...Y
secuestra en Juárez a un mexicano-estadunidense/PATRICIA
DÁVILA
Proceso # 1933, 15 de noviembre de 2013;
Una
mañana de agosto del año pasado Manuel Velázquez Mascorro, pequeño empresario
de Ciudad Juárez, fue sacado violentamente de su casa por agentes antidrogas de
Estados Unidos y efectivos de un grupo especial creado por Julián Leyzaola,
entonces jefe de la Policía Municipal juarense. Además de la inocencia que el
secuestrado alega, en su caso se violaron muchas leyes: no había orden de
captura en su contra, mucho menos una solicitud de extradición, y aun así los
estadunidenses se lo llevaron a Texas, donde ha estado preso durante más de un
año, sin visos de poder salir. Es sólo un caso más de la justicia al estilo
DEA.
“El
15 de agosto de 2012 a las 7:44 de la mañana llegaron al fraccionamiento en
donde vivo elementos de la Policía Municipal. Traían las placas y números
económicos (de sus patrullas) cubiertos. El guardia (del conjunto habitacional)
me avisó por teléfono que iban por mí y no saliera de la casa porque corría
peligro pues iban armados.
“Le
hablé a Federico Servín, mi abogado, para que viera qué estaba pasando. Apenas
colgué, saltaron las bardas de mi casa, quebraron los vidrios de las ventanas y
entraron. ‘¡Hijo de tu pinche madre, tírate al suelo porque si no, te
matamos!’, me dijeron. Eran como 12 hombres encapuchados y uniformados. Me
cubrieron el cuerpo con una cobija, la cara con una camiseta y una bolsa de
plástico, y me golpearon. Me preguntaban dónde tenía el dinero, las armas, la
droga. Que les dijera, si no, ellos las iban a poner.
“Luego
entró una persona a quien llamaban agente Barraza (después supe que pertenece a
la DEA). Él dijo en inglés que iba a tomarme una foto para enviarla a Chris
Cherry (otro agente estadunidense) para ver si era yo. Me siguieron golpeando
mientras decían que me iban a matar. En eso oí la voz de mi abogado. Les
preguntó qué estaba pasando, pero empezaron a insultarlo a gritos.”
Manuel
Gerardo Velázquez Mascorro fue
secuestrado ese día de su casa en Ciudad Juárez por agentes de la
administración antidrogas estadunidense (DEA) apoyados por el Grupo Táctico
Jaguares, formado con exmilitares por el entonces comandante de la Policía
Municipal, Julián Leyzaola.
El
lunes 11 y vía telefónica desde la prisión de Sierra Blanca, Texas, donde se
encuentra, Velázquez cuenta a Proceso su
historia: En un acto a todas luces ilegal, el pequeño empresario fue entregado
a las autoridades de Estados Unidos sin que mediaran un juicio ni una orden de
extradición.
Y
al mismo tiempo que él era secuestrado en Ciudad Juárez, como supo después, en
El Paso, Texas, las casas de sus padres (quienes también fueron detenidos) y de
su esposa Cristina Campa eran cateadas por la DEA.
En
una reunión con la reportera el jueves 7, el abogado Servín y Cristina Campa
abundan en la narración.
Dice
el abogado: “Ese día Manuel ( Velázquez) me habló, me dijo que la policía
estaba en su casa. En una segunda llamada me preguntó: ‘¿En dónde vienes?’
‘Estoy a la vuelta’, contesté. En la tercera llamada escucho: ‘¡Ya entraron,
buey!’. Cuando llegamos había dos patrullas municipales sin número económico ni
placas; uno de mis abogados se acercó a tomar el número de serie, mientras
otros dos golpeábamos el portón de la casa y gritábamos”.
Recuerda:
“Vimos a un agente municipal encapuchado quien nos gritó: ‘¿Ustedes quiénes
son?’. Le dije: ‘Somos los abogados de la persona que tienen aquí adentro y
queremos ver qué está pasando’. Le pedimos que nos mostrara una orden de
detención y una orden de cateo, pero el policía nos alejó amenazándonos con una
ametralladora. En eso vi que sacaban pertenencias de la casa y uno de ellos (de
los policías) llevaba varios pasaportes mexicanos, los dejó sobre una de las
patrullas; me acerqué y los agarré, pero otro de ellos se me dejó ir con una
arma, me obligó a hincarme y me dijo que se los entregara.
