- Apatzingán. Cuenta con 63 sacerdotes distribuidos en 27 parroquias, en nueve de los municipios más violentos: Apatzingán, Nueva Italia, Lombardía, Tepalcatepec, Buenavista, Aguililla, Coalcomán, Tumbiscatío y Villa Victoria.
La Iglesia en
tiempos de guerra/Rodrigo Vera
Revista Proceso # 1943, 25 de enero de 2014;
El obispo de
Apatzingán, Miguel Patiño Velázquez, se ha ganado la simpatía de los feligreses
por su forma abierta de denunciar la violencia creciente en la entidad. Suele
hacerlo a través de informes, en uno de los cuales –el del miércoles 15– pidió
a los políticos, al gobierno y al secretario de Gobernación, Miguel Ángel
Osorio Chong, “signos claros de que en realidad quieren parar a la ‘máquina que
asesina’”. Hoy Patiño prepara su visita al Vaticano, que aprovechará para presentar otro informe similar al Papa
Francisco.
APATZINGÁN,
MICH.– El obispo de Apatzingán, Miguel Patiño Velázquez, escucha el zumbido de
los helicópteros militares que sobrevuelan su catedral una y otra vez, casi
rozando la punta de la torre, luego comenta:
“Llevo 33 años
al frente de esta diócesis. Ya hasta perdí la cuenta de los operativos del
Ejército para combatir al narcotráfico en la región. Este es uno más.”
–¿No han dado
resultados las incursiones militares? –se le pregunta.
–Los resultados
a veces son nulos, a veces son escasos o a veces positivos. Tienen sus más y
sus menos, lo mismo que mi misión pastoral. Yo también me pregunto si he
cumplido al 100% con mi misión en la diócesis… Mentiría si dijera que sí.
–Todos esos
años, ¿cómo ha visto el trasiego de drogas?
–Ha ido evolucionando.
En un primer momento se daba solamente la siembra de mariguana. En un segundo
comenzó a darse propiamente el narcotráfico. Después vino el fenómeno del
consumo. Ahora vivimos un cuarto momento; el del fortalecimiento de las bandas
del crimen organizado que se apoderaron de la zona.
“Durante más de
tres décadas he dado a conocer esta situación a través de mis cartas
pastorales. En los ochenta, por ejemplo, empecé a oponerme públicamente al
cultivo de la mariguana. En los noventa me pronunciaba contra el narcotráfico.
En la primera década de este siglo volví a insistir en ese tema. Y lo sigo
haciendo, señalando incluso los excesos cometidos por las autoridades. Jamás he
silenciado los hechos.”
Patiño es un
hombre magro, de baja estatura y movimientos ágiles. Su blanca cabellera de
largas patillas contrasta con un rostro oscuro quemado por el sol, del que
sobresalen unos ojos verdosos que se achispan al describir la deplorable
situación de su diócesis:
“Los gobiernos
anteriores dejaron crecer el problema del narcotráfico que resquebrajó la
convivencia social, al grado que la muerte y la violencia están hoy por todos
lados. Ya no se puede transitar de un municipio a otro sin someterse a
revisiones, ya sea por carretera asfaltada o por caminos de brecha. Los
alimentos y los combustibles llegan a escasear. Y la gente pobre es la más
afectada.”
A principios de
mes envió al Papa Francisco un detallado informe sobre la situación que padece
la diócesis. Y en mayo próximo viajará al Vaticano para reunirse personalmente
con el pontífice, en la visita Ad limina que cada quinquenio debe hacerle cada
obispo.
–¿En su informe
le hizo un detallado recuento de la violencia en su diócesis?
–¡Sí, sí¡
¡Claro! Aunque en realidad el Papa no necesita ningún reporte mío para estar al
tanto de lo que pasa aquí. Él ya lo sabe a través de otros canales, como la
nunciatura apostólica en México u otros obispos.
–¿Abordará el
asunto en su reunión con el pontífice?
–Por supuesto,
si él me lo pregunta. No quiero abusar de su tiempo. Tiene muchas ocupaciones.
Pero responderé con gusto a todo lo que me pregunte.
Está consciente
el obispo de que Michoacán, y concretamente su diócesis, ya encendió los focos
rojos en la Santa Sede. En los círculos eclesiales se espera con atención su
encuentro con el pontífice jesuita. Y como en muchos otros conflictos donde se
debilitan gobiernos, milicias y cuerpos policiacos, el prelado sabe bien que la
institución eclesiástica está obligada a intervenir para lograr la paz.
