Los
medios hoy, jueves 14 de noviembre de 2013
EL UNIVERSAL: 'Burló'
avión filtro de tres dependencias
Los
pilotos y ocupantes del avión con matrícula mexicana que destruyó Venezuela el
pasado 4 de noviembre burlaron todos los filtros en el aeropuerto de Querétaro
para salir del país. Para expertos en temas de seguridad, este hecho implica un
error humano por no cotejar adecuadamente la documentación o corrupción, además
de hacer notar que las revisiones a los vuelos privados tienen trato
preferencial, no son exhaustivos y por ello son ventana de oportunidad para el
crimen.
Se
solicitó a las tres dependencias involucradas una posición al respecto, pero no
hubo respuesta. El plan de vuelo del avión con matrícula XBMGM cuenta con los
sellos del Instituto Nacional de Migración (INM), del Servicio de Administración
Tributaria (SAT) y de la comandancia de la Dirección General de Aeronáutica
Civil (DGAC).
En
el plan quedó registrado que volarían cinco horas y 10 minutos. En la clave de
destino aparecen las letras TNCR y que la hora de despegue fue a las 17:30
horas del 4 de noviembre. Las letras T y N corresponden a Antillas Holandesas
(por sus siglas en inglés), de acuerdo con los códigos de la Organización de
Aviación Civil Internacional.
EXCÉLSIOR: PGR:
estamos recuperando Michoacán
El
procurador cuestiona que Venezuela haya quemado el avión si sabía que llevaba
droga
Excelsior
14/11/2013
Pascal
Beltrán del Río
Defiende
la actuación de la Procuraduría en los temas polémicos que han llamado la
atención del público, como los casos de Caro Quintero, Elba Esther Gordillo y,
más recientemente, el avión mexicano destruido por Venezuela. Aquí, la
reproducción de la entrevista:
-En 15
días se cumple el primer año del gobierno de Enrique Peña Nieto. ¿Usted ya tiene
una evaluación de lo que fue la estrategia anticrimen del gobierno anterior?
Columnas
Columna
Templo Mayor /Reforma
EL AVIÓN QUE NO
DEBIÓ SALIR/Editorial EL UNIVERSAL
Un
lío diplomático ha causado la decisión de Venezuela de destruir una aeronave
mexicana sin dar pruebas ni fundamentos sobre los motivos de la confiscación o
el paradero de las personas a bordo. México debe exigir respuestas a su par
sudamericano. Pero ahora que se sabe la forma como el vehículo viajó, también
las autoridades mexicanas tendrán que dar explicaciones.
El
plan de vuelo del avión con matrícula mexicana —que destruyó Venezuela el
pasado 4 de noviembre— salió del aeropuerto de Querétaro con sellos de
autorización del Instituto Nacional de Migración (INM), del Servicio de
Administración Tributaria (SAT) y de la comandancia de la Dirección General de
Aeronáutica Civil (DGAC). Las siete personas que partieron de México,
incluyendo los pilotos, presentaron documentos apócrifos para acreditar su
identidad.
Estos
datos se conocen después del escándalo con Venezuela y muy probablemente no
habrían sido revelados en caso de que la aeronave no hubiese sido interceptada.
El hecho lleva a suponer la existencia de otros casos —no se sabe cuántos— en
los que aviones han entrado y salido del país con documentos apócrifos y
autorizaciones indebidas sin el conocimiento del público.
Con
ese método muy diversos delitos pudieron haberse cometido, desde contrabando
hasta el paso de personas peligrosas. Cabe recordar el caso, revelado hace casi
ya 2 años, de Saadi Gaddafi, hijo del depuesto dictador libio, quien pretendía
entrar a México por medio de documentación falsa. Los acusados de aquel
entuerto, por cierto, están libres.
El
riesgo excede incluso los intereses nacionales. ¿Qué confianza pueden tener
otros países cuando los aviones provenientes de México son, posiblemente,
vehículos de criminales con autorización oficial?
Habrá
de revisarse la actuación de las tres instituciones involucradas (INM, SAT y
DGAC) so pena de vulnerar la confianza de la industria aeronáutica, los
usuarios y los países a donde viajan los mexicanos.
Tiene
razón el gobierno federal al demandar respuestas claras por parte de la
administración venezolana de Nicolás Maduro, quien hasta la fecha sólo ha
emitido declaraciones tronantes llenas de vacuidad.
Sin
embargo, para ser congruentes, México tendría que hacer lo mismo del lado que
le corresponde: la explicación puntual de cómo fue posible que un avión
“chueco” pasara controles supuestamente muy estrictos.
*
Columna
razones/ Jorge Fernández Menéndez
Excélsior,
14/11/2013 03:07
En
un punto no deberían existir desacuerdos: lo
hecho por Venezuela con el famoso avión mexicano “inutilizado” en su frontera
con Colombia sólo puede calificarse de un absoluto desaseo o complicidad.
