Huele a
“mentira” la versión oficial/PATRICIA DÁVILA
Proceso No 1893, 10 de
febrero de 2013
Al
sentir generalizado en un segmento importante de la sociedad mexicana,
incluyendo a la comunidad científica, no les convence la versión oficial de la
PGR en torno a las causas de la explosión del pasado 31 de enero en el Complejo
Administrativo de Pemex. Especialistas consultados por Proceso sostienen que
una acumulación de gas metano capaz de explotar de esa manera no se puede dar
sino en sitios herméticos; afirman que antes de estallar, el metano habría
intoxicado a las personas que estaban cerca de la supuesta concentración.
Incrédulos y con argumentaciones científicas, apuntan que pudo haber sido provocada,
o por un atentado o por un sabotaje.
Para
integrantes de la comunidad científica de México es inverosímil la versión de
la Procuraduría General de la República (PGR) de que la explosión en el
edificio B-2 del Complejo Administrativo de Pemex fue causada por concentración
de gas metano. Más aún, tras analizar la información emitida por las
autoridades, peritos
consultados por Proceso consideran que el estallido del 31
de enero fue producto de un sabotaje o un atentado.
La
noche del lunes 4, en conferencia de prensa, el aparato gubernamental
encabezado por el procurador Jesús Murillo Karam informó que la explosión que
afectó al edificio B-2 –con un saldo de 37 personas muertas y más de 100
heridas– fue producto de una concentración de gas natural que detonó a raíz de
una chispa producida por los tres trabajadores que daban mantenimiento a los
pilotes del complejo.
Esta
versión fue sostenida por peritos españoles, estadunidenses, de la UNAM y del
Instituto Politécnico Nacional –expertos en explosivos y en estructuras
colapsadas– que fueron llamados por el gobierno mexicano para que determinaran
el origen de la explosión, en coadyuvancia con los expertos de la Secretaría de
la Defensa, la Marina y la PGR.
El
jueves 7, en una conferencia de prensa ofrecida en el auditorio 18 de Marzo de
las oficinas centrales de Pemex, el perito Brian Dunagan, vicepresidente de
Integridad Operacional Global de la empresa británica SGS, entró en una serie
de contradicciones al tratar de confirmar la versión: “La razón por la que
están seguros de que fue gas metano es porque en este momento no hay una forma
específica de diferenciar sobre el gas metano, no saben exactamente de dónde
salió; es lo que están investigando porque pudo haber sido una acumulación”.
Explicó
que investigan “qué otro tipo de gas pudiera haber estado ahí y que hubiera
penetrado de manera muy lenta. Va a tomar un largo tiempo poder eliminar todo
tipo de gases para saber con seguridad qué gas fue”.
Según
Dunagan, para considerar que existe una concentración de metano es necesario
encontrarlo en un nivel por arriba de 10%. Si hay mucho metano en el aire no
hay suficiente oxígeno para causar una explosión. También indicó que una
explosión ocasionada por metano no deja residuos, es una explosión “limpia”. En
este caso la explosión fue pequeña, por el bajo contenido de metano. “Por lo
que no hubo fuego es porque la concentración de metano era muy poca y por eso
se apagó rápidamente.
“Es
poco común que se vea una acumulación de gas metano en un edificio tan grande.
Fue un accidente desafortunado”, consideró el experto, quien tiene una maestría
en administración de negocios por la Universidad de Texas en Austin.
En
la conferencia de prensa también participó Mauricio Chequer, director industrial
en México de la misma firma, quien expuso que como parte del análisis
causa-raíz se investigan tres probables fuentes de la filtración del metano: El
suelo, la red hidrosanitaria o un ducto de gas natural que está fuera de
operación desde hace tiempo.
A
su vez, un experto en física con reconocimiento internacional, quien pide el
anonimato para salvaguardar su situación laboral, declara a Proceso: “No fue
por gas, porque éste se incendia inmediatamente y todo lo inflamable se quema.
Por el contrario, si fue un estallido provocado por explosivos, normalmente se
crea una gran cantidad de aire en expansión que destruye las cosas por la
presión, pero no las quema. No soy perito en explosivos pero creo que si no se
quemó nada, o lo que se quemó fue muy poco, realmente fueron explosivos y no
gases”.
Recuerda
el final del sexenio de López Portillo, cuando presuntamente explotaron las
computadoras de Pemex: “En 40 años que tengo de trabajar con computadoras no he
visto que una explote. Estaban interesados en destruir algo, pero nunca supimos
qué y por qué. Lo seguro es que el objetivo fue borrar archivos”.
–¿Carece
de credibilidad la versión de la procuraduría?
–El
metano es el gas natural de los pantanos; se da por la descomposición en la
tierra o por la desintegración de la basura. Es el más ligero de todos los
hidrocarburos de Pemex, el más débil; tiene muy poca energía por volumen y no
creo que sea capaz de causar destrozos en un edificio de concreto. Es difícil
de creer.
