La
DEA se lanza con todo a la caza de Caro en México/reportaje de Anabel Hernández
Revista
Proceso # 1933, a 16 de noviembre de 2013
La
DEA ordenó a sus mejores agentes localizar a Rafael Caro Quintero, quien
presuntamente sigue en territorio de México, al tiempo que el gobierno de
Estados Unidos mantiene una recompensa de 5 millones de dólares para quien
aporte datos sobre su paradero. La instrucción es tajante: el prófugo
sinaloense debe volver a prisión, que abandonó hace tres meses. El lunes 11,
Gilbert González, quien trabajó 24 años para la agencia, organizó una
conferencia en la Universidad de Texas, en El Paso, para reiterar que él tiene
datos que incriminan a Caro en el secuestro, tortura y asesinato de Enrique
Camarena. Pero en entrevista con Proceso alude a la corrupción que imperaba en
las corporaciones policiacas de aquel entonces.
Tiene
60 años y es multimillonario. Sus conocidos le dicen El Príncipe o Rafita. Hace
tres meses recuperó su libertad tras un cautiverio de 28 años, cuando el Primer
Tribunal Colegiado en Materia Penal del Tercer Circuito lo exoneró de los
delitos que se le imputaban: el secuestro, tortura y homicidio del agente de la
Drug Enforcement Administration (DEA) Enrique Kiki Camarena Salazar.
Sin
embargo, Rafael Caro Quintero, exlíder del Cártel de Guadalajara, vuelve a ser
prófugo de la justicia, pues el miércoles 6, por mayoría, los ministros de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación emitieron un fallo adverso al capo, por
lo que debe volver a prisión (Proceso 1932).
Hoy,
el gobierno de Estados Unidos ofrece 5 millones de dólares a quien proporcione
información sobre él, mientras la DEA movilizó a sus mejores hombres para
localizarlo –presumiblemente sigue en México– y llevarlo de nuevo ante los
tribunales.
El
lunes 11, el exagente de la DEA Gilbert González, quien participó en la
Operación Leyenda, organizó una conferencia de prensa en la Universidad de
Texas, en El Paso, en la cual declaró: “Yo estuve en Guadalajara después del
asesinato (de Camarena). Y sí, Caro Quintero fue el responsable y enviado a
prisión… Me da gusto decir que el miércoles 6 la Suprema Corte revirtió la
decisión de apelación y ahora Caro Quintero es un fugitivo”.
Tras
el asesinato de su agente Kiki Camarena, la agencia antidrogas estadunidense le
ha seguido la pista al capo sinaloense. Al principio colaboró en su captura en
Costa Rica en 1985; luego, cuando se enteró de que realizaba fiestas de
cumpleaños y vivía con lujos en el Reclusorio Oriente del Distrito Federal,
exigió al gobierno de México que el prisionero no tuviera privilegios; incluso
presionó para que fuera enviado al penal de máxima seguridad en Almoloya,
Estado de México, revela González a Proceso.
Símbolo
de la corrupción
Gilbert
González, quien trabajó en la DEA durante 24 años, fue amigo y compañero de
Kiki Camarena. En 1998 la agencia le concedió el premio al honor. Colaboró con
el FBI en investigaciones sobre narcotráfico y lavado de dinero, y fue
coordinador de entrenamiento en el Centro de Inteligencia de El Paso.
Actualmente es el director ejecutivo de la Asociación de Oficiales de
Narcóticos de Texas.
“Llegué
a Guadalajara cuando Caro Quintero y Ernesto Fonseca ya estaban presos, pero
faltaba capturar a otros involucrados (en el asesinato de Kiki Camarena), como
Emilio Quintero Payán, Juan José Quintero Payán, familiares de Caro Quintero, y
Manuel Salcido Uzeta… Era el gobierno de Carlos Salinas de Gortari”, comenta a
la reportera.
Lo
que encontró en la capital tapatía y en prácticamente todas las instituciones
responsables de la seguridad pública en México, cuenta, explicaba por qué Caro
Quintero se convirtió en un capo poderoso.
Y
aunque en Guadalajara nadie hablaba de la corrupción institucional, “las
comandancias se compraban. Ser comandante costaba 1 millón de dólares. Teníamos
que trabajar con los federales, pero ellos ¡ya habían comprado la plaza! ¡Ya
habían invertido 1 millón de dólares! Tenían que recuperar eso y más. ¿Cómo lo
iban a hacer? Por medio de la corrupción.
“Era
un ambiente de trabajo bastante difícil. Pensábamos: ‘Si no podemos trabajar
con ellos ni sabemos a qué nos estamos ateniendo, la otra opción era (hacerlo)
con los militares.”