No se rastrea un avión para bajarlo en una zona aislada del país y cuando es
localizado, se lo quema, sin dejar rastros ni de la carga ni de los pasajeros,
tampoco del plan de vuelo seguido. Si a eso le sumamos que la región donde
aterrizó el avión es una de intenso tráfico de cocaína y de estrecha relación
de narcotraficantes, miembros de las FARC y del gobierno venezolano, no queda
demasiado margen para la sospecha.
Pero
hay puntos que debemos aclarar en México, más allá de los venezolanos. Aquí también se acumulan preguntas sin
respuestas. Primero, la propiedad del avión. El que aparece como dueño es un
hombre de Colima que vive, dicen, en una casa de interés social cuyo valor de
mercado es inferior al millón de pesos. Imposible que sea el propietario del
Hawker 25. El avión partió de Monterrey, donde dicen que le hicieron algún tipo
de mantenimiento, a Querétaro. Allí primero se informó que fueron cinco
pasajeros los que abordaron y se dieron sus nombres, aunque más tarde se
sostuvo que podrían ser identidades falsas, pero también que no sabían si eran
cinco o tres los pasajeros. Además de los pasajeros iban un piloto y un
copiloto. Todo indica que también con pasaportes y licencias falsas. ¿Cómo
pueden abordar siete personas un vuelo internacional, aunque sea privado, con
documentación falsa? Supongamos que, por la razón que fuera, eso sucedió: ¿en el
área internacional de aviación civil de Querétaro no hay una sola cámara de
seguridad para saber, por lo menos, cuántas personas abordaron ese avión? Si en
Venezuela hubo complicidad con quien sea que abordó ese avión, todo indica que
aquí también.
En
la política interna las actitudes ante el hecho también resultan
desconcertantes. No es ninguna novedad saber que el chavismo mantiene muy
estrechas relaciones con distintos grupos políticos de la izquierda mexicana,
entre ellos con la corriente de René
Bejarano y Dolores Padierna. Pero las declaraciones de la legisladora
perredista nos llevan a recordar los tiempos de la Guerra Fría, cuando
cualquier cosa que se hiciera desde el campo socialista debía se justificada,
desde el pacto Molotov-Ribbentrop, hasta la persecución de intelectuales. Ahora Dolores asegura que Venezuela está en
todo su derecho de derribar cualquier avión que cruce su espacio aéreo porque
eso es lo que dice el derecho internacional. No sé qué sabe Padierna de
derecho internacional, pero desde que se descubre que un vuelo ha violado el
espacio aéreo de un país hasta que se toma la decisión de derribarlo, existe
todo un largo proceso de procedimientos, sobre todo cuando se trata de un vuelo
civil, no militar. Pero además habría que explicarle a Dolores que el avión no fue derribado. Aterrizó en una pista
clandestina (no se sabe si porque no tuvo otra oportunidad o por decisión
propia), donde las autoridades simplemente lo incendiaron sin que se sepa qué
pasó con la tripulación o la carga, violando, como se explicó ayer, los propios
lineamientos legales de ese país sobre el tema. No tiene sentido.
Tampoco
lo tiene querer elevar la protesta y el conflicto diplomático. La propuesta de la senadora panista Mariana
Gómez del Campo pidiendo que México suspenda apoyos diplomáticos a Venezuela
hasta tener una respuesta. No servirá de nada pero, además, tendría el
efecto contrario: en lugar de esclarecer lo sucedido, el régimen de Maduro se
dirá objeto de una “conspiración internacional” contaminando aún más la agenda
bilateral.
Quizá
Mariana no conoce algunos capítulos oscuros de la relación entre México y
Venezuela. Uno de ellos fue notable: era el día de la calificación presidencial
de Felipe Calderón, y existía el peligro y la sospecha de que los seguidores de
López Obrador podrían provocar actos de violencia. Ese día llegaba al
aeropuerto capitalino una joven venezolana. El agente de migración intuyó algo extraño en su pasaporte y decidió
que la retuvieran para interrogarla: pensó que podría ser una de estas jóvenes
que transportan drogas o dinero. En cuanto comenzó a ser interrogada, la
joven exigió que se comunicaran con la embajada de Venezuela, que en realidad
era la hija de Hugo Chávez y exigía ser tratada como tal. Pasaron algunas horas
hasta que llegaron de la oficina consular y efectivamente comprobaron que era
una hija de Chávez que viajaba a México con un pasaporte con otra identidad
para realizar contactos políticos. Después de varias consultas fue dejada en
libertad y la joven realizó su trabajo y se fue. El caso era como para escalar
un conflicto diplomático. ¿Tenía objeto dispararlo? La verdad que no. En todo
caso, nos cuentan, quedaron muy bien registrados quiénes fueron los
interlocutores de la joven Chávez en aquella visita por México. ¿O no, Dolores?
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