“Cuando
pude hablé al 060 para reportar que había un secuestro. Salió este grupo; pude
ver que uno de ellos estaba a cargo y me dijo: ‘Si eres su abogado, nos lo
vamos a llevar a Babícora’. Mi papá (también abogado), otro colega y yo les
preguntamos por qué se lo llevaban y no nos respondieron. A mi padre también lo
hicieron hincarse porque anotaba los números de serie.”
Los
abogados vieron entonces que a Velázquez
lo sacaban esposado y con la cabeza cubierta al tiempo que los vehículos de la
Policía Municipal se retiraban y otros agentes se llevaban uno de los autos del
secuestrado.
“Cuando
quisimos seguir al convoy nos percatamos de que afuera del fraccionamiento, de
lado izquierdo, estaba una camioneta Suburban dorada y a la derecha una Ford
Ranger gris, las dos con placas diplomáticas, las cuales se unieron al convoy.
Nosotros regresamos a la casa de Manuel. Otra persona a la que pedí que fuera a
Babícora, me habló y me dijo que nunca lo llevaron ahí”, sigue la narración de
Servín.
Cristina
interviene: “Como a las 8:00 de la mañana llegaron a mi casa agentes de la DEA,
del FBI, del ICE y de la Patrulla Fronteriza. Eran como 20. Los de la DEA me
gritaban: ‘¿Dónde está Manuel
Velázquez?’. Contesté que en su casa. A mi hija de 15 años y a mí nos aventaron
al piso, el más pequeño de mis hijos empezó a llorar. Nos separaron. Me
encerraron en una recámara”.
Campa
pidió a gritos que la dejaran estar con sus hijos: “Nos juntaron y nos
encerraron en un cuarto. En eso llegó un agente de la DEA y me dijo: ‘Tú no
tienes ningún problema, si te pusimos las esposas fue por tu seguridad’. Le
pregunté: ‘¿Por qué entras a mi casa con esa prepotencia? Si eres de la DEA
debes saber que Manuel no vive aquí’. Me respondió que sólo yo sabía quién
estaba dentro. Le dije que los iba a demandar porque maltrataron a mis dos
hijos.
“Destrozaron
mi casa, se llevaron mi teléfono, la laptop de la niña, el ipad del niño, un
CPU… Apenas estaban saliendo de mi casa cuando subí a todos a mi carro y me fui
a casa de Manuel, en Ciudad Juárez. Iba muy enojada para pedirle una
explicación sobre lo que había pasado.”
Prosigue
Servín: “Cuando llegó Cristi conmigo recibí otra llamada de Manuel que me dijo:
‘Ya estoy en el puente (internacional Zaragoza), me entregaron a los gabachos’.
Le dije a Cristi: ‘¡Váyase a mi casa, no sabemos cómo está la situación, qué
está pasando!’. Recibí otra llamada de Manuel quien me informó: ‘Ya me tienen
en La Mesa (las oficinas de la DEA), no hagas borlote, no llames a la prensa,
no hagas nada, voy a negociar para que suelten a mis papás porque también los
tienen aquí’”.
Cuando
llegó a su casa, el abogado recibió otra llamada del vigilante del
fraccionamiento en donde vive Manuel, quien le avisó de la llegada de más
policías.
“Regresé
y efectivamente policías municipales y federales me dijeron que iban porque
había un muerto. Otros dos agentes municipales me dijeron que iban por la
camioneta de mi cliente, pero no los dejamos.
“Empezamos
a investigar y nos dimos cuenta de que quienes lo secuestraron eran del Grupo
Táctico Jaguares, creado por el secretario de Seguridad Pública Municipal,
Julián Leyzaola. Era un grupo dedicado a levantar gente en Ciudad Juárez para
entregarla a la DEA o a los cárteles que se los pedían. Estaba integrado por
ocho o 12 elementos, cuatro de ellos exmilitares”, asegura Servín.
Internamiento
ilegal
Desde
Sierra Blanca, Velázquez retoma la
conversación con este semanario: “Me reclamaron porque le hablé al abogado. Con
el rostro cubierto me sacaron de la casa y me subieron a una unidad. Dijeron
que me llevaban a la estación de policía Babícora (donde tenía su oficina
Leyzaola). Iba acostado en la patrulla. Al llegar me dejaron en el vehículo
mientras me daban de cachazos y me insultaban.