Según
el entrevistado, cuando llegó a Guadalajara, el comandante de la Quinta Región
Militar era el general Jesús Gutiérrez Rebollo, quien fue encarcelado en 1997
bajo la acusación de colaborar y brindar protección al capo Amado Carrillo
Fuentes.
“Era
una situación difícil. Yo me entrevistaba con el general Rebollo, y cuando le
pedía apoyo él me comentaba que el problema de México no era México, sino
Estados Unidos, de donde son los adictos que pedían la droga. México –decía–
era un país donde sólo pasaba la droga; no tenía problemas con el consumo.
“Trabajamos
con los federales y con los militares. Todos estaban cortados con la misma
tijera (de la corrupción)”, sostiene.
Como
miembro de la Operación Leyenda, González tuvo acceso a toda la información del
expediente sobre el caso Camarena y el piloto Alfredo Zavala, de la Secretaría
de Agricultura y Recursos Hidráulicos.
“Caro
Quintero representaba para nosotros al narcotraficante investido como rey
–omnipotente–, quien decía: ‘Yo hago lo que quiera a la hora que quiera. Y si
el gobierno o los agentes de la DEA son un obstáculo, los voy a quitar’.”
Según
González, Caro Quintero era “arrogante y burlón. Se burlaba del gobierno de
México y del de Estados Unidos. Tenía todo el poder, todo el dinero. Se
divertía. Si le gustaba una chica, se la llevaba. La impunidad total.
“Representaba
esa extensión de la corrupción, pero cuando cruzó la línea y torturó a Kiki
Camarena se salió de control. Sintió que tenía tanto poder e influencia que ni
el gobierno de Estados Unidos lo pararía.”
Se
sentía intocable. Como ya había asesinado a otros agentes de la DEA y no había
pasado nada, creyó que Camarena era sólo uno más.
Gringos
“traidores”
Proceso
corroboró los señalamientos de Gilbert González. En el expediente de Caro
Quintero (283/85) hay un capítulo poco conocido según el cual el 30 de enero de
1985, días antes de la ejecución de Camarena, el capo secuestró, torturó y
asesinó a dos ciudadanos estadunidenses, Alberto G. Radalet y John Clay Walker,
quien era periodista, en el restaurante La Langosta.
José
Luis González, El Güero, un pistolero de Caro Quintero, ordenó a sus
acompañantes capturar a Radalet y Clay Walter porque, les dijo, eran agentes de
la DEA y era peligroso que se fueran vivos.
Los
llevaron a la parte trasera del negocio y comenzaron a interrogarlos a golpes.
Terminaron por asesinarlos. De acuerdo con el expediente, Javier Barba, el
abogado de Ernesto Fonseca, presenció los hechos.
Consumado
el crimen, Caro Quintero le dijo a Fonseca: “Esos cabrones gringos me
traicionaron”. La frase se encuentra en el mismo documento.
En
su declaración ministerial, Fonseca expuso que en algún momento Caro Quintero
se sintió protegido por Estados Unidos. Su afirmación coincide con los
señalamientos de Héctor Berrellez, exagente de la DEA y jefe de la Operación
Leyenda, y de Phil Jordan, exdirector del Centro de Inteligencia de El Paso,
Texas (Proceso 1928, 1929 y 1932).
Mary
Evelyn Walker, esposa de Clay Walter, también rindió su testimonio, incluido en
el mismo documento del caso Caro Quintero. Dijo que él era periodista y
escritor e incluso trabajó en un libro sobre la cocaína y la manera en que se
introducía a Estados Unidos desde México. Al terminarlo, dijo, empezó con el
segundo, enfocado a la corrupción y el trasiego de drogas. Walker también
afirmó que su marido recibía visitas de sus amigos del consulado estadunidense
en Guadalajara.
En
el expediente 283/85, consultado por Proceso, se indica que horas antes del
secuestro de Kiki Camarena dos pistoleros de Caro Quintero, identificados como
Rufo y Lepe –que también eran agentes judiciales de Jalisco–, fueron a dicho
consulado, donde les dieron las señas particulares del agente de la DEA.
Esperaron a que saliera de su oficina y lo secuestraron a principios de febrero
de 1985.
González
asegura que tuvo acceso a las transcripciones de la tortura de Camarena,
aunque, dijo, no podía hablar a fondo sobre ese aspecto. Sin embargo, afirmó
que la gente de Caro le preguntó a Camarena: “¿Quieres morir?”. “No, no
–respondió–. Tengo hijos”.
Durante
la entrevista, González admite que Estados Unidos nunca pidió la extradición
del capo: “Cuando fue arrestado en Costa Rica, en la DEA pensamos que lo íbamos
a extraditar a Estados Unidos; pero no. Lo trasladaron a México”.
