Nota de hace caso 7 años..
Edil
propone...Y
narcos disponen
Por:
Pablo César Carrillo / Enviado
Nuevo
Excelsior, 03/01/2007
TURICATO,
Michoacán.— El presidente municipal de Turicato, José Vázquez Piedra, un
profesor metido a la política, estaba en su oficina el último día de
septiembre, cuando sonó el teléfono. Contestó y reconoció esa voz. Era el
presunto narcotraficante Ramiro Castañeda, quien es señalado como lugarteniente
del cártel del Milenio y jefe de la mafia en la región.
—Si
no puedes pagar el "peaje" hijo de la chingada, renuncia. Y vete de
aquí —le dijo, a bocajarro.
—Yo
de plano no puedo. No puedo darles todo el presupuesto —contestó el edil,
titubeante.
—Bueno,
vas a entender o te partimos la madre cabrón —advirtió Castañeda.
—Yo
estoy tratando de jalar, pero no puedo. No tenemos ni para la nómina...
Los
narcotraficantes habían comenzado a cobrar "peaje" a los funcionarios
de primer nivel del municipio para enfrentar una crisis de dólares. A cada uno
le quitaban 10 mil pesos de su sueldo desde principios de año y ahora les
exigían 2 millones de pesos de un jalón.
—Acuérdate
nomás que tienes familia cabrón. Tienes hermanas, Chivo —le gritó Castañeda.
El
presidente municipal trató de ser rudo y le contestó en el mismo tono:
—Tú
también acuérdate que tu hermana trabaja en el municipio. Acuérdate que la metimos
a trabajar porque tú lo pediste, y aquí está con nosotros.
El
presunto narcotraficante se mostró enfadado.
—¡Me
vale madres, cabrón! Tienes que pagar el "peaje". Y si no puedes,
renuncia ya. O mañana no amaneces. Mañana no amaneces.
Le
colgó el teléfono.
El
otro poder
Los
narcotraficantes controlan el municipio de Turicato desde hace 15 años.
De
hecho, cuando José Vázquez Piedra ganó la candidatura en el PRD, tuvo que ir
con ellos a pedirles el aval para ser presidente municipal. Todos los candidatos
deben ir con ellos, sean del PRI, del PAN o del PRD, aseguró José. Los narcos
palomean a los aspirantes.
"En
el 2004 fui con Ramiro y le dije: ‘gané la interna en el PRD y quiero ser
presidente municipal’. Y me dijo: ‘está muy bien, échale ganas’. Yo sabía que
ellos me podían decir: ‘ábrete, va otro, ¿O quieres tener broncas’. Pero sí me
dieron el aval", recordó. Así funciona la política en los municipios
dominados por el narco. José Vázquez afirmó que así es en Aguililla, en
Churumuco, en Tepalcatepec, en Apatzingán y en Turicato, sólo que las
autoridades estatales y federales no lo quieren reconocer. Pero es una realidad
que ya no se debe esconder, dijo. "Los candidatos deben pedir el aval del
narco, casi de la misma forma en que se pide el aval del partido".
José
Vázquez hizo su campaña y ganó la elección constitucional. El PRD arrasó en los
comicios y desde el primer día inició la presión de los narcos. Antes de la
toma de posesión, el 1 de enero del 2005, Ramiro Castañeda fue con José Vázquez
y le dijo que él nombraría al jefe de la Policía y al director de Obras
Públicas. Le dio los nombres de funcionarios que debían estar en la alcaldía.
"No te preguntan. Te ordenan. Te dicen: ‘nombra a fulano y mete a zutano’.
Y ya", recordó el presidente municipal. "Si no lo haces, te matan y
ya".
Desde
el principio, José Vázquez perdió el control de la policía. Los Castañeda
pusieron a un director y contrataron a 50 elementos que estaban a sus órdenes.
Hacían sus rondines por órdenes de ellos, y protegían cargamentos de mariguana.
