27 oct 2006

William Kristol


Demócratas y republicanos ante la guerra contra el terror/William Kristol*

Tomado de EL MUNDO, 27/10/2006:

"Los estadounidenses se enfrentan a la elección entre dos partidos con distintas actitudes con respecto a la guerra del terror". Son palabras de George W. Bush, pronunciadas el pasado 28 de septiembre. El presidente de Estados Unidos tiene razón, aunque estaría bien que se equivocara. Al país le iría mejor si hubiese un acuerdo bipartito sobre lo que se encuentra en juego, algo tan importante como es la lucha contra la yihad islámica.

Pero a pesar de las áreas de consenso, todavía existe una diferencia fundamental entre los dos grandes partidos. Bush y los republicanos son plenamente conscientes de que la nación se encuentra inmersa en una seria guerra. No es la Administración de Bush la que se halla en "estado de negación", tal como asegura el nuevo libro de Bob Woodward, sino los demócratas.

Consideremos cómo se han desarrollado algunos hechos acaecidos recientemente. Los demócratas airearon a bombo y platillo las noticias que informaban -ansiosamente- sobre el juicio emitido por el NIE [informe de Valoración Nacional de Inteligencia, de carácter secreto hasta que fue desclasificado por el Gobierno a principios de octubre], que aseguraba que la Guerra de Irak ha creado más terroristas. ¿Más de los que se habrían creado si Sadam Huseim siguiera en el poder? ¿Quién sabe?
El NIE no parece haber contemplado la posibilidad de cuántos terroristas habrían podido surgir en el país árabe de haber tenido lugar la continuidad de Sadam en el poder, auspiciando e inspirando el terror desde la jefatura del Estado. (Leer el informe del NIE que se publicó posteriormente equivale a perder las esperanzas en la calidad de las agencias de inteligencia estadounidenses. Pero eso es otra historia.)
En cualquier caso, el NIE también dejó claro que, al avanzar, "el éxito percibido de la yihad (en Irak) habría inspirado a más guerreros a continuar su batalla en otros lugares", mientras que de percibirse la derrota de la yihad en el país, ello animaría a "muchos menos guerreros… a continuar con la lucha".
¿Cuál ha sido la respuesta demócrata a estos últimos juicios? El silencio. El ala izquierda del partido sigue insistiendo únicamente en la retirada. El centro del partido quiere la retirada, pero dentro de una agenda más vaga.
Por otra parte, Bush comprende que la única estrategia de salida aceptable es la victoria. (Si, tal como asegura Woodward [uno de los periodistas más conocidos de EEUU], se ha visto reafirmado en este punto de vista por el ex secretario de Estado Henry Kissinger, enhorabuena a Henry. Debería ser invitado a la Oficina Oval con más frecuencia).
En ese aspecto, Bush debería hacer más. Debería enviar otro número sustancial de tropas e insistir en un cambio de estrategia que permita una verdadera contrainsurgencia y evite que se desencadene una guerra civil en territorio iraquí. Pero, insisto, siendo cierto que debería hacer mucho más aún para lograrlo, al menos él tiene claro que hay que quedarse y seguir luchando, que las tropas no pueden abandonar ahora el país.
Y con él, la mayoría de los republicanos. Por el contrario, los demócratas, como el propio Bush ha dicho, "no ofrecen más que críticas y obstrucción, además de una anticipación eterna. El partido de la Fuerza Democrática Republicana (FDR) y el de Harry Truman se ha convertido en el partido de la huida."
Por tanto, existe una diferencia muy profunda entre ambos partidos, tal como los demócratas admiten, dado que piensan que Irak es un tema ganado de antemano por ellos. La tesis defendida por el Partido Demócrata es la siguiente: Estamos en contra de Bush con respecto a Irak, pero nos mostramos tan resueltos como el presidente en la verdadera guerra del terror (que según ellos excluye a Irak). Sin embargo, no es así como se muestran con sus actos.
De ahí que la votación de hace escasas semanas en el Congreso para la legislación de los presos políticos resultase tan crucial. La legislación no tenía nada que ver con Irak. Era una votación puramente sobre la guerra del terror. Y los partidos se dividieron.
Tres cuartas partes de los demócratas de la Casa Blanca y el Senado apoyaron al New York Times y a la Unión de las Libertades Civiles Americanas a favor de más derechos para los presos de Al Qaeda, y se opusieron a la legislación apoyada por la Administración Bush (así como por los senadores John McCain y Joe Lieberman).
Varios demócratas que se encuentran en medio de competitivas carreras (como el republicano Harold Ford, que se presenta como candidato al Senado en Tennessee), apoyaron la legislación. Pero lo que todavía ocurre es que un voto para los demócratas es un voto para los líderes congresistas comprometidos con un tratamiento más amable y suavizado para los terroristas.

No es de extrañar que los votantes piensen que el país se encontraría más a salvo del terrorismo si el GOP -Grand Old Party- mantuviese el control del Congreso. Y tampoco es de extrañar que ciertos grupos, según la empresa democrática de encuestas Greenberg Quinlan Rosner, demuestren que "los ataques a los demócratas por su oposición a cualquier esfuerzo de detener a los terroristas… son elevadamente eficaces".

Los encuestadores democráticos recomendaron que se contrarrestasen los ataques mediante el uso de la fuerza. ¿Pero cómo? Los votos, en blanco y negro, según la publicación del Congressional Record, ya están preparados para usarse en los anuncios de las campañas.
El frente más importante en esta lucha contra el terror mundial y la búsqueda de armas de destrucción masiva puede que sea Irán en los próximos dos años. El Republicano, con un margen de 12 puntos según las recientes encuestas que han visto la luz, está considerado como el partido con más posibilidades de evitar que el régimen de los ayatolás adquiera armamento nuclear.
Ahora bien, somos muchos los que nos hemos mostrado críticos con respecto a la lasitud de la Administración Bush en esta tarea. Y es que, mientras el reloj de arena diplomático se va aproximando a su fin, a los votantes se les puede preguntar con toda razón: ¿conseguirá Bush más ayuda para condenar el armamento nuclear iraní de un Congreso controlado por republicanos o por demócratas (cuya sugerencia principal ha sido la de adular a Irán sin insistir en que suspenda de manera verificable su programa nuclear)?
Los años en que no se celebran elecciones, sobre todo cuando un partido controla la Presidencia y el Congreso, casi siempre están dominados por la expresión de quejas con respecto al rendimiento del partido. La Administración Bush y el liderato congresista han dado muchas razones para ello.
Pero la elección resulta tan inhóspita esta vez -las elecciones legislativas del próximo noviembre están a la vuelta de la esquina- que las quejas, en este momento, deberían dejarse a un lado, siempre que los republicanos tengan el valor de continuar clarificando la elección a lo largo del mes.
*uno de los líderes del movimiento neoconservador norteamericano; es editor de The Weekly Standard

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