En
esa época, comenta, la agencia quería saber quiénes eran los otros implicados,
pero las extradiciones no eran tan comunes como hoy. “¿Usted cree que en esa
época de corrupción institucional íbamos a traer a Caro Quintero a Estados
Unidos? ¡Imposible!”.
Pasaron
los años, pero el gobierno de Estados Unidos nunca pidió la extradición.
Yerba
mala nunca muere
En
la sentencia de amparo concedido a Caro Quintero por el Primer Tribunal
Colegiado en Materia Penal del Tercer Circuito, los promotores argumentaron que
su estado de salud era precario; incluso alegaron que, a sus 60 años, era
senil.
A
pregunta expresa sobre si el capo había dejado de ser peligroso para México o
Estados Unidos, el exagente Gilbert González es tajante: “Hay un dicho muy
mexicano: ‘yerba mala nunca muere’; es decir, sigue siendo el mismo criminal.
Eso no se le quita. Uno envejece con el tiempo, esa es la ley de la vida, pero
él sigue siendo criminal”.
–¿Por
qué cree que el gobierno de México nunca incautó el dinero de Caro Quintero?
–¿Por
qué no se decomisaron sus bienes? Eso sólo lo puede contestar el gobierno de
México de aquella época. Supongo que tiene que ver con la corrupción
institucional de entonces. Ahora bien, por qué aún tiene su poder económico es
una pregunta que debe hacerse a las autoridades mexicanas.
En
cuanto a la liberación del narcotraficante en agosto último, el entrevistado
muestra su molestia. “Hay un zorrillo en el cuarto”, dice, insinuando que Caro
Quintero tuvo apoyo institucional.
“(Sentí)
tristeza por el pueblo mexicano porque no quisiera que a México regresara esa
época de corrupción institucional; tristeza por la familia de Enrique Camarena,
por los que dejó.”
Y
aclara que en la DEA rigen los mismos criterios del ejército estadunidense:
nunca dejar a los compañeros caídos en el campo de batalla. Para los agentes,
insiste, el asesinato de Camarena “fue un grito de acción, un grito de unidad:
‘Miren lo que le hicieron a nuestro hermano. ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a
responder? ¿Nos vamos a ir de México y vamos a decir: es demasiado
peligroso?’”.
Refiere
que en la DEA los agentes son muy unidos. “Tenemos una relación íntima,
poderosa. Nos une el peligro, nos une el riesgo, nos une la misión. Por eso
quienes trabajamos el caso (Camarena) en esa época tenemos que expresar nuestra
opinión, seguir presionando para que Caro Quintero no quede en libertad. Debe
pagar su crimen”.
No
descarta que el capo sea protegido por los actuales líderes del Cártel de
Sinaloa: Joaquín El Chapo Guzmán e Ismael Zambada García, sus viejos compinches
desde el Cártel de Guadalajara.
“Es
seguro que en México alguien sabe dónde está; es seguro. Si el gobierno de
Estados Unidos ofrece 5 millones de dólares por su captura y nadie lo ha
encontrado, significa que en México hay quien ofrece más para que no lo
encontremos”, sintetiza el director ejecutivo de la Asociación de Oficiales de
Narcóticos de Texas.
Y
sobre el escondite del capo buscado por la DEA en México, afirma: “Un criminal
de ese nivel puede esconderse en la capital (Ciudad de México) y nadie se da
cuenta. No va a andar en camionetas blindadas con 20 mil escoltas. Va a andar
discretamente en las ciudades grandes. Es difícil encontrarlo”.
Considera
poco factible que haya salido de México. Recuerda que en 1985, justo cuando
abandonó el país y partió a Costa Rica, fue capturado. Incluso, dice, hubo la
oferta extraoficial de aplicarle la ley fuga.
Agrega:
Si bien es cierto que su bajo perfil en una gran ciudad puede constituirse en
su protección, también puede convertirlo en un blanco fácil para las
organizaciones criminales rivales, sobre todo cuando la DEA y las autoridades
mexicanas tratan de localizarlo.
–¿Los
nuevos agentes de la DEA que lo buscan están comprometidos con el caso?
–Sí,
claro. Son jóvenes que no vivieron esa época, pero empezaron en la DEA.
Nosotros, quienes vivimos esa época, los entrenamos. Entonces es una memoria
institucional y ellos están muy conscientes de lo que hacen en este caso.
E
insiste: El gobierno de Estados Unidos espera la captura de Caro Quintero para
solicitar su extradición.
–¿Usted
cree que las autoridades mexicanas quieren capturarlo? Joaquín Guzmán Loera es
prófugo desde hace 12 años.
–El
día que el presidente Enrique Peña Nieto tomó posesión fue muy enfático al
asegurar que su gobierno no iba a proteger a ninguna organización criminal.
Esperamos que cumpla su palabra.
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