorada campaña cuya flotación necesitaba la visita a México. De cualquier forma, de nada le va a servir.
Trump extendió su campaña a México, el país al cual ha cubierto de insultos y denuestos. La nación de donde provienen los males, los ladrones, los asesinos, los violadores, los traficantes. Aquí vino a hacer campaña, nada más.
A pesar de ese aprovechamiento suyo, en un ánimo de buena voluntad y mejor fe (ambas inmerecidas), el Presidente de México extendió una invitación a ambos candidatos, la demócrata Hillary Clinton y el republicano (aunque nos pese) Donald Trump. La señora Clinton no aceptó, al menos no de inmediato, y externó en cambio su extrañeza por cómo se le abren las puertas a quien hace del insulto antimexicano una doctrina. Ánimo de diálogo, búsqueda de caminos. Pérdida de tiempo, dirán otros. Yo entre ellos.
Hablar con Trump es desperdiciar la hora y el minuto. No hay nada por decir con un hombre cuya cerrazón racista y xenófoba es impermeable a otras ideas, si así se pueden llamar sus obsesiones. Diálogo sin sentido, sin interlocutor. Más fácil lograr la comprensión del muro del tabique, del ladrillo. Trump no está sordo; es arrogante y terco.
—“Pero qué necesidad…”, habría dicho Juan Gabriel.
Pero el Presidente lo explica así. Quién sabe si el grado de los agravios permita explicaciones o haga nugatorio el recurso. Dialogar es intercambiar; no escuchar otras palabras.
Pero Peña Nieto lo explica así:
“… Mi prioridad como Presidente de México y la de mi Gobierno es proteger a los mexicanos donde quiera que se encuentren. Esa es mi responsabilidad y la seguiré cumpliendo con total entrega.
“La comunidad de origen mexicano en los Estados Unidos contribuye todos los días con su trabajo, talento y creatividad a la prosperidad y desarrollo de Estados Unidos y de México.
“Los mexicanos en Estados Unidos son gente honesta y trabajadora, son personas de bien, que respetan a la familia, que respetan la vida en comunidad y que respetan la ley.
“Como tal, los mexicanos merecen el respeto de todos.
“Sigamos trabajando para solidificar la relación entre México y Estados Unidos, con base en el respeto mutuo, la confianza y la atención conjunta de los desafíos que nos son comunes”.
Después, el Presidente haría saber su negativa a financiar el muro fronterizo, el imposible e inadmisible muro fronterizo con el cual Trump pretende dividir América del Norte. Y luego defendería la vigencia del TLC, con argumentos sin importancia para Trump.
“…En materia de comercio, compartí con el señor Trump mi convicción de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte le ha hecho mucho bien, tanto a Estados Unidos como a México.
“Las exportaciones de Estados Unidos hacia México son cercanas a los 200 mil millones de dólares al año, y de acuerdo con la Cámara de Comercio de Estados Unidos, más de seis millones de empleos estadunidenses dependen de las exportaciones a México.
“Nuestro país le compra más a Estados Unidos que a Alemania, España, Francia, Italia, Japón y Reino Unido juntos.
“Muchos empleos en la industria manufacturera de Estados Unidos no se desplazaron a otras regiones del mundo, precisamente porque juntos hemos desarrollado una competitiva plataforma manufacturera en la región de América del Norte.
“En promedio, 40 por ciento del contenido en las exportaciones mexicanas está hecho en Estados Unidos.
“Como socios debemos trabajar unidos para evitar que las fuentes de empleo se vayan de nuestra región”.
Todos esos son argumentos sensatos, propios de una relación civilizada. Pero ni uno solo de ellos moverá la línea de Trump. Y lo peor, ni uno solo de ellos podrá justificar en muchos mexicanos la sensación indignada de haber recibido a un hombre al cual todos consideramos no grato para México.
Por su parte, Trump se montó en el macho y desafiante dijo:
—“Tener una frontera segura es un derecho soberano y es mutuamente benéfico.
“Reconocemos y respetamos (¿Kemosabe?) el derecho de cualquiera de los dos países de construir una barrera física o un muro en cualquiera de sus fronteras para detener el movimiento ilegal de personas, drogas y armas.
“La cooperación para lograr este objetivo compartido, y será un objetivo compartido para la seguridad de todos los ciudadanos, es primordial, tanto para Estados Unidos como para México (¿?)”.