Se
le menciona que en su conferencia del lunes 4 Murillo Karam mostró fotografías
de tres cuerpos quemados que correspondían a los tres empleados de la empresa
Copicosa –contratista de Pemex–, quienes desde las 8:00 de la mañana estaban en
el presunto punto de inicio de la explosión dando mantenimiento a los pilotes
del edificio.
De
acuerdo con la declaración ministerial de quien estaba a cargo de los tres
trabajadores, ellos salieron a comer a las 14:00 y regresaron 30 minutos antes
de la explosión. Narra que dejó a sus compañeros trabajando en las celdas de
los pilotes y se dirigió al sótano. Para ello salió por una escotilla, caminó
16 metros y al dar vuelta a la izquierda –donde está el tablero de los
controladores eléctricos– escuchó un silbido seguido de una onda expansiva que
lo azotó contra la pared. Quedó en la oscuridad, aturdido, y arrastrándose y a
tientas llegó a las escaleras que dan a la planta baja y pudo salir.
“Metano
no fue. Para causar quemaduras el metano debe estar en combustión y en contacto
con la piel. La piel genera ampollas sólo por la exposición al calor por tiempo
prolongado, y en una explosión de metano generalmente no se presentan ampollas
o quemaduras, simplemente los avienta. Dura tan poco el contacto que no quema
ni siquiera la ropa. Lo único que debió quemarles a los señores fueron las
pestañas”, afirma.
–A
uno de ellos se le incrustó el cable de la extensión eléctrica con el que
estaba trabajando –se le señala.
–Para
que se incrusten cosas a un individuo definitivamente fue una explosión, pero
no necesariamente de gas metano. Fueron explosivos. Habrá que ver qué pretenden
las autoridades al difundir esa versión.
La
física los desmiente
Jorge
López Gallardo, profesor de física en la Universidad de Texas en El Paso,
creador de la revista Colloqui, sostiene que la versión de la PGR generó
polémica en la comunidad científica; ejemplo de ello son los artículos críticos
de algunos de sus colegas sobre el tema. Jorge Chávez, químico de la
Universidad Autónoma de Chihuahua, escribió que no es creíble la versión de la
PGR: “Jesús Murillo Karam dio la resolución de la supuesta causa del accidente
en el edificio de Pemex. Basta escucharla para darse cuenta de que es mentira”.
Explica
que las propiedades de los gases desmienten completamente la teoría de la
explosión. Una de las propiedades físicas de los gases es su capacidad de
difundirse, es decir la capacidad del gas para ocupar un espacio. En un lugar
como un edificio, que no es un espacio hermético, suponiendo que hubiera una
acumulación de gas éste se hubiera propagado hacia otros lugares por medios
físicos, como ductos de aire, fisuras o ventanas, con lo cual no existe presión
suficiente como para producir una explosión.
De
acuerdo con su explicación la presión ejercida por un gas en las paredes de un
recipiente –en este caso una oficina– es igual. Es decir que la misma presión
que soportaba la parte de abajo era la que soportaba la parte de arriba; por
tanto, el daño debería ser “uniforme” en todas direcciones, cosa que según las
imágenes no es así.
El
gas es incoloro, inodoro e insípido, es por eso que se le adiciona mercaptano,
una sustancia que tiene un olor característico que se percibe cuando hay una
fuga de gas. Si hubiera existido una fuga o una acumulación, el gas pudo haber
sido fácilmente perceptible por el olfato, lo que significaría una negligencia
del personal a cargo.
Antes
de explotar, el metano ocasiona muerte por asfixia, y según la información que
se tiene sobre las víctimas mortales ninguna pereció por asfixia: “Por sentido
común, ¿en qué edificio burocrático existen tomas de gas o contenedores de gas
que sean capaces de acumularlo en volúmenes tan grandes como para explotar,
cuando la actividad realizada se reduce a cuestiones administrativas y no
técnicas?”, se pregunta el científico.
“En
pocas palabras, la fisicoquímica no miente; no son teorías, son leyes
comprobadas y comprobables”, concluye el artículo, con el cual López Gallardo
coincide totalmente.
–¿Para
la comunidad científica es satisfactorio el dictamen de los peritos? –se le
pregunta.
–No.
Al contrario. Todo mundo se ha quejado porque es una versión simplista; sobre
todo porque ponen el hecho como un caso concluido, cuando aún no se hace el
estudio a profundidad y hay muchas dudas.
–¿No
es creíble que sea metano?
–Podría
ser, siempre y cuando hubiera una fuente de gas. ¿Acaso alguien llevó un
tanque?
Posible
sabotaje
Lúar
Moreno Álvarez, doctor en física aplicada, también se ocupó del tema. En un
escrito que tituló ¿Sabotaje o explosión?, publicado en Colloqui, cuestiona la
versión de Murillo Karam y de los peritos. En entrevista con Proceso comenta
que, basado en los conocimientos sobre el metano aportados por la minería,
puede expresar algunas consideraciones.