"Yo ni sabía dónde andaban. Ni me pedían permiso", platicó el
presidente. "Nomás me venían a decir que habían sacado un camión de
mariguana o que estaban cuidando una pista. No duerme uno ni tranquilo".
José
Vázquez, apodado El Chivo, se sentía secuestrado. No podía tomar decisiones y
ellos hacían lo que querían. Lo mismo le había pasado al anterior alcalde,
Salvador Barrera Medrano, y a sus tres antecesores. Los narcos tenían cinco
administraciones dominando el gobierno, afirmó.
Al
principio fue sólo Policía y Obras Públicas, pero después "ya querían
todo". Querían sacar dinero de los programas y le quitaban recursos a las
obras. La situación se agravó el año pasado, cuando los narcos sufrieron una
crisis de ingresos. En Estados Unidos ya no pagan igual la mariguana y dejaron
de enviar las pacas de dólares, así que los traficantes comenzaron a buscar
dinero aquí, en Michoacán. "Nos empezaron a cobrar ‘peaje’, y también a
los empresarios", explicó José Vázquez. La Coca Cola tenía que dar cuota
para distribuir sus productos, igual la Bimbo, Sabritas y Ricolino. Y nadie se
atrevía a decirles que no.
El
presidente municipal quedó acorralado. Los tenía adentro y no podía sacarlos.
Le exigían dinero y no podía cumplirles. Le pedían colaborar y no entendían
razones. Pensó que podía defenderse, pero ellos tenían el control de la
policía.
"El
gobierno quedó rebasado", dijo José Vázquez, con gesto de asombro. Los
narcos son: el otro poder.
Más
vale "aquí corrió..."
Por
lo mismo, el día que Castañeda lo amenazó por teléfono, José Vázquez mejor se
fue del pueblo. Abandonó su cargo de presidente municipal y se escondió en una
zona segura: Morelia, una ciudad dominada por el cártel del Golfo, la
competencia, un territorio donde aquellos nunca se meterían. Pidió una cita con
el gobernador Lázaro Cárdenas Batel y, en la Casa de Gobierno, le platicó su
historia.
Le
dijo que ellos mandan en el municipio, que tienen tomado el edificio de la
tenencia de Puruarán, que tienen infiltrados en el ayuntamiento, que tienen a
todos los policías a sus órdenes, que los agentes cuidan los camiones que salen
cargados de mariguana, que los policías vigilan también una pista clandestina
de aterrizaje, que el director de Obras era el supervisor interno... que no
podía con ellos. "Le expliqué todo al gobernador", recordó Vázquez.
"Y él me dijo: ‘pide una licencia’". El 2 de octubre, José Vázquez
pidió una licencia al ayuntamiento por 15 días con el argumento de que estaba
enfermo. Cuando se vencieron los 15 días, pidió otra por un mes. En esos días,
tres de sus colaboradores cercanos fueron "levantados" por los
narcos. El 18 de octubre, un vehículo con torreta interceptó al secretario del
Ayuntamiento, Marcos Segundo, y al tesorero, Gabriel Manrique. Se los llevaron
por caminos de tierra y los encerraron en una casa, con los ojos vendados y los
pies atados.
Después
los sacaron en la madrugada y los llevaron por unas brechas. Los bajaron de una
camioneta y los tiraron en el campo. Ahí, un hombre les puso una metralleta en
la cabeza y les dijo: "No los queremos ver en Turicato. Lárguense si no
quieren ser ejecutados".
Antes
de soltarlos, el hombre les advirtió: "la próxima vez, se mueren". Al
ser liberados, los funcionarios dejaron el estado y se escondieron en la Ciudad
de México durante 15 días, sin intenciones de volver. Después se dieron cuenta
que el síndico del PRD, Héctor Chávez Calvillo, también fue
"levantado". Sólo que, al parecer, él no tuvo la misma suerte. Hasta
el momento, no lo han encontrado.
