13 may 2017

El Tercer Secreto de Fátima: datos ciertos, dudas y algunos detalles

El Tercer Secreto de Fátima: datos ciertos, dudas y algunos detalles
Vatican Insider, Pubblicato il 11/05/2017
ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO

La historia de las apariciones marianas de Fátima está estrechamente relacionada con ese «secreto» dividido en tres partes y revelado por la Virgen a los tres pastorcillos en 1917. Un texto profético cuya revelación se esperaba en 1960, pero que fue divulgado solamente cuarenta años después, durante el Jubileo de 2000, por san Juan Pablo II, el Pontífice que creyó reconocerse en el «obispo vestido de blanco» martirizado junto con los cristianos. Es una historia de documentos y fechas precisas, pero también aplicada de muchas elucubraciones, textos apócrifos, presuntas profecías apocalípticas. La más reciente y documentada reconstrucción se puede leer en el libro de Saverio Gaeta, «Fátima, toda la verdad. La historia, los secretos, la consagración» (Ediciones San Pablo), un volumen que tiene el valor de haber incluido las últimas novedades que han surgido gracias a la publicación de los escritos, nunca antes revelados, de sor Lucía dos Santos. 

La visión profética fue encomendada a los tres pastorcillos el 13 de julio de 1917. Pasaron muchos años antes de que las tres diferentes partes del secreto quedaran fijas en el papel. Las primeras dos fueron escritas por Lucía en la llamada Tercera memoria, escrita entre el 26 de julio y el 31 de agosto de 1941, y sucesivamente en la Cuarta memoria, compilada entre el 7 de octubre y el 8 de diciembre del mismo año. Estos dos textos fueron entregados inmediatamente al obispo de Leiria (bajo cuya jurisdicción se encuentra Fátima), monseñor José Alves Correia da Silva. Como pudimos comprobar, las primeras dos partes se refieren a la visión del infierno y a la llegada de una nueva gran guerra mundial. Fueron escritas cuando esta ya había comenzado y divulgadas por primera vez por el padre Luis Gonzaga da Fonseca, en la cuarta edición de su libro «Las maravillas de Fátima», publicada en abril de 1942. Este primer texto publicado contiene retoques con respecto al original de Lucía, por ejemplo la palabra «Rusia» es sustituida con la palabra «mundo», por motivos relacionados con la situación política y con la guerra en curso. 
Teniendo en cuenta la frágil salud de sor Lucía (quien, por el contrario, viviría una vida muy larga), el obispo teme que pudiera morir sin haber comunicado la tercera parte del Secreto. Y así, Correia da Silva, primero personalmente y después por escrito, al final del verano de 1943 le ordena que fije por escrito también la última parte de la profecía. La vidente lo intenta en cucho ocasiones, pero no logra hacerlo. El cambio llega durante los primeros días de enero de 1944. Lucía advierte la presencia de María. Y cuenta qué sucedió en una carta al obispo, entregada junto con el Secreto. Esta carta y las palabras que estamos por citar quedaron ocultas hasta hace poco tiempo. «La indicación de la Virgen fue precisa: “No temas, puesto que Dios quiso probar tu obediencia, tu fe y tu humildad; tranquila, escribe lo que te ordenan, pero no lo que puedes entender de su significado. Después de haberlo escrito, ponlo en un sobre, ciérralo y sigílalo por fuera y escribe «que puede ser abierta en 1960 por el cardenal patriarca de Lisboa o por el obispo de Leiria»”». 
 Es interesante notar las palabras de la Virgen que Lucía refiere: «No lo que puedes entender de su significado». La voz de María pide, pues, que la vidente no escriba nada sobre el significado de la visión, sobre la interpretación de esa escena cruel del Papa asesinado. Pero de estas afirmaciones, redactadas por Lucía en 1944, no se comprende bien si se refiere a una interpretación ofrecida con palabras precisas de la aparición misma en 1917 (como había sucedido con la primera parte del Secreto) , o si con ese «que puedes entender» se refiere a una interpretación de la vidente, aunque fuera inspirada. 
  El sobre fue cerrado con un poco de lacre y entregado al obispo de Leiria, quien comunicó la noticia al patriarca de Lisboa, Manuel Gonçalves Cerejeira, y a la Santa Sede, que giró instrucciones de guardar la plica. El obispo, a pesar de haber podido hacerlo, nunca abrió el sobre para conocer su contenido. El 7 de septiembre de 1946, interviniendo en el Congreso Mariano de Campinas, en Brasil, el cardenal Cerejeira comunicó públicamente que el sobre con el Secreto «será abierto en 1960». 
