El
pacificador del Papa en México
Francisco
I (Sic) nombra cardenal al arzobispo de la capital de Michoacán, uno de los Estados
más violentos, para tratar de atemperar el conflicto armado
Nota de PABLO
DE LLANO Morelia (México) El Pais, 11 ENE 2015
En
2013, Alberto Suárez Inda solicitó al Vaticano su jubilación. La respuesta fue
que se la concederían cuando tuviese sucesor como arzobispo de Morelia, capital
de Michoacán. En mayo de 2014 acudió a Roma en una visita de su diócesis y
Francisco le dijo: “Aguante por ahora. No quiero que se me escape”. Volvió a
casa y al cabo de un tiempo recibió una notificación en la que se establecía
que de momento iba a tener que seguir de arzobispo: Donec aliter provideatur
—hasta que se disponga otra cosa—.
El
4 de enero pasado a las cinco de la mañana estaba durmiendo en su pueblito de
retiro cuando lo llamó un sacerdote amigo. “El Papa te ha nombrado cardenal”.
Suárez Inda, 75 años a cuestas, le dijo que estaba soñando, o que tal vez
estuviera teniendo visiones. Pero al rato recibió la llamada oficial que le
confirmó que no se iba a jubilar, sino todo lo contrario. “No tienes la
oportunidad de decir sí o no”, explicaba el jueves en su despacho en Morelia.
“Simplemente, cae como una losa sobre ti”.
El
día que se anunciaron los 15 nuevos cardenales, el portavoz de la Santa Sede,
Federico Lombardi, explicitó la razón de que se haya elegido al arzobispo de
Morelia: “Es una región golpeada por la violencia”. Suárez Inda será el
mediador de Francisco en el conflicto mexicano.
Su
Estado, Michoacán, donde surgieron en 2013 las autodefensas civiles contra los
abusos del narco, es uno de los focos rojos del país, y junto al Estado de
Guerrero, en el que ocurrió la matanza de Iguala, conforma en el sur una región
prioritaria para las estrategias de seguridad.
El
14 de febrero estará en el Vaticano para su nombramiento. Le apetece ir a orar
a las catacumbas de San Calixto, “donde fueron sepultados los primeros
cristianos”. Cuenta que el rincón romano favorito del papa Francisco es la
iglesia de San Luis de los Franceses, a la que siempre ha ido a contemplar La
vocación de San Mateo, el cuadro de Caravaggio del que sacó el lema de su
escudo episcopal: Miserando atque eligendo —lo miró con misericordia y lo
eligió—.
Un
par de horas después de la entrevista en su despacho, monseñor Suárez Inda se
pone con calma los ropones para oficiar una misa en una iglesia de un barrio
popular y habla de cómo tendrá que vestir de cardenal: “Todo rojo. Dirán que
soy comunista, pero es el rojo del martirio, del que está dispuesto a derramar
la sangre”.
“Para
ayudar al Papa”, interviene un sacerdote.
Él
responde: “Para lo que él pida. Y lo que uno pueda hacer”.
Suárez
Inda no forma parte del sector de la iglesia mexicana más cercano al Gobierno
federal del PRI. Se le considera más cercano al Partido Acción Nacional (PAN,
de centroderecha católica, al que pertenecía el expresidente Felipe Calderón)
con el que un hermano suyo ha sido alcalde de la ciudad de Celaya. Asentado en
el meollo de la violencia, autónomo del Ejecutivo y con el respaldo directo del
Papa, el arzobispo que se quería jubilar asoma ahora como una figura clave de
intermediación en el pandemonio mexicano.
Un
cardenal en el país de los ateos
En
el último mes ha habido dos episodios sangrientos en Michoacán: 11 muertos a
mediados de diciembre en un enfrentamiento entre facciones de autodefensas
(legalizadas en 2014 como fuerzas rurales) y el 6 de enero otros nueve en una
noche de choques entre fuerzas federales y una supuesta banda criminal. En 2014
—datos oficiales hasta octubre—, en el Estado se registraron 981 asesinatos. En
todo 2013, 916. El conflicto no cesa.
En
su despacho, vestido de negro con una bufanda y una cruz plateada sobre el
pecho, Alberto Suárez Inda habla de cómo la violencia afecta a los sacerdotes.
Sin ir más lejos, en diciembre un cura apareció con un tiro en la cabeza en el
límite entre Guerrero y Michoacán. El arzobispo ofrece los datos de su Estado:
cinco sacerdotes asesinados en los últimos 15 años, todos en el municipio de
Apatzingán, epicentro de la guerra entre autodefensas y mafias. “Alguno fue por
confusión; otro porque se quejó de que habían sembrado droga en sus tierras;
otro porque le aconsejó a la esposa de un criminal que dejase a su marido”.
Suárez Inda describe una región en la que “todo el mundo tiene armas de alto
calibre, mayor incluso que el de los militares”, donde no es infrecuente que en
plena capital, Morelia, entren a robar en los templos: “Te ponen una pistola en
la sien y te dicen: ‘Me llevo la computadora y el cáliz”".
“No
se me escape todavía”, le dijo el Papa. Suárez Inda calibra el peso de la losa
que le ha tocado cargar y concluye: “Es una travesura de Francisco”.
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