Con
el miedo en el bolsillo
El
16 de noviembre, el alcalde José Vázquez entró otra vez al municipio, protegido
por unos 30 agentes del Grupo de Operaciones Especiales del estado. Días
después, llegó el Ejército Mexicano.
Los
narcos salieron corriendo. Ramiro e Ignacio Castañeda escaparon; los policías
se fueron con todo y armas; el director de Obras ya no se presentó a trabajar;
y Flavio fue capturado.
José
regresó a su oficina y asumió por fin el control del municipio. El problema fue
que el Ejército llegó dos días y se fue, dejando sólo a 15 policías estatales.
Los funcionarios de hecho temen que los narcos vuelvan de un momento a otro.
"Esta
es la oportunidad de recuperar los municipios de Michoacán", dijo el
presidente municipal. "Tenemos que reconocer que ellos los tenían. Y el
Ejército debe quedarse para que no regresen los narcos". El edil decidió
concluir su mandato el 31 de diciembre de 2007, pase lo que pase. "A mí me
puso el pueblo y no un solo hombre", les dijo a sus empleados hace dos
semanas, durante la comida de Fin de Año.
Aunque
en realidad, gobierna con miedo. José Vázquez trabaja rodeado de policías. Si
tiene que salir de la presidencia, lo siguen los agentes. Si va a su casa, lo
cuidan. Si está en el despacho, ellos están afuera. Si sale, ellos salen. Y en
la bolsa del pantalón carga una pistola Beretta calibre 25, cargada, lista para
ser disparada.
"Aquí
la traigo, por si acaso", dijo, acariciando su pistola negra reluciente.
"Ya no les tengo miedo. Si me quieren matar, la voy a tener que
usar".
Cuna
de los Castañeda
Junto
con los municipios de Aguililla, Churumuco, Tepalcatepec y Apatzingán, Turicato
forma parte de la zona con mayor influencia del narcotráfico en Michoacán:
El
municipio de Turicato está ubicado en una zona montañosa en Tierra Caliente, al
sur de Michoacán. Es un pueblo de casas blancas y tejas coloradas de 36 mil
habitantes que vive primordialmente de las remesas de los migrantes y de la
producción de azúcar.
Ahí
creció la Gavilla de los 30, un grupo de sicarios y narcotraficantes que operó
en la región durante años y que es el antecedente de Los Castañeda.
Los
hermanos Ramiro, Ignacio y Ramón Castañeda se presentan como aguacateros, pero
operan una organización de traficantes, pistoleros y sicarios. Trabajan para el
cártel del Milenio, aunque también han estado con el cártel del Golfo.
Uno
de los hermanos, Ramón, fue ejecutado hace un par de meses en el penal de Mil
Cumbres, en Morelia. El otro, Ramiro, controla la región desde los años 90.
Los
Castañeda son intermediarios del narcotráfico. Se dedican a comprar mariguana a
todos los productores de la droga y la mandan a Estados Unidos. Ellos no siembran,
sino que compran y la transportan hasta la frontera.
Los
Castañeda comenzaron en el crimen organizado bajo las órdenes del narco Alfredo
Méndez, un hombre que desapareció del mapa. Nunca se supo si Méndez fue
levantado, o si murió, o si huyó.
Los
Castañeda siempre han metido mano en el ayuntamiento. Su representante en esta
administración era el director de Obras Públicas, Leopoldo Torres.
Él
daba órdenes a todos los funcionarios y les pedía firmar cheques. Su frase
favorita es: “Si no te alineas, te voy a pasar el rodillo”, contó el alcalde
José Vázquez.
“De
inmediato lo reportaba y los narcos te llamaban para amenazarte. Nadie se
atrevía a contradecirlos”, relata. “Se metían armados a mi oficina sin permiso.
Les decían a los demás: ‘sálganse, déjenme hablar con este cabrón".
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