 Un año y medio después de haber recibido el texto de la profecía, dentro del sobre enviado por la vidente, monseñor Correira da Silva la pudo dentro de otro sobre que cerró nuevamente con lacre, y escribió sobre él: «Este sobre con su contenido será entregado a su eminencia el señor cardenal don Manuel, patriarca de Lisboa, después de mi muerte. Leiria, 8 de diciembre de 1945. José, obispo de Leiria». La plica también fue fotografiada y la imagen fue publicada en la revista estadounidense «Life» del 3 de enero de 1949. 
 En 1956, cuando el obispo ya era muy anciano (estaba enfermo y ciego), y se acercaba la fecha para la revelación, del Vaticano llegó la orden de enviar a Roma la fotocopia de todos los manuscritos de sor Lucía, además del sobre original con el texto del Tercer Secreto. A mediados de marzo de 1957, el obispo auxiliar de Leiria, João Pereira Venâncio, entregó el documento al nuncio apostólico en Portugal, el arzobispo Fernando Cento. La plica llegó al Vaticano el 16 de abril de 1957. 
 Según diferentes testimonios, como el del cardenal Alfredo Ottaviani, Pío XII decidió abrirlo y lo puso dentro de una cajita de madera con la inscripción: «Secretum Santi Officii» (Secreto del Santo Oficio). Esta cajita fue fotografiada por Robert Serrou el 4 de mayo de 1957 y fue publicada por primera vez en la revista francesa «Paris Match» el 18 de octubre de 1958, después de la muerte de Papa Pacelli. Fue sor Pascalina Lehnert, gobernanta y secretaria de Pío XII, la que confió al fotógrafo: «Ahí dentro está el tercer Secreto de Fátima». 
 Hay que recordar que desde su llegada a Roma existen datos sobre dónde fue conservada la plica y cuándo fue consultada por los Papas, gracias a la publicación vaticana de junio de 2000, en la que, además del texto del Secreto y su interpretación teológica, firmada por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, se describe la historia de su custodia en el Vaticano con un texto del arzobispo Tarcisio Bertone, que entonces era el Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe (número dos de Ratzinger). Desde entonces, los datos a menudo divergen de los testimonios igualmente confiables de algunos autorizados testigos, y hay indicios que dan a entender que existen dos copias del mismo texto (o, según otros, varias de ellas) en dos diferentes lugares: el archivo del ex Santo Oficio y el aposento papal. Para la época de Papa Pío XII no se podía hacer esta distinción, puesto que, hasta la reforma de la Curia impulsada por Pablo VI, el Papa también era el Prefecto del Santo Oficio y no era extraño que conservara en su aposento documentos particularmente delicados del dicasterio.  
 El primer Pontífice que abrió el sobre y leyó su contenido fue Juan XXIII, durante el verano de 1959, mientras estaba en Castel Gandolfo. Precisamente, el 17 de agosto, de acuerdo con «el eminentísimo cardenal Alfredo Ottaviani», el comisario del Santo Oficio, el padre Pierre Paul Philippe, entregó al Papa Roncalli el sobre todavía cerrado. Según lo que escribió Bertone, con base en la documentación del archivo, Juan XXIII decidió enviar nuevamente el sobre al Santo Oficio. Pero el arzobispo Loris Capilla, secretario particular de Roncalli, recuerda que el Papa «llevó la plica al Vaticano. Nadie volvió a hablar de ello, ni el Santo Oficio preguntó dónde había quedado el memorial. Estaba en un cajón del escritorio de la habitación». La plica, pues, se habría quedado en un compartimiento poco a la vista pero accesible del escritorio, llamado «Barbarigo», un mueble que perteneció a san Gregorio Barbarigo y que el Papa Juan recibió como regalo del conde Dalla Torre. 
 Después de que lo ayudaran a traducir el texto, Juan XXIII dictó a monseñor Capilla algunas frases para que las escribiera en un sobre que hasta ahora nunca se ha mostrado en público. «El Santo Padre recibió de las manos de monseñor Philippe este escrito. Se reservó leerlo el viernes con su confesor. Habiendo locuciones difíciles, llama a monseñor Tavares para que traduzca. Se lo enseña a sus colaboradores más íntimos. Y al final dice que se cierre nuevamente el sobre, con esta frase: “No doy ningún juicio”. Silencio frente a una cosa que puede ser manifestación de lo divino, y puede no serlo». 
 El 21 de junio de 1963 es elegido sucesor de Roncalli el arzobispo de Milán Giovanni Battista Montini, que toma el nombre de Pablo VI. Menos de una semana después, el 27 de junio, el nuevo Papa desea leer el Secreto, después de haber hablado con el cardenal Fernando Cento, que fue nuncio en Portugal, y con el obispo de Leiria João Pereira Venâncio, a quien había recibido en audiencia ese mismo día por la mañana. Pero no encuentran el sobre. Y así, el Sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Angelo Dell’Acqua, pide información a monseñor Capovilla, que después de la muerte de Juan XXIII permaneció (y permanecería hasta 1967) en la antecámara pontificia. Capovilla contó y puso por escrito que fue contactado ese día por el Sustituto, a quien sugirió buscar la plica en «el cajón de la derecha del escritorio llamado Barbarigo», en la habitación el Papa. Una hora después, monseñor Dell’Acqua lo llama por teléfono para confirmar que todo estaba en orden. Habían encontrado el sobre. 
