Editorial
LA
REDACCIÓN
Revista Proceso NO. 1993, 10 de enero de 2015
La muerte, audaz, enluta de nuevo a Proceso.
Julio Scherer García se va de la mano de Vicente Leñero, su compañero y amigo.
El dolor repetido, sin pausa, lacera las entrañas y no hay manera de evadirlo.
La partida de don Julio nos hace sentir huérfanos, pero no en la orfandad. Su
muerte –contra la que luchó con la energía indoblegable que rigió su vida– no
deja un vacío; él mismo lo llena con el espíritu de libertad que era sustancia
de su ser y es su herencia.
Con
él como centro motor, Proceso nació hace casi cuatro décadas en medio de la
adversidad, como reacción al golpe brutal del gobierno de Luis Echeverría
contra la libertad de expresión. Hoy, la República no vive tiempos mejores.
Como decía Scherer: los dioses del poder se reconocen sin límites. El reducto
que los resguarda, agregaba, está formado por materiales abominables: la
corrupción, el crimen y la impunidad.
Ante
la ausencia física de su fundador, Proceso reafirma no sólo los principios
periodísticos que nos legó sino, sobre todo, el compromiso social que inspiró
la creación de la revista, la búsqueda de la verdad, la crítica sin concesiones
y, si necesaria es, la disposición a enfrentar a los poderosos. Desde el duelo,
reiteramos a nuestros lectores, razón única de nuestra existencia, que en medio
de las acechanzas que se vislumbran Proceso permanecerá firme.
El
6 de noviembre de 1976, el editorial de la primera edición de la revista
establecía:
“En
medio de señales ominosas, entre las cuales la información y la crítica pública
pudieran parecer exóticas o peligrosas, Proceso asume el compromiso de
brindarlas. Nos empeñamos en hacerlo porque estamos persuadidos de que es
importante contribuir a que la nación se conozca a sí misma para que a partir de
su propia conciencia pueda delinear su porvenir justo y libre.”
Ésta
ha sido, es y seguirá siendo nuestra convicción.
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