Escenarios y
contrastes
En México, un
antecedente similar ocurrió durante el levantamiento zapatista de 1994, cuando
la diócesis chiapaneca de San Cristóbal quedó entrampada en un conflicto
armado, y su obispo Samuel Ruiz tuvo que denunciar los atropellos a los
derechos humanos cometidos contra la población… Sólo que ahora las
circunstancias son muy distintas porque intervienen cárteles de la droga en la
confrontación.
Por lo pronto,
la figura del obispo de Apatzingán ha venido cobrando cada vez mayor relevancia
debido a sus fuertes denuncias contra los narcotraficantes y los operativos
gubernamentales.
El 15 de octubre
último, por ejemplo, lanzó una explosiva carta pastoral en la cual señaló que
“Michoacán tiene todas las características de un Estado fallido” pues los “grupos
criminales” –La Familia Michoacana, Los Zetas, el Cártel de Jalisco Nueva
Generación y Los Caballeros Templarios– se apoderaron del estado y se lo
“disputan como si fuera un botín”.
Prosigue la
carta: “No hemos visto efectividad” en la estrategia de las “fuerzas federales
(Policía Federal, Ejército y Marina)”, ya que no han “capturado a ninguno de
los capos principales del crimen organizado, aun sabiendo dónde se encuentran;
prácticamente en su presencia se extorsiona, se cobran cuotas, se secuestra y
se levanta a personas”.
El obispo
también indicó en su carta lo siguiente: “Los gobiernos municipales y la
policía están sometidos o coludidos con los criminales y cada vez más crece el
rumor que el gobierno estatal también está al servicio del crimen organizado,
lo que provoca desesperanza y desilusión en la sociedad”.
Tres meses
después, a raíz del Acuerdo para el Apoyo de la Federación a la Seguridad de
Michoacán, que implementó el actual operativo policiaco-militar que ya causó la
muerte de tres civiles en la comunidad de Antúnez, el obispo emitió una nueva
carta pastoral de denuncia.
Fechada el 15 de
enero pasado, dice textualmente: “Ni los políticos ni el gobierno dan muestras
de querer solucionar el problema de Tierra Caliente. En lugar de buscar a los
criminales que dañan a la comunidad, el Ejército mexicano, por órdenes
superiores, fue a desarmar a las autodefensas de Nueva Italia y Antúnez,
agrediendo a la gente indefensa con el resultado de tres hombres muertos. La
situación se les salió de control y al verse rodeados por la población
comenzaron a disparar, primero al aire y después a las personas”.
Y concluye: “El
pueblo está exigiendo al gobierno que primero agarren y desarmen al crimen
organizado. El Ejército y el gobierno han caído en el descrédito porque en
lugar de perseguir a los criminales han agredido a las personas que se
defienden de ellos… Les pedimos a los políticos, al gobierno y al secretario de
Gobernación que den a los pueblos de nuestra región signos claros de que en
realidad quieren parar a la ‘máquina que asesina’. La gente espera una acción
más eficaz del Estado en contra de los que están provocando este caos”.
Inquieto, el
obispo deambula con los brazos cruzados. A ratos se rasca la barbilla. Se
detiene un momento y exclama: “¡Vivimos tiempos difíciles! Mis sacerdotes
diariamente arriesgan la vida. Por caminos de brecha, y en lugares apartados,
tienen que recorrer trayectos de varias horas para dar auxilio espiritual a las
viudas y a los huérfanos”.
Rondines
intimidatorios
La catedral se
ha convertido en una especie de refugio para la población atemorizada. Y las
misas del obispo están atiborradas de gente en busca de aliento. Se llenan las
largas bancas del recinto, muchos permanecen de pie para seguir atentos las palabras
del prelado, visto como líder moral por un amplio sector.
Religioso de la
congregación de la Sagrada Familia, Patiño explica su labor pastoral: “Mi
obligación es estar con las familias que sufren la muerte o la desaparición de
un ser querido, no importa a qué bando pertenezcan. De ahí que esté
implementando en todas las parroquias la pastoral del consuelo. Me estoy
enfocando en esa tarea, a pesar de todas las carencias y limitaciones que tiene
la diócesis”.
Para realizar su
trabajo cuenta con 63 sacerdotes distribuidos en 27 parroquias, en nueve de los
municipios más violentos: Apatzingán, Nueva Italia, Lombardía, Tepalcatepec,
Buenavista, Aguililla, Coalcomán, Tumbiscatío y Villa Victoria.
