La
razón fronteriza/ Arash Arjomandim, es discípulo de Eugenio Trías y profesor de Ética en la EUSS (UAB).
El
País |2 de febrero de 2016…
Quiero
en estas líneas arrojar algo de luz sobre el fenómeno que nos tiene
consternados a todos desde hace un tiempo: ¿cómo podemos neutralizar las raíces
del yihadismo que surge en el corazón de Europa? Voy a intentar responder a
esta cuestión desde los parámetros de esa visión filosófica que inauguró
Eugenio Trías: una cosmovisión que se ha dado en llamar la mentalidad fronteriza.
Trías
diagnosticó, años antes que Huntington, que el choque de civilizaciones
aparecería en forma de neurosis. Tomando el modelo de Freud, anticipó que si en
Occidente no éramos capaces de encauzar adecuadamente una pulsión vital de los
orientales, esa fuerza reprimida surgiría por vía espuria, es decir, por medio
de manifestaciones neuróticas. ¿Cuál es esa pulsión? La de sostener creencias
ultramundanas en una sociedad hiperfisicalista como la nuestra.
Ninguna
opinión honesta, desinteresada, puede negar la eficacia de la prosperidad
económica y tecnológica en la consecución de la felicidad. Cualquier persona
con salud de juicio, que sepa abstraerse de presupuestos ideológicos, viva en
Oriente u Occidente, reconoce con claridad que la mejora de las condiciones
materiales de la vida es necesaria (acaso imprescindible) para sentir gozo
interior y satisfacción con la vida.
El
problema no yace, pues, en que el progreso material amenace el bienestar
subjetivo de creyentes tradicionales. Tampoco reside en que, como decían
Marcuse y Habermas, la ciencia y la técnica sean, en Occidente, una ideología.
Sino, más bien, en lo que indicó Eugenio Trías. Éste ve necesario que pensemos
las cosas y orientemos nuestras vidas según un tipo de racionalidad ponderada o
fronteriza. Es decir, con arreglo a un modo de ver y decidir que esté basado en
la argumentación lógica y verdades científicas pero que se halle orientado a un
horizonte místico en lugar de limitarse a los aspectos empíricos de la
existencia.
Podríamos
acaso denominar esa facultad como la inteligencia visionaria. Se trataría, así,
de introducir ideas trascendentes en nuestros proyectos racionales de vida; de
abrirnos las compuertas místicas que puedan producir efectos de sentido en
nuestra cotidianidad. Pues para Trías nos hallamos “en tiempos de ocultación:
cuando el brillo de esa aurora deja de resplandecer. Son los tiempos que
corresponden a la Edad de Hierro en la cual la lanza no es ya símbolo de
rescate y salvación, sino instrumento dia-bálico de ruina y perdición”.
Así
las cosas, se podrían adoptar, al menos, 4 posibles estrategias para
neutralizar las raíces del yihadismo que brotan en Europa:
1.
Persuadir a nuestros amigos y conocidos con raíces, procedencias o afinidades
islámicas sobre la necesidad de actualizar sus creencias religiosas en
concordancia con las verdades sociales, científicas y filosóficas que hoy hemos
descubierto. Las formas más modernas y laicas del islam han demostrado que esa
actualización no puede tener lugar como consecuencia de una reforma espiritual.
El islam pide a gritos, sin darse cuenta, una transvaloración de sus valores
(Nietzsche). El término “actualización” no significa únicamente poner al día.
Significa, en primera acepción, realizar las potencialidades propias. Es
Aristóteles quien desarrolló extensamente esta noción. Distinguió entre dos
modalidades bien diferentes de ser: ser en potencia y ser en acto. La potencia
(dynamis) es la fuerza que impulsa a algo hacia un estado de cosas. Éste es
concebido, por ello, como finalidad o realización. Cuando este objetivo se hace
presente se le denomina acto (enérgeia). La actualización es, según la teoría
aristotélica, el estado de plenitud de algo, siempre que entendamos ese
perfeccionamiento como el cumplimiento de una propensión definitoria. Algo se
perfecciona cuando culmina su tendencia natural o logra la finalidad para la
que surgió. Actualizar algo es convertir en hecho real la fuerza que hay en él;
ésta es siempre una causa latente; el acto, su resultado o fruto real. El islam
necesitaría de un cambio en este sentido; un cambio tal como lo definió
Aristóteles: la transformación de su finalidad propia en hecho; la coronación
de su meta característica; la realización de su cometido distintivo. Y ¿cuál es
esa causa final en el caso del islam? La integración social; la unificación de
la ciudad, de la nación, del pueblo.
2.
Debemos recordar a nuestros amigos musulmanes que, sin embargo, esa cohesión
social (meta y sentido más propio del islam) se debe entender en el momento
actual (segunda acepción de “actualizar”, en el sentido de poner al día) en
clave planetaria, como consecuencia de la unión física de los humanos de todo
el mundo provocada por Internet y del descubrimiento (tras cartografiar nuestro
genoma) de que hay una única raza humana. Además, requiere explicar a las
mujeres islámicas de nuestra sociedad que esa actualización exige su
equiparación en oportunidades y funciones a los varones, pues tal como ha
expuesto el prestigioso economista del Banco Mundial Augusto López-Claros, la
participación de las mujeres musulmanas en la toma de decisiones sociales
rebajaría exponencialmente el integrismo islamista.
Sólo
cuando el islam sea capaz de cumplir su finalidad para la que surgió como
religión y mensaje espiritual –que es contribuir a la integración social–,
podrá decirse que se ha actualizado en ambas acepciones.
3.
Pero debemos también predicar con el ejemplo. Debemos romper en cada dicho, en
cada acto y en cada gesto de nuestro día a día las fronteras mentales y
ficticias de nación, religión o cultura. Como ha estudiado muy bien Jeremy
Rifkin, la nueva identidad que nos va a servir de fortaleza de protección y
prosperidad no es la comunidad de nuestros hermanos en la religión, nuestros
compatriotas de nación o nuestra sociedad lingüística, sino nuestra especie (el
género humano).
4.
Otra modalidad de ejemplificación que debemos emprender los occidentales no
islámicos es la de forjar modos de vida, privados y asociativos, en los que se
constate que una sociedad libre y tecnificada como la occidental puede ser la
mejor matriz para desarrollar esa inteligencia mística o visionaria. Hace
falta, para ello, que los defensores de la libertad cultivemos día a día esa
capacidad de inteligencia imaginal (como diría Trías) y aprendamos a temperar
el pragmatismo utilitarista con creencias razonables en lo arcano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario