15 feb 2008

Medio oriente

El dirigente del brazo armado de la Yihad Islámica, Ayman Abu Fayed, falleció este viernes 15 de febrero en una explosión ocurrida en el campo de refugiados de Al Bureij, en la franja de Gaza, en la que también perdieron la vida al menos otros seis palestinos y cuarenta resultaron heridos.
Testigos y fuentes sanitarias atribuyeron la explosión a un ataque con cohetes desde el aire, pero el Ejército israelí ha desmentido de forma categórica cualquier relación con los hechos. La explosión se produjo en un edificio de viviendas del campo de Al Bureij donde residía Abu Fayed. La deflagración provocó el derrumbe del edificio de tres plantas y daños en varios inmuebles y tiendas colindantes. Moawía Hasanín, portavoz del servicio de urgencias del Ministerio de Sanidad de Gaza, informó de que se han recogido en el lugar de los hechos siete cadáveres y unos cuarenta heridos de distinta consideración, que han sido trasladados a hospitales de la zona. Nueve de los heridos sufren heridas de extrema gravedad por lo que se considera que la cifra de muertos ascienda en las próximas horas.
"No ha habido esta noche ningún ataque aéreo en Gaza", aseguró a la agencia EFE una portavoz militar israelí para desmentir que Israel esté implicado en la explosión. A diferencia de la Yihad Islámica, la policía de Hamás en Gaza, la Fuerza Ejecutiva, no se apresuró esta noche a acusar a Israel del supuesto ataque y sus portavoces advertían de que "no está claro" el origen de la explosión.
La semana pasada el ministro de Defensa de Israel, Ehud Barak, ordenó a sus fuerzas elevar el "nivel jerárquico" de los blancos de la política de asesinatos selectivos de milicianos y dirigentes palestinos en respuesta a los cientos de cohetes Kasam disparados desde la franja todos los meses.
EDITORIAL, periódico El País, 16/02/2008;
Hezbolá: guerra total
El asesinato de un líder terrorista en Damasco contribuye, sin duda, a incendiar más la región
La última guerra de Líbano, que duró 34 días en el verano de 2006, no había terminado realmente. Sólo el martes, con la mue
rte en atentado del líder militar de Hezbolá, el archi
terrorista Imad Mugniyah, puede pensar Israel que el conflicto ha tocado a su fin. Y fuese o no israelí el brazo que golpeó en Damasco, servía de seguro a intereses de Jerusalén, pero también de Washington, porque el chií había sido responsable de los atentados que tras la invasión israelí de Líbano en 1982, costaron la vida a cientos de soldados norteamericanos y franceses.
El atentado no sólo hiere gravemente a Hezbolá, sino que humilla a Siria, porque la muerte se produjo a un tiro de piedra de la sede de los servicios de inteligencia de Damasco. Filtraciones israelíes parecen apuntar a que alguien próximo a los dirigentes del grupo libanés tenía que haber facilitado la información para que los asesinos pudieran seguir a Mugniyah desde su aparición el lunes en un conocido restaurante de la capital para festejar el aniversario de la revolución iraní. Muy poca gente sabía qué aspecto tenía y todo parece indicar que fue en dicho restaurante donde se le identificó.
La organización chií, que se atribuye la victoria militar sobre Israel, a raíz de la cual se produjo en 2000 la retirada sionista de la franja sur de Líbano, ha respondido con una declaración de guerra universal contra Jerusalén, que hay que tomar muy en serio. El razonamiento del líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, tiene su lógica geopolítica. Su grupo limita sus acciones al territorio de Israel-Palestina y entiende que el Estado israelí debía hacer otro tanto. Y por ello Hezbolá considerará a partir de ahora legítimos todos los objetivos israelíes, allí donde se hallen. El ministro sirio de Asuntos Exteriores, Walid Moalem, por su parte, decía ayer que pronto presentaría pruebas sobre lo sucedido en Damasco. Nadie duda de que se refería a Israel; el ministro añadía que la idea de una hipotética negociación israelo-siria sobre el Golán ya no es más que letra muerta.
Israel tiene el indiscutible derecho a defenderse, y eso incluye ciertas acciones preventivas. Lo que no necesariamente significa que sea siempre una buena idea una acción como ésta. Desde el martes, el conflicto de Oriente Próximo tiene una muesca más y una esperanza menos.

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