Europa
vive/ EDITORIAL, El País, 12 de enero de 2015
Millones
de ciudadanos protagonizan la reacción democrática contra la amenaza yihadista
Los
millones de personas que ayer salieron a las calles europeas repudiando los
asesinatos de los humoristas de Charlie Hebdo,los policías y los clientes de un
supermercado judío protagonizaron un hecho histórico que representa un punto de
inflexión decisivo en la actitud de la sociedad europea frente a la amenaza
yihadista.
La
masiva demostración de París, la mayor desde la liberación de la capital
francesa de la ocupación nazi en la II Guerra Mundial, envía el claro mensaje
de que los ciudadanos de las democracias no están dispuestos a cruzarse de
brazos mientras sobre ellos se ejecuta una condena a muerte ordenada por
organizaciones que consideran la libertad de expresión y los derechos humanos
como aberraciones contra las cuales cualquier crueldad está justificada. París
fue ayer una afirmación inequívoca de que Europa, lejos del estereotipo que la
dibuja como una sociedad decadente, acobardada e inane frente al supuesto
dinamismo yihadista, está viva y representa un muro formidable que se levanta
frente al terrorismo y su proyecto totalitario. Como en los grandes momentos,
ha demostrado que sabe reaccionar cuando sus valores supremos, los que definen
nuestro modo de vida, están amenazados.
Es
innegable que Europa ha sido protagonista de horrores a lo largo de la
historia; pero eso no es argumento para justificar cualquier cosa que se
presente como alternativa, ni contradictorio con el hecho de que en este
espacio ha florecido la civilización más luminosa y democrática que la
humanidad ha conocido. Hoy hay que recordar esto frente a los fanáticos
salvajes que pretenden nuestra destrucción y a los demagogos necios que
disfrazan de buenismo su pusilanimidad.
Desde
París se envió ayer un mensaje con varios destinatarios. En primer lugar, los
propios yihadistas. Los manifestantes que desbordaron el centro de París lo
hicieron a la francesa: lejos de cualquier uniformidad, la manifestación se
convirtió en una amalgama de participantes de todo el mundo. Cada uno acudió
con la bandera, la indumentaria y los símbolos —religiosos o no— que quiso, y
gritó lo que mejor le pareció. Y lo hizo en un ambiente pacífico, sin amenazas
ni agresividad. La condena de unos asesinatos se convirtió en una afirmación de
gentes de toda raza y religión que conciben la convivencia como ejercicio de
libertad y muestra de pluralidad.
Pero
el mensaje también va dirigido a los gobernantes de esos manifestantes. Más
allá del gesto histórico de la presencia de jefes de Estado y Gobierno de
numerosos países, la demostración cívica es una instrucción clara a esos
líderes, especialmente los europeos, de que cuentan con el respaldo popular
para adoptar normas que eviten, por ejemplo, que dibujar en una revista o
comprar en una tienda judía pueda costar la vida. La imagen de la multitud
pidiendo a los francotiradores de la policía francesa que se pusieran en pie
sobre los tejados para vitorearlos y aplaudirlos plasma muy bien el respaldo
ciudadano a las iniciativas que protejan de una manera eficaz a las democracias
europeas.
Los
ministros de Interior europeos aprobaron medidas —como acelerar la creación de
un registro europeo de pasajeros aéreos y reforzar el control de fronteras ante
yihadistas europeos— cuyos detalles y puesta en vigor se someten a debates y
plazos propios de los sistemas democráticos; pero que cuentan con el marchamo
de haber sido acordadas literalmente con los ciudadanos apoyándolas en las
calles.
Es
responsabilidad de los políticos estar ahora a la altura de las circunstancias,
ir más allá de las imágenes, importantes y significativas, sin duda —como la
cadena humana que, cogidos del brazo, protagonizaron ayer los Hollande, Merkel,
Cameron, Rajoy, Renzi, Juncker, Tusk y Samaras, entre otros—, y construir la
Europa de la que queremos seguir sintiéndonos orgullosos.
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