 El arzobispo Tarcisio Bertone, en el texto que reconstruye la historia del Secreto con base en los registros del archivo del Santo Oficio, escribió, en cambio, que «Pablo VI leyó el contenido el 27 de marzo de 1965, y volvió a enviar el sobre al Archivo del Santo Oficio». Bertone, en otras declaraciones posteriores, «las reconstrucciones cinematográficas del sobre oculto en la cómoda del Papa» eran «pura fantasía». Quien escribe pudo escuchar, hace ya diez años, directamente en voz de Capovilla, quien, para recordar utilizaba las notas que escribió en su momento en su agenda, el episodio de la plica que no se encontraba y de la indicación de que la buscaran en el escritorio «Barbarigo». No se comprende por qué el más cercano colaborador del Papa Roncalli, custodio de su memoria y de sus escritos, se habría inventado una historia semejante. Pero al mismo tiempo, hay que creer en la reconstrucción de Bertone, basada en documentos de archivo. He aquí un indicio sobre la posible existencia de dos textos diferentes o, simplemente, dos copias del mismo texto guardadas en dos lugares diferentes: en el aposento papal y en el Santo Oficio. 
 Sin embargo, el texto del Secreto no permanece en conocimiento de pocas personas. En vista de su viaje a Fátima, el 13 de mayo de 1967, para el 50 aniversario de las apariciones, Pablo VI convocó (el primero de marzo) una plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la que se lee el Secreto y se discute si sería oportuno o no publicarlo. Los pareceres negativos prevalecen y se decide proseguir con la línea que había mantenido Juan XXIII, quien no consideró oportuno publicar el texto en 1960. 
 En 1978, después del meteoro Juan Pablo I, llega Karol Wojtyla. Según el testimonio que ofreció el 13 de mayo de 2000 en Fátima el vocero vaticano, Joaquín Navarro-Vals, nunca desmentido, Juan Pablo II habría leído el texto en 1978, pocos días después de su elección. Según otros testimonios, citados por la vaticanista portuguesa Aura Miguel, sabemos que inmediatamente después del atentado del 13 de mayo de 1981, mientras todavía estaba hospitalizado en el Policlínico Gemelli, el Papa Wojtyla decidió ver todos los documentos de Fátima: «uno de los primeros cardenales que visitó a Juan Pablo II fue el argentino Eduardo Pironio, quien afirmó haber visto al Papa en la enfermería del décimo piso del Policlínico Gemelli, sumergido en los documentos sobre las apariciones de la Cova da Iria. El ex-secretario del Pontificio Consejo para los Laicos cuenta que el Papa, impresionado por la increíble coincidencia de las dos fechas, estudió los documentos». 
 Según la reconstrucción que escribió monseñor Bertone, esta circunstancia se habría verificado más de dos meses después: «Su eminencia Franjo Seper, Prefecto de la Congregación (para la Doctrina de la Fe, ndr.), entregó a su excelencia Eduardo Martínez Somalo, Sustituto de la Secretaría de Estado, el 18 de julio de 1981, dos sobres: uno blanco, con el texto original de sor Lucía en lengua portuguesa; otro sobre de color anaranjado, con la traducción del “secreto” en italiano. El 11 de agosto siguen, monseñor Martínez devolvió los dos sobres al Archivo del Santo Oficio». También en este caso las discrepancias en las versiones podrían tener una explicación simple. No hay que olvidar que a apenas 17 días de haber sido dado de alta, Juan Pablo II volvió al hospital el 20 de junio de 1981, porque había contraído una infección en la sangre. Se quedaría nuevamente hospitalizado hasta el 14 de agosto (durante 55 días). Según los documentos del Santo Oficio, durante esta hospitalización recibió los documentos de Fátima. No se puede excluir que ambas versiones, en realidad, pudieran coincidir y que el recuerdo del Pontífice consultando los textos en su cama del hospital se refiera a la segunda y no a la primera hospitalización. 