Por
ejemplo, indica que si hubo una explosión debida a la acumulación de metano,
ésta debió suscitarse en una concentración de alrededor de 10% –que requiere menos
energía para explotar– en el sótano del edificio, donde no debió haber
corrientes de aire superiores a los 0.5 metros por segundo.
“Esto
implica que debió presentarse un fuerte olor a mercaptano en las inmediaciones
del sótano del edificio y en el piso superior mientras se daba la acumulación,
la cual sólo pudo suscitarse en condiciones de ventilación deficiente
(reconocidas por el procurador). Ello, sumado a la falta de supervisión humana
durante un tiempo prolongado implicaría una negligencia en la disposición de
los contenedores de gas y de las tuberías de distribución en el edificio, así
como en su mantenimiento”, afirma el investigador de la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla.
Considera
que una explosión de metano acumulado mayormente por gravedad en el techo del
sótano del edificio siniestrado es consistente con la descripción de Murillo
Karam, que refiere “un efecto en la estructura del B-2 de los pisos del
edificio. Primero –la explosión– fue hacia arriba y luego vino la caída”, pero
es contradictoria con la parte de su relato en la que indica que se trató de
una explosión “difusa, lenta, horizontal y perfectamente definida,
característica de las explosiones de gas”, que no dejó rastros de fuego ni daño
en los oídos de las víctimas, como habría de esperarse de la onda de choque y
el frente de reacción –la flama– que acompaña a las explosiones de metano en
galerías con escasa ventilación, aunque posteriormente rectifica al afirmar que
algunos de los fallecidos sí presentaban quemaduras por la explosión.
Para
él la negligencia implicada en las consideraciones, así como en la evidencia de
una llama repentina de corta duración, hacen factible la suposición de un
sabotaje a las instalaciones:
“El
sabotaje aprovecha la colocación incorrecta de los dispositivos para manejar el
gas dentro del edificio. El simple desprendimiento de una sección de los tubos
de distribución habría permitido una acumulación rápida del metano en el sótano
sin que el olor del mercaptano alcanzara a difundirse por las inmediaciones
durante un tiempo suficiente para establecer un estado de alerta general que
promoviera la búsqueda de la fuga, así como la evacuación del inmueble,
suscitándose la explosión sin requerir de un explosivo adicional y sin dejar
rastros mayores de fuego, como habría ocurrido en una explosión ‘lenta’ de una
mezcla explosiva difusa en condiciones de flujo laminar como la referida
contradictoriamente por la PGR en su reporte técnico.”
Detalla
que la hipótesis presentada implica el conocimiento detallado de la disposición
de los ductos de gas en el complejo administrativo; por ello la información
proporcionada hasta el momento sugiere que las investigaciones deben
concentrarse en agotar la posibilidad de un atentado provocado por una persona
muy familiarizada con las instalaciones y el funcionamiento técnico operativo
del edificio B-2, y en determinar sin demora la evidente responsabilidad por
negligencia en el diseño seguro y el mantenimiento del mismo.
Moreno
explica que si fueran galerías altas pudiera haber una acumulación de gas en el
techo, porque éste es más ligero que el aire; pero dicen que la altura era de
1.20 metros. En esas dimensiones los trabajadores hubieran muerto por asfixia y
no por contusiones, como afirman. “Eso indica que alguien llenó de gas esa zona
a propósito”, reitera.
“Si
hablan de gas natural, de metano, por qué los trabajadores no se asfixiaron. Si
salieron a las 14:00 y no tenían síntomas de mareos ni vómitos y regresaron a
las 15:00 y si no fue nada intencional, tuvo que pasar algo en el subsuelo que
inmediatamente llenó las galerías de gas; si fue así, cualquier foco hubiera
provocado la detonación, pero se complica mucho suponer que era algo así”,
señala.
Rafael
López López no pertenece a esta comunidad científica pero es un experto en el
rescate de personas atrapadas en estructuras colapsadas y desde las primeras
horas participó en las tareas de auxilio como parte de la Unidad Internacional
Tlatelolco, Los Topos. En entrevista sostiene las dudas acerca de que fuera un
gas el que provocó la explosión (Proceso 1892).
–¿Qué
opina de la versión del gobierno acerca de que fue un accidente producido por
el gas metano?
–¡Es
increíble! Estaríamos hablando de una alta acumulación de gas que tendría que
haberse dado durante un tiempo prolongado y, por lo tanto, los aromas que
genera se hubieran detectado, lo cual no sucedió. Si el sitio donde estaba el
metano era una atmósfera contaminada, obviamente los trabajadores hubieran
sufrido un proceso de intoxicación.
–¿Pudo
ser intencional?
–Lamentablemente
no me atrevería a darlo por un hecho porque no soy experto en explosivos, pero
si en este caso el metano es el culpable, tienen cosas por aclarar.
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