“Alguien
me dijo: ‘Ya tenemos a tu esposa y a tus papás’. Me dieron sus domicilios en El
Paso y el nombre de Diana, una de mis hijas. En ese momento pensé que era un
secuestro. Me siguieron pegando y me dijeron que le hablara nuevamente a mi
abogado porque no querían relajo con la prensa. Le hablé. Ahí me tuvieron como
10 minutos. Luego escuché que llegaron unos norteamericanos y me cambiaron de
vehículo. Dijeron que me llevarían al puente internacional Zaragoza.”
Recuerda:
“En el trayecto siguieron golpeándome. Cuando llegamos me quitaron la cobija y
la bolsa de la cabeza y me pusieron mis lentes. Por la línea exprés me bajaron
de la Suburban; conmigo iban policías municipales y el agente Barraza, vestido
de mezclilla, con zapatos cafés y playera tipo polo, sin gafete ni arma;
también había una Land Cruiser oscura con placas diplomáticas. Hombres con
chalecos de la DEA empezaron a tomarme fotos y sustituyeron las esposas que me
pusieron los policías mexicanos por unas de ellos.
“Cuando
estaba en las oficinas de la DEA en El Paso, Barraza me dijo que le hablara a
mi abogado para calmarlo. Cuando llegué a la oficina vi que tenían a mi papá,
quien padece diabetes e hipertensión. Él me dijo que horas antes, como a las
6:30 de la mañana, entraron a su casa y empezaron a tirar todo. Otro agente de
la DEA, Chris Cherry, sentado frente a mí al otro lado del escritorio, me dijo
que mi mamá había entrado en shock y se la habían llevado al hospital. Mi papá
estaba a mi lado.
“Luego
Cherry me dijo: ‘Tu papá ya se va a la cárcel’. Sólo nos abrazamos y me alcanzó
a decir: ‘Cuídate’. Se lo llevaron a la prisión del condado de Otero. A mí me
dieron a firmar un documento en el que aceptaba tres cargos: pertenecer a una
empresa criminal, conspiración para poseer mariguana con intención de
distribuir y lavar instrumentos monetarios. Dijeron que a cambio al siguiente
día iríamos a hablar con el magistrado y que liberarían a mis papás, porque no
había nada en su contra. Firmé, pero mintieron. Los dejaron presos ocho días y
tuvieron que depositar una fianza de mil dólares. Los culpaban de conspiración
y yo ya tenía otros 13 cargos en contra.”
A
las 23:00 horas de ese 15 de agosto Manuel
Velázquez ingresó a la prisión de Otero: “Me metieron a un separo
individual, de 10 por seis pasos, con una cama y un sanitario; como iba muy
golpeado no me tomaron la foto de ingreso para la credencial. Pedí que me la
tomaran, pero me dijeron que no se podía.
“El
21 de agosto me llevaron por segunda vez a la Corte. Vestía un uniforme rojo.
Ahí me topé al agente Cherry, quien se burló: ‘¿A quién mataste? ¿Por qué te
vistieron de rojo?’. Supe que así vestían a las personas peligrosas. Solo salía
a bañarme en las mañanas. Las comidas eran en la celda.”
Velázquez
pasó un mes en la cárcel de Otero hasta que lo transfirieron a la de Sierra
Blanca, donde lo pusieron en una celda con otros ocho reos.
Juicio
sin pruebas
Los
días 16, 21 y 27 de agosto de 2012 tuvieron lugar las únicas audiencias
realizadas hasta hoy: “Me imputaron conspiración porque dicen que traficaba con
droga. Les pedí pruebas. No las vi. La audiencia del 16 fue para aceptar los
cargos y liberar a mis papás; la del 21, para nombrar a mi abogado; el 27 de
agosto regresé a la Corte para posponer la siguiente audiencia”, cuenta Velázquez Mascorro.
No
fue sino hasta ese 27 de agosto cuando el procurador federal para el suroeste
de Texas, Robert Pitman, y el agente especial a cargo de la DEA en El Paso,
Joseph M. Arabit, dieron a conocer a los medios la acusación contra Velázquez ante un gran jurado federal.
En
ella se dice que desde enero de 1997 y hasta la fecha, Velázquez y otras 15 personas conspiraron
para distribuir más de mil kilos de mariguana en los estados de Texas, Oklahoma
y Kansas.