Lo dicho, hablar con Trump es perder el tiempo, así pudiera (lo dudo) llegar a la Presidencia en Washington.
rafael.cardona.sandoval@gmail.com
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PULSO POLÍTICO | Francisco Cárdenas Cruz
Polémica invitación de EPN a Trump
Le advierte: México no pagaría muro
Donald Trump
Ciertamente, Donald Trump, candidato del Partido Republicano a la Presidencia de los Estados Unidos no fue bienvenido a México por parte de diversos sectores, pero ayer estuvo en Los Pinos por la invitación que le fue hecha por el presidente Enrique Peña Nieto para reunirse y conocerse personalmente, lo que desató una polémica por las consecuencias que tendrá esa visita del hombre que, gane o no la elección de noviembre, tanto ha criticado y denostado al país y a sus connacionales.
Tras ese primer encuentro en la residencia oficial, que fue privado y del que dieron cuenta en una conferencia de prensa, ambos abordaron diversos temas de la agenda bilateral y hasta del muro que el magnate neoyorquino anunció que de llegar a la Casa Blanca, construirá en la frontera y “que México pagará” para evitar el paso de más migrantes, a lo que al inicio del encuentro, el mandatario mexicano le dejó claro que no será así.
Aun cuando en las intervenciones que ambos tuvieron ante los periodistas nacionales y extranjeros después del primer encuentro que sostuvieron en la residencia oficial, si bien dieron detalles de lo que abordaron, no hicieron referencia a la construcción del muro, pero a la pregunta de un reportero estadunidense al candidato presidencial sobre quién costearía la construcción, éste respondió que sí hablaron del tema pero no de quién lo pagaría.
Sin embargo, después de la reunión y a través de su cuenta de Twitter, el presidente Peña Nieto reveló que al inicio de la conversación con Trump “dejé claro que México no pagará” y que a partir de ahí, hablaron de otros temas de manera respetuosa e incluso en el caso del proceso electoral en Estados Unidos, dijo que él es respetuoso del mismo, lo que le motivó cuestionamientos de que si así es, no debió haber invitado a los candidatos republicano y demócrata a Los Pinos.
Hillary Clinton
El Ejecutivo Federal dijo que le expresó que “hubo malas interpretaciones o afirmaciones que lamentablemente han lastimado a los mexicanos en la percepción que él viene haciendo de su candidatura y de lo cual soy absolutamente respetuoso”, sin hacerle reproches ni demandarle que se disculpara por sus discursos antimigrantes y antiMéxico, que es lo que dirigentes y legisladores de la oposición le exigieron que debió demandarle a su llegada al país, conminándolo incluso a que cancelara la visita de quien por sus declaraciones de odio racista coincidieron panistas y perredistas en que no era bienvenido y que grupos de distintos partidos y agrupaciones ciudadanas y políticas se congregaran en las escalinatas y frente a la embajada de EU en Paseo de la Reforma para protestar por su inesperada visita al país.
Ante el súbito anuncio, anteayer por la tarde, de que Trump había aceptado la invitación que el presidente Peña Nieto le hiciera el viernes pasado tanto a él como a la señora Clinton, se desató una oleada de críticas. En respuesta, se dijo que aquel es candidato presidencial del Partido Republicano y que como tal, tiene la misma posibilidad que su adversaria demócrata de ganar la elección, por lo que es conveniente que ambos se reúnan con el mandatario mexicano para conversar sobre el futuro de las relaciones diplomáticas y comerciales de los dos países.
Por lo pronto, la breve visita del republicano fue severa, rudamente cuestionada por las andanadas que a diario lanza a México y los mexicanos que viven en EU descalificándolos de mil maneras, por lo que le recordó a su invitado que son gente honesta, trabajadora, que respeta a las familias y a la ley y que son personas de bien que ayudan al desarrollo de su país.
DE ESTO Y DE AQUELLO
LA invitación del presidente de México a Donald Trump, que también le fue hecha a ella, provocó una airada reacción de Hillary Clinton, quien declaró en una gira de campaña electoral por Ohio que no basta una visita de unas cuantas horas a “los países vecinos” para compensar un año de insultos”, como los que el magnate neoyorquino le ha endilgado a México y los migrantes llegados de nuestro país.
EN un acto en Cincinnati, la candidata presidencial del Partido Demócrata dijo que “toma mucho más tiempo compensar todo un año de insultos que visitar a nuestros vecinos por solo algunas horas y después regresar de nuevo a casa”, en lo que fue una expresión de malestar.
CON el mismo argumento de siempre, atribuyéndolo a lo que ocurre fuera del país, el Banco de México recortó de nueva cuenta su pronóstico para la economía en lo que resta del año de entre dos y tres por ciento a 1.7 y 2.5, ahora por “riesgos como la elección presidencial en Estados Unidos”, en noviembre próximo.
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