Javier Cortés,
vicario general de la diócesis y brazo derecho del obispo, abunda sobre la
pastoral del consuelo:
“Esta línea
pastoral”, dice, “surgió desde el inicio del cristianismo y está en la raíz
misma del Evangelio. La tradición de la Iglesia siempre se ha centrado en
atender a viudas, huérfanos, enfermos y gente desamparada, sobre todo en
situaciones de guerra o de conflicto social como el que vivimos.
“Aquí en la
diócesis estamos acompañando en su dolor a las familias sin importar quiénes
sean. En ocasiones nos requieren familiares de las autodefensas para que
oficiemos por algún asesinado, lo mismo hacen las familias de soldados, de
policías o de narcotraficantes. ¡Caray!, a cualquier madre le duele el
asesinato de un hijo.”
Entrevistado en
su pequeña parroquia en un barrio de la periferia de Apatzingán, Cortés agrega:
“El obispo acaba de enviarme a este templo. Pues bien, lo primero que estoy
haciendo es detectar los hogares afectados para darles apoyo. Los demás
párrocos hacen la misma labor, apoyados siempre por los grupos de laicos, sin
los cuales no podríamos hacer nada”.
La diócesis de
Apatzingán también se ve afectada por el conflicto, pues cinco de sus
sacerdotes han sido asesinados, otros reciben amenazas e incluso un templo fue
intervenido por la policía en plena celebración religiosa.
El vicario de
catedral, Gregorio López, detalla las circunstancias de la muerte de sus
compañeros. Cuenta: “El 13 de junio de 2011 asesinaron al padre Víctor Manuel
Diosdado, párroco de San José de Chila, quien preparaba la festividad religiosa
de ese año en su comunidad, a celebrarse en el mes de mayo. Pero se dio cuenta
que el festejo taurino lo estaba organizando un miembro de Los Caballeros
Templarios. Otro integrante de esa organización criminal preparaba las peleas
de gallos, otro más la venta de cervezas… y así, toda la fiesta querían
manejarla los Templarios.
“El padre tuvo
que frenarlos posponiendo el festejo para el 1 de junio. En represalia los
criminales lo interceptaron mientras conducía su camioneta. Lo mataron a golpes
y arrojaron su cuerpo a una barranca. Fue un crimen brutal.
“El padre Miguel
Ochoa, de la parroquia de Pizándaro, puso una denuncia porque los
narcotraficantes empezaron a sembrar mariguana en una parcela parroquial. El
gobierno quitó el sembradío. Los criminales lo asesinaron.
“A Abelardo
Espinoza, párroco de El Aguaje, lo mataron a sangre fría en su templo. A
Macrino, misionero redentorista, un narcotraficante lo rafagueó con una R-15
durante el festejo de una quinceañera que se celebraba en una comunidad del
municipio de Jilotlán, Jalisco. Mientras que a Miguel Barzán, un religioso
trinitario, lo embistió una camioneta manejada por una narcotraficante. Algunos
dicen que fue un accidente; otros, que fue intencional. La verdad nunca se
supo.”
–¿Los sacerdotes
han recibido amenazas de muerte o intentos de extorsión?
–Sí. Al padre
Rafael Galindo, por ejemplo, los narcotraficantes le hablaban por teléfono
exigiéndole el pago de 10 mil pesos semanales. Nunca les dio nada y por fortuna
no tomaron represalias en su contra. Otros han recibido amenazas telefónicas de
muerte que no han pasado de ahí.
El 1 de agosto
de 2009, en la parroquia del Perpetuo Socorro de Apatzingán se celebraba una
misa para una quinceañera. Sin orden de cateo de pronto irrumpieron en el
recinto 200 policías federales. Iban encapuchados y portaban armas de alto
poder. Les habían dado el pitazo de que ahí se encontraría el narcotraficante
Servando Gómez, La Tuta, y llegaron a aprehenderlo.
A La Tuta no lo
encontraron pero sí fue detenido Miguel Ángel Beraza Villa, La Troca, supuesto
operador de La Familia Michoacana (Proceso 1710). El obispo Patiño Velázquez y
la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) emitieron entonces una “enérgica
protesta” ante ese brutal atropello policiaco perpetrado en un recinto religioso.
Hoy, Patiño dice
requerir de “fuerzas” para seguir afrontando tanta violencia. Levanta la vista
hacia el ronroneo de un helicóptero que cruza sobre su cabeza y se va alejando
poco a poco, hasta apagarse su sonido.
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