 Y se llega de esta manera al 13 de mayo de 2000, cuando, al final de la misa para la beatificación de Francisco y Jacinta Marto, que celebró Juan Pablo II ante la presencia de sor Lucía en la explanada del Santuario de Fátima, el cardenal Secretario de Estado, Angelo Sodano, tomó la palabra para referir un resumen del Secreto. Sodano presentó la profecía como si se tratara de algo del pasado, se refirió a las persecuciones que sufrieron los cristianos en el siglo XX y afirmó que en la visión el Papa «cae como muerto». También anunció que para «consentir a los fieles una mejor recepción del mensaje de la Virgen de Fátima, el Papa encomendó a la Congregación para la Doctrina de la Fe la tarea de hacer pública la tercera parte del Secreto, después de haber preparado un comentario oportuno». 
 La presentación del texto fue el 26 de junio de 2000, con una rueda de prensa del prefecto Joseph Ratzinger y del secretario Tarcisio Bertone. Hasta aquel momento, habiendo escuchado solamente las palabras de Sodano, todos creyeron que en la visión se hablaba de un Papa que cae «como muerto», es decir que queda gravemente herido, imagen que se puede comparar con la del atentado del que fue víctima en la Plaza San Pedro Wojtyla en 1981. En realidad, la visión no presenta a un Papa herido, sino a un Papa asesinado. En su comentario, Ratzinger explicó que este tipo de profecías no deben ser consideradas una película capaz de describir con detalle el futuro, y también indicó que la oración y los sufrimientos de los que hacen penitencia pueden cambiar el curso de la historia. 
 Precisamente al principio del comentario teológico, Ratzinger, después de haber afirmado que el texto «es publicado aquí por completo», dice que el lector «quedará presumiblemente defraudado o maravillado después de todas las especulaciones que se han hecho. No se revela ningún gran misterio; el velo del futuro no es rasgado». Respondiendo a las preguntas de los periodistas, el entonces cardenal precisó que «no es intención de la Iglesia imponer una interpretación: no existe una definición, o interpretación oficial, de la Iglesia de tal visión». Entonces, Juan Pablo II se reconoció en la visión, pero también otras interpretaciones son posibles. El mismo Ratzinger, ya como Papa, pareció corregir la interpretación de la visión que se relaciona por completo con el pasado, y en 2010, en ocasión de su peregrinaje a Fátima (en medio de la tormenta por el escándalo de la pederastia), afirmó que la carga profética del mensaje no se ha agotado: «Durante los años, como ya he dicho, se han difundido varios textos apócrifos que contienen la presunta interpretación faltante de la visión del Tercer Secreto. Se habla de catástrofes naturales, inundaciones y guerras, así como de la apostasía, de una crisis de la fe presente dentro de la Iglesia misma. Las discrepancias que hemos expuesto aquí son, de alguna manera, corroboradas por dos indicios contenidos en las memorias de sor Lucía: que la aparición, después de haber revelado el Tercer Secreto, diga que Lucía y Jacinto pueden compartirlo con Francisco: en este caso, puesto que Francisco veía pero no podía escuchar, tendría que tratara ese palabras, es decir de una interpretación, no de una visión. Además, no se explica una frase inconclusa de la aparición, que antecede el Secreto, sobre Portugal, que mantendrá el dogma de la fe. Estas discrepancias han llevado a algunos periodistas y estudiosos a afirmar que, en realidad, no se habría divulgado todo y que había un «anejo» con la interpretación de la visión. 
 El «anejo» en cuestión, según estos autores, se habría ocultado o incluso habría sido destruido. Pero el Papa Ratzinger ha afirmado en varias ocasiones que se publicó todo. Lo mismo ha indicado en otras tantas el cardenal Tarcisio Bertone, identificado por algunos «fatimitas» como presunto autor de la publicación parcial y, por ende, suavizada. En realidad hay que reconocer una cosa: en el hipotético caso de que no se hubiera divulgado todo, no habría sido posible sin que se enteraran Juan Pablo II (que leyó por completo la documentación) y Joseph Ratzinger, su prefecto para la Doctrina de la Fe, quien también conocía los textos. Por lo tanto, parecería muy simplista echarle la culpa a Bertone, que en esa época era el número dos del dicasterio que guiaba Ratzinger. 
 Para concluir, tampoco se puede excluir que el presunto «anejo», en el caso de que exista o de que haya existido verdaderamente (no quedó huella de cuándo habría sido escrito, de cuándo habría sido entregado al obispo ni de cuándo habría sido enviado al Vaticano), no sea en realidad una revelación directa de la aparición de 1917, sino más bien una interpretación sucesiva, recibida por Lucía en una de sus locuciones interiores. No es casual que el secretario de Juan Pablo II hubiera confiado al vaticanista Marco Tosatti: «No siempre se comprende bien qué dice la Virgen y qué dice sor Lucía». 
Aunque la visión no contenga profecías sobre catástrofes naturales o sobre la pérdida de la fe, las imágenes son bastante fuertes y apocalípticas: se habla del martirio de una innumerable cantidad de cristianos (tema tristemente actual) y del asesinato de un Pap

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