Una
mañana de octubre de 2012 Velázquez fue
sacado de la prisión y llevado nuevamente a la DEA. Cuenta: “Ahí Chris Cherry
me mostró fotos de varias personas. Le dije que no conocía a nadie. Me dijo que
cuando le mandaron la foto que me tomó Barraza el día de mi captura en Juárez
yo parecía muerto. Se burlaba. Le dije que me habían secuestrado y respondió:
‘¡No! Tú acudiste voluntariamente’. ‘¿Cómo?’, le dije, ‘si me traían cubierto’.
Los videos del puente Zaragoza, por donde me cruzaron, muestran cómo me
bajaron. Mi abogado Alex Solano, de El Paso, dice que me quieren dar de 10 a 15
años de cárcel. Cherry dice que pasaré aquí toda mi vida. Ya no he vuelto a
verlo”.
–¿Hay
algún otro agente de la DEA al que pueda identificar? –se le pregunta.
–No.
Cuando me sacaron de mi casa yo les decía a los municipales que no tenían ningún
derecho de hacerme esto, necesitaban una orden de extradición. En Estados
Unidos le dije lo mismo a Cherry y él contestó: “Ya viste que sí se puede”.
–¿Por
qué lo relacionan con el Cártel de Juárez?
–En
julio, antes de mi detención, a mi concuño Antonio Cabral Mendoza, El Tony, lo
detuvieron en El Paso, acusado de conspiración para poseer con intención de
distribuir más de 100 kilogramos de mariguana. Entonces él empezó a soltar
nombres a la DEA. A mí me involucró como si fuera uno de los principales capos
y proveedores. Dijo que yo trabajaba para el cártel de Carrillo Fuentes y le
dio a la DEA mi nombre, el de mi esposa y el de mis papás.
–¿Su
concuño trabaja para los Carrillo?
–Solo
sé que tiene relación con grupos delictivos porque en El Paso se dedicaba a
almacenar droga.
–¿Usted
alguna vez traficó droga?
–¡Nunca!
Hace unos años tuve tráileres y a una persona que trabajaba conmigo lo
agarraron pasando droga. Pero a mí, nunca.
–¿Hubo
orden de cateo, de arresto?
–Nada
de eso. Yo siempre pedí que me las mostraran.
Señala
que al ingresarlo a la prisión de Otero no lo ficharon. Sólo le entregaron un
papel rosa de ingreso con su nombre, la relación de sus pertenencias y la fecha
de detención. No fue sino hasta el 4 de septiembre, al trasladarlo a Sierra
Blanca, cuando le tomaron la foto, pero no las huellas digitales.
–¿El
gobierno mexicano está coludido con el secuestro?
–Pienso
que Cherry le pagó a Julián Leyzaola y a los policías municipales para hacer
ese trabajo. Además sus elementos se robaron 150 mil pesos en efectivo, joyas y
otras cosas. Escuché que se peleaban porque uno había agarrado más… Sacaron mi
coche Dodge Avenger 2010 y lo trajeron a El Paso, querían traerse la camioneta
pero no encontraron las llaves. Los dos tienen placas americanas. Desconozco
que pasó con el carro.
–¿Qué
opina de que Leyzaola se haya prestado a esto?
–El
mío es un secuestro. No hubo orden de cateo, de presentación, de detención ni
de extradición. En el caso de mis papás y de mi esposa tampoco hubo ningún
documento de por medio. ¡Nada!
“Solano
me dice que me van a dar una condena de 10 a 15 años. Le digo que están los
videos de cómo me ingresaron a Estados Unidos, pero no los ha presentado. Le
pedí poner la denuncia por secuestro, pero no quiso. Creo que se coludió con
los agentes de la DEA. Finalmente le pedí a mi esposa y al abogado Servín que
interpongan la denuncia en México y en Estados Unidos.”
“Nosotros
denunciamos que en la pasada administración municipal se permitió la
intervención y violación de la soberanía nacional, para permitir que agentes de
la DEA y personal diplomático participe en detenciones ilegales. Además se
violentaron los derechos fundamentales de mi cliente al debido proceso, porque
hay un procedimiento legal que la autoridad debió seguir: pedir su extradición
a través de la SRE y a la PGR solicitarle la detención y extraditarlo sólo
cuando un juez determine que procede. Más porque se trata de una persona con
doble nacionalidad, dos constituciones lo protegen”, remata Servín.
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