El
encuentro en La Habana/OLGA
PELLICER
Revista Proceso # 1945, 8 de enero de 2014;
La
reciente reunión de la Comisión de Estados Latinoamericanos y del Caribe
(Celac) en La Habana y la posterior visita de Estado de Enrique Peña Nieto han
sido motivo de múltiples comentarios adversos en los medios de comunicación en
México. Se critica la indiferencia de los jefes de Estado que asistieron al
encuentro hacia la situación de la democracia y los derechos humanos en la isla.
En efecto, sólo el presidente de Chile, Salvador Piñera, quien muy pronto
entrega la presidencia, se reunió con la disidencia representada por las Damas
de Blanco. Su gesto fue el que consideraban deseable todos aquellos que en los
medios de comunicación han calificado de imperdonable que los demás lo hayan
omitido. En su opinión, no tomar posición frente a la disidencia significó, de
hecho, un apoyo a la dictadura cubana.
Sorprende
en los comentarios anteriores que la reunión de la Celac y la visita de Peña
Nieto sean juzgadas haciendo abstracción de la serie de acontecimientos tanto a
nivel regional como internacional que apuntan hacia la normalización de
relaciones con Cuba. Por diversos motivos, entre los que se encuentran los
escasos resultados obtenidos por la política de aislamiento, la poca
consolidación de los grupos de oposición, los cambios recientes en la política
económica y la nueva mirada de los cubanos en el exterior sobre lo que conviene
hacer en la isla, la decisión de fortalecer las relaciones con Cuba se ha
generalizado. Actualmente va mucho más allá de los llamados tradicionales
provenientes de la izquierda radical latinoamericana.
El
caso más paradigmático es la Unión Europea (UE), el actor que más
consistentemente se ha esforzado por propiciar el cambio político en Cuba.
Desde hace más de un año se ha discutido en Bruselas la necesidad de modificar
la “Posición Común”, un acuerdo promovido por la España de Aznar en 1996 que
condiciona cualquier vínculo comercial o político con Cuba a los avances en
materia de derechos humanos. La modificación ya se inició. El miércoles 5 de
febrero, los embajadores permanentes en Bruselas de los 28 países integrantes
de la UE aprobaron por unanimidad el mandato para abrir la negociación de un
acuerdo bilateral con Cuba; dicha decisión se formalizará el lunes 10 en la
reunión del Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores.
En
principio, la Posición Común sigue vigente; sin embargo, se espera que las
negociaciones en La Habana, conducidas por la encargada de asuntos exteriores
de la UE, Catherine Ashton, resulten en un acuerdo nuevo que podría mantener
algunos elementos de la Posición Común pero impulsaría, definitivamente, una
etapa nueva de relaciones fortalecidas con la isla.
En
el ámbito latinoamericano, la normalización de relaciones con Cuba, tanto en
los foros multilaterales como a nivel bilateral, ha sido la nota dominante
desde hace varios años. Para lo primero, baste recordar la decisión a favor de
su reintegración a la OEA; la invitación, encabezada por México, para
incorporarla al Grupo de Río, y las fuertes batallas que se dieron en la Cumbre
de las Américas en Cartagena en torno al tema de la participación cubana;
actualmente, es difícil imaginar una próxima cumbre sin la presencia de la isla.
En
el ámbito bilateral, además de las conocidas relaciones con los países de la
Alianza Bolivariana (ALBA), las establecidas con Brasil se encuentran en uno de
sus puntos más altos. El mensaje más elocuente en ese sentido fue la llegada
anticipada de Dilma Roussef para inaugurar el Puerto de Mariel, una de las
apuestas más importantes para el cambio económico en Cuba, con amplia
participación financiera de los brasileños. Los cambios cualitativos que se
introducen en el trato a la inversión extranjera en la zona aledaña al puerto
son muy significativos. Así lo consideró el largo reportaje sobre el tema que
apareció en el New York Times (02/02/2014).
Finalmente,
en el ámbito de los organismos multilaterales, la presencia de José Miguel
Insulza, de la OEA; Alicia Bárcenas, de la Cepal, y Banki-Moon, de la ONU, en
la inauguración de la Celac transmitió claramente la preferencia de estos
líderes por la política de inclusión. Propiciar que Cuba normalice sus
relaciones económicas y políticas internacionales no es, pues, una ocurrencia
momentánea en la que participaron, casi irresponsablemente, todos los que
acudieron a la reunión de la Celac. Por lo contrario, hay una corriente
bastante generalizada de pensamiento que considera ese hecho positivo para el
futuro de dicho país.
¿Qué
tan válidos son los argumentos utilizados para promover esa corriente?
Responder a tal pregunta lleva a reflexionar sobre tres factores que influyen
en el futuro de Cuba. El primero, la naturaleza de los grupos de oposición y su
potencial para incidir sobre el cambio político; el segundo, el punto de vista
de los cubanos en el exterior que vienen pronunciándose a favor de un cambio
hacia la normalización; el tercero, la solidez o no de las transformaciones
económicas, en particular el cambio hacia los inversionistas extranjeros que se
prevé en torno a las actividades del Puerto de Mariel.
Tales
reflexiones permiten concluir que, aunque persisten dudas, es altamente
probable que las oportunidades económicas sean reales, y ello puede influir
positivamente en el cambio político. Sin restar todo su valor a la disidencia,
cuyas acciones son muy encomiables y necesarias, se puede prever que dicho
cambio no sería dominado por ellos. Será resultado de alguna forma de
entendimiento con quienes hoy se encuentran en el poder
Sea
como fuere, los intereses económicos y las posiciones de la izquierda radical
esta vez coinciden en el propósito de evitar el aislamiento de la isla. En ese
contexto se ubica la visita de Peña Nieto y adquiere su verdadera dimensión.
Aislarse del proceso de transformación que tiene lugar en Cuba sería un grave
error, no sólo por eventuales ganancias económicas, sino por la importancia de
ese país para los intereses